Herramientas Personales

Cambiar a contenido. | Saltar a navegación

Navegación

Navegación
Menu de navigation
Usted está aquí: Inicio / Historia / Homenajes / Un alcalde de Turón en Mieres
Acciones de Documento

Tiempos complicados para un alcalde.

Merecido homenaje, el dedicado por Manuel Jesús López “Lito” a uno de nuestros alcaldes turoneses. Entre el puñado de mandatarios mierenses que ha dado nuestro valle, Manuel Fernández Suárez, Manolín d’Eduviges, ha llevado las riendas del Ayuntamiento durante veintidós escasos meses, marcados por dos huelgas generales, y una doble crisis nacional y europea.

Un alcalde de Turón en Mieres

Un repaso a la trayectoria de Manuel Fernández Suárez, “Manolín d´Eduviges”

 

En 1883 el matrimonio formado por Francisco y Eduviges, humildes labradores de Villabazal, tuvieron un hijo que es el paradigma del hombre que se va forjando a sí mismo día a día.

Manuel Fernández Suárez, “Manolín d’Eduviges”, realiza sus estudios primarios en años difíciles, que coinciden con la Regencia de doña María Cristina: precariedad de medios económicos en la mayoría de las familias que obligaba a los jóvenes a entrar en el mundo del trabajo a muy temprana edad. Así es que al poco tiempo ya se encontraba en el pudelaje (eliminación de las impurezas de carbono y azufre para mejorar las propiedades mecánicas del hierro fundido) de Fábrica de Mieres donde cumplía una sesión diaria agotadora de doce horas a cambio de un jornal de 3,25 pesetas. Además la tarea era penosa pues por medio de unas largas palas había que verter chatarra (óxido de hierro) en la boca del horno, soportando altas temperaturas. Y luego, los domingos a trabajar gratis en la limpieza de la cuba de fundición que consistía en la retirada de las escorias.

Por aquellos años se adhiere a la recién fundada Agrupación Socialista de Turón y comienza a leer con voracidad todo lo que llega a sus manos: libros de Historia, folletos de orientación marxista, etc... y su interés por los problemas sociales va en aumento.

Pasa luego a la mina “La Llama” de la empresa “Ortiz–Hermanos” pero en poco más de un suspiro le pusieron en la calle por haber reclamado para sus compañeros un lugar donde comer a techo antes de iniciar la tarea vespertina.

“Manolín d’Eduviges”como era conocido, forma parte de un grupo cuyo afán es organizar a la clase trabajadora del Valle. Después de un intento fallido en 1911 consigue acta de concejal por el Ayuntamiento de Mieres dos años más tarde y cuando estalla la Guerra Europea ya ejerce como teniente de Alcalde. Es, a partir de este momento, cuando empieza a tener fuertes discrepancias con algunos de sus correligionarios lo que le empuja a abandonarlos ingresando en el partido Reformista de Melquiades Alvarez. Con esta filiación es elegido máximo mandatario local el 1 de enero de 1916.

Su compromiso con el municipio lo va a asumir con la máxima responsabilidad y su primera iniciativa fue recorrer, a lomos de su famoso caballo “Lucero”, todos los pueblos del concejo para conocer in situ los problemas más acuciantes de boca del propio vecindario. Ciñéndonos a sus actuaciones en el valle de Turón, por consideraciones de espacio, podemos apuntar que ya desde los primeros días aprobó una subvención de 200 pesetas para que se impartieran clases nocturnas en la escuela de L’Agüeria de Urbiés y, más tarde, transformó en municipales las escuelas de Villandio y El Riquixu corriendo el Ayuntamiento con todos los gastos. También restauró las fuentes de numerosos pueblos e inició en el mismo año las gestiones para establecer una oficina de Correos y Telégrafos en La Veguina y cuando todo estaba preparado para la apertura el 1 de enero de 1917 no pudo llevarse a cabo por no disponer de un local a causa de la falta de entendimiento con algunos propietarios. Como también le ocurrió en el intento de abrir una escuela en Peñule. Al ultimar con un vecino la permuta de una parcela dentro de su despacho, aquel le espetó:

–Ayer non me dixo pa que quería el terreno…

–Es para una escuela. ¿No le gusta la idea a usted que tiene tantos nietos?

Al oír la palabra “escuela” aquel hombre se alarmó. Toda la “reciella” del contorno junto a sus “lares” donde tenía varios árboles frutales. “Y con lo traviesos que son algunos rapazos”- pensó. Pues no hubo forma de  convencerle a pesar de las acertadas palabras del Alcalde que le hablaba de cultura, de alfabetismo y de progreso, en general, para las jóvenes generaciones y para las futuras. “Non quiero guajes xunto a mió casa”, concluyó.

En el mes de julio intentó otro tanto en Misiego. Para ello solicitó la ayuda de la empresa Ortiz-Hermanos pero sus dueños recordaban su pasado como trabajador rebelde en “Mina Clavelina” y le respondieron que aquella sociedad no daría ni un céntimo para la escuela ya que “nada les importaba que los mineros no supieran leer ni escribir… Con tal que trabajen bien…”.

El Alcalde lo consideró algo así como una ofensa personal y como impulsado por una catapulta planteó una estrategia inesperada.

Simulando el hundimiento de una alcantarilla en la carretera de Turón, paralizó la circulación de los treinta carros empleados en el transporte del carbón de aquella mina mientras los vagones del Norte esperaban para el cargue en la estación de Santullano. Enterados del suceso los patronos telefonearon al Consistorio mierense desde su domicilio de Sama de Langreo prometiendo que correrían con los gastos de la nueva escuela con tal que el Ayuntamiento se apresurase a dejar expedita la calzada con el objetivo de normalizar la salida del mineral.

Pronto se echó encima la época de la canícula y explotó una huelga revolucionaria en todo el país. El Alcalde fue acusado de haber desviado 1.000 pesetas de las arcas municipales para la compra de armas destinadas a los mineros que se habían sublevado contra el Gobierno y, a consecuencia de ello, es obligado a dimitir de su cargo a primeros de octubre. Sin estar suficientemente probados aquellos hechos su estrella se eclipsa a partir de entonces y sufre un destierro que le lleva en un principio a Arlanzón (Burgos) y después a Navarra.

Regresa al Valle en 1931 y en el otoño solicita el reingreso en la Agrupación Socialista, ocupando algo más tarde la jefatura de la Plaza de la Madera de La Cuadriella dentro de Hulleras de Turón. Con el apoyo de su director, don Rafael del Riego, puede cumplir un sueño que era construir su residencia en las cercanías de Villabazal para su familia (ver obra del autor “Turón. El fin de una época” en la página 320). La bautizó, con muy buen criterio, Villasoñada.

En 1937, una vez perdida la guerra, fue encarcelado y condenado a muerte. Después se le conmutaría por la de cadena perpetua siendo liberado en 1943 cuando pudo regresar a casa, pero no fue admitido en “La Compañía”. Gracias a la intercesión del médico de la localidad, Ramón Losa, ingresó en la mina “Escribana”, donde trabajó varios años hasta que en 1953 se jubiló ¡a los setenta años. Y como en Turón el ambiente le era totalmente hostil se marchó con su familia a vivir a La Rioja.

Fue pregonero de las fiestas del Cristo en 1961 y en las últimas visitas que realizó al Valle comprobó que los vecinos del Riquixu habían perdido un manantial a causa de las labores mineras y las mujeres tenían que desplazarse dos kilómetros tanto para lavar la ropa como para llevar el agua a sus casas. No dudó en entrevistarse con el Alcalde pero, a pesar de las buenas palabras recibidas –no sólo su tiempo ya había pasado sino que tampoco era época de reivindicaciones–todo seguiría igual. En relación con estas iniciativas siempre aparecía alguien que le aconsejaba con la mejor buena fe del mundo: “Compañero, cada uno que se las apañe como pueda que usted ya hizo bastante…”. Pero, rápidamente, como un aldabonazo, surgía su turonismo militante: “No amigo, no. A decir verdad, no me conoces lo suficiente. Mientras mi corazón palpite y envíe sangre a mis venas defenderé, siendo justas, las causas de este valle”.

Lástima de la guerra que diezmó a toda una generación, que eliminó o situó fuera de juego a hombres como “Manuel d’Eduviges”, enamorado de su tierra, que habrían mejorado el nivel de progreso que Turón disfrutaba en los años treinta. Por contra, todos los que tuvieron responsabilidades de poder (absolutamente todos) desde aquel cataclismo hasta el día de la fecha, abocaron a este valle al más humillante de los destinos que es el olvido.

Manuel Fernández Suárez, el hijo de “Quico” y “Eduviges”, el Alcalde de Mieres que nació en Villabazal, fallecería en Gijón el 7 de marzo de 1969 a los 86 años de edad.                                                                                                           

                                                     

                                                                                              © MANUEL JESÚS LÓPEZ, «LITO», agosto 2014