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¿Utopía o desesperación?

Cuando el conocimiento y la pasión se juntan la vida cobra mayor sentido. Así sucedió con nuestro pasado minero recorrido por la historiadora del arte Maria Fernanda Fernández. Una llamada a un urgente despertar para dotar de contenido y salvar un patrimonio con verdadero futuro. El artículo de Carlos Vega sigue esa estela, pero el testigo está en manos de todos los turoneses.

Entre Polio y Cutrifera

Carlos Vega Zapico

 

¿Utopía o desesperación!

 

Mientras los días, los meses y los años nos van pasando “de folixa en folixa” el mediano observador  -no hace falta ser un lince-  comprueba,  ya sin asombro,  como el Valle del río Turón, aquel que en su día fue “el paradigma de la reconversión industrial”, prosigue en continuo descenso por un camino que, sin duda, nos llevará al más absoluto de los abandonos. Lástima que ya no esté entre nosotros  Carlos Mª Ydígoras para escribir una nueva versión actualizada de aquel Valhundido de “Los Hombres crecen bajo la tierra” y poder así analizar los cambios entre aquel Turón que nacía a la industrialización cambiando el  paisaje y la mentalidad del paisanaje y este otro Turón que ha quedado relegado a los últimos puestos en la lista de espera de las migajas con las que las distintas administraciones tratan de amordazar a sus gentes.

Es cierto que con demasiada frecuencia se habla y se escribe del “ayer” más o menos reciente, quizás como mecanismo de defensa colectivo ante el miedo y la desidia de enfrentarse a un futuro, con lo que ello conlleva de desconocido. Pero -me pregunto- ¿tenemos ya algo que perder?. A los turoneses, desde hace mucho tiempo, se nos vienen ofreciendo auténticos caramelos envenenados lo que poco a poco nos va causando una auténtica muerte ni tan siquiera con derecho a cuidados paliativos. Si no es así  -que yo también puedo equivocarme-  que alguien me explique lo que sigue que no deja de ser parte de nuestra Historia más reciente, al menos con algo de lógica.

En el mes de febrero de 2011 -ya han pasado seis años-  se remataban las obras de rehabilitación llevadas a cabo en el pozo San José “una de las joyas industriales del valle”,  se decía entonces. Las obras tuvieron un coste de ¿un millón de euros?. La por aquellas fechas concejala de Cultura -turonesa por más señas- anunciaba ante la prensa: “queremos que sea un espacio polivalente, que esté al servicio de los vecinos de Mieres, pero también de los turistas. Deberá ser sostenible y permitir a los visitantes conocer la historia minera sin necesidad de un guía. ”. Ante tan apetitoso envoltorio, los turoneses ya veíamos llegar riadas de turistas y hasta dudábamos si poder atenderlos a todos. Tan sólo seis años más tarde, ahora, entendemos las palabras de la representante municipal: es sostenible puesto que aún no ha caído el rojo castillete y realmente muestra al turista la actual historia minera de todo un Valle: ruinas y abandono.

Por no abandonar el tema y mejor distribución del turista, se sigue buscando “algo” para Santa Bárbara, declarado Bien de Interés Cultural y rehabilitado parcialmente, con un presupuesto superior a los 600.000 euros, en el ya pasado 2015. Sería curioso escuchar y comprobar la explicación de cómo se sacó todo el material de la sala de compresores, cómo es y funcionaba una “jaula” y en qué consiste el funcionamiento de la “sala de máquinas”. Pero, no seamos negativos. Hunosa, empresa pública propietaria de las instalaciones y que tanto ha ayudado al Valle en su intento de despegue en su etapa postcarbón cuenta ya con un plan de visitas. Menos mal que los miembros de la Asociación Santa Bárbara trabajan sin descanso, en la recuperación de algunos elementos de nuestro Valle, hasta su recuperación desconocidos y “comidos por la maleza” Del resto, si alguien sabe algo le agradecería inmensamente me facilitara información

Mientras tanto y para “hacer boca”, en sesión plenaria y a propuesta del grupo municipal de Somos, “Mieres se rinde a la sidra, y la corona como “bebida oficial del municipio””. Como era éste uno de los grandes temas que solucionar en nuestro Concejo y ya estaba encaminado, “las aportaciones del resto de partidos  solicitan un apoyo para la declaración de la “cultura sidrera” como Patrimonio de la Humanidad”. ¡Hay que joderrrrrrse! que diría el recordado Manolito Baquero. Eso sí, como los temas del Valle no son de tamaña importancia, les cuesta hasta lo imposible ponerse de acuerdo y ejecutar alguna de las numerosas obras incumplidas con este territorio. Por cierto, ¿saben ustedes que de los 11 miembros del Equipo de Gobierno, 6, nada menos que el 54,5% están vinculados al Valle  turonés?. En sus manos están áreas como el económico, el empleo, el desarrollo urbano y sostenible, la cultura, el transporte, las obras, la limpieza, el deporte o la modernización y seguridad pública; lo que me hace pensar que, al menos, han de estar bien informados de nuestros problemas y necesidades. ¡Digo yo! Que nadie quiera ver ni siquiera sospecha de posible petición de prevaricación ¡faltaría más!, pero, ¡coño!, ellos que conocen como nadie nuestras necesidades sociales y materiales bien podían hacer un esfuerzo para defender algo de lo tanto como se nos niega. Si por razones de exceso de trabajo no pudieran, permítanme una sugerencia que espero sea bien interpretada.

Parece ser, que ahora sí, antes de que se caiga el antiguo colegio La Salle con un presupuesto de 1,7 millones de euros, se va a construir el nuevo y deseado Ambulatorio que  "unificará el centro base de La Cuadriella, junto con el periférico de Lago. En el Valle de Turón se mantendrán también abiertos los consultorios de Urbiés y de San Andrés”. Es un deseo que lleva la friolera de 10 -diez- años de retraso y que, por cierto, cuenta actualmente con un presupuesto de ejecución de medio millón de euros menos. Pero, en la última década han sucedido muchas cosas en Turón de las cuales quisiera detenerme en dos: la primera es que nuestra población ha descendido de manera alarmante, cada vez somos menos y nada parece parar el despoblamiento del Valle. La segunda es que cada día que pasa, la población es más vieja -en el cariñoso sentido que la palabra vejez tiene-  ¡ha pasado toda una década!. Me llama poderosamente la atención la gran cantidad de turoneses que en nuestros días residen en centros geriátricos tanto públicos como privados. En Santullano, en Mieres, en Bustiello, en Oviedo, en Ablaña, en… te encuentras con personas que viviendo en Turón han tenido la necesidad de acudir a uno de estos establecimientos. No exagero si hablo de entorno al centenar de personas. Por ese motivo me atrevería a sugerir si no es demasiado gastar en el Ambulatorio y con otra pequeña “gracia”  pudiera ampliarse el mismo a un centro para esas personas mayores que tienen que abandonar la tierra que les vio nacer. Terreno hay, dinero, si se quiere, también, ganas… Soy consciente  que a estas alturas alguien ya está pensando: “tanto luchar por el ambulatorio y ahora que ya está, viene éste y dice que no es necesario”. Nada más lejos de la realidad pues ya hace años que por escrito expresé la misma opinión al respecto. Si no tenemos ilusión por hacer la vida más agradable a nuestros mayores en su propio entorno -hacia ahí caminamos todos-, entonces ¡apaga y vamos!.

Tengo el atrevimiento de hablar a personas con abuelos, con padres, con suegros, no a partidos políticos cuya máxima parece ser contradecir lo que pueda expresar el oponente por mera estrategia política. Entonces, cuando  sean aunados esfuerzos entre representantes y representados en auténtico beneficio de todos, estaremos en condiciones de dejar a nuestros hijos parte del sudor y las lágrimas que en esta tierra del Valle del río Turón dejaron nuestros abuelos y nuestros padres. De no ser así, seguiremos desenvolviendo coloridos caramelos envenenados hasta el punto final. Nuestra propia muerte de la que sólo nosotros  -querámoslo o no-  seremos responsables.

Debemos, los turoneses, hacer -nos grade o nos desagrade-  una “tabla rasa” de nuestra propia Historia. Dejar -definitivamente- en el compartimento de “Recuerdos” los 20.000 habitantes, los cinco cines, a los Master Soul y a los Glad Stone, al colegio de los “frailes”, a Sito y la Parralaa… No puede perderse más tiempo pensando en lo que pudo ser y no es, o si la culpa fue de la desidia, el olvido, el  abandono o la casualidad mientras nuestros vecinos nos van ganando la partida tanto a tanto mientras nosotros permanecemos a la espera de un nuevo Plan Marshall que venga a agradecernos los servicios prestados. Ya han pasado 25 años  -¡cómo pasa el tiempo!- de aquella trilogía: “Llegó la hora: ¡Alerta Roja!”, “¿Qué nos pasa?. ¿Por qué piensan por nosotros?” y “Una apuesta por el Futuro”  y seguimos en el mismo punto de partida con una salvedad: cada vez somos menos, con más edad y cansancio a nuestras espaldas. Mientras tanto, los mayores se nos mueren sin ver sus deseos cumplidos y los jóvenes se nos van por falta de futuro. ¿Qué nos queda?

Utopía: proyecto, deseo o plan atrayente y beneficioso  para la comunidad que es improbable que suceda.

Desesperación: pérdida de la paciencia  o de la tranquilidad de ánimo.

Con cuanto antecede escrito, asisto en Mieres a una charla sobre los cambios producidos por la explotación del carbón en el Valle de Turón hace un siglo y en la que se proyectó un material gráfico de hace 100 años encargado por la sociedad Hulleras del Turón al fotógrafo Luis Vallet de Montano y recogidas  en la obre “Paisajes de carbón”. El tiempo que estuve escuchando a María Fernanda se me hizo corto y eso que ya conocía el tema. La pena, es la nula presencia de esos turoneses que tanto aman el Valle y con los que tengo la desgracia de nunca coincidir en este tipo de actos. El tema se presentó en Gijón y en Mieres. ¿Será posible verlo y escucharlo con el salón del Ateneo turonés lleno a rebosar?. De momento, ¡Gracias Mª Fernanda por hablar y defender con esa pasión nuestro patrimonio!

© Valle del Turón, abril de 2017  - Carlos Vega Zapico