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Vitos, un nadador para nuestra Historia

La estrechez del valle y del propio río no pudieron con él y las remolinadas aguas del Pozu de La Lloca fueron suficientes para arrastrarlo triunfante hasta la cresta de nuestra natación. Turonés, nadador, héroe y ejemplo elevado, desde hace años, al rango de mito de nuestra historia local, José Vitos con sus 86 años, un record que cumple 60 y una trayectoria humana y deportiva reconocida unánimemente sigue siendo un gran referente del turonismo. La angostura del pueblo nunca atascará el talento.

 

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Vitos : Sesenta años de un récord

La travesía a nado de José Vitos en el Canal de la Mancha en 1958

El 28 de agosto de 2008 se colocó una placa en la fachada de la piscina municipal "Manuel Llaneza" recordando que se cumplían los cincuenta años de una hazaña deportiva que llevó el nombre de José Vitos Natal por todo el mundo. La pequeña ceremonia de homenaje se completó con un coloquio al que asistieron numerosos vecinos que arroparon a Vitos igual que ya habían hecho en 1958 sus padres y muchos de ellos mismos, cuando el campeón regresó a casa convertido en un héroe.

El tiempo pasa deprisa y ya ha transcurrido otra década en la que hemos perdido a algunos de quienes celebraron aquel aniversario, entre ellos el director general de Deportes Misael Fernández Porrón, otro mierense querido, que aquel día encabezó los actos junto al entonces alcalde Luis María García.

Siendo rigurosos, tenemos que aclarar que el récord de Vitos se cumplió en realidad un día antes de la fecha que siempre se ha dado por buena, ya que nuestro nadador paró el cronómetro en la playa inglesa de Folkestone cuando pasaban once minutos de las once de la noche del día 27 de agosto. Sin embargo, por las dificultades de comunicación de la época, el periodista Ricardo Vázquez Prada no se enteró hasta la una de la mañana del día 28 y este fue el dato que comunicó a los españoles.

La aventura de Vitos merece ser recordada una vez más porque su relevancia trascendió el hecho deportivo para convertirse en patrimonio de todos los que vivieron el momento en que uno de los suyos, un hombre sencillo y alejado de la política del momento, fue capaz de alcanzar un triunfo internacional solamente con su propio esfuerzo.

Representaba el sueño de una generación de mierenses: un rapaz de Turón, que había aprendido a nadar en un recodo de un pequeño río, negro por el carbón del pozu Santa Bárbara, que estaba cien metros más arriba, acababa de batir una marca mundial.

Todo comenzó cuando Francisco Alperi, médico y delegado de Educación y Descanso de Mieres lo descubrió una tarde nadando en la piscina municipal y se dio cuenta de su potencial. Él fue quien se preocupó de que un buen entrenador mejorase su técnica y también el que le recomendó más tarde que comenzase a hacer travesías en el mar. Lo demás vino rodado, las victorias en las competiciones del Cantábrico le abrieron el camino para cruzar con éxito en 1957 el estrecho de Gibraltar.

Luego, el ministro José Solís, que entonces era uno de los personajes más influyentes del Régimen, lo llamó para felicitarlo, y Vitos aprovechó para pedirle dos cosas: que Mieres fuese escenario para la celebración de unos Campeonatos Nacionales de natación, y que le permitiese cruzar el Canal de La Mancha. El político accedió a los dos deseos y la aventura se puso en marcha para que tres deportistas españoles lo intentasen a la vez, aunque respetando las peculiaridades de cada uno.

Se trataba de Luis Asensi Galiana "Tragamillas", el alicantino que iba a cerrar su palmarés proclamándose campeón de España nada menos que en 28 ocasiones entre las modalidades de 1500 libres y 400 mariposa; junto a él Monserrat Tresserras Dou, una mujer especializada en las travesías, que se acababa de convertir también en 1957 en la primera española en cruzar a nado el estrecho de Gibraltar, y por último el propio Vitos.

Tres valientes de una época en la que estas pruebas se hacían sin neoprenos, con el cuerpo untado con una mezcla de lanolina y vaselina que podía pesar kilo y medio y sin más protección que un traje de baño, gorro y gafas de peor calidad que las que hoy se coloca cualquier bañista antes de lanzarse a una piscina de verano.

Salvador Ferradas fue su preparador, y bajo sus órdenes entrenaron los tres la primera semana de agosto de aquel 1958 en Madrid haciendo nocturnos que duraban desde las diez de la noche hasta las cuatro de la mañana, hasta que el día 8 marcharon hacia París y después a Calais para coger el barco con destino a Dover donde siguieron practicando sobre el mismo agua que luego iban a intentar cruzar.

Allí, Vitos no tardó en darse cuenta de una circunstancia que para él era la más importante. Los tres eran excelentes nadadores y fondistas y la distancia no debería suponer ningún obstáculo, pero el verdadero problema estaba en la temperatura del mar.

El mierense observó como el frío no parecía afectar a Montserrat, pero sin embargo Asensi, acostumbrado a las aguas del Mediterráneo, no iba a poder aguantar mucho tiempo en unas aguas que no alcanzaban los quince grados y aún podían bajar más con el tránsito de los grandes barcos que a su paso removían las aguas profundas que estaban gélidas. Él también dudaba de sí mismo, porque aunque conocía bien las características del Atlántico, no sabía cómo podía reaccionar su cuerpo después de pasar tantas horas sumergido.

Y por fin, después de acostumbrarse al litoral inglés, teniendo como cuartel general el hotel Majestic de Folkestone, llegó el momento señalado por la Channel Swimming Association, encargada de controlar el evento.

El día 26 de agosto el equipo español se desplazó hasta el departamento del paso de Calais en el norte de Francia para pasar la noche previa a la prueba. Lógicamente los nervios mandaron sobre el sueño, pero a las 6,45 de la mañana los deportistas ya estaban en una playa cercana al cabo Gris Nez cumpliendo el imprescindible ritual de embadurnar su cuerpo con la grasa protectora.

Poco después llegaron los observadores ingleses y, tal como estaba previsto, a las ocho en punto los tres se lanzaron al agua, cada uno en busca del barco de control que les habían asignado y que debía encargarse de marcar su rumbo. Una misión fundamental, ya que los 33 kilómetros que separan la costa en línea recta se convierten en 50 para los nadadores que están obligados a hacer una gran parábola para coger las corrientes a favor, y perder ese trayecto supone fracasar en el desafío.

Pronto se cumplieron las previsiones de Vitos: Asensi, que era el más rápido de los tres y los había llegado a doblar en los entrenamientos, tuvo que abandonar por congelación a los noventa minutos de la salida. Y él mismo también comenzó a perder la sensibilidad en los brazos, aunque logró superarlo y seguir adelante mientras veía como el barco que guiaba a Monserrat, dirigido por el capitán Hutchinson, el mejor y más caro de todo el canal, junto al piloto Talbot, tomaba una deriva diferente a la suya.

Luego sabría que ellos estaban acertados porque la catalana, que nadaba a crol, llegó a sin problemas a la playa de Santa Margarita, en Dover, después de catorce horas y catorce minutos, mientras que la fuerza del agua impidió que él hiciese lo mismo y tuviese que nadar nueve kilómetros más de lo previsto para pisar tierra en una cala cercana a Folkestone cuando se cumplían quince horas y once minutos desde la salida.

Ambos habían cumplido con creces su objetivo. El tiempo de Monserrat era el séptimo más rápido en la historia del Canal y el de Vitos el noveno, pero batía el récord de braza rebajándolo nada menos que en seis horas. Una marca tan excepcional, que no pudo ser superada hasta el año 2002.

José Vitos Natal mostró aquel día la mejor cara del deporte, alejada de los intereses y el negocio que hoy lo rodean. Apurando las últimas fuerzas llegó casi de rodillas hasta el cronómetro de la playa que debía parar con su propia mano; el aire del estrecho y la presión de las gafas le habían dejado el contorno de los ojos en carne viva; había perdido casi nueve kilos desde el momento de la salida y tardó semanas en caminar con normalidad. Pero todo mereció la pena.

Después de haber sido recibido en España por las principales autoridades -Franco incluido, como no podía ser de otra manera en aquella época- su entrada en Asturias y su llegada a Mieres el día 2 de septiembre y a Turón el 3 fueron una explosión de alegría que unió a todos los vecinos. José María Pellanes recordaba que para la ocasión tuvieron que confeccionarse con urgencia siete mil banderitas que se repartieron entre los niños de las dos localidades.

Luis Asensi ya ha fallecido; Monserrat Tresserras volvió al Canal de la Mancha en 1961 para cruzarlo en el sentido contrario y se convirtió así en la primera mujer en nadarlo en ambas direcciones; José Vitos tiene ahora 86 años llevados con holgura, aunque el frío de aquella jornada se quedó para siempre en su piel y le obliga a ir siempre un poco abrigado. Los mierenses estamos orgullosos de que sea uno de los nuestros.

 

© Ernesto Burgos , para www.elvalledeturon.net , febrero 2019