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Una letanía con hambre de infancia

Más que una letanía, el libro de Ángeles Fernández Fuentes, Geli, es un diálogo sensible y comedido entre sus versos, sus pinturas y su inspiración turonesa. Lo cotidiano y lo sencillo en perfecta comunicación con lo transcendente. Ese Cosmos que algún día, más allá de los cristales, parecía proteger el valle nos acompaña hoy en ese interminable viaje del recuerdo. Para Evelia Gómez, "La emoción poética está servida, sin estridencias". ¡Qué gran verdad!

LETANÍA DE UN PLAN INCLINADO

 


Asistir a la presentación de un libro de poesía es como acudir a una cita romántica. Sobre todo, si sabemos de antemano, que la autora es una poeta tan querida, tan cercana, tan turonesa, como lo es, Ángeles González - Geli - (o Gelina : la de hambre de luna… la de hambre de infancia…)

Estamos ante una obra donde conviven en perfecta fusión, las imágenes – dibujos y pinturas de la propia autora – y la palabra poética. Formas cubistas en armonía con la construcción simbolista de su lenguaje.Plano inclinado portada.jpg

De la unión de estas dos maneras de hacer poesía resulta un bello producto artístico como lo es el libro de Ángeles González, LETANÍA DE UN PLANO INCLINADO. Obra compuesta por veintiocho poemas y siete ilustraciones. En palabras del profesor Francisco González: “Libro que pertenece a la más pura tradición romántica, en el que la sensibilidad y la belleza están presentes de principio a fin y lo convierten en un objeto tan valioso como una joya”.

Escribir y pintar es la doble forma expresiva con la que cuentan privilegiados poetas-pintores o pintores-poetas. Ha habido muchos ejemplos a lo largo de la Historia de la Literatura. Este lenguaje total formado por dibujos, colores y palabras ha dado lugar a la creación de obras de extraordinaria belleza. Letanía de un Plano Inclinado pertenece a uno de estos libros donde el lenguaje y la imagen se unen para expresar el universo poético de Ángeles González - pintora y escritora-.

Nos adentramos en este poético universo como de puntillas, sin hacer demasiado ruido porque pronto nos percatamos de que hay que escuchar la exquisita musicalidad de sus versos y entender el profundo significado de sus silencios. La emoción poética está servida, sin estridencias. Las palabras sugieren , unas veces, de soslayo, otras de frente. Y las cosas más cotidianas, más próximas trascienden bajo su mirada- Puede atar con la cinta del pelo los astros refulgentes, con sus manos tantear las estrellas o tomar chocolate caliente con canela, en una sencilla mística doméstica, con la misma naturalidad que la Santa de Ávila colocaba a Dios entre los pucheros. Muchas veces nos lleva de la mano por las cosas sencillas y familiares para introducirnos a un mundo metafísico y trascendental.

Desde el comienzo, en un amanecer, contemplado a través de unos cristales melancólicos, se ve como alguien ha encendido la luz del mundo, despeja la niebla y un árbol se ilumina con el resplandor de los primeros rayos. A pesar de esa belleza, no nos llamemos a engaño, porque en la copa de ese árbol que arde en colores frente a la ventana, palpitan unos cuervos.

Pájaros de plumaje negro ¿Del mismo color que los presentimientos?

Plano inclinado - Geli.jpgAnte la evidencia no los rechaza. Se une a su coro, se transforma…

Y ya a partir del color negro – mejor, negación del color- entendemos tantas imágenes que desfilan por sus poemas, envolviendo la atmósfera que se respira en todo su libro de velado dolor, de honda tristeza o de vaga melancolía. Así El largo túnel negro, donde parece esconderse un dios desconocido y amenazante, los agujeros negros; las moscas negras, los negros trajes de novia. Y con el negro también pinta inquietantes imágenes como la que ilustra la portada del libro, donde lo mezcla con el color rojo que, a manera de ojos desorbitados, semejan seres extraños que se precipitan tierra adentro, hacia la oscuridad allí donde se presiente la mina de carbón

Y cito aquí las palabras del presentador, el profesor Francisco González, quien afirma que “La mina fue siempre imagen de la poesía romántica y Novalis, uno de los primeros románticos, considera a los mineros como unos astrólogos al revés y al poeta como un minero que ilumina la bóveda celeste”.

Ahora la mirada asciende desde la tierra, siguiendo el vuelo de las aves, hacia el cielo para contemplar la bóveda celeste: los anillos de la luna, las estrellas, Orión, Casiopea.

Un firmamento poblado de astros palpitantes . Mundo poético de singular belleza que nos recuerda el lenguaje y el tono elevado de las Soledades de Góngora.Plano inclinado árbol.jpg

Este universo se presenta como en una mística panteísta donde el ser humano vive con todo lo creado, como uno más entre lejanos astros y los demás cercanos seres que habitan la tierra: árboles, cuervos, garzas, crisantemos, gorriones, petirrojos…Recuerda la voz de la poeta polaca Wislawa Szymborska en su consideración de la naturaleza como lugar donde todo lo creado convive y es una manera de sentir que no estamos solos.

Nuestro ser particular fluye así de esta gran corriente de vida de la que el Todo participa y de la cual no está ausente la muerte. Con todo hay que compartir y participar en este destello vital que nos ha tocado vivir. Lo individual parece no importar tanto. Se diluye en ese cosmos total, eterno, indestructible. De esta manera se cumple lo inevitable: todo es como debe ser.

Y como todo se tramó en el firmamento
(con sus extravagancias los astros
nos someten),
nada se pudo hacer por evitarlo.


Entonces el ser humano, desvalido y a merced de unas fuerzas que no puede controlar ya no es dueño de su destino. Nada se puede hacer contra él. Hemos de participar por igual en las dos caras de este latir del universo: la de la vida y la de la muerte. Ante ello solo cabe la aceptación. El lamento será contenido, la tristeza será infinita…

 

 

Si ha de caer la sigilosa nieve ¡sea pues!...
…Si ya no quedan primaveras francesas,
ni en Portugal florecen los claveles
de abril en los cañones
lloremos la tristeza,
dejemos desbordar las emociones,
como cascadas de hojarasca seca.



Plano inclinado cinta.jpgUn sentir muy próximo al de la poeta María Victoria Atencia cuando también exclama con voz resignada en uno de los veros del poema “Con la mesa dispuesta”:

Marcharé sin protesta allí donde me lleves.

Ángeles, capaz de conducirnos por los amplios espacios cósmicos buscando en ellos el sentido de la vida o de la soledad del ser humano, también nos lleva familiarmente de la mano, a un recinto más pequeño, más próximo y más íntimo: la casa- la del alero con gorriones-. Entonces ya es Geli o Gelina, la que ve la luna como un queso, la que tenía un gato que vivía en el carbón, la que tiene hambre de escuela… La poeta Geli, cercana y sencilla que todos conocemos. La misma que imaginamos por los escenarios de su pueblo, de su Turón, anhelado refugio-que aparece o subyace en tantos poemas: Hambre, Mascotas o La Cinta. En ellos nos reconocemos en aquella niña que sueña con el hada madrina dibujada en maletas pequeñitas de cartón. Conforta escuchar la voz de Gelina. De Ángeles, todavía con hambre de infancia…
LA CINTA

Chocolate caliente con canela.
Rojo Esperanza en el amanecer,
apellido y nombre de mi abuela,
y la cinta que me ataba al cabello,
“¡que no se va a la escuela
con los pelos revueltos!”
“Ni por culpa del viento”.
Hoy hay viento del sur:
se llena el hospital
de lunáticos tiernos.
Siempre me volvió loca
ese viento caliente
que te ahueca el cerebro,
llenándolo de grillos
y de pájaros luego.

Ángeles González



© Evelia Gómez, enero 2013