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La escuela de Doña Castora en Repedroso

Cuando la protagonista de la memoria gráfica es su propia madre, los lugares, los acontecimientos y las personas son más que un mero aporte a las remembranzas de la historia de nuestro valle. Porque los recuerdos de Amor González, además de ser los de esa generación formada por Doña Castora, son retazos necesarios que vienen a llenar huecos de mi propia historia.
 

Mi tía Castora, maestra de Repedroso


Repedroso siempre quedará en mi mente por dos cosas, el encontrarse al lado de donde nací Pervaca, y por haber ido, aunque no mucho, a su escuela, a la de abajo que pertenecía a la Empresa. Es un mundo que aún recuerdo con bastantes detalles. La maestra, que además era tía mía, se llamaba Doña Castora y era dura y exigente. Pero ese rigor y dureza era algo habitual en la educación de aquellos años, había mucha manoFoto grupo - Campo la Barraca.jpg dura, vara o regla.

De aquella, en el momento de la foto, iba a Repedroso con mis primas Modesta y Nardina. Primero había ido mi hermana Narda, que ya había terminado, después me tocó a mí que era la última. Íbamos solas porque la distancia, la verdad, es que no era muy grande. No ocurría lo mismo con algunas que venían de bastante lejos como Leonor, de Cotarente. Cuando pienso como estaban los caminos y lo lejos que quedaba. Allá arriba entre Ablaneo y Fresneo. Tenía que bajar hasta Enverniego, tomar “Canga abajo” hasta La Rebaldana y después subir hasta Repedroso. Ella sí que lo tenía complicado. Me acuerdo que traía “castañes asaes” que compartía con nosotros y sus bocadillos bien envueltos para comer al mediodía. Nosotras como nos pillaba cerca volvíamos a comer a casa.

Lo pasábamos bien, no nos pegábamos. Había bastante armonía. No me acuerdo que tuviésemos contacto con la escuela de arriba que era del ayuntamiento, aunque conocer, nos conocíamos todos…En la escuela de arriba daba clase Doña Elena creo que era hija de Cesáreo el de la báscula. También había escuelas en Armiello y dos en Carcarosa, chicos y chicas, también en Pandel con Carmina como maestra, sin mencionar las que había en el resto del valle….cantidad.

Las compañeras


La foto muestra la realidad de la clase. Éramos sesenta niñas con algún niño que aceptaba la maestra: Chencho el Foto grupo - Campo la Barraca-Primeros nombres.jpghermano pequeño de Esperanza, Berto el hijo de Amor la de Preximir…. Pero también tengo otros nombres claros en la memoria: Capitulina de la Vera’l Camín y su amiga Colasa que vivía en las casas de la Tejera en San Andrés. Hoy Capitulina y yo somos vecinas de edificio en Oviedo. ¡Las vueltas de la vida! También tengo presentes a Marina del Carpinteru de San Andrés, Belina de Preximir, la de Rulfo de Ablaneo, Pili la de Arias, Rosario de Repedroso madre de Daniel de Villapendi…

Me acuerdo de una nevada, andaban Capitulina y Colasa hasta Espinos montada una encima de otra, cambiando por turnos para no cansar. Iban a calentarse donde trabajaba el padre de Capitulina que era carpintero en la carpintería de la plaza de la madera en Espinos.

Era un gran desafío para una maestra lidiar con tantos niños, aunque en aquellos tiempos había más disciplina y respeto, creo yo. No obstante Castora siempre encargaba a dos o tres que la ayudasen mientras ella se ocupaba de otra parte. Capitulina era una de ellas, un poco como su mano derecha. Seguramente pasa lo que pasa en las familias numerosas, que los mayores echan una mano. Aunque en la clase también se vigilaba para que hubiera silencio, de lo contrario, si se enteraba la maestra, había los castigos habituales…. “vas a escribir cuarenta veces estas palabras o estas líneas enteras”…


Enamorada del mapa y de la poesía
 

A mí me gustaba el mapa, con los ríos, la doctrina también me entraba bien, en cuanto a lo demás no mucho…Mapa y fábula.jpg escribía, dibujaba. El mapa era lo mío, una pasión. Teníamos que ir delante de la clase y decir los ríos, donde nacían, por donde pasaban y donde desembocaban. Aquel tradicional ejercicio de memorización que bien recuerdo: “El río Miño nace en Fuente Miña, provincia de Lugo, pasa por Lugo, Orense y Pontevedra y desemboca en el océano Atlántico por La Guardia”. Los sabía todos muy bien. Sí, lo mío eran los ríos y la poesía. No sé por qué pero la fábula de la Ardilla y el Caballo, de Iriarte, aún la llevo intacta después de casi 70 años:
La ardilla y el caballo
 

Mirando estaba una ardiIla
a un generoso alazán,
que dócil a espuela y a rienda,
se adiestraba en galopar.

Viéndole hacer movimientos
tan veloces y a compas,
de aquesta suerte Ie dijo
con muy poca cortedad:

-Señor mío, de ese brío,
ligereza y destreza
no me espanto, que otro tanto
suelo hacer, y algo más.
Yo soy viva, soy activa,
me meneo, me paseo.
Yo trabajo, subo y bajo,
no me estoy quieta jamás.

EI paso detiene entonces el buen potro,
y muy formal, en los términos siguientes
respuesta a la ardilla da:

Pizarra y silabario.jpg-Tantas idas y venidas,
tantas vueltas y revueltas,
quiero, amiga, que me digas:
¿son de alguna utilidad?

Yo me afano; mas no en vano.
Se mi oficio, y en servicio
de mi dueño, tengo empeño
de lucir mi habilidad.
 

Los pupitres y el pizarrín


La clase tenía pupitres de dos. Unos eran de los que se abrían pero no todos eran iguales. En la pizarra grande que había delante escribíamos números, palabras, con tiza blanca y cada una de nosotras teníamos unas pizarras pequeñas, con un pizarrín que Castora repartía después de romper uno grande en varios trozos. Los había también de manteca que no rayaban, pero eran más raros. Pero también teníamos lapiceros de colores para dibujar y los cuadernos que iban por números, el 1, el 2, etc. también lecciones del libro y el silabario.

No nos faltaba material. La Empresa, Hulleras del Turón que llevaba nuestra escuela, daba pizarras, libros, cuadernos, lapiceros y compases cada poco. La Empresa era generosa según decían mis padres. ¡Era justicia! Las encargadas de ir a buscar el material al almacén de las Oficinas en La Cuadriella eran Castora con algunas alumnas escogidas como Capitulina o Colasa.

Ahora ya no me acuerdo como llevaba mis cosas a la escuela, ¿debajo del brazo?, ¿en una “fardelina” o algo así?…queda tan lejos todo esto. Más bien creo que lo llevaba debajo del brazo... No llevábamos mandilón, cada una ponía lo que tenía.

La fiesta de cumpleaños


El cumpleaños de la maestra era todo un acontecimiento, esperado por toda la clase. Eran momentos muy agradablesCasa de Castora.jpgy de mucha preparación, por lo menos es lo que me parecía. Escotábamos lo que podíamos para comprar un regalo, aunque lo más importante era la preparación.

Poníamos las mesas, una encima de otra para dejar espacio a unos caminos muy guapos que hacíamos con “mofo” que habíamos cogido por ahí. Decorábamos y teníamos preparada una corona de flores que poníamos al cuello de Castora al entrar en la clase. Ella, ese día, parecía como más despreocupada y relajada. Traía de todo de su casa para la celebración: galletas, gaseosa y vino dulce tipo Sansón. Era nuestra gran fiesta anual.

Castora no vivía muy lejos, en La Rebaldana. Bajaba a comer a casa y Joselín, su marido, la ayudaba a subir por la cuesta y el “prau” bastante inclinado que había entre la carretera y el camino de Repedroso. Tenían dos hijos, de los que no tengo noticias desde hace muchísimos años, José Luis, que hoy tendrá poco más de ochenta años y Gema.

De los Homeros …


El recreo era un momento de distracción durante el día. En el patio, que tampoco era tan grande, jugábamos a saltar a la comba, a poner “rayes”, al “cascajo”, …Íbamos al campo La Barraca que estaba al lado de la escuela, allí fue donde se tomó esta foto de grupo. También subíamos hasta la fuente Los Homeros que estaba un poco más arriba pero Castora no podía caminar mucho, estaba, como decíamos, “delicada del corazón”. Esa era nuestra excursión habitual por encima de Repedroso. Llevábamos merienda y lo pasábamos bastante bien. Todo era muy sencillo. Una vez en una de esas pequeñas excursiones, me senté encima del muro para comer lo que llevaba y se me cayó al suelo donde había un lagarto. De asco no lo recogí y quedé sin merienda porque los demás llevaban lo justo y no había para repartir.

Gijón y el Musel.jpg… al Musel


La excursión de verdad fue el descubrimiento del mar y de Gijón. Juntamos dinero, cogimos el autobús hasta la estación de Mieres y de allí en tren hasta Gijón. Esta iniciativa de la maestra fue un gran momento para casi todas porque apenas habíamos salido del pueblo, o por lo menos no más allá de Mieres, con alguna excepción de las que habían ido a Oviedo, pocas. Yo a Mieres sí bajaba algunos domingos con mi padre, al “mercao del ganao”. Como él llevaba lo de las mulas de la Empresa eso era algo que le gustaba. Después íbamos a comer a casa Villa.

Dentro de los medios y de las posibilidades que tenía, Doña Castora intentaba hacer cosas fuera de lo ordinario. Así fue lo de conocer Gijón y el Musel. Me acuerdo que anduvimos mucho, por el “muru”, mirando con sorpresa los barcos y la animación que había en el puerto. Frente al mar yo “halucinaba con les oles”. Todo era tan nuevo, tan grande que no lograba abarcarlo con los ojos. No éramos tantas en participar, no estaba toda la clase. Llevábamos merienda, como siempre que salíamos de casa, y allí nos sentamos en el Musel a comer y a disfrutar. Todavía hoy, setenta años más tarde, puedo recordar perfectamente lo que sentí ese día ante el mar. Impresionante, impresionante…


De teatro por el valle


Otro de los momentos importantes fue cuando la maestra decidió montar una obra de teatro. Era la historia de unas hilanderas y un amorío por en medio. No me acuerdo de todo, la historia era me parece bastante antigua. Hablaba de una casa en el monte a la que iban a pedir limosna los protagonistas ….”aquella casa que está en el monte de Ramona, iba a pedir limosna y al ir un enorme perrazo saltó sobre mí…” Me quedó seguramente porque mi madre también se llamaba Ramona.

Yo formaba parte de las hilanderas que estaban sentadas alrededor del fuego, en corro, con las ruecas y cantabaSalón de San Andrés.jpg aquello de …”Fila rueca mía , trabaya sin tasa que con mi trabayu flores a mío casa..laralalala, laralalala…”

Todos teníamos un papel pero Maruja de Florez de San Andrés y Vicente de Traviesa de la entrada del Gabitu tenían los papeles importantes.
Llegaron las representaciones. La primera fue en San Andrés La presentamos en el antiguo salón que tiraron. Como estaban las ventanas estropeadas muchos entraban por ellas sin pagar. No sé si la recaudación era para la iglesia o para otra cosa pero poco beneficio se sacó a pesar de estar lleno. No recuerdo si fue mi madre a verme, mis hermanas creo que sí.

En Urbiés, en el salón que había del cine, hubo también mucha gente: vecinos, padres y familia claro. Todo un éxito. Con la decoración, nos ayudaba precisamente Pepe el Cubano que era del pueblo pero que ya vivía en Lago. No es que hubiera mucha decoración pero quedaba todo muy guapo con el fuego en el suelo, hecho con papel de color rojo, las ruecas, los “trajes” de aldeanas…Era algo alegre con mucho texto para Maruja y Vicente y muchas canciones para todo el resto del grupo.

Luego, con José María el cura, fuimos a presentar la obra a Villallana y como no tenían local el espectáculo fue en una pumarada... Esta obra fue uno de los grandes proyectos de Castora que nos hacía ensayar en la cocina de su casa. Trabajamos mucho en ella, en las canciones, en los textos y en los vestidos de aldeanas, las pañoletas y los pañuelos.

Tifus y pelo corto


Lo corté cuando tuve el tifus, con catorce años. Aquí en la foto tenía poco más. Como mi tía Castora, la maestra, era muy católica, hicieron venir al cura que viéndome tan mal quiso confesarme. No acepté y seguramente le di mala Pelo corto y más compañeras.jpgcontestación lo que enfadó bastante a mi tía.

Me acuerdo que volví de la escuela y me tiré en el banco que había allí en la puerta casa. Tenía mucho frío y al verme así mi madre me mandó meterme en la cama. Vino el doctor Lamagrande a visitarme y supimos que lo que tenía era el tifus. Y aunque Don Sabino Acebal el médico de La Cuadriella quería mandarme al hospital, seguimos el consejo de Lamagrande y así pasé mi enfermedad en casa , entre fiebre, molestias, granos, inyecciones, el pelo cortado y tres meses en la cama.

Como era la pequeña de la familia y que mi padre se preocupaba mucho por mí, me preguntó, como queriendo consolarme un poco por el mal rato que estaba pasando, qué se me “antojaba. Yo tenía muchas ganas de unos zapatos. Dicho y hecho, al otro día volvió con unos preciosos zapatos de color marrón, cerrados, comprados en San Luis en Mieres, tienda muy famosa de aquella. Pero durante la enfermedad crecí un poco y crecieron los piés. No llegué ni a estrenar los zapatos que fueron cambiados por otros que pasaron a ser mis primeros zapatos…con catorce años.
 

A por leche al Prau turnu…


Villandio-San Justo.jpgEn la escuela estuve poco tiempo porque trabajaba mucho: ayudaba en casa, labraba la tierra, incluso utilizaba el arado, llevaba “les vaques”... Algunas veces, en San Justo, segaba la hierba con mi padre, él a un lado, yo al otro. Trabajar trabajamos de alma, toda la vida, toda la vida, toda la vida….

Una de mis tareas era ir por leche al Prau Turnu que queda en el monte arriba por encima de Villandio. Empecé a ir a “catar” antes de los catorce años. A veces me acompañaba mi primo Julio, que murió en la mina, otras su hermana Modesta. Siempre llevaba a alguien conmigo. Tenía miedo porque la cuadra quedaba como muy aislada y podía entrar cualquiera sin darte cuenta. Pero éramos todos pequeños o sea que como protección nada. También solía ir a “catar”, de vez en cuando, mi hermana Narda.

De Villandio subían otros pero cada uno iba a su corral y a mí me tocaba subir más arriba. También iban mis otros primos, los de mi tía María, Armando o Enrique. Este último por cierto bebía parte de la leche que “cataba” y lo suplía echando un poco de agua en la fuente les “Auves”. La cuadra del Prau Turnu, como pasaba con otras cuadras, estaba compartida, en este caso, la familia de tía María y la nuestra y cada uno se ocupaba de su ganado. En la cuadra de Pervaca, por ejemplo, había una separación de madera y dos entradas.

Pero a pesar de los miedos y de las dificultades, el resultado de la expedición lechera era escaso, a veces bajabas con dos o tres litros de leche nada más. Aquella leche la destinaban sobre todo a mis primeros sobrinos Tonín, Lolo, Luís… Para andar por esos caminos llevaba madreñes de clavos. Aquello era una tortura, tenía los tobillos hechos sangre porque yo andaba muy mal de madreñes. Al Prau Turnu marchábamos a las siete de la mañana y volvíamos otra vez por la tarde hacia las seis antes de que bajase la niebla

Teníamos una vaca que llamábamos La Golondrina, de la que se acuerda mucho Pichi. Era un poco agresiva y para poder ordeñarla teníamos que inmovilizar las patas, lo que costaba trabajo. A veces te ocurrían esas catástrofes que siempre quieres evitar, las caídas. Una vez me cayó la leche y volví con la lechera vacía después de tanto camino, miedos, etc… Mis padres no me dijeron nada. La verdad es que eran muy comprensivos. Ellos sabían que no era fácil para los niños que éramos.

Pelo corto y más compañeras 3.jpg.. y a San Justo


Iba a la escuela cuando podía pues. Y como teníamos las vacas, según la temporada, entre el Prau Turnu y San Justo, también me tocaba ir a “catar” a San Justo. Íbamos andando claro, de aquella no había otra posibilidad. Pasábamos por Pandel o por Armiello. Las nevadas, como éramos pequeños, a veces nos cubrían hasta la cintura. Y teníamos la cuadra por encima del pueblo, en Cullu l’Anuyu, por donde pasaba la trinchera y donde estaba el plano.

Me acuerdo de una nevada, yo iba de chanclos, y llegamos tiritando a casa de mi tía Felicidad que nos asó “castañes”, en la casa vieja del “güelu” Diego donde vivía, para combatir el frío que teníamos. Cuando pasabas por Escucha, antes de llegar a San Justo, con tanta nieve, siempre pensabas en la posibilidad de que llegase un lobo… ¿Qué hacer? , nos acordábamos de aquello que cantábamos “Virxen de mío vida, virxen soberana, si el llobu me come salva mi alma…” La verdad es que no sabías lo que podía ocurrir. Cuando teníamos suerte y coincidíamos con ellos, subíamos con los obreros jóvenes de las minas de Fortuna que había arriba. Ya te sentías más tranquila. A veces también subía con mi prima Vicentina que vivía en Figaredo y que iba a ver a sus padres Felicidad y Manolo y también a buscar leche para ella y sus hermanos..

Poca escuela y mucho trabajo


Mi historia escolar fue bastante irregular. Aunque son bastantes y gratos los recuerdos que tengo, tuve que combinar, sin demasiada libertad de elección, esos momentos en que disfrutaba con mis ríos y mis poesías allí en Repedroso con otras sesenta compañeras, de nueve a doce por la mañana y hasta las cuatro por la tarde, con la ayuda que tenía que prestar a la familia. Las más adelantadas, con más suerte que yo, como digo, iban más a la escuela. Me queda lo poco que sé y una gran experiencia de vida.


© Amor González Álvarez, Waterloo (Bélgica), marzo 2013