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Colonización minera del territorio turonés

Con la creación de compañías mineras en la parte alta y media del valle y el éxito del proyecto de Vicente Fernández, y su único heredero Inocencio, en las tierras bajas, la colonización minera del territorio turonés es total. El movimiento de escrituras de compra-venta, verdadero hervidero administrativo, confirma el interés por nuestros yacimientos y las enormes posibilidades de nuestro subsuelo. El acierto comercial es absoluto, con el suministro prioritario a las fábricas de Trubia y la de la Vega en Oviedo. Una segunda entrega de Félix Martín y Rolando Díez para entender un despliegue histórico que conduce a nuestro triunfo comercial.

La aventura industrial  de Hulleras del Turón S.A.

 

 

 

2- Colonización minera del territorio turonés

A medida que se fueron confirmando las expectativas de las primeras concesiones mineras turonesas a lo largo de los años sesenta, el éxito de la presión investigadora, primero, y comercial, después, se convirtieron en revulsivos para potenciar la explotación minera propiamente dicha entre quienes aspiraban a conseguir un éxito económico en un territorio que ofrecía grandes posibilidades para ello. Por tal motivo, son bastante infrecuentes las escrituras de compra-venta de minas de carbón localizadas en este valle del Turón entre vecinos del mismo y representantes o titulares de varias sociedades mineras que aspiraban a establecerse en esta zona minera, ya que permanecerán improductivas a la espera de nuevos intereses. De este modo, tras los malogrados intentos de constituir sólidamente un coto minero con diferentes denominaciones, quedarán a disposición de quienes tuviesen la intención de registrar sus criaderos investigados y, en algunos casos, explotados durante cierto tiempo, y los que en un futuro se descubriesen en sus inmediaciones. Así dará comienzo, en nuestra opinión, una nueva fase en el desarrollo de la minería del carbón en este valle del río Turón que se va a caracterizar, en primer lugar, por el establecimiento de, al menos, tres compañías mineras de nueva creación en la parte alta y media del valle y, en segundo lugar, por la consolidación en las tierras bajas del mismo de la obra iniciada y ejecutada con enorme acierto por Vicente Fernández Blanco y, posteriormente, por su hijo y único heredero Inocencio Fernández Martínez, cuyo máximo exponente empresarial tendrá lugar con la fundación de la sociedad minera conocida como “Minas de Figaredo”.

Por lo que a la intensa y relevante obra emprendida por Vicente Fernández y algunos de sus consocios se refiere, debemos poner el acento, más allá de los hechos señalados anteriormente, en el protagonismo que ejercieron en el mercado minero en esta parte inferior del valle del río Turón. Al respecto, podemos destacar las operaciones encaminadas a efectuar el cambio de titularidad de la concesión conocida inicialmente por Generala y, posteriormente, como Terrible. Estaba situado este yacimiento carbonífero en el lugar de Cortina, parroquia de Figaredo, y constituía el patrimonio minero inicial de la sociedad titulada “Fraternidad”, que se había fundado en Mieres el día 13 de diciembre de 1857 a testimonio del escribano José A. Velasco. En la redacción de la escritura notarial, manifiestan “Que entre sí tuvieron tratado formar Sociedad para explotar, registrar, hacer calicatas y más correspondiente al ramo de la minería…”. (10) Los miembros que la componen son Gabino de la Espina -quien asume la representación de la Sociedad-, Vicente Fernández, Ángel Blanco, Antonio Sela y Antonio Riera, este era vecino del concejo de Langreo. Su trayectoria no debería ser diferente a la de la mayoría de las constituidas en estas fechas, razón por la cual, Gabino Espina se encarga, entre otras funciones, de registrar y adquirir nuevas concesiones para ampliar el número de explotaciones. Tampoco faltarían las desavenencias y desencuentros entre los asociados, tal como se pone de manifiesto con el abandono de Antonio Riera -tras la cesión de su parte en la mina Generala en favor de Vicente Fernández el día 12 de marzo de 1859 ante Juan A. Velasco y, fundamentalmente, con la declaración de caducidad de esta concesión por resolución del Gobernador provincial el día 29 de abril de 1859.

Visto lo visto, el propio Gabino Espina vuelve a solicitar un nuevo registro de este criadero, pero en esta ocasión con el título de Terrible, el cual, casi simultáneamente, decide desprenderse de su parte en esta concesión y apartarse de la Sociedad. En consecuencia, el día 17 de mayo de dicho año 1859, Gabino Espina renuncia y traspasa en favor de la “Fraternidad” todos sus derechos en esta mina y en otra que tenían en explotación en Vegalafonte. Esta sucesiva disgregación de la Sociedad alcanza su momento más álgido a finales de dicho año, cuando Antonio Sela y Ángel Blanco venden a su socio, Vicente Fernández, la mina Terrible (2 p.), quien, de este modo, se convierte en el único titular de uno de los criaderos más apetecidos de esta zona, junto con el conocido por Manola (1 p.). En este último yacimiento de carbón, que estaba situado en el reguero de Reicastro, en Cortina de Figaredo, tenía también participación directa Vicente Fernández Blanco con el mismo Ángel Blanco a partes iguales, quien, había sido su registrador. Esta asociación de facto va a experimentar un incremento en el número de compañeros propietarios de esta concesión, tras la venta de la mitad de la parte de la mina que pertenecía a Ángel Blanco a dos convecinos suyos, Eduardo y Buenaventura Alonso Castañón, el día 25 de abril de 1860. El caso es que, a partir de esa fecha, cuatro vecinos de Figaredo se convierten en compañeros al objeto de llevar a efecto la explotación de la concesión Manola, de los cuales, Vicente Fernández se convierte en el poseedor de su mayor parte. Con todo, estas dos posesiones mineras, Terrible y Manola, se constituirán en el embrión del futuro patrimonio de la familia Fernández en el enclave de Figaredo, aunque para ello será preciso resolver aún un conflicto de titularidad y caducidad sobre esta última explotación con la sociedad “Lenense Asturiana” en las dependencias de la sección de Fomento del Gobierno de la provincia de Oviedo. (11)

Otra cuestión de bastante importancia en este tipo de relaciones mineras y comerciales es, sin duda, la que establece Vicente Fernández y Blanco con el destacado industrial mierense José Fernández Tresguerres -quien había dirigido técnicamente las labores de otras minas de su titularidad- a través de la cesión de un contrato de suministro de carbones a la fábrica de Trubia. El hecho es que Vicente Fernández había conseguido en marzo de 1868 el remate para proveer a esta factoría de setenta mil quintales métricos de carbón de piedra, setecientos ochenta y ocho de todo uno y seiscientos ochenta y ocho de menudo. Como Vicente tendría dificultades para extraer de sus criaderos la cantidad de mineral de piedra, convino con José Fernández Tresguerres el reparto de dicha partida de carbón desde el día primero de agosto de ese mismo año, fecha en la que daba comienzo el compromiso del abastecimiento. Para formalizar este acuerdo, Vicente Fernández y José F. Tresguerres deciden otorgar una escritura notarial, de cuya lectura nos llama la atención las cláusulas relativas a los bienes que hipoteca Tresguerres como garantía de cumplimiento del mismo. Al respecto, pone al frente de la operación, además de otras siete fincas, la tercera parte que tenía en las minas de carbón Formidable (2 p.), en Figaredo, Vicentera (2 p.), en Santa Cruz, y Paz (21 p.), entre ambas parroquias citadas. Esta propiedad minera le venía a Tresguerres por título de compra hecha al propio Vicente Fernández, según consta en escritura otorgada por ambos protagonistas a testimonio de José G. Bobia el día 18 de febrero de este mismo año 1868.

A nuestro entender, en el fondo de esta operación subyace una estrategia empresarial que va a rendir pingües beneficios a Vicente Fernández, habida cuenta de que en el convenio se establece una serie de pagos e intereses que debe percibir a cargo de Tresguerres en concepto de las utilidades que puede conseguir por medio de este contrato. De los gravámenes convenidos, el que mayor interés nos origina es, sin duda alguna, la hipoteca minera, merced a la cual, en caso de incumplimiento del convenio pactado, revertirá nuevamente a Vicente Fernández la parte de las mismas que, como sabemos, pocos meses antes había cedido a José Fernández. Sea como fuere, el hecho que mejor puede contribuir a explicar este tipo de transacciones, más allá de la posible consecución de los otros bienes inmuebles que también formaban parte del aval global, sería, en nuestra opinión, la falta de liquidez de Vicente Fernández para hacer frente al pago del fondo de garantía que la fábrica de Trubia le exigía al contratista que obtuviera el remate del suministro de los carbones.(12) Y esto resulta plenamente verosímil si atendemos a otros casos concretos en los que Vicente Fernández ya había participado en subastas de esta naturaleza, pero en asociación con otros mineros. En este sentido, un ejemplo que también contribuye a clarificar estos hechos puede ser la sociedad que constituye con Antonio Menéndez el 13 de febrero de 1862, quien había conseguido el remate para suministrar 150.000 quintales de cok a dicha fábrica. (13) Este tipo de negocios con organismos públicos, que garantizaba la actividad y una considerable retribución económica, tendrá continuidad con su heredero, Inocencio Fernández, bien en asociación o bien en solitario, tal como sucedió en agosto de 1888, cuando consigue el remate para suministrar 20.000 quintales de carbón para la Fábrica de la Vega de Oviedo. (14)

Así pues, a principios de 1868, Vicente Fernández ya poseía las dos terceras partes de tres criaderos de carbón de indiscutible importancia: Formidable, según Real Título de 30 de junio de 1861, (15) Vicentera, por Real Título de 23 de febrero de 1867, y, sobre todo, del coto minero “Paz de Figaredo”, según se dispone en otro Real Título de 4 de enero de 1867, que se ubicaba en las parroquias de Figaredo y Santa Cruz y estaba formado por 21 pertenencias. Las dos primeras minas provenían de la refundación de las primitivas Lavandera y Rancia, en virtud de sucesivos renuncios y nuevos registros, mientras que el coto Paz le había sido adjudicado por medio de registro y título nuevos. En realidad, esta serie de cesiones, convenios, contratos, etc. tiene su origen en la venta de la tercera parte de las minas Formidable, Lavandera y Rancia que había hecho Vicente Fernández a favor de José F. Tresguerres. La confianza entre ambos protagonistas y la buena relación que los unían eran de tal naturaleza que les habían llevado a despreocuparse totalmente del otorgamiento de la correspondiente escritura. Será, en todo caso, ahora cuando se lleve a efecto su formalización a favor de José Fernández  Tresguerres. De este modo, se convierte en copropietario y consocio legal de Vicente Fernández en las nuevas concesiones Vicentera, Formidable y Paz con todas sus dependencias, bienes, herramientas, equipamientos etc. También se comprometen en este documento a constituirse y proseguir en sociedad la explotación de las mismas, pese a lo cual, en la cláusula tercera del contrato, Vicente Fernández queda envestido de bastantes facultades para poder venderlas en su totalidad cuando tuviese ocasión para ello, pero estando obligado a entregar a Tresguerres, según viene dicho, la tercera parte de lo que obtuviese en la operación.(16)

Si fue capital la labor empresarial llevada a cabo por Vicente Fernández, no la desmerece en absoluto la protagonizada por su heredero y sucesor, Inocencio Fernández, al frente del patrimonio minero señalado, ya que no sólo lo conservará y fomentará, sino que lo transformará y hará más productivo con el abandono de los yacimientos menos convenientes a sus intereses y lo incrementará con la adquisición de nuevos criaderos, casi todos en la parte alta del valle del río Caudal.(17) En este sentido, resulta muy significativa la operación que lleva a cabo el día 2 de noviembre de 1878, por la cual consigue la propiedad de la tercera parte de las minas del susodicho Ángel Blanco conocidas por Abundante, Sintacha y Gerónima. Las tres estaban situadas en la ladera izquierda del río Caudal, entre el poblado de Ujo y el valle de Cuna, y habían sido registradas en 1876. De este modo, no sólo incrementa el número de sus concesiones, sino que, además, establece una relación societaria con José Sela y Cancio, vecino de Santullano, quien figuraba como registrador y propietario de las otras dos terceras partes de ellas. (18)

Con vistas, seguramente, a fortalecer su posición en la sociedad “Minas de Riosa”, Inocencio Fernández expande su radio de intervención que, tradicionalmente, se circunscribía al territorio comprendido entre el valle de Cuna y el límite meridional del concejo de Mieres. (19) Esta ampliación geográfica de sus dominios se centra, a finales del siglo XIX, en torno a la parroquia de Loredo, según podemos comprobar en la escritura otorgada por José G. Bobia el día 18 de abril de 1899. En concreto, disponía del 70% de las minas de carbón tituladas Victoria (24 hect.), Numancia (24 hect.), Carmen (52 hect.) y Blancura, las cuatro en términos de Bullidioso; San Antonio (46 hect.), en el monte La Maruxiega; y el registro de 158 hect. para la mina que se denominará Adiós Escuadra. Declara igualmente Joaquín Cuesta que tenía registradas 46 hectáreas de terreno en el paraje conocido como La Maruxiega, donde estaba previsto explotar la mentada mina San Antonio, y otras 158, en el mismo lugar, para la mina Adiós Escuadra. Al margen de la participación que lleva Inocencio Fernández en este patrimonio, también forman parte del mismo el propio Joaquín Cuesta Ayllón, quien se reserva el 10%, a pesar de haber sido su registrador y único titular, Eusebio Patón (10%) y María de la Paz Velasco (10%), representando a su esposo Ramón Rodríguez. (20)

Este patrimonio minero de la zona septentrional del municipio de Mieres formará parte del que componía inicialmente la Sociedad anónima “Minas de Riosa”, ya que en Junta de accionistas de la misma, celebrada en Gijón en mayo de 1899, se toma la decisión de autorizar a su Director Gerente, Alfredo Santos de Arana, para que entable los convenios precisos con el titular de estas concesiones mineras, Joaquín Cuesta, a fin de adquirirlas para la Sociedad. Esta se había constituido en Oviedo, a testimonio de Secundino de la Torre y Orviz, el día 19 de abril de 1899, a cuyo acto comparecen cuatro socios fundadores, además del citado Alfredo Santos, vecino de Gijón; Inocencio Fernández y Martínez, de Figaredo; Gregorio Vigil Escalera, residente en Pola de Siero; y Juan González Posada, que lo era de Campomanes. El capital social inicial ascendía a 16.000 pesetas, representado por 16 acciones nominativas de mil pesetas cada una, dejando expresamente señalado en la escritura correspondiente que estaba previsto aumentar la inversión para incrementar su patrimonio minero e industrial. En respuesta a esta cuestión, en otra escritura del susodicho notario de Oviedo del día 29 de noviembre de ese mismo año se formaliza un acuerdo alcanzado en Junta general precedente -a la que concurre la totalidad de su accionariado- en virtud del cual se decide reformar el artículo quinto de los Estatutos en los siguientes términos: “El capital social será de 2.150.000 pesetas, representado por 2.150 acciones de mil pesetas cada una…”. (21)

Por lo demás, y como los socios instauradores de esta Sociedad son ocho -además de los cuatro asistentes a la firma del acta fundacional, nos falta por añadir Fernando Merino, vecino de Madrid; Manuel Uría y Uría, de Oviedo; Vicente Fernández Herrero, de Oviedo; y Miguel González Posada, Gerente dela Sociedad anónima de Gijón “La Covadonga”-, deciden que a cada uno le corresponden dos acciones. En el mismo instrumento notarial del día 19 deabril se determina, asimismo, la composición del primer Consejo de Administración de la Sociedad, cuyos cargos se distribuyen del modo siguiente: Fernando Merino, Presidente; Inocencio Fernández, Vicepresidente; Alfredo Santos, Gerente; y Gregorio Vigil y Miguel González, Vocales.

Más allá de lo anteriormente expuesto, hay que añadir igualmente que el destino de este conjunto de concesiones mineras y el de otras adquisiciones posteriores en esta parte septentrional del municipio de Mieres, será su inclusión en el patrimonio de una nueva sociedad minera, de la que también formará parte destacada Inocencio Fernández. Nos estamos refiriendo a la “Compañía de las Hulleras de Ujo-Mieres”, la cual se reconstituye el día 3 de diciembre de 1904 con un capital social de cuatro millones de pesetas. Una parte importante de su patrimonio industrial proviene del que cede Inocencio Fernández de “Minas de Riosa” el día 28 de junio de 1905, según instrumento notarial testimoniado por Secundino de la Torre, mientras que los recursos crematísticos que componen su capital social son, mayoritariamente, de origen francés. Motivo por el cual, su sede social, aunque radica en la localidad de Ujo, tiene una agencia en la Rue Martín, número 43, París. El capital social originario estaba distribuido en ochenta mil acciones de cincuenta pesetas cada una, de las cuales, cincuenta mil estaban atribuidas a los partícipes y las treinta mil restantes, en especie. En la asamblea general celebrada el día 18 de mayo de 1905, se toma la decisión de aumentarlo a 15.000.000 de pesetas, representado por 600.000 acciones de 25 pesetas. Además de la Junta general de accionistas, en la que se tiene derecho a un voto por cada diez acciones, hasta un máximo de cincuenta, esta Sociedad está regida por un Consejo de Administración, formado de nueve a quince miembros, quienes deben poseer al menos 500 acciones. En 1908, este Consejo está constituido por Blanchot, Fernández, de Leveleye, de Lorme, Marret, Santos de Arana y Vigil Escalera. (22)

 

Segunda entrega © Rolando Díez para www.elvalledeturon.net


 

NOTAS

(10) AHPA. Protocolos del notario de Mieres, Juan A. Velasco, de los días 13 de diciembre de 1857 y 17 de mayo de 1859.

(11) AHPA. Protocolos del notario de Mieres, José G. Bobia, del día 4 de agosto de 1861 donde se halla el poder otorgado por Ángel Blanco a un procurador de Oviedo para la defensa de la titularidad de esta mina Manola frente a la “Lenense Asturiana”.

(12) AHPA. Protocolos del notario de Mieres, Fabián Álvarez Cienfuegos, del día 14 de agosto de 1868, donde se redacta y suscribe dicho contrato y las bases del mismo.

(13) AHPA. Protocolos del notario de Mieres, Fabián Álvarez Cienfuegos, del día 13 de febrero de 1862. En este instrumento acuerdan, entre otras condiciones, que Antonio Menéndez debe aportar las tres cuartas partes del remate y Vicente Fernández, el resto, cantidad que cada interesado debe transportar y depositar en Trubia por su entera y exclusiva responsabilidad. También se comprometen a distribuirse semanalmente los tiempos en que cada uno utilizará los medios de transporte disponibles, a fin de optimizar el número de carros necesarios.

Otros ejemplos concretos de este tipo de acuerdos en protocolos de José Rodríguez

(14) AHPA. Protocolos del notario de Mieres, José G. Bobia, del día 9 de octubre de 1888. En este caso, su esposa, Dominica Herrero, tendrá que depositar sus bienes como garantía del cumplimiento de los contratos firmados, tanto para esta factoría como para la de Trubia.

(15) AHPA. Protocolos del notario de Oviedo, Secundino de la Torre, del día 12 de enero de 1893, donde podemos acceder a una escritura de convenio entre Inocencio Fernández y el Obispo de la diócesis de Oviedo, por el cual el primero cede la tercera parte de esta mina, al objeto de formalizar el traspaso que había hecho su padre en favor del cura párroco de Figaredo, Francisco Martínez de Vega, a fin de que con su producto, el citado Obispo sufragase los gastos de la carrera eclesiástica al estudiante local que respondiera a un perfil predeterminado

(16) AHPA. Protocolos del notario de Mieres, José García Bobia, del día 18 de febrero de 1868, donde se formaliza el contrato de venta y asociación entre Vicente Fernández y José F. Tresguerres.

(17) Al respecto, es bien elocuente la segregación del coto “Paz de Figaredo”, pues, según testifica José G. Bobia en Mieres el día 16 de julio de 1882, el propietario parisino, Eduardo Blachier de la Bussiére, lo acababa de adquirir, dado que el poder que otorga entonces es para “... todo cuanto se le ofrezca con referencia a la explotación, conservación, toma de posesión y más que haya lugar sobre el coto minero titulado “Paz de Figaredo”…”.

(18) AHPA. Protocolos de José G. Bobia del día señalado.

(19) En el año 1899 se han vendido en subasta pública en la capital de la Nación las minas de carbón propias del Estado, situadas en Riosa y Morcín, por 400.100 pesetas, siendo adjudicadas provisionalmente a una sociedad de la que forma parte Inocencio Fernández. Esas minas habían sido concedidas hace algunos años por 511.000 pesetas, pero, al anularse la correspondiente subasta, siguieron siendo del Estado.

(20) AHPA. Protocolos de José G. Bobia de dicho día.

(21) AMO., pp. 171 y siguientes. Téngase presente que este notable incremento de capital en tan poco tiempo tiene lugar, entre otras razones, por las exitosas operaciones comerciales llevadas a efecto para conseguir las minas de carbón del Estado en Riosa y Morcín y por el cierre de los acuerdos con Joaquín Costa y sus consocios para el resto de las concesiones de Loredo.

(22) BnF. “Annuarie Desfossés Valeurs Cotées en Banque”, París 1908; p. 428.

También en AHPA. Protocolos del notario de Laviana, José de la Torre, del día 10 de diciembre de 1873. Este escribano comunica formalmente a Manuel Antuña Riera, consocio de Fulgencio Palacio, Dionisio Thiry, Manuel  Longoria e Ignacio Herrero, la decisión de constituir una sociedad titulada “Hulleras de Ujo” el día 20 de diciembre de 1873, cuyo acuerdo había sido tomado por los otros cuatro socios en una reunión llevada a cabo en Oviedo el día 2 de ese mes y a la que Manuel Antuña no pudo asistir. En realidad, esta nueva sociedad “Hulleras de Ujo” se crea en base al patrimonio minero aportado por su antecesora, “Fulgencio Palacio y Cía.” a testimonio del notario de Oviedo, José Rodríguez y podría ser el origen de la anteriormente descrita.