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Turón, el Valle al que se le paró, hace tiempo, el reloj

Quizás sea el verde el único color que no se pueda cambiar, a pesar de la visión subjetiva que tengamos del valle. Por lo demás, nuestros argumentos encontrarán ubicación, cuando no justificación, en ese amplio espectro situado entre la “nueva normalidad”, expresión vacía, y la ““vieja realidad”, noción demasiado pesimista, con las que concluye nuestro colaborador Carlos Vega. Hubo reconversión y a Turón no le tocó nada. Hubo ambiciones desmesuradas en cuanto a la necesidad, tardías en cuanto a la (des)población y desafortunadas en cuanto al alcance de su realización. Se anuncian nuevas y misteriosas campañas, “transición ecológica” y “ayuda a la despoblación”, sin saber, como siempre, el contenido y su repercusión para nuestros pueblos. Quizás lo “políticamente correcto”, entendido por algunos, sea correr un tupido velo de silencio. Algo así como esa neblina que tantas veces cubre el valle, fundiéndose con el verde de nuestros montes. Pero la realidad puede más que la desidia.

Entre Polio y Cutrifera

Carlos Vega Zapico

 

Turón, el Valle al que se le paró, hace tiempo, el reloj

 

Quizás, a estas alturas de la película, lo “políticamente correcto” que se decía hace tiempo, sería decir que el Valle del río Turón, en el concejo de Mieres, es sinónimo de “Paraíso Terrenal”. Y uno, curiosamente, no mentiría. Bien situado respecto a la capital del Principado, a no mucha distancia de las principales playas del centro de la Comunidad para disfrutar del verano, a similar distancia de las estaciones de esquí si se trata del invierno, formando parte del Espacio Protegido de las Cuencas Mineras y teniendo como eje vertebrador, la Senda Verde del Valle del Turón ¿Cabría pedir más para tan estrecho Valle?.  Pero, ya se sabe: “todo es según el cristal del color con que se mira” que decía el ilustre Don Ramón de Campoamor y Campoosorio.

Lo malo, es que cuando uno rasca en la cotidiana realidad, se encuentra con una situación muy diferente a la que puede contemplarse en las idílicas redes sociales y folletos turísticos en que suelen aparecer imágenes y datos de hace años que nos dan una visión bastante diferente a la que uno pasea a diario. Es posible, que tras haber tenido la paciencia de leer las líneas que anteceden, vuelva, para algunos, a la denominación de “mosca cojonera” como en reiteradas ocasiones se me calificó, sin que hubiera respuesta contraria a mis afirmaciones. Lógica y democráticamente diría que son distintas formas de ver el Valle de quienes nacimos y vivimos en él y de quienes aún mantienen la idílica visión de un pasado que, desgraciadamente, ya nunca volveremos a contemplar aunque eso sí, forma y formará parte de nuestra propia Historia a la que nunca deberíamos renunciar.

El tema no es nuevo. Suscribo letra a letra mis artículos publicados en los Álbumes de Fiestas de los años 1990-1992 -¡quién diría que ya han pasado treinta años!- y de los que el paso del tiempo es el único testigo que se encarga de demostrar las verdades y/o mentiras con la perspectiva de los tres decenios transcurridos. Por ello, sería del todo ilógico su repetición. Pero, permítaseme el personal análisis de algunas obras/inversiones realizadas en el Valle en los últimos años, ahora que se anuncia una “transición ecológica” y “ayuda a la despoblación” desde nuestra querida Europa y en cuyos epígrafes creo que podríamos encajar perfectamente si aún se recuerda aquello de que “Turón es el paradigma de la reconversión industrial” que decían todos los políticos de uno y otro signo cuando comenzaron los cierres de los pozos mineros y alcanzamos “la nada”.

Veamos. Nuestra única entrada y salida del Valle es, como bien sabe el presidente del Gobierno del Principado, por sus visitas a Santo Tomás y Fortuna, a través de la carretera As-337 o “carretera de los baches”, que, cada vez que la naturaleza manda agua a la tierra, se inunda en las inmediaciones de Peñule, tormenta sí, tormenta no. Fue el Principado por medio del Sr. Cofiño -Consejero de Infraestructuras- quien anunció que las obras darían comienzo en los primeros meses del presente 2020. De momento, finalizado el mes de julio, las obras no han comenzado, claro que, hasta el 31 de diciembre, hay tiempo. Supongo que el retraso será culpa del maligno coronavirus y no del cha, cha, cha, como decía la canción. Quisiera recordar que la última obra importante en la carretera, se efectuó en el año 1990-91 con un presupuesto superior a los 400 millones de pesetas.

A la altura de Agüalestro y hasta Cortina, se construyó, en su día, una pasarela de madera con la idea de hacer de la zona un “humedal” donde criasen una serie animales típicos de estos estancamientos de agua. Se limpió, se reparó pero la naturaleza siempre recupera lo que considera suyo y pese al gasto efectuado no hay quien pueda pasar por allí dado el lamentable estado en que se encuentra. Unas veces porque se inunda y otras por falta de aguas, lo cierto es que está para ver. Muy cerca y si aún tiene tiempo para reponerse, el visitante puede darse un paseo por La Riquela donde, lo que queda de parque y la “Ciudad del Tenis” nos esperan y donde cada uno pueda sacar sus propias conclusiones.

¡Ah, la Cuadriella!, en su día centro neurálgico de toda la explotación minera de nuestro Valle. Se tiraron los lavaderos “para crear suelo industrial para las nuevas empresas que vendrán al Valle”. Los Tanques Dorr y los secaderos pasan los días con el recuerdo de tiempos mejores. De la Central, no queda nada y la vieja chimenea, entera resquebrajada, teme pasar en pie su último invierno si las heladas se apoderan de su parte alta ya “desmochada”. La Carpintería suena ya a rancio pasado y el Botiquín, ahora sin actividad, se desmorona con el paso del tiempo. Hasta la iglesia de Santa Bárbara levantada, en un principio, como capilla y que llegó a ser templo parroquial presenta ciertas grietas en su fachada principal un tanto preocupantes. Ahora, dos inmensas naves abandonadas “pioneras de la nueva reindustrialización de un nuevo futuro para el Valle” duermen el sueño eterno sin que nadie sepa que “hacer con esti muertu”, saqueadas y destruidas por los amigos de lo ajeno sin que nadie hubiese hecho absolutamente nada para evitarlo. Por su parte, el gran edificio de las oficinas centrales es, saqueado un día sí y otro también mientras el Valle, “territorio de viejos” pide a gritos de justicia una residencia donde nuestros mayores puedan estar con toda comodidad sin abandonar el entorno en el que siempre permanecieron. ¡Gracias Mª Fernanda por tanto como trabajaste por intentar abrir los ojos de los turoneses!

De la Senda Verde, cada día más verde y menos senda por culpa de la maleza que poco a poco va ganando su terreno, ¿qué decir?. Los grandes y magníficos puentes se ven con dificultad y los túneles sirven de dormitorio animal, al igual que la antesala del Polvorín de Fortuna y todo paso por ellos tiene sus riesgos para quienes se animan a caminar por la zona. ¿Verdad Miguel?. Lo difícil, no resulta hacer un camino, lo verdaderamente preocupante es encargarse de su conservación en buen estado.

Podríamos hablar de los pozos San José y Santa Bárbara. El primero, restaurado en 2008 como “puesta en valor del patrimonio industrial arqueológico considerada como actuación especial con un presupuesto superior a los 900.000 euros y con el fin de convertirlo en centro de Interpretación de la Minería”. ¿Tú viste algo?. Yo, tampoco. Sería un diálogo rápido y concreto sobre la instalación “que está llamada a dinamizar la vida cultural de Turón”. Y eso, que parece ser que las obras se realizaron con Fondos de Reactivación de las Cuencas Mineras”. El caso de Santa Bárbara es similar. Se invirtieron más de 600.000 euros por parte del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a través de la Subdirección General del Instituto de patrimonio Cultural en la ejecución de la obra y pese a todos los esfuerzos de la Asociación Cultural Minera Santa Bárbara por dar contenido a todo el entorno de ese Bien de Interés Cultural, ahí está a la vista de todos, continente y contenidos ya pertenecen al Ayuntamiento de Mieres -nuestro Ayuntamiento- tras la cesión por parte de Hunosa. Preparémosnos, ahora, para recibir visitantes nacionales y extranjeros deseosos de conocer nuestro pasado minero en unas instalaciones plenas de actividades y que sin duda recogerá el testigo de su hermano San José, ubicado en pleno “casco urbano”.

Y del río que, generosamente nos regaló su nombre, ¿qué decir?. Pues, posiblemente, la mejor respuesta sería caminar a su lado y sentir el ruido de sus aguas puesto que lo que es verlo, resulta casi imposible en gran parte de su recorrido. Los árboles han crecido tanto en su cauce que se prestan a un auténtico juego de adivinación. Por cierto, si uno siente algún ruido “sospechoso” o ve a algo moverse por su cauce, no pierda el tiempo esperando encontrar el motivo. Puedo asegurar que son unas enormes ratas que campan a sus anchas por entre las basuras que por allí se encuentran. Doy fe de ello.

Merecería la pena escribir algo sobre el tan traído y llevado “Parque Tecnológico de Figaredo”, sobre el papel de la Universidad de Oviedo en nuestro territorio o sobre la tan de moda “Transición Ecológica” de cara a la “nueva normalidad”, en el inicio del Valle o sobre el lamentable estado en que se encuentra el Monumento al Minero y aquella llamada “Mina Imagen”, pioneros ambos en las Cuencas y que cierran este territorio donde el reloj da la impresión de haberse parado mucho antes de la llegada del coronavirus que, ahora, parece haber tenido la culpa de todas nuestras desgracias.

Que la “nueva normalidad”, expresión que no acabo de entender, nos sea positiva y traiga al Valle lo que la “vieja realidad” no fue capaz de darnos, aún a sabiendas que éramos merecedores de ello y de mucho más. Mientras tanto, esperemos al paso del tiempo, que como ya dije, es único testigo que siempre lleva razón, aunque nuestro propio aspecto exterior que ofrecemos al posible visitante, deje mucho que desear.

© Carlos Vega Zapico,  Valle del Turón, 1 de Agosto de 2020