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Agosto - Recordando las tradiciones perdidas

El octavo mes del año se apodera del propósito de Carlos Vega Zapico. Cuando todo tiende a vaciar aún más la España vacía, nuestro colaborador más fiel llena de recuerdos nuestras mentes. Porque la historia también es eso, recolocar cada acontecimiento en su sitio, resaltando los momentos y recuperando sus protagonistas, para lo bueno y para lo más doloroso. Así se suele hilar la historia de un pueblo, así es la nuestra. Las caducas vacaciones en Mansilla de las Mulas o las para siempre silenciadas estancias en Perlora. La inauguración festiva de nuestra piscina en 1979 o el rescate de la fiesta más alta del Valle, San Justo y Pastor, por el irrepetible Desiderio Fernández; los Felechos y los amoríos adolescentes o un San Roque y la Madalena arrinconando a la Veguina. Pero el recuerdo también es memoria, homenaje y deber. El lunes 14 de agosto de 1967 la mina cobraba una vez más su insoportable tributo minero. Sería trágico el olvido.

Recuerdos al atardecer

 

Carlos Vega Zapico

 

Agosto

 Un buen mes para el recuerdo de tradiciones perdidas

 

El octavo mes del año, cuyo nombre le fue puesto en honor del emperador romano Octavius Augustus, fue de siempre el mes por antonomasia de las vacaciones veraniegas. El Valle, se quedaba y se sigue quedando sin gente que decide y puede, pasar los días de calor en su segunda residencia o cerca de la playa donde el tiempo atmosférico es, sin duda, más llevadero. Atrás quedan aquellos años en que, en el tren, viajábamos a León “a veranear y secar”, a merendar a las bodegas o a trillar bajo un sol de justicia castigadora. De aquella, nombres como Villabalter, Mansilla de las Mulas, Hospital de Órbigo, Carrizo de la Ribera… se convertían en auténticos barrios de nuestro Valle dado el gran número de turoneses con los que uno podía encontrarse en las localidades leonesas. Por cierto, verdadera tristeza sentí cuando a mediados de mes visité aquella “Ciudad Residencial de Perlora” de la que tantos recuerdos guardamos muchos de nosotros que por allí pasamos en épocas veraniegas. Después de que la administración regional la clausurara en 2006, solo quedan edificios abandonados que esperan una segunda vida que nunca parece llegar si no tan sólo a través de los recuerdos.  

El presente agosto nos trajo, en su primera quincena, una ola de calor que llenaron las piscinas de la Asociación Turonesa para Mejoras del Valle, que, por cierto, fueron inauguradas el 18 de agosto de 1979. Hace nada menos que 43 años.  Claro que hay quien piensa que ahí estuvieron toda la vida. ¡Ay si hablase “el trabancu”!. ¡Cuántas horas de trabajo e ilusión para sacar adelante el proyecto hasta que por fin pudimos verlo convertido en realidad!  Quizá lo más significativo, de la primera parte del mes, fuese esa sesión de “cine en la calle” que pudimos presenciar en el parque, junto al Ateneo, y que nos recordaba aquellas sesiones, ocasionales, en que con el “banquín” en la mano, los güajes acudíamos delante del portón del antiguo colegio de las monjas, en los Cuarteles, para ver aquellas películas de Laurel y Hardy a los que popularmente conocíamos como El Gordo y El Flaco y que tanto nos gustaban, entre otras cosas por su peculiar forma de hablar. ¡Qué tiempos!

Como no somos muy de mantener nuestras tradiciones más allá de algunos pocos años y, desgraciadamente siempre en función de la persona que decida presidir una sociedad de festejos local, me viene a la memoria aquellas celebraciones festivas, a principios del mes, que durante algunos años se celebraron en el pueblo de San Justo en honor a los titulares de la capilla allí existente, San Justo y San Pastor. No quisiera equivocarme si digo que allá por el año 1977, ¡cómo pasan los años!, un grupo de personas decidió recuperar la festividad y allí subimos, entre otros, Sabi del Viso, Tomín el carpinteru., Pepín el pesaor, Martín el de obras y Chuchu con la intención de recuperar la festividad y quien esto firma a quien se le encargó la tarea de pregonar la festividad. Fiesta por todo la alto y la presencia del entonces alcalde de Mieres el recordado Vital Álvarez Buylla, no faltando a la cita Monchu con su Grupo de Coros y Danzas. Años hubo en que pese a la niebla y la lluvia se acudió a la cita festiva para, aunque fuese para escuchar a los pregoneros Francisco Orejas, Oscar Luis Tuñón, Justo Braga o el popular Luis Estevez Llaneza “Cholo”. Luego, como los ojos del Guadiana, la fiesta fue desapareciendo y apareciendo sin que aquel concurso de siega, pionero en Asturias y una más de las ideas de Desiderio Fernández, tuviese una continuidad. Hoy, desgraciadamente, ya no existe tal celebración y el pueblo presenta notables diferencias con el que conocimos en aquellos años.

El segundo domingo de agosto tenía lugar en la braña de Rozamayor, en la falda del monte Polio, la conocida como Romería de Los Felechos que poco a poco fue creciendo hasta contar con un mirador en La Teyerina y donde los caballos se llegaron a mezclar con los quads y el bocadillo de tortilla y el filete empanao rivalizaba con el cordero a la estaca o la sardinada. Allí cabía todo, desde coches de época hasta exposición de bueyes y desde canción asturiana en honor a Silvino Fernández a carrera a por cintas a caballo. Para eso era una romería de prau o de monte, según se mire. Hoy, queda el recuerdo en el área recreativa no en muy buen estado porque el día de romería festiva ha desaparecido y tan solo queda en la memoria de quienes la vivimos.

Y como no, a mediados de mes, Villabazal se vestía de fiesta. Nadie que viviese en el barrio faltaba a la cita del día 16 en que, por todo lo alto, se celebraba San Roque y “La Madalena” que durante años ocuparon su capilla en el lugar conocido como “El Nozalón”. Desaparecida ésta, las tallas de los santos descansaron en una casa particular hasta que tuvieron de nuevo su lugar de reposo con la construcción de una pequeña capilla inaugurada un 14 de agosto del año 2002, en la que destaca una pequeña campana fechada en 1839. Aquellas fiestas que desaparecieron a finales de los años 50 volvieron con fuerza allá por mediados de la década de los 70 y fueron resistiendo a base de mucho esfuerzo y trabajo hasta que la pandemia y la escasa colaboración para poder mantenerlas, las han hecho desaparecer de nuevo Atrás quedan aquellas arrozadas, los corderos a la estaca, el mercadillo de artesanía, el bollu… y tantos otros actos celebrados en honor a san Roque y la Magdalena, patronos de peregrinos y caminantes que tanto debieron recorrer aquel “camino real” que cruzaba el viejo y popular barrio de  Villabazal hasta que en 1892-1902 fuese construida la actual carretera.

Pero, si el Valle tenía tiempo para la diversión festiva de sus barrios, también hubo de saber contener la rabia y el dolor cuando la mina “hacía de las suyas” y así ocurrió aquel lunes 14 de agosto del que fuimos testigos, en 1967, de la mayor catástrofe minera de nuestro Valle en el grupo Santo Tomás de Hulleras del Turón. Desde estas líneas, en este agosto y 55 años después, mi recuerdo para Adriano Augusto, Celestino González, Félix González, Francisco Lobeto, José Antonio López, José Martínez, Juan Luis Díaz, Manolo Grandas, Manuel Vázquez y Rafael Alonso, integrantes de aquel “primer relevu” que dejaron su vida para pasar a formar parte de nuestra propia Historia aunque año tras año les tengamos en el olvido salvo cuando la “celebración” tiene rango “oficial” con autoridades incluidas. Así somos los humanos. Como cada año, unas sencillas flores que nacen cercanas a vuestro último destino y unos momentos de silencio, me sirvieron para acordarme de vosotros mientras contemplaba el abandono en que se encuentra la zona y volvían a mi mente los recuerdos que aquel fatídico día.

Por lo demás, que nadie piense que ya se han solucionado nuestros tradicionales problemas que mes a mes venimos recordando para el sonrojo de nadie. No. Seguimos padeciendo los problemas de siempre con la carretera, por donde pasó la 8ª etapa de la Vuelta a España, lo que además de por el ambiente deportivo, notamos por el escaso rebacheo con motivo de la misma y que con las primeras lluvias, un poco fuertes, algunos charcos se fueron convirtiendo en auténticas piscinas; con la barandilla de La Felguera, con los olores del río… mientras la sabia naturaleza sigue su constante proceso de evolución haciendo que los castaños nos vayan enseñando el crecimiento de los espinosos “oricios”. Aunque, mucho me temo que en próximos veranos veamos mermada, muy mermada, la afluencia de bañistas en las instalaciones deportivas de Mejoras del Valle. Mo sé y mucho me temo, que “pa vestir un santu, se y quite la ropa a otru”. ¡Ya veremos y ojalá me equivoque!.

Para concluir lo poco noticiable de este agosto, recordar que hace ahora un año  nos enteramos de que san Andrés contaría con el primer punto de recarga de coche eléctrico  fuera del Mieres capitalino. La noticia dejó a los turoneses un tanto perplejos, pero, dado que las citadas instalaciones servirían de complemento a la reforma del aparcamiento, lo que supondría una inversión superior a los 91.000 euros y a ejecutar en tres meses, ¡adelante!, a ver si por segunda vez la obra se hacía en condiciones óptimas. Ha pasado justo un año y, pese a que las líneas de aparcamiento están pintadas, unas vallas impiden entrar en el citado aparcamiento y de los puntos de recarga para los vehículos eléctricos y algunas otras cosas más, nada se sabe. Por ese motivo el Ayuntamiento parece ser impone una multa de algo más de 3.000 euros a la empresa encargada de las obras “por incumplimiento de contrato”. Veremos a ver cómo se produce el final de esta historia. Como solíamos decir hace ya años: “parez que la tenemos pegá al culo”. Si un día las distintas administraciones deciden ponerse de acuerdo y comienzan a realizar obras pendientes en este Valle… Y, como el mes va de recuerdos no está demás decir que sobre el solar del “inconcluso aparcamiento”, se levantaba un edificio “multiusos” puesto que a lo largo de su historia en él hubo almacén de piensos, albergue de obreros, colegio La Salle, parroquia, viviendas, local social, ambulatorio y hasta espacio suficiente para la celebración de “guateques” domingueros en nuestra ya lejana época juvenil. El edificio levantado sobre 1930 por un particular, pasó a ser propiedad de Hulleras del Turón y costaba de sótano, planta baja y dos pisos. Como tantos otros edificios del Valle,  fue derribado allá por agosto de 2009,  pese a la oposición de vecinos, asociaciones vecinales y defensores del patrimonio industrial del Valle, que algo, supongo, tendrían que decir. ¡Vamos, digo yo!

Como cada día, desgraciadamente, nos va faltando más gente, de esa que conocemos de “tos los días”, creo que no está de más dejar constancia que según el Instituto Nacional de Estadística, en los 20 primeros años del siglo XXI, la parroquia de Turón ha pasado de 5.204 a 3.446 habitantes. Por su parte Urbiés ha descendido de 560 a 235 en el mismo período de tiempo. No me atrevo a predecir lo que pudiera suceder con nuestro Valle de seguir con ese ritmo de decrecimiento. Sí, ya sé que tuvimos no sé cuantos miles de habitantes, so sé cuantos cines… Está muy bien y se agradece conocer nuestra Historia pasada, pero, ¿de verdad estamos preparados para lo que nos pueda llegar en ese futuro que ya estamos viviendo? Solo pregunto.

Entre recuerdos, realidades y prolongadas esperas fueron pasando los días de este caluroso agosto. Ahora, toca prepararnos para apoyar a esos turoneses que forman la junta directiva de So.Tu.Fe. que se pasaron el verano “currando” para ofrecernos a mediados del próximo septiembre, unas Fiestas del Cristo, sin duda, llenas de novedades. Pero eso ya pertenece a otra Historia.

© Carlos Vega Zapico, Turón,  agosto de 2022