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Vistalegre o la añoranza de muchos

Un barrio que toca la fibra sensible de los que allí pasaron parte de sus vidas - Carlos Vega

Entre Polio y Cutrifera: Vistalegre


¡Que tiempos aquellos!. El Píocampo, El Tres Marinos, El “Güá”, Los Cartones o los interminables partidos de fútbol...


Carlos_Vega.jpgCARLOS VEGA

Jorge Varela, uno de esos turoneses en la diáspora y padre de esa experiencia informática cuyo nombre no es otro que “elvalledeturon.net” me comenta preocupado, desde Bélgica, que un antiguo vecino del barrio de Vistalegre le pregunta el motivo por el cual no hay nada sobre “su barrio”. Con buenas palabras -no en vano ejerció de político en tiempos pasados- me sugiere -nunca me manda- que prepare “algo” sobre Vistalegre. Está claro, tocó mi fibra sensible pues allí viví gran parte de mi vida.VISTALEGRE.jpg

Llegado, como por inercia, al “Puente Nuevu” me vienen los recuerdos de años atrás. Decido subir por la acera de la derecha para comenzar a recordar. El espléndido edificio del Cine Río (hoy convertido en viviendas), Casa Pepín Ardura y a su lado aquel basurero -El Ribayón- donde tirábamos los restos de lo poco que quedaba cuando se apagaba la cocina de carbón (hoy conocido como Casa de los Maestros y sede de la Alcaldía local y del Grupo Montañero San Bernardo), seguíamos por Casa Amparo (debajo vivía Marina “la pescadera”) y con anterioridad había sido escuela de la CNT (mi padrea acudió a ella), Casa Manolín Cuadros, el bar Vistalegre (con su típico y casero ascensor que comunicaba con la casa) y la barbería de Gelín.
 

Casa Lola


A unos pasos, Pinturas Pilarina y Casa Lola (aún recuerdo cuando mi madre me mandaba a comprar arena para fregar la chapa de la cocina. Un bote, una perrona). Llegaba luego Luisa con sus cajas de fruta apiladas sobre la acera y suculenta tentación para todos los “guajes” que subían y bajaban al colegio. Muy cerca Julina “la monja” (verdadera artista a la hora de remendar aquella ropa una y cien veces desgastada) y su marido, el corpulento Yayo, camarero (de los de tarabica) en el bar Nieto y cuya casa estaba pegada a la de los Gay. Una pequeña edificación (hoy derribada) era sede de un pequeño taller de costura/punto -lo tuvieron Cachita y Conchita- y lugar donde la fila de los escolares, VISTALEGRE14.jpgque bajaban del colegio “los frailes” se deshacía. Antes de llegar a “la curva del pozu”, un enorme edificio donde Pepín Muñiz nos retrataba y exponía en tiempos festivos. Parada obligatoria era ver crecer aquellos pollos que ponían bajo una potente luz a los que animábamos tras el cristal y la siempre olorosa confitería Castañón donde Ester nos despachaba y regañaba al mismo tiempo, (tengo la impresión de haberla visto siempre enfadada). En la parte de abajo -junto al obrador- el bar La Granja, atendido por su hermano Antonio que atendía también la bolera y que parecía tener el mismo carácter familiar. Como remate del edificio la mercería de Abundio. Llagábamos a “les portilles del pozu San José”, última parada antes de acudir al colegio donde el tintineo de las ventanas de madera nos recordaba constantemente la cercanía de la mina. Aún recuerdo el bar La Flor (anteriormente confitería y bar con el nombre de “La Muchachada”, hoy Saneamientos Deogracias) y ya en el límite con La Felguera Casa Ardura con sus maniquís en los escaparates (hasta allí se subía en fila a las salidas del colegio).
 

La Magina


Cruzo la carretera junto al camino que conduce a Sobrepuenes y me encuentro con el recuerdo de ultramarinos Casa Martínez y la carnicería de Pilar “la de Avelino” (alguna lechera llena derramamos jugando al futbol en la calle), le seguía la carpintería de Tonio “el Portu”, la Zapatería Gallega y casa Amor Ortega donde compramos nuestros primerosVistalegre Casa La Magina 1.jpgcigarrillos de manzanilla. Frente al colegio, Santrería Arias. Desde la acera, observábamos a Kike usar la tiza sobre el tejido y manejar aquella enorme tijera y a su lado Radimar donde , entre otras cosas, nos reparaban los viejos aparatos de radio. Ya nada más pasar la curva el taller de bicicletas de “Ferino el de Maruja que luego se transformó en Bazar donde pasábamos horas y horas escogiendo lo que nos gustaría nos trajeran sus Majestades de Orientre y, al lado, el bar Devesa, parada obligada de los mineros antes y después de su tarea. Era igual a qué relevo entrasen. El vino siempre dispuesto en aquellas ennegrecidas botas de badana. Al lado, aquellas estrechas escaleras que nos conducían a La Crucina tras dejar atrás la Imprenta de Pérez donde daba gusto ver a Fermín componer textos con aquellas viejas letras sueltas. Legabas a la carpintería de Fausto, padre de Maruja y Tina “las de teléfonos” y pegada a ella, la casa de Manolín Cadenas hoy de Marta Baquero que está siendo ampliada (me acuerdo de todo el proceso de construcción). ¡Que recuerdos! Antes de llegar al “camín de Villabazal nos encontrábamos con la pequeña relojería de Galo, luego de Pepín y casa de María “La Magina” convertida tiempo después en “casa de alterne Kins” y hoy solar que debería adecentarse.
 

Librería BaqueroVISTALEGRE12.jpg


La Librería Baquero -55 años de librería bien hubiesen merecido un homenaje- donde Lumini y Manolito se repartían el tiempo entre libros y material escolar y lugar donde uno siempre aprendía algo; el bar Cuervo (donde daba clase particular Samuel) más tarde Electrodomésticos Prieto y el bar Pandel a donde de niño acudía, a la salida del colegio, a comprar mejillones o anchoas para merendar y donde recuerdo haber visto, con el establecimiento lleno hasta los topes, torear, por primera vez en televisión, a un fenómeno al que llamaban “El Cordobés” y donde Manolito Baquero pasó el sarampión. La droguería de José María San Martino (“¡escasea, escasea, es producto extranjero!”, le imitábamos con guasa infantil) -un día se San Martín se incendió la droguería y hubo la de dios-, escoltado por aquel pequeño local en que Pepín Baena daba sus clases particulares, la carnicería de Juan donde siempre recuerdo haber visto a su hija Sole y la zapatería El Sol cuyos primeros propietarios fueron Toribio y Lola (hoy convertida en pequeño supermercado ) ponían fin al barrio hasta que “Ginio Madalena” construyó (en el solar donde por el Cristo se ponía siempre una tómbola) lo que en aquellos tiempos nos parecía un rascacielos. Nunca tuve muy claro si la carnicería “del Rubio” y el Danubio Azul, de Davicín eran de La Veguina o de Vistalegre.VISTALEGRE14.jpg

Algún día tendré que escribir de aquellos concursos de carrozas del Cristo que siempre ganaba Vistalegre, del equipo de fútbol “El Hostianza”, de los Aldariz, de los Mon, del médico D. Jesús… Son parte de nuestra pequeña historia

¡Que tiempos aquellos!. El Píocampo, El Tres Marinos, El “Güá”, Los Cartones o los interminables partidos de fútbol sobre el adoquinado suelo (porque casi nunca pasada un coche, hoy impensable) acudieron a mi mente mientras, sentado en el banco de lo que antaño conocimos como “Plaza Los Güevos”, dando la espalda al pequeño Kiosko “La Región” y sobre la fuente que vertía sus aguas a los viejos Cuarteles, miraba ensimismado el barrio. Vi pasar, a mi lado, a Juan Carlos Cortina , a su primo “El Moro”, a Manuel Arturo Baquero, a Vicentín Riol, a Severino Minas –implacable portero del Colegio La Salle al que no entendíamos nada y tratábamos de burlar en todo momento, al “Guinchu”, a los Mediavilla, a Felipa, a Carlos “el del Bazar, a Gerardo “el mancu” y a tantos y tantos que parecían decirme: “nunca te olvides de nosotros”. Desde aquí, os lo prometo porque estoy convencido de que recordar también es vivir.


Turón, octubre de 2.010