Herramientas Personales

Cambiar a contenido. | Saltar a navegación

Navegación

Navegación
Menu de navigation
Usted está aquí: Inicio / Historia / Historia de un valle / Turón: paisaje humanizado de las cuencas
Acciones de Documento

Marco geográfico

El valle de Turón se localiza en el reborde sur-sureste del municipio de Mieres. Tiene una superficie aproximada de 50 km2 y lo confinan al norte, este y sur los brazos montañosos del cordal de Urbiés, Sierra de Navaliego y Cordal de Longalendo respectivamente, delimitando los municipios de Langreo, San Martín, Laviana y Aller.

I-EL MARCO GEOGRÁFICO

 

ANGEL FDEZ ORTEGA-1.jpgEl valle de Turón se localiza en el reborde sur-sureste del municipio de Mieres. Tiene una superficie aproximada de 50 km2 y lo confinan al norte, este y sur los brazos montañosos del cordal de Urbiés, Sierra de Navaliego y Cordal de Longalendo respectivamente, delimitando los municipios de Langreo, San Martín, Laviana y Aller.
 

El río Turón que tiene su nacimiento en la fuente La Rigá (estribaciones occidentales de Navaliego), constituye la arteria receptora de todos los arroyos que arañan las empinadas laderas de sus montañas. El curso de sus aguas recorre el lecho del valle sin apenas sobresaltos desembocando al río Caudal en la localidad de Figaredo, tras 15 km aproximados de recorrido. Desde una perspectiva un poco alejada del valle, en su orografía se aprecia la angostura y profundidad en las cotas baja y media, a partir de la cual la distancia entre laderas opuestas alcanza la máxima distancia de 4,5 km entre las cimas del pico Polio y Cutrifera.
 

El relieve estructural de las montañas que integran sus cordales participa de las mismas características que sus vecinos de la Cuenca Central Asturiana. En general son de suave perfil y de fácil acceso y, sin embargo, por su estratégica situación constituyen prestigiosas atalayas sobre los horizontes inmediatos, la rasa costera, Picos de Europa y la Cordillera Cantábrica.


En orden a su altimetría sobresale de manera relevante el pico Burra Blanca (1.152 m) techo del concejo de Mieres y vértice que encadena de este a oeste el cordal de Longalendo, por los picos Cuetu Ventosu (1.148 m), Culladiella (1.105 m) y Cutrifera (1.064 m). Desde el Burra Blanca hacia el septentrión se extiende la Sierra de Navaliego cuyo la Cerecina y Polio.JPGperfil cumbrero integrado por los picos Sierra Alta (1.089 m), Revoltona (1.086 m), y Tres Concejos (1.095 m), constituye la divisoria administrativa de Laviana con Mieres. En el Tres Concejos (techo de San Martín) tiene lugar un nuevo cambio de rumbo que navega en este caso hacia el poniente a caballo del Cordal de Urbiés. Esta cadena de montañas se va sucediendo una tras otra entre los municipios de Langreo y San Martín y Mieres por los picos Cruces (954 m), Cogollu (1.017 m) y Polio (1.051 m). La delimitación geográfica de los cordales forma los tres palos de una U orientada de oriente a occidente en cuya abertura se ubica la entrada natural del valle.
 

Encajonados el río y la única carretera urbana, ambos avanzan juntos a lo largo del valle hacia arriba hasta el lugar conocido como Entrerríos. A partir de aquí el río y la carretera, denominada AS-337 a partir de La Vegona, se divorcian ostensiblemente, empinándose esta última por la margen derecha del valle, hacia Urbiés, y los confines del municipio, traspasándolos hacia Sotrondio y Ciaño por los Altos de La Colladiella y La Mozqueta, respectivamente.


En un medio físico de relieve tan abrupto, el espacio urbano que aparece dispuesto linealmente por el fondo del valle y desperdigado por sus laderas, está compuesto de 142 asentamientos muchos de ellos deshabitados. A pesar de todo, su población se totaliza en cerca de las 8.000 personas. El conjunto de estos núcleos constituye la unidad geográfica del Valle de Turón, repartida en la actualidad en cinco parroquias eclesiásticas ubicadas en Figaredo, La Cuadriella, La Felguera, San Andrés y Urbiés.
 

La sociedad turonesa ya hace muchos años que lleva demandando la denominación “Valle de Turón” al conjunto de barrios, aldeas y caseríos que salpican todo el espacio territorial comprendido entre el entronque de la carretera AS-242 en Figaredo y el cumbral superior de la Sierra de Navaliego.
 

Como en cualquier otro lugar de las cuencas la naturaleza del valle aún muestra aún que sea en poca medida los rasgos físicos de su pasada actividad extractiva del carbón. Dicha actividad comenzó una vez descubierta la riqueza que guardaba las entrañas de la tierra en la parroquia de Figaredo en el año 1867, con la concesión a D. Vicente Fernández Blanco la explotación del denominado Coto Paz. Tal actividad tenía lugar y aún continúa, con los castilletes extractivos en las proximidades de los pueblos de Cortina y Sarabia. Hacia ambas márgenes del valle se levantaron planos y trincheras con progresión hacia Vegalafonte por un lado, La Casona y Llaneres por el otro. El antiguo minado dejó sus huellas que aún se perciben a pesar de haber transcurrido más de un siglo. La traza y los restos de la antigua explotación de montaña están cubiertos de vegetación de mata baja y sobre todo forestada de ejemplares de castaños.
 

San francisco antiguo.jpgEn la fiebre industrial de aquel entonces toma partido un grupo de siderúrgicos vascos que tras la concesión minera fundaron en el año 1890 la sociedad Hulleras de Turón. Expropiaron lo habido y por haber de las mejores vegas y tierras de cultivo que ocupaban la ribera del río dejando a los campesinos en una situación precaria. Al final se adeñuaron por poco dinero y muchas presiones de una superficie cercana a las 5.000 Ha.
Los portentosos invasores asaltaron irracionalmente el paisaje y la tranquilidad del valle, abriendo minas. La primera se dice que fue en Canabatán. Después le tocó el turno a San José, San Víctor, San Pedro, etc. extendiéndose en pocos años por dos tercios de su geografía. El mineral, de excelente calidad, se lavaba en La Cuadriella a donde era transportado. Este lugar se constituía como el centro neurálgico de aquel revoltijo industrial.
 

Desde la Cuadriella se da la salida al carbón hacia los centros de consumo, por medio de un ferrocarril de vía normal, que empezó a construirse en el año 1891. Empalmaría en Reicastro con el del norte. Comienzan los cambios tanto en el paisaje como en el paisanaje, en las estructuras sociales, económicas y en las costumbres. Se fue abandonando el modo de vida tradicional, el ganadero se hizo minero y la actividad agraria pasa a un segundo plano, compaginándose ambas. Del surgimiento de un nuevo sistema de economía mixta tiene una buena participación el sexo femenino que trabaja la tierra y sigue cuidando los hijos y el hogar. Ya han pasado algunos años pero aún recuerdo la escena que he presenciado de muchos mineros que sin cambiar el atuendo de faena salían al exterior por cualquiera de las “chimeneas” que calaban al monte. Sin pérdida de tiempo iban directos a los prados de su propiedad donde esperaba la esposa con la cesta de la comida. La faena de la recogida de la hierba colmaba muchas jornadas de una buena parte del verano.


Ya desde los primeros años del siglo XX comienza coincidiendo con la expansión de las minas, la llegada de emigrantes asturianos pero también castellanos, gallegos, andaluces, etc. hacia el nuevo El Dorado, provocando la explosión demográfica, lo que supuso la configuración de un nuevo espacio urbano. Por tal motivo nacen repentinamente los poblados, barriadas o cuarteles mineros. En Turón, aún tenemos muchos ejemplos: los Cuarteles de San Francisco, de El Lago, TABLAO 3-1.jpgTablao, Barracones, etc. La alteración del hábitat tradicional llega a tal extremo que se ocupan hórreos, paneras y cuadras, por familias enteras. Las casas familiares se llenaban de los denominados “posaderos”, personas emigrantes que convivían bajo un techo familiar a cambio de un precio tratado.


Todo este flujo de emigrantes que comenzó a principios de siglo evolucionó a compás con el desarrollo de la minería hasta alcanzar en el año 1960 la cota máxima poblacional de 14.416 habitantes. Ese año marca la inflexión en espiral del desarrollo del valle. Comienza la lenta agonía post-industria, Alemania, Bélgica y Francia acogen emigrantes turoneses, la población también va desapareciendo camino de la recién creada Ensidesa. Por otro lado, la minería siempre ha estado sometida a ciclos expansivos y depresivos. Los depresivos llegaron hasta estas fechas con el cierre total por la empresa Hunosa de todas las explotaciones del valle, a excepción del Pozo Figaredo.
 

En plena ebullición minera el valle se despertaba todos los días con una sinfonía de ruidos metálicos procedentes de los distintos centros productivos. A las 8 de la mañana sonaba el “turullu” de La Cuadriella que llamaba al trabajo a los empleados de los talleres, vías estrecha y ancha, lavaderos, obras, etc. Por la única carretera existente bajaba un río de personas a modo de procesión hasta el lugar de distribución y destino. La misma escena se repetía a la hora de la comida y salida del trabajo. Mientras, los mineros del interior sin horario fijo arrancaban con dirección a los pozos o hacia las minas de montaña en las horas más intempestivas.
 

En aquel entonces sobre las laderas del valle se dibujaban una tupida red de planos inclinados, trincheras, bocaminas y escombreras que alcanzaban de manera progresiva las altas cotas de Cutiellos, Polio, Los Canceos y Burra Blanca, etc. Hacia allí se dirigían en vagones para personal de la vía estrecha y a través de los viejos caminos que surcaban las matas de castaños, distribuyéndose después por los diferentes pisos o niveles de explotación. Bajo el pico Cutiellos aún se conoce el emplazamiento del que fue el pozo de La Balanza. El grupo de La Güeria de Urbiés llegaba hasta Navaliego por Los Canceos, y a Burra Blanca y Cuetu Ventosu por la Barrera y Prau Resu. Después estaban Los Corrales, San Pedro, Fortuna, etc. Otros mineros accedían con más comodidad a los pozos existentes al pie del valle o PLANO INCLINADO-1.jpga los primeros pisos de San Benigno, San Francisco, San José y San Víctor, La Escribana, La Riquela, La Llama, etc. Cuando el camino se hacía por la noche, los obreros iban provistos de unas teas encendidas fabricadas con cotón engrasado y alambre. Constituía el sustituto de la linterna por un sistema de alumbrado muy artesanal y barato.
 

Acomodados a tanto ajetreo laboral los turoneses llegamos a distinguir la procedencia de los diferentes ruidos, tales como el descarrilamiento de un tren de la vía estrecha, el agudo pitido de la máquina del mismo ferrocarril, conocida como La Parrala, la subida y bajada de vagones por el plano corto del primero de San Benigno, el arranque de benzoles del primero de San José, la remachadora del taller mecánico de El Lago, la caída de vagones de los planos de San Víctor, el lejano pitido de la máquina de La Llama que arrastraba el carbón de Ortiz Sobrinos por la solana de Polio hasta Santullano, etc. También se apercibía otro sonido “mudo”. Era aquel por el que se mascaba la tragedia de otro accidente laboral. Enmudecía el valle espontáneamente mientras los mártires de la mina eran llevados desde la máquina del tren hasta el hospitalillo. El ciclo industrial que ha vivido el valle siempre estuvo marcado por esta clase de dramas que ha teñido de luto muchas de sus familias.
 

El monocultivo del carbón impidió el desarrollo de actividades alternativas. Estas pueden generarse ahora aprovechando las numerosas infraestructuras abandonadas de tal manera que suplan la pérdida de empleo minero.
 

Durante este largo lapsus de explotación minera se ha producido un grave deterioro en nuestro patrimonio natural, alteraciones de su medio que han generado las minas de montaña y recientemente el cielo abierto. Respecto a las primeras con el paso del tiempo la naturaleza misma ha restañado las viejas heridas y hoy podemos afirmar que los turoneses disfrutamos de la variedad y de la diversidad de un paisaje que se estira placentero por las laderas de sus montañas. Forestados pliegues cubiertos de hayas, robles, castaños, etc., irrumpen inesperadamente en este marco geográfico tutelado por el unipresente pico Tres Concejos.
 

La Rabaldana-economato-pozo-1.JPGLa arcaica arquitectura tradicional de muchos de sus asentamientos se conserva mimetizada en medio de una densa maraña vegetal que enmascara en muchos de los casos las saltarinas aguas de sus arroyos. Los vestigios históricos, caminos tradicionales, los pomares que salpican sus praderas, la riqueza faunística que invade prados y bosques son otros de los valores a tener en cuenta.
 

Turón, declarado por la corporación municipal “Patrimonio histórico de la Minería” alberga en su seno objetos, elementos, instalaciones y otros tipos de restos de materiales asociados a procesos de producción industrial muy significativos, que han desempeñado un papel decisivo en la última centuria. Constituyen junto lo anteriormente expuesto, un activo turístico que liga el pasado industrial y minero con otras actividades que sirvan como elementos de desarrollo.

Valle de Turón: paisaje humanizado de las cuencas, capítulo I, Ángel Fdez Ortega