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Santo Tomás - 50 aniversario

No se trata de recordar para devolver un tiempo doloroso. Conmemorar este trágico 50 aniversario es, como apunta con acierto Carlos Vega, « negarse a padecer esa amnesia que queremos combatir en ese “cuerpo a cuerpo” contra la indiferencia de nuestra propia Historia”. Los oficiales presentes, los representantes de colectivos turoneses, la emoción musical del Coro Minero y las flores arroparon con cariño a los emocionados familiares presentes. Una placa para el recuerdo, un recuerdo que nunca es suficiente.

Recuerdos a media tarde

Carlos Vega Zapico

 

Santo Tomás - 50 aniversario

 

El grupo minero Santo Tomás  -que sin duda toma su nombre de Tomás de Zubiría e Ybarra, empresario vasco y uno de los fundadores de Hulleras del Turón- estaba situado en las inmediaciones de la Cuadriella, al lado derecho del río Turón y muy cercano a la localidad de Repipe, siendo uno de los primeros en abrirse tras la constitución de la empresa Hulleras del Turón en 1890 y desde los inicios fue un grupo “comodín” puesto que se utilizaba en función de las necesidades empresariales y dependiendo del nivel de producción general de la empresa minera.

A partir del  primer piso, se fueron elevando las labores mineras, al menos hasta cinco, hasta encontrarse con los trabajos desarrollados por Mina Clavelina, de Ortiz Sobrinos, con quien posteriormente se uniría. El último de los pisos explotados se encontraba muy cercano al ferrocarril La Llama-Santullano.

Pero, Santo Tomás quedó para siempre como parte de nuestra Historia por el desgraciado accidente ocurrido aquel lunes 14 de agosto de 1967 en el que 11 mineros perdieron la vida constituyendo y marcando, para siempre, la mayor tragedia minera de nuestro Valle. Fueron los últimos de los 30 fallecidos en accidente en el Grupo desde que el 23 de enero de 1896 Gabriel, Hilario e Hipólito encabezaran la triste lista de víctimas  lo largo de su historia.

En 1968 Hulleras del Turón se integra en Hunosa y un año más tarde se cerraba para siempre el Grupo Santo Tomás tras algo más de setenta años de actividad minera. Después, vinieron años en que las instalaciones permanecieron totalmente abandonadas para deleite de los chatarreros que se llevaron cuanto quisieron sin que nadie pusiese coto a tal desbarajuste. Fue con motivo del 40 Aniversario del fatídico accidente -2007- cuando un grupo de personas realizamos un acto conmemorativo y colocamos una sencilla placa que sirviese de recordatorio. Y así, hasta el pasado lunes 14 de agosto de 2017 en que me tocó actuar de “maestro de ceremonias” del acto que sirvió para recordar los 50 años del fallecimiento de aquellos once mineros. De aquel tiempo a esta parte eché en falta la presencia de dos buenos amigos como eran Manolito Baquero y Nel Amaro a quienes tuve presentes en el minuto de silencio.

Por lo demás, allí estaba el alcalde de Mieres Aníbal Vázquez encabezando una nutrida representación municipal, representación sindical, política y vecinal. De entrada y como recuerdo de aquel día, fue leído el siguiente texto:

Al menos, un recuerdo

¡Cómo pasa el tiempo!. Aquel 14 de agosto de 1967, hace hoy exactamente 50 años, el tañer de las campanas de la cercana iglesia de la Cuadriella y el incesante sonido del popular “turullu” no anunciaban nada bueno. Poco tiempo tardamos en saber que la catástrofe se había producido aquí, en Santo Tomás. Solo bastaba seguir el ligero paso de los vecinos que, poco a poco, iban llenando la pequeña explanada, donde ahora nos encontramos, ansiosos de contradictorias noticias. Por la bocamina, entraban y salían mineros interrogados incesantemente por familiares y amigos faltos de fidedigna información.

No hizo falta esperar mucho porque la tragedia estaba escrita en los rostros. Una traicionera y asesina bolsa de grisú llegó a poner límite a 11 vidas turonesas de aquel primer relevo a poco de comenzar las labores de arranque.  El grisú, había segado la vida de Celestino, Manuel, Félix, Rafael, Francisco, Luis, Juan, José Antonio, Manuel, Adriano y José  mientras se encontraban en la capa 12 del primer piso, a tan solo un kilómetro aproximadamente de esta misma boca de la mina. No hubo derrumbamiento, fallecieron víctimas de la asfixia o quemaduras. La familiaridad con la desgracia, volvía a poner la nota de dolor en nuestro Valle.

Aun en mi mente, en ese espacio que todos tenemos dedicado a los recuerdos, veo aquellos hombres provistos de careta antigás a los que llamábamos “los de la brigada de salvamento”; aquellas camillas cubiertas por unas mantas, manchadas de carbón, que poco a poco salían ante el impresionante silencio y los rostros de curiosidad por dar respuesta a la reiterada pregunta:  “Quíen ye esti?”. Este lugar en el que ahora nos encontramos era un auténtico caos que los guajes no acertábamos a entender del todo.

Pasaron 40 años y la placa conmemorativa que aquí colocamos en agosto de 2007 pretendía convertirse en un recordatorio de aquella terrible catástrofe minera para todos los paseantes y las generaciones turonesas por venir. 10 años más tarde, aquí estamos todos los que nos negamos a padecer esa amnesia que queremos combatir en ese “cuerpo a cuerpo” contra la indiferencia de nuestra propia Historia

Hoy, todo es recuerdo, emoción y más de una lágrima he visto rodar por alguna que otra mejilla. Aquel día, comenzaron 11 nuevas historias para otras tantas familias de trabajadores mineros. Quizás hemos tenido que pagar un precio demasiado elevado para enfrentarnos, en solitario, a tan incierto y desolador futuro. Al menos nos queda el recuerdo de cuantos dejaron su vida por la prosperidad de este Valle.

Gracias a cuantas personas y entidades nos prestasteis vuestro apoyo y colaborasteis de manera desinteresada para que este sencillo acto pudiese celebrarse.

Suelo pasear  a menudo por este lugar y a la mente me vienen aquellos versos de Gustavo Adolfo Bécquer:

Despertaba el día,

y a su albor primero,

con sus mil ruidos

despertaba el pueblo.

Ante aquel contraste

de vida y misterio,

de luz y tinieblas,

yo pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos.! ”

 

Seguidamente se descubrió un panel en el que constan los nombres, edad, categoría y fotos de los fallecidos para el recuerdo de generaciones venideras. Aparecieron algunas lágrimas al ver el rosto de algún familiar directo y compañeros de trabajo en unos momentos de tensión contenida.

Tras el riguroso y emocionado minuto de silencio, fueron depositándose a los pies del recién descubierto recuerdo, sencillos ramilletes de flores. Allí depositaron su homenaje floral, familiares de los fallecidos, las amas de casa, un emocionado Aquilino Fraile que  a sus 88  años fue trabajador en este grupo minero, la Asociación Cultural Santa Bárbara cuya labor de recuperación en el Valle es digna de toda mención y felicitación, los históricos Deportivo Turón y Mejoras del Valle, los jóvenes de la Plataforma, el Coro Minero, los vecinos de Urbiés  la empresa minera Hunosa, las centrales sindicales. Aún quedaron rosas para aquellas personas asistentes que quisieran sumarse de manera espontánea al emotivo acto. Cerró el turno el máximo mandatario municipal que tras depositar un ramo en nombre de la Corporación Municipal tuvo unas palabras de recuerdo para los fallecidos y agradeció la presencia a los asistentes al acto. El Coro Minero con su adaptada letra de Santa Bárbara puso un nudo en la garganta de los asistentes. Volvieron a  aparecer lágrimas de emoción en algunos familiares y amigos en una calurosa mañana en que los turoneses quisieron recordar aquel otro 14 de agosto tan distinto. El recuerdo y unas sencilla flores sirvieron para que “los 11 de santo Tomás” se sintieran, hoy más que nunca, arropados por sus propios convecinos.

Poco a poco la plaza se fue quedando vacía mientras los asistencias tomaron el camino por donde aquel año circulaba el ferrocarril y hoy, con el paso del tiempo, discurre la Senda Verde, camino de La Cuadriella donde se encontraban las oficinas de la empresa minera, hoy como tantas instalaciones esparcidas por el Valle, cerradas a la espera ¿de mejores tiempos?.  Tan solo el sonido del agua que sale de la mina y el insistente canto de algún pájaro rompían el silencia en la despedida.

“Aquí estaba el plano y allí la sala de compresores…”  me explicaba un antiguo trabajador que había conocido a los fallecidos mientras abandonábamos tranquilamente el lugar. Volví la cabeza para contemplar la pequeña plaza ya vacía y recordamos que pocos días antes del accidente de santo Tomás, la mina se había cobrado la vida de  José Antonio, Ceferino, José María y Víctor  en santa Bárbara donde permanecieron sepultados  diez días de angustiosa espera. Derrabe, grisú, accidente, muerte…fueron palabras que los turoneses de toda una época aprendimos y utilizamos con demasiada frecuencia. Seis nuevas viudas y más de veinte huérfanos se sumaron a partir de esa fecha al costoso tributo que este Valle hubo de pagar a cambio de nada.

 

 

© Carlos Vega Zapico - Turón, 14 de agosto de 2017