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Kaniska, el mago turonés

Con esta primera entrega, homenaje merecido a nuestro mago « turonés », empezamos nuestra colaboración con Amadeo Gancedo, gran cronista del municipio y pluma acertada de LNE. Dejando tras de sí sus ilusiones esparcidas por toda nuestra geografía y un meritorio homenaje póstumo en Mieres, Kaniska, fallecido en 2009, entra en la galeria de nuestros protagonistas turoneses.

Desde mi Mieres del Camino

Kaniska, el mago cordobés que se enamoró en Turón

 

Se ve, se descubre a primera vista, que en el ambiente familiar, el de hoy, representado por sus hijas Marta y Nieves, se respira admiración y un gran cariño por su padre, el prestidigitador cordobés que se enamoró en Turón y se enamoró de esta tierra, hasta el punto de quedarse para siempre sin abandonar su querida profesión y dejar sentada, con su mujer Nieves, la semilla de otros dos hijos, esta vez varones, Andrés y José Luis.

Eran tiempos de los años cincuenta cuando Santiago Jaraba Leal, en el DNI, pero “Kaniska” como nombre artístico, viajaba por toda España con el circo del padre de Ángel Cristo, al igual que lo había hecho con el espectáculo de Manolita Chen o el Circo París, habiendo conocido a otros grandes de la “pista” como los hermanos Tonetti e incluso al superfamoso Andrés Pajares que por aquel entonces figuraba en  nómina como payaso. Dentro de una de estas sus giras recaló en la localidad mierense de Turón, concretamente La Cuadriella, donde se montó una parte del tinglado circense y, como si de una de sus magias se tratara, se encontró de frente con Nieves, joven de diecinueve años, buena moza de las que destacaban, y nuestro Kaniska quedó prendado de la asturiana, de la mierense, hasta el punto de que, poco tiempo después, sentó sus reales en la comarca, contrajo matrimonio y siguió con sus artes y trucos de prestidigitador e ilusionista, por cuenta propia, pero esta vez bien secundado por una esposa y una prole que en muchas ocasiones le acompañaban durante sus giras.

Y nació para Mieres, las dos cuencas mineras del Caudal y Nalón, Asturias y muchas capitales del norte de España el gran Kaniska.

Cuenta la historia que, aparte de ser, posiblemente, uno de los grandes artistas del momento, trabajó, como se suele decir, “a destajo” para sacar a su familia adelante, dándose notas anecdóticas como el hecho de que su hijo Andrés nació en Murcia, y el más significativo de que a su hija Marta, la mayor, se la quisieron comprar un matrimonio muy poderoso en cuestión de dinero, para la cual le ofrecían un establecimiento-bodegón y unos cuantos millones de pesetas. Pero Kasinka y Nieves no podían ni querían desprenderse de sus cachorros y renunciaron a la operación sin más contemplaciones.

En un momento determinado, Santiago Jaraba, cuya identidad por esas señas apenas la conocían unos pocos, decidió sentar sus reales, los auténticos y artísticos, en las cercanías de su domicilio, ya afincado como inquilino del barrio San José de Ujo, por gentileza de su madre política María Sofía Alvarez Tuñón, gran trabajadora, que alternaba la venta de periódicos, entre ellos, con la limpieza del cuartel de la Guardia Civil del pueblo y otras tareas.

La misión y trabajo de nuestro personaje consistía en amenizar con juegos, trucos y tantas y tantas artes como había aprendido en su larga existencia bajo la lona del circo, por tertulias, bares, restaurantes, casinos y allí donde demandasen su presencia, que eran otros muchos lugares, porque la fama tiraba, tras el correspondiente anuncio de unos carteles que confeccionaba su hijo Andrés.

Detallar aquí, en estas modestas líneas, todo el contenido del arte que desplegaba Kaniska es tarea harto difícil. Sus trucos con el reloj que desaparecía como por encanto, las cartas de naipes que salían de su boca, la naranja que se abría y también aparecía el as de oros o uno de sus juegos favoritos, tal es el de las esposas cerradas y bien cerradas en torno a sus muñecas, que, en un abrir y cerrar de ojos se libraba de ellas, hacían las delicias de todos los asistentes, con especial atención entre los más chicos.

Sus largos y bien aprovechados tiempos en torno al mundo del circo habían hecho de él una persona abierta, risueña, amiga de todo el mundo y terriblemente expresiva. En realidad eran cuestiones de obligado cumplimiento para ganarse la atención y el favor del público. Porque Kaniska realizaba generosamente su trabajo pero, seguidamente, debía procurar que los asistentes soltasen la dádiva para que él pudiera llevarse los garbanzos a casa. Y lo hacía de una forma tradicional, a base de unas tiras numeradas con las que, previa su venta, sorteaba unos agradables regalos que le permitían alcanzar el salario diario.

Y así se fue consumiendo una vida que, dicho sea de paso, pudo alcanzar auténticos laureles a nivel de las principales figuras de un circo. Metido de lleno en el análisis de su carácter, cabe añadir que su generosidad le llevó, en el ocaso de esa existencia, a colaborar, de forma gratuita con asociaciones y entidades libres de lucro, como hogares de jubilados y similares, haciendo alarde del genio artístico que había presidido toda su andadura.

Kaniska se marchó de este mundo, aquejado de algunos males y con una corta pensión no contributiva, a la edad de ochenta y un años, dejando tras de sí un rastro de simpatía y de calidad artística que aún hoy, en la mente de los veteranos, forma parte del recuerdo permanente y de la admiración por quién supo sacarle, en plena niñez, un tesoro escondido entre las pliegues de la sotana de un fraile salesiano que fue quién le enseñó los primeros trucos. Después esa afición aumente de peso y, tras dejar el colegio interno, aprovechó la primera oportunidad que tuvo, siendo un adolescente, para “alistarse” como mozo de montaje o algo parecido, en el primer circo que pasó ante sus ojos, que resultó ser el Circo Americano, y seguir la ruta que habría de marca todo el camino.

Ninguno de sus descendientes, continuó la gesta pero todos mantienen en alto la huella de su padre.

Tras su fallecimiento aún el nombre de Kaniska adquirió notoriedad, puesto que en el auditorio de la Casa de Cultura de Mieres, con motivo de las patronales de San Juan, en el 2009 se celebró un espectáculo de magia en su honor, bajo el nombre de “In memoriam Kaniska”, con participación de famosos prestidigitadores.

También varias asociaciones e instituciones mierenses le rindieron un homenaje, por esas fechas como reconocimiento a su categoría artística y humana.

 

 

 

® Amadeo Gancedo, para www.elvalledeturon.net, enero 2016