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Emulsionando versos

Despuès de “jugar en casa” llenando el Atenéu de Turón, Ángeles González compareció en el Club de Prensa de LNE mezclando palabras académicas, música y declamación. Nuestra colaboradora Evelia Gómez, crítica inspirada, resalta el “exquisito lirismo de formas depuradas que definen” Sales de Plata.

SALES DE PLATA es el tercer libro de poemas de Ángeles González Fuentes. Ve la luz después de dos años de silencio, tal vez, mientras tanto, maduraba algún procedimiento y profundizaba en el exquisito lirismo de formas depuradas que definen su estilo ya desde los  primeros libros: La rosa de tus vientos (2011) y Letanía de un plano inclinado (2012).

 

Fue presentado por don José María Fernández Cardo, catedrático de Literatura Francesa de la Universidad de Oviedo  en el Club Prensa Asturiana de la Nueva España. Previamente la obra se había dado a conocer en el Ateneo de Turón, lugar de nacimiento de la autora,  pueblo del que el presentador, con sonrisa cómplice, dijo que ser de Turón imprime carácter.  Ángeles mantiene fuertes vínculos afectivos en este valle minero donde reside actualmente. Un gesto emotivo hacia los turoneses que agradecen con su entregada absoluta a estas convocatorias literarias.

 

Más que una presentación al uso, el profesor Cardo ajustó sus sabias palabras para no restar protagonismo a la lectura de poemas. Los asistentes al acto disfrutamos de una excelente velada poético-musical. La propia autora leyó  en una perfecta declamación acompasada por los acordes del  Grupo de Cámara ARSIS - Paula García, a la flauta y María Menéndez, al chelo. Un recital, un regalo que la emotiva voz de Ángeles, con variados matices, expresó dramatismo o serenidad; melancolía  o indignación;  ironía o nostalgia; también, alguna alegría. La recitación potenció el significado de su obra  como si la poesía encontrase su forma natural en la oralidad, tal como fue en sus comienzos con la Juglaría de la Edad Media.

 

Comienza el libro con una declaración de principios: el poeta no debe “estar en otro mundo”,  ni “recluido en su venera sellada”, no debe contemplarse a sí mismo.  Como ya decía el Meneses dialogante  de Machado: “El sentimiento que está en el corazón de cada hombre empieza a no interesar”. Y más expresivamente, Vicente Aleixandre proclama que el poeta debe cantar por todos.  Ángeles González también señala lo mismo: hay que mirar hacia fuera, hacia el mundo exterior, ver  lo que sucede a los otros.  Solo entonces el escritor  debe atraparlo, como lo hace el fotógrafo y “fijarlo luego en un papel” para denunciar, para padecer y llorar con ellos. El poeta siente por los demás y no solo por sí mismo.

 

Plasmar la realidad exterior como lo hace un fotógrafo es lo que fascina a Ángeles. La fotografía será su aliada. Ella le permitirá ver lo lejano o lo que ya ha desaparecido. Las imágenes hacen el milagro de traer al presente un pasado, pero también nos muestran una realidad existente, maneras de vivir de otras personas. Hay en el libro un importante protagonismo de la fotografía: “Sales de plata”, “Poetas de la imagen”, “Agradecimientos” y el “Índice” de obras fotográficas en las que se inspira, además de las pinturas de la propia autora. Pero no nos engañemos, las verdaderas protagonistas de la obra son las palabras. El libro está escrito con signos lingüísticos autosuficientes en su significación.  Poemas  escritos para leer, mientras que las imágenes son para ver, aunque el fotógrafo Man Ray  ya decía también de las fotografías que “no tienen que mirarse sino que leerse”. Y mientras vamos leyendo verso a verso, no caemos en la tentación de ir a buscar las fotografías señaladas en el Índice. (No, no lo hice). Primero, los poemas, después, las imágenes. ¿La fotografía potencia el lenguaje o es el lenguaje el que potencia la fotografía?  La palabra y la imagen tienen mucho en común. Paul Auster también dice de la poesía que es como hacer fotografías.

 

Fotógrafos y escritores se enfrentan a un espacio en blanco, cuentan historias y detienen el tiempo, aunque la trayectoria de su lectura es distinta: el poema va de dentro a fuera y la fotografía sigue el camino inverso, de fuera a dentro. De estas afinidades y de su potencialidad expresiva fueron muy conscientes los poetas que convivieron con los primeros tiempos de la aparición de la fotografía. Así lo consideró Antonio Machado que con su natural nostalgia triste fusiona pintura,  fotografía y  poema en estos versos:

 

Te pintaré solitaria

en la urna imaginaria

de un dagerrotipo viejo,

viva y quieta

olvidando a tu poeta

 

 

Joan Miró, en 1925, titula  uno de sus cuadros: Pintura- poema. En él escribe la palabra  PHOTO  y bajo una mancha azul : CECI EST LA COULEUR DE MES RÊVES.

 

Y es que Ángeles González también pertenece a la clase de artistas  que son poetas con alma de pintores, o al revés, pintores con alma de poetas. Sus libros siempre van acompañados de las propias ilustraciones: expresivas abstracciones donde, a veces, asoma la figuración, como en la portada del libro donde distinguimos  una vieira- la significativa venera- o la Familia de Giacometti, una acuarela con todo su dramatismo expresivo.

 

Así que en el libro, entre las propias pinturas, los poemas inspirados en fotografías y los cuadros del museo, las imágenes parecen adquirir el principal protagonismo.  Pero no, creemos que éstas son un recurso formal para expresar la intencionalidad del poeta, que no hay que olvidar,  no es otra que la de hacer una denuncia de situaciones injustas, la  de compartir el sufrimiento de tantos seres abandonados a su suerte ante la indiferencia de los demás. Esa indiferencia de “la playa en paz”, la sombrilla y la cerveza…ajenos a la tragedia de la muerte de inmigantes. Conmovedor poema y trágica fotografía  del asturiano Javier Bauluz.  Los peor tratados por una vida injusta  son los niños del hambre y  basurero.

 

Cimbrean como tierno bambú sus once años,

bajo una giba enorme de chatarra

y del revoloteo de mil alas

adversarias, tenaces y asesinas,

todo huele a carroña y no distinguen.

 

Me bastan las palabras del poeta. Son las verdaderas protagonistas, acertadas, justas, armoniosas en una composición poética que acompasa el ritmo a la emoción. Con ellas sentimos todo el dolor y desamparo universal:

 

Con la carga de denuncia, con las escenas sobrecogedoras  del dramatismo de tantas vidas del tercer mundo, los sentimientos más amables quedan “significativamente” en un  segundo plano. (Seis haikús para el niñito) o  Robert  Doiseau, el fotógrafo del beso eterno en una calle de París, que…” da la espalada al ciego/del viejo acordeón, trémulo en sus manos”. Pero a pesar de la tristeza o de la melancolía… ”Son bellas las esquinas de París cuando duermen”.

 

“Los poemas de este cuaderno se han emulsionado y fijado a sus páginas gracias a las sales de plata”. Gran parte de nuestro pasado está ligado a este soporte argéntico. Gracias a él existen las fotografías como esas que  Ángeles guarda en una lata de galletas oxidada. En ella conserva su propia historia, la de su familia, la del bisabuelo en el que reconoce sus propios rasgos. También están  los vecinos y tantos amigos…

 

Si Rilke daba consejos a un joven poeta y le decía que buscase la fuente de inspiración en sí mismo, que se adentrase en su yo y buscase las profundidades de donde mana la vida…Con este poemario, Ángeles nos propone el camino inverso: - Mira fuera de ti, contempla y comprende el mundo que te rodea y luego…escribe. Como Vicente Aleixandre, “el poeta canta por todos”:

 

La voz que por tu garganta, desde todos los corazones

esparcida,

se alza limpiamente en el aire.