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El segundo viaje del Nyassa

De sobra conocida es la acogida generosa de México hacia los desamparados exiliados de la Guerra Civil. Los buques que los llevaron pasaron a la historia como portadores de libertad y de esperanzadoras nuevas vidas: el Sinaia, el Ipanema, el Mexique y el Nyassa que de alguna manera lleva protagonismo mierense y turonés a bordo con la familia de Manuel Llaneza y el revolucionario de Urbiés Jesús Ibáñez respectivamente. Como para tantos, este viaje de mayo de 1942, detallado por el historiador Ernesto Burgos, también será una travesía sin retorno para Ibañez que fallecerá en 1948 en una pensión de la capital azteca dejándonos un interesante y emotivo libro de memorias: “ Discos de acero. Memorias de mi cadáver”.

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Historias Heterodoxas 

 

 

EL SEGUNDO VIAJE DEL NYASSA

 

Tras el final de la Guerra Civil muchos de los exiliados que se habían refugiado en Francia decidieron rehacer su vida en el extranjero ante el riesgo que suponía su regreso a la España franquista. México les abrió las puertas y para organizar los viajes hasta allí se creó en febrero de 1939 el Servicio de Evacuación (o Emigración) de Refugiados Españoles (SERE) bajo la dirección de Juan Negrín.

El SERE pudo trasladar aquel verano a cerca de cinco mil exiliados españoles hasta el país azteca en los buques Sinaia, Ipanema y Mexique y colaboró en otras expediciones a la República Dominica y a Chile, como la del Winnipeg promovida por el poeta Pablo Neruda y que ya les he contado aquí en otra ocasión según lo relató el anarquista Fernando Solano Palacio.

Pero las diferencias que se registraban en el seno del exilio español tuvieron su reflejo en la creación de una segunda organización denominada Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) fundada el 31 de julio de 1939 en la órbita de Indalecio Prieto donde figuraba como vocal el expresidente del Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias (SOMA) Amador Fernández “Amadorín”, una circunstancia que seguramente tuvo mucho que ver en lo que hoy les quiero contar: el segundo viaje que realizó el Nyassa hasta México en 1942.

Se trataba de un buque con historia. Había sido botado en 1906 por una naviera alemana con el nombre de Bülow, hasta que fue requisado diez años más tarde por el Gobierno portugués cuando los avatares de la I Guerra Mundial lo obligaron a buscar refugio en el puerto de Lisboa; entonces pasó a llamarse Trás-os-Montes y en 1925 lo adquirió una empresa privada que lo rebautizó como Nyassa, denominación que ya iba a llevar hasta su desguace en 1951.

Tenía 120 metros de eslora y desplazaba 8.980 toneladas a 14 nudos de velocidad máxima, con capacidad para albergar a 108 pasajeros de primera clase, 106 de segunda y 1828 de tercera y también para transformarse en caso de emergencia en un buque capaz de transportar a colectivos en peligro. En ese menester se estrenó al inicio de la Guerra Civil española para devolver a la zona republicana a quienes habían cruzado la frontera portuguesa escapando de las matanzas ordenadas en Badajoz por el teniente coronel Juan Yagüe. Entonces zarpó de Lisboa el 10 de octubre de 1936 y llegó a Tarragona el día 13 con 1.435 personas, entre ellas 160 mujeres y 50 niños.

Con estos antecedentes fue contratado por la JARE para el traslado de los últimos refugiados españoles hasta México en 1942, cuando la mayor parte de quienes habían tenido más responsabilidades o fama durante el periodo republicano ya se encontraban allí.

Aquel año el Nyassa arribó en tres ocasiones en el país que había ofrecido su hospitalidad a los republicanos caídos en desgracia. El primer viaje fue fletado en enero de 1942 por un comité israelita para llevar judíos desde Marsella, aunque no llegó a su destino hasta el 3 de marzo. 136 españoles pudieron aprovechar su escala en Casablanca, para ocupar esas plazas libres, pero tuvieron que completar con sus propios ahorros lo donado por la ayuda de la Junta de Auxilio, que dio 5.000 francos para abonar el coste de cada pasaje.

El segundo salió de Casablanca el 30 de abril y arribó a Veracruz el 22 de mayo de 1942, el mismo día en el que México rompió su neutralidad para declarar la guerra a las potencias del Eje, después de que los submarinos alemanes le hubiesen hundido varios barcos. La mayor parte del pasaje fueron familias catalanas y vascas, con representación de todo el abanico político nacionalista de ambos territorios. Entre los viajeros hubo cargos políticos que iban desde el exministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de la República Francisco Barnés Salinas al exconsejero de Agricultura en el Gobierno de Euzkadi Gonzalo Nárdiz Bengoechea; el de Trabajo, Previsión y Comunicaciones Juan de los Toyos González, o el expresidente de la Diputación de Vizcaya don Rufino Laiseca Oronoz. Con ellos se encontraban numerosos alcaldes y cargos municipales y algún personaje en cuya biografía encontramos un enlace con Asturias, como Vicente Lascurain Fernández, que había sido comisario en el XIV Cuerpo de ejército combatiendo en el Frente Norte.

En la lista de embarque también vemos a algunos vecinos muy conocidos de la Montaña Central, así el corresponsal de “Avance” en Langreo José María de la Torre Orviz; el revolucionario de Urbiés Jesús Ibáñez, que ustedes recordarán por otras historias publicadas en esta página, y la familia de Manuel Llaneza: su viuda Ventura Jove, dos de sus cinco hijos, Alba, y Antonio, la mujer de este Teresa Fernández Velasco y el hijo de ambos Manuel Llaneza Fernández.

Ibáñez y los Llaneza eran viejos conocidos de Mieres. Además Antonio y él habían coincidido en Barcelona tras la caída de Asturias y según las memorias de Santiago Blanco “el Avilesu”, también mierense, los tres fueron perseguidos en Cataluña por el estalinismo:

“Tuve el honor de verme acompañado en la espantosa calificación de trotskista nada menos que de Antonio Llaneza, un hijo digno, valiente y legendario de Manuel Llaneza, el apóstol astur de los mineros asturianos; y Jesús Ibáñez, un periodista, borracho y genial, que había tenido la audacia de ir a vivir a Rusia allá por los años treinta y había regresado del paraíso soviético más anticomunista que un obispo burgalés. Ibáñez era demoledor, sarcástico, grosero, y jamás decía “comunista” sin anteponer un adjetivo infamante e intestinal”.

La casualidad también quiso que Ibáñez también se encontrase en el Nyassa con la viuda de Andreu Nin, Olga Tareeva y sus dos hijas Ira y Nora. Nin había sido su compañero durante aquellos años en Rusia y él los había ayudado a retornar a España en 1930. Finalmente Nin sí cayó en manos de los agentes de Stalin y, tras haber sido torturado, asesinado e injuriado tras su muerte, la desaparición de su cadáver convirtió este episodio en una de las páginas más negras del comunismo pro-soviético.

Carmen Romero, una de las pasajeras de aquella expedición, escribió en sus recuerdos que las autoridades sanitarias no autorizaron la subida al barco de unos pobres muchachos con un inoportuno sarampión, pero sin embargo, sí lograron filtrarse como polizones nueve refugiados, vestidos de moros cargando equipajes, y con ellos otros evadidos de la construcción del ferrocarril transahariano, donde llegaron a trabajar dos mil españoles internos en los campos de extranjeros.

La travesía fue tranquila y reinó la concordia, entre conciertos improvisados del orfeón de los catalanes y el coro de los vascos y hubo anécdotas curiosas. Una la protagonizó el famoso científico zaragozano Odón de Buen, que ya contaba entonces 79 años de edad, quien un día reunió a un grupo de pasajeros en cubierta para que fuesen testigos de cómo arrojaba por la borda la Legión de Honor que le había dado el Gobierno francés, en protesta por la mala acogida que había tenido este país con los refugiados.

Ya en Veracruz, una comisión presidida por don Indalecio Prieto, recibió al Nyassa y cada viajero buscó los apoyos necesarios para rehacer su vida. Olga Tareeva y sus hijas fueron protegidas por el entorno del trotskismo, que aún tenía reciente el asesinato del líder revolucionario. Por su parte Ibáñez se ganó la vida con empleos precarios como el de vigilante en una destilería de tequila y a la vez dirigió la edición de “Avance” en el exilio; mientras tanto Antonio Llaneza trabajó en una fábrica de tabacos y vendió productos alimenticios antes de colocarse como administrativo. Ambos colaboraron en revistas y publicaciones de todo tipo y se posicionaron junto a otros destacados mierenses como Juan Pablo García y Ramón González Peña contra el oficialismo del PSOE representado por Amador Fernández y Belarmino Tomás, su hija Purificación y su yerno Rafael Fernández.

Los dos escribieron sus memorias, que curiosamente también se aproximan en los títulos. El libro de Jesús Ibáñez se llama “Discos de acero. Memorias de mi cadáver” y el de Antonio Llaneza “Codos de acero y pezuñas de ciervo”. Ibáñez falleció en 1948 en una humilde pensión del D. F. y Antonio en 1988, pero siempre tuvo una vida sencilla y en sus últimos años estuvo al margen del grupo que volvió a Asturias para vivir la restauración del socialismo.

El Nyassa volvió a Veracruz en septiembre de 1942. Un mes más tarde la JARE envió a México con 104 viajeros al Serpa Pinto II, un barco mucho más pequeño, que ya había ido el 16 de diciembre de 1941 con sólo 36 personas. Ya no hubo más viajes.

© Ernesto Burgos , para www.elvalledeturon.net , julio 2021