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Ser artista lo decide el público

 

JOSÉ SUÁREZ "PILU" ( Repipe, 1938)

 

José Suárez Fernández.jpgLa hora pasada con Pilu ha sido un largo momento ininterrumpido de emoción y de admiración. Emoción ante una trayectoria plagada de momentos álgidos y de muchas realidades dificultosas que subrayan aún más el esfuerzo necesario, la lucha incesante para (intentar) llegar a ser uno mismo… un artista reconocido por su público. Admiración por la humildad con la que habla de su vida y de su propia obra; admiración también por la memoria prodigiosa, yo diría enciclopédica, con la que aborda el mundo del arte y sus propias vivencias. Para que ese momento mágico no pierda su intensidad hemos decidido transcribir “su narración” intercalando títulos como respiraciones invitando a la reflexión.


PANORAMA DE PINTORES EN TURÓN


Por los años 1934-37 un caricaturista , un dibujante y después un tal José Barbao que acabó viviendo en Santullano. Después siendo yo un chavalín un tal Jaime hijo de un carnicero que pintaba carteles de cine y hacía sus pinitos en pintura. Desgraciadamente de aquella había una falta de formación. En mi tiempo hubo Jaime Otero y Arturo Baquero que es con el que empieza mi afición por la pintura…


LA CHISPA QUE DISPARÓ MI AFICIÓN


Era la conmemoración de la Santina y Arturo tenía el encargo de pintar un cuadro de la virgen. Como había una en la capilla del colegio Arturo se plantó delante de ella a pintarla. Eran horas de recreo, yo me quedé allí con él, en la capilla, absorto, viendo como pintaba: Yo ya dibujaba algo, pero ante este ejercicio de talento de Arturo, yo estaba en plena contemplación…tanto es así que empezó la clase, no me di cuenta y yo seguía allí disfrutando de aquel momento. Me buscaron y me encontraron en ese estado de admiración…esa fue la chispa. Allí empezó todo, cuando transcurría el año 1949. Visto aquello el director del colegio tomó interés por mí…me regaló cuadernos, una caja de colores, me ayudó en lo que pudo y luego, a través de Hulleras de Turón, me pagaron un curso por correspondencia con una Academia de dibujo de Madrid, ABC, había que mandar los trabajos, los corregían, yo enseñaba al fraile lo que Madre e hijo.jpghacía… así empezó la cosa.


LA AVENTURA MADRILEÑA


De alguna manera eso, aunque interesante y útil, no era suficiente. Tenía que ir a Madrid a una escuela de artes y oficios para acabar de confirmar. Lo que yo estudiaba era más que nada teoría aunque hacía prácticas. Pero la práctica real se adquiere escultura, asistiendo a clases de anatomía, de perspectiva. Me mandaron a Madrid pero nuestros medios eran escasos. Mi madre estaba viuda y sin pensión ninguna. Vivíamos de lo que nos ayudaba el abuelo, y de lo poco que ella conseguía cosiendo, solo pude estar un mes. A la vuelta empezaron otras odiseas: tuve que dejar el colegio, marchar de criado, a cuidar vacas, a los 14 años me llevaron a trabajar y empezó una vida en contra de lo que yo sentía …allí quedó cortada mi primera etapa.

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UN ACCIDENTE, REGALO DE LA VIDA


Me dio entonces por hacer bicicleta y competir en carreras profesionales. En el año 1963 un accidente en una carrera me obliga a pasar tres meses en un sanatorio de Oviedo. Seguramente esa fue la mejor carrera de mi vida, ese 8 de julio de 1963. Ingresé en un sanatorio cuyo director era hermano del director de la escuela de Bellas Artes. Yo me entretenía leyendo y dibujando. El director vio lo que hacía y me hizo un comentario sobre lo efímero del mundo de la bicicleta, sobre el deporte en general, años cortos y pasajeros e insistió mucho sobre los estudios, el tener un oficio. Esos tres meses me ayudaron a pensar.


BELLAS ARTES Y TRABAJO, HORARIOS REÑIDOS


Así que cuando salí del sanatorio, en el mes de octubre, y cobré la indemnización del accidente, lo primero que hice fue ir a la escuela de Bellas Artes para ver que había que hacer para matricularse. Me dijeron los trámites, los libros que comprar, etc.. Tenía 26 años y con el trabajo en la Empresa no tenía horario para asistir a la escuela. Venía los miércoles a teórica, a clases de anatomía y de perspectiva y un poco de historia del arte pero la práctica la tenía que hacer a mi manera. Esos miércoles piraba el trabajo, tanto es así que me castigaron con dos días cada vez que faltaba. Pero el vigilante, Pepe Barbao, el que había sido dibujante, vio unos dibujos que había hecho en unas chapas: un retrato del capataz unas caricaturas. Las subieron de San Víctor por los planos hacia el grupo y nunca más me preocupé de ello.

¡BENDITAS CHAPAS!


Un día me mandan subir a la oficina, al monte, al 1º San Víctor. Allí estaban Don Javier, ingeniero jefe, al capataz jefe, los aprendices capataces y un vigilante: Aquello parecía el tribunal de la Inquisición. Me dije: “Aquí me despiden y hasta luego”. El ingeniero me hizo unas preguntas sobre lo que hacía y por qué faltaba al trabajo. Les expliqué la situación e insistí en que no había podido obtener un cambio de trabajo con el que poder conciliar horario laboral por la noche para asistir a las clases durante el día. Todo era zancadillas para cualquier proyecto. Después de hablar bajamos todos hasta la plataforma que había donde la fragua. Allí estaban mis famosas chapas arrimadas a la pared. Mandó dar vuelta a las chapas y me soltó una pregunta preocupante: Y esto, ¿quién lo hizo?. Yo…yo, le contesté. ¿Cómo?, apostilló. Pues…, me atreví, cuando pasaba un personaje me quedaba con una imagen de él, un día, otro y otro. Los fui haciendo, con corteza de pino, tiza blanca, carbón de la estufa y trozos de ladrillo, todo eso mezclado. Conseguía tonalidades con medios muy precarios.
No me esperaba esa decisión. Don Javier exigió un horario decente para que pudiese seguir mi formación de Bellas Artes. Llegué a trabajar 3h, de 7 a 10 de la mañana, luego me marchaba a Oviedo. . Fui a visitar a aquel médico del sanatorio, que por cierto ya había hablado con el director de Bellas Artes, su hermano, para comunicarle que ya había ingresado en la escuela, que había seguido sus consejos y que venía a darle las gracias por todo ello. Dados los conocimientos que ya tenía y siguiendo la opinión favorable del Sr Borbolla, profesor de primero, el director me propuso cursar 1º y 2º al mismo tiempo comprometiéndome a dos sesiones de exámenes, junio para primero y septiembre para 2º.

EMPIEZA LA AVENTURA


Ya en tercero oposité a una beca. Una beca que había sido convocada dos veces porque la primera había sido fraudulenta, a dedo. Nos convocaron en la zona antigua de Oviedo. Esos profesores que confiaban en mi, al pasar a mi lado, me aconsejaban discretamente, “esa sombra un poco más transparente”… Salió mi trabajo con matrícula de honor. Con todos los buenos consejos que había recibido, no podía ser de otra manera. Ese fue un trampolín para irme 20070718klpprcfil_216_Ies_SCO[1]-1.jpga Madrid. En esta etapa nos ayudó la Empresa, paliando un poco la precariedad familiar con luz y carbón. Eso ayudó a que mi madre no estuviese intranquila. Después de Madrid me fui a París, eran los años complicados, 67, 68 y 69.
 

LA SOLEDAD DE PARÍS
 

Viví la huelga de mayo del 68 en la capital francesa. Pero yo me sentía desplazado. Para un “pueblerín”, la soledad que vives es enorme. Ves mucha gente pero andas buscando una cara conocida, un apoyo, alguien con quien compartir tu inquietud, lo que estás haciendo. Compraba libros con afinidad a lo que hacía y consolarme de alguna manera. Pero llegaron a no gustarme esos libros de pintores de la bohemia francesa. Influían un poco en la forma de ser uno. Eso era demasiado romántico y yo veía que la vida era diferente, que la práctica era otra cosa. Me metí en el Tertre, en el Sacré Coeur y descubrí que aquello no era ni mucho menos lo que la literatura decía. Tmontmartre[1]-1.jpguve experiencias buenas pero también algunas muy malas hasta que un día, un señor, propietario de una empresa de pinturas y obras, de galerías de arte y que también tenía un equipo e decoración muy bueno, se acercó, me felicitó, me compró algo y a renglón seguido me contrató para trabajar en su empresa de octubre a marzo. Allí estuve sin problema ninguno. Regresé para casarme, llevé a mi mujer pero por razones de salud tuvimos que volver.


SER ARTISTA
 

Monté un taller en Gijón que fue un auténtico fracaso…no te conoce nadie: Entré en una empresa que hacía calcomanía para cerámica y allí estuve 20 años, alternando la actividad profesional y la pintura. Pero con dedicación laboral casi exclusiva no me daba tiempo a pintar. La última exposición que hice fue en el año 1986 en Gijón. La jubilación en 1990 y hasta hoy. Después ya cuesta mucho tomar los pinceles, volver a asimilar. Pierdes soltura, la soltura que yo tenía para el dibujo. Haces una pintura más amanerada. Pero lo retomé y terminé dando clases en Avilés y en Oviedo. Hoy hago poco. Pero sigo pintando, los sentimientos están ahí…tengo el caballete, mis pinceles…me levanto, entro a mirar, a cambiar algo de sitio, tengo que hacer algo es como una necesidad fisiológica.
Yo no soy nada, fui un hombre que tuvo un conato en la vida de pintar, pero no conseguí nombre…bueno, para algunos sí. ¿Un artista?...Yo no me tengo por tal. Eso de ser artista es mucho. El que decide si eres artista es el público.
 

 Entrevista realizada por Jorge Varela para elvalledeturon.net, 7 de agosto de 2010