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La Cuadriella : patrimonio industrial

La Cuadriella siempre sonó como el centro neurálgico de la explotación minera de nuestro valle, un lugar de convergencia: lavadero, central, carpintería, botiquín, economato, residencias para los directivos… Con el cierre de la minería y la vista puesta en nuevas empresas esperanzadoras, que resultaron ser nada, algunas de las piezas claves de este conjunto de patrimonio industrial único fueron desapareciendo paulatinamente ante la indiferencia general. Los mudos vestigios conservados, afortunadamente, pueden ser interpretados hoy gracias al minucioso estudio de María Fernanda Fernández, publicado en su día en la Revista Astura ( Número II/2001). Una consulta, que recomendamos a los estudiosos, donde se detalla bibliografía y cantidad de notas con datos históricos que abren nuevas pistas de investigación.
La Cuadriella
Un conjunto de patrimonio industrial vinculado a la minería


 

5000 hectáreas para el carbón


Dentro del área central asturiana, una de las zonas más significativas por su riqueza natural y su pasado industrial es, sin duda, la de la cuenca del Caudal. En el concejo de Mieres existe un valle, el del río Turón, que comprende tres parroquias históricas: la de Santa María de Urbiés, la de San Martín de Turón y la de Santa María de Figaredo. Tras una trayectoria secular marcada por las actividades agropecuarias, en dicho valle se produce una alteración profunda del modo de vida tradicional con la implantación de la industria extractiva ya en el siglo XIX.
Chávarri_Escritura.jpg
La explotación hullera se inició por compañías arrendatarias extranjeras, a las que pronto sucedió la iniciativa de Inocencio Fernández, en el Coto Paz de Figaredo, y La Compañía (nombre popular de Hulleras del Turón).

EI 20 de abril de 1890 se otorgó la escritura fundacional por la que se constituía la sociedad Hulleras del Turón, tras la obtención de la concesión por el Estado para explotar diversos yacimientos locaIizados en Turón. Fue formado el Consejo de Administración por varios empresarios y técnicos de origen vasco, siendo su presidente Víctor Chávarri Salazar, vicepresidente Pedro Pascual de Gandarias y gerente Eugenio Bertrand. Como vocales figuran otros miembros de la familia Chávarri, pero también el conocido industrial José Tartiere Lenegre y el belga Eugenio Marlier, quien aportaba una serie de explotaciones mineras en este valle. Como director técnico se nombra a Pedro Garcín y el subdirector es Francisco Fontanals.

Dispuso ya entonces de una a superficie de 5000 hectáreas para concesiones denunciadas y demarcadas (que forman, al articularse para su laboreo, los grupos San Víctor, Santo Tomás, San Pedro, San José y San Francisco) que incluían vegas y otras áreas llanas en que se establecían instalaciones auxiliares para la industria minera.




Altos Hornos de Vizcaya entra en Turón


El vínculo con el País Vasco se vio reforzado a partir de 1917, cuando Altos Hornos de Vizcaya (empresa de la que fue uno de los fundadores Benigno Chávarri, que pertenecía asimismo a la directiva de Hulleras del Turón) firmó el acuerdo para la adquisición de la sociedad minera, que aseguraba así el combustible para su pujante industria siderometalúrgica.

La actividad se prolongó durante más de cien años, con altibajos en la producción y en los beneficios, integrándose con anterioridad a 1970 en la empresa estatal Hunosa, junto a otras muchas entidades. Es ahora propiedad de ésta la mayor parte de las instalaciones, fuera de uso y en estado de paulatino deterioro.

Hulleras del Turón inició, así pues, en 1891 las labores preparatorias de diferentes grupos mineros de montaña (en concreto: San Víctor, San Pedro y Santo Tomás), enlazándolos con plazas, vías accesorias y 6 planos inclinados automotores. Y en esa temprana fecha comenzaron los trabajos para unir mediante un ferrocarril de vía estrecha, de 2,5 kilómetros de longitud, “las explotaciones y la instalación de clasificación y lavado de La Cuadriella”. Se levantan las primeras casas para empleados (las conocidas como Casas de los Jardines), un taller de reparaciones, un almacén y unas oficinas, así como algunas viviendas para obreros, sumándose ya en 1894-96 el cuartel de la guardia civil, las viviendas para obreros del Grupo Santo Tomás, el economato y los hornos de cok.

De este modo, al finalizar la década de 1890, esta área llana, próxima a la salida de ese valle en “fondo de saco", se había convertido en una zona singular que reunía espacios de trabajo, equipamientos sociales y unidades residenciales tanto para Conjunto residencial.jpgmandos como para productores, Pero no debemos olvidar que, si algo caracteriza al desarrollo industrial, es el hecho de la "saturnalia”: cómo un "reinado" es sustituido por otro, de ahí que el criterio predominante en las compañías fuese el de hacer primar la vida y la producción sobre el patrimonio y el pasado. La destrucción de lo existente es entonces la fuente de la nueva creación, la sustitución la característica primordial de esos espacios.

 

La Cuadriella: un enclave industrial


La Cuadriella ha mostrado, a lo largo de más de un siglo de vida como enclave industrial, imágenes diversas compuestas por diferentes elementos característicos de la actividad minera. Su rostro actual, sin embargo, sólo puede describirse como el que ofrece un terreno baldío del que se han borrado aceleradamente los vestigios de un rico pasado para dejar una explanada desnuda, aséptica y que servirá para el asentamiento de nuevas empresas.

Es en este momento cuando cabe recordar cuáles fueron los elementos esenciales de este asentamiento y cuáles los vestigios que aún podemos vislumbrar si lo recorremos.

Si un hito define este espacio es el Lavadero central de carbones de Hulleras del Turón. Tras una etapa en que se emplean los llamados "mojaderos" (en funcionamiento en Asturias en la década de 1880), comienza en temprana fecha la instalación de lavaderos mecánicos.

Resulta oportuno recordar que los problemas regionales del desarrollo hullero fueron, entre otros, los derivados de la condición natural de los yacimientos asturianos: la suciedad del carbón, que imponía un intenso lavado con la consiguiente pérdida de producto y elevación de los costes. La blandura del combustible implica la elevada proporción de menudos, de venta más dificultosa y que reportaba menores ganancias; su rentabilización pasaba por una elaboración, a través de la coquización. Estos inconvenientes podían subsanarse mediante un tratamiento industrial adecuado (es decir cabía una respuesta técnica al problema geológico), a diferencia de las limitaciones de las capas de hulla (escasa potencia, inclinación elevada e irregularidad de los estratos) que impidieron el normal desarrollo de la mecanización y absorbieron grandes inversiones. De ahí que lavaderos y baterías de cok fuesen respuestas evolucionadas de Ias empresas mineras para mejorar sus rendimientos comerciales, siendo éste el marco histórico y económico en que debemos situar los comentarios que siguen.

En suma, en la venta del carbón, la preparación mecánica supone una mejora de los rendimientos (apreciación de la mercancía y disminución de gastos de transporte); implica la separación de la materia incombustible (cenizas ) y la clasificación por calibres para la comercialización (a cada tamaño corresponde una pureza , una utilización y un precio determinados).


Lavando el carbón


Las impurezas con que se presentan mezclados los “menudos”, se componen principalmente de esquisto, pirita de hierro, hierro carbonatado, carbonato deLos lavaderos.jpg cal, etc. Estas piedras pueden separarse de la hulla, cuya densidad (menor) ronda el 1,2; mientras que las impurezas poseen una densidad superior a 1,5. Junto a esta característica física, que está en la base de las operaciones de lavado, se impone la necesidad de lavar con un coste bajo, grandes cantidades de material.

Los menudos lavados (cuyo contenido en cenizas no supera el margen de 6 a 15 %) se emplean directamente; su coste de transporte disminuye, aumenta su poder calorífico y desgastan menos les parrillas y hogares (como consecuencia de la eliminación de sulfuros). La preparación mecánica y la clasificación en función del calibre del producto supone la separación de la hulla en: cribado (más de 50 ó 60 mm.), galleta (de 25 a 50, ó de 30 a 60 mm.), granza (15 a 25 ó de 20 a 30), grancilla (de 10 a 15 ó de 12 a 20), menudo (de 0 a 10 ó de 0 a 12 mm.) y finos (de 0 a 1,5 ó de 0 a 2 mm.).

Fue determinante en el desarrollo de los lavaderos la instalación y desenvolvimiento de empresas metalúrgicas, que consumirían finos y menudos de carbón que antes se abandonaban en las escombreras.

Junto al lavadero se instalan, con frecuencia, baterías de hornos para cok, en que se consumen los menudos reduciendo su volatilidad durante la destilación. Además, solían asociarse estos lavaderos a ciertas fábricas, en que los menudos de hulla que no se aprovechaban para la obtención de cok, se utilizaban para la confección de aglomerados, briquetas o ladrillos de carbón. La unidad instalada en La Cuadriella en 1896-97 respondía el sistema Bietrix-Couffinhal, de compresión doble, con horno rotatorio para secar el carbón.


Maquinaria belga para Turón


En esta misma zona se levanta entre 1892 y 1894 un primer lavadero, del tipo belga, con maquinaria y montaje de la casa Evence Coppée de Bruselas. Aquellas instalaciones fueron complementadas en 1921 con un lavadero de flotación.

Tal conjunto se vio parcialmente renovado en los años 1924-26, al ejecutarse nuevos edificios provistos con maquinaria que permitiese aumentar la capacidad de lavado y la producción de la empresa, alcanzando el coste de las obras los 3 millones y medio de pesetas. La inauguración de estas modernas instalaciones tuvo lugar en septiembre de 1926. Al frente de esta notable remoción debemos situar a Rafael del Riego y de Ramón, ingeniero director de la compañía entre 1921 y 1934, y la casa Miguel de Prado de Valladolid, que se hizo cargo de la producción y rnontaje de sus piezas.
Evence Coppée.jpg
La operación de lavado se lleva a cabo en una cadena de edificios que albergan la maquinaria para las diferentes actividades, que responden al sistema conocido como Isodromía y en las cuales se aplica el procedimiento de la flotación por emulsión en aceite para el tratamiento de los finos. Su capacidad en carbón bruto era de 240 toneladas por hora y para los finos brutos alcanzaba Ias 24 toneladas por hora.

Para que el lavadero funcionase, se hizo necesario encauzar el rio Turón a su paso por La Cuadriella. En el muro de mampostería se practicaron unas cavidades, protegidas por placas metálicas perforadas, por las que pasaba el agua. Esta sufría así un somero filtrado que permitía la eliminación en suspensión.

Mediante una tubería era conducida al nivel de las instalaciones. El primer hito del recorrido es, por tanto, la estación de bombeo o casa de bombas, aun hoy en pie y fechada en 1926. Una sencilla construcción (desde el punto de vista estructural y espacial) cobijaba la maquinaria; se completaba con una pasarela que permitía vigilar el estado de los orificios y de las conducciones. Formalmente, el contraste del ladrillo prensado visto y los lienzos enlucidos (que encubren una caja de muros de mampostería) dotaban al edificio de cierta calidad, que refrendan sus vanos en arco de medio punto y la composición de sus fachadas.



Los tanques Dorr


Para la extracción de los finos del carbón, el agua era conducida mediante tuberías a una zona alta, junto al camino que conduce a Repipe. En ella se levantaron en ese mismo año Ios tanques o espesadores Dorr: dos estanques circulares de mampostería de piedra, servidos por canaletas de tabla canteada y un depósito central al que se bombeaba el suministro de aguas sucias desde el lavadero central.

Sobre los estanques se dispusieron sendas pasarelas, de perfiles metálicos roblonados, que soportaban en su zona alta casetas para abrigo de los empleados encargados del control de esta operación. Las casetas, de planta rectangular y una sola altura, sencillas, estaban realizadas con tabla machihembrada y cubiertas con chapa de fibrocemento ondulada. Recuerdan formalmente la visera del castillete del Pozo Espinos (San Andrés, Turón), que cobija el “güinchi” que acciona la jaula y que viene a fecharse en esa misma época.

Las dependencias conocidas con los nombres de flotación y filtros (año 1932) se situaban en varias naves demolidas en 1999. Éstas se emplazaban en unTanques Dorr.jpg terreno con desnivel, de ahí que unas se asentaran en tierra firme y otras se hallasen sustentadas por pies metálicos. Las naves, de planta rectangular y escasa profundidad, estaban adosadas por la medianera; la cubrición de cada cuerpo era independiente, a doble vertiente con el caballete paralelo al lado largo. El aparejo y la técnica eran también de interés: igual que se había empleado la estructura de madera y el cerramiento de panderete en construcciones tradicionales, se empleaba aquí la estructura metálica (perfiles de hierro ensamblados con remaches) y el ladrillo prensado visto; el resultado era una edificación sólida, enriquecida por el contraste cromático.

En el interior, iluminado y ventilado gracias a los numerosos vanos apaisados (con carpintería de madera) practicados en los lienzos murales, hallábamos una sucesión de máquinas y pasarelas metálicas que permitían la vigilancia y eventual reparación por los productores.

Las aguas llegaban mediante la canalización y recibían la creosota, un líquido incoloro, cáustico, que se extrae del alquitrán por destilación. Esta creosota se adhería a las partículas de carbón que hubiera en suspensión. De nuevo unas aspas apartaban el mineral, pasando el agua al área de filtros. Aquí el carbón era succionado, por aire comprimido, adhiriéndose a las paredes de unos cilindros de metal. Unas cuchillas separaban el mineral, permitiendo de nuevo su aprovechamiento.



El secadero


La canalización conducía el agua al secadero, levantado en 1932 y ya desaparecido. Se trataba de una construcción aislada, de una sola planta con diversos altillos, de hormigón armado; cobijaba un cilindro en que el calor desecaba el agua y aislaba aún más partículas de mineral. Los materiales obtenidos se depositaban en varias tolvas. Antes de proceder a la devolución del agua al cauce del río Turón, se pretendía purificarla. Con este fin fue construida la depuradora -afortunadamente aún hoy en pie- diseñada a semejanza de modelos belgas o alemanes.

Tal depuradora se debe a la iniciativa personal de Rafael del Riego, el único que comprendía su funcionamiento, de ahí que a su muerte en 1934 quedase fuera de uso. Aunque su apariencia recuerde a una sencilla tolva, esta obra cumplía otra función que se aprecia con una mirada más atenta.

Ejecutada con hormigón armado, consta de cuatro cuerpos adosados dispuestos en hilera; cada cuerpo adopta una forma prismática y troncopiramidal Depuradora.jpginvertida en su parte inferior. Están rodeados estos depósitos, perimetralmente, por dos pasarelas metálicas resguardadas con barandilla de tubo hueco, que permitirían labores de mantenimiento. En la parte superior una tubería alimenta la instalación, y en la parte inferior se complementa con una balsa de hormigón y un colector. Se contaba asimismo con tres balsas de reposo o decantación (1934): eran tres estanques de hormigón en masa en los que se depositaban las aguas para permitir la evaporación, extrayéndose el carbón, una vez consumido el líquido, mediante palas.

La última referencia la merece el edificio más singular, desde el punto de vista arquitectónico, de este conjunto: el que reunía buena parte de la maquinaria de preparación y clasificación del mineral, al que adosaban las tolvas para cargue de la vía normal, de igual fecha. Construidas con perfiles laminados y chapa galvanizada, almacenaban el mineral y lo cargaban en el ferrocarril que permitía una adecuada comercialización. En julio de 1999 se consumó la demolición de su fábrica.

Se trataba de una monumental construcción de hormigón armado, de planta rectangular y gran altura, cubierta en dos cuerpos independientes a dos aguas (con el caballete paralelo al eje mayor). Interiormente, se subdivide en tres niveles mediante estructuras metálicas enlazadas con pasarelas y escalerillas; la cubierta, de cerchas metálicas, soportaba en origen tejas planas de barro: Cabe reseñar los enormes ventanales, rasgado, que garantizaban una óptima iluminación de este espacio de trabajo. La composición de los distintos frentes es austera, destacando los testeros con su eco moderno del clásico frontis templario. En uno de ellos aparecía inscrita la fecha de 1926, junto con el anagrama de HUNOSA.



El vapor de la Central


Otro de los conjuntos de interés es el integrado por la nave de la primitiva Central Termoeléctrica y su chimenea para humos, situadas junto a la carretera de Figaredo a Turón. “La Central” (como se conoce en el valle) fue erigida en 1915, según se desprende de cierta documentación manejada, aunque probablemente se renovara su fábrica y maquinaria en la década de los 20 para aumentar su potencia.

Aunque hoy sólo veamos parte de las instalaciones, debemos recordar que a su costado occidental se adosaba una batería de hornos, los cuales servían para quemar el carbón, alimentando -con eI vapor que se desprendía- la turbina, cobijada en la nave. Ésta generaba la electricidad que surtía los espacios de trabajo y determinadas viviendas de la empresa.

La nave adopta planta rectangular desarrollada en semisótano y un solo piso, que alcanza unos 6 metros de altura. La composición de sus fachadasCentral y chimenea.jpg (laterales sencillos, testeros más elaborados) destaca (al igual que la casa de bombas) por el juego cromático de los recercos y fajas de ladrillo prensado visto, rojo, con las zonas enlucidas; existen vanos en arco rebajado, lunetos, vanos rasgados tríforos en origen y un óculo en el piñón.

Del interior, prácticamente sin compartimentar, cabe reseñar la articulación mural: una sucesión de pilastras cajeadas adosadas a la caja de muros, sirviendo como apeos para arquerías ciegas. Sobre éstas se asientan los rieles de una grúa, aún presente, que permitiría la instalación y reparación de la maquinaria pesada. La estructura de la cubierta es de cerchas metálicas, que sustentan un tejado a dos aguadas realizado con teja plana de barro sobre tabla. No debemos olvidar el zócalo alicatado, polícrorno (predominan los tonos blanco y azul cobalto), que alcanza más de metro de altura en el interior. Ha sido recientemente rehabilitada por Hunosa, renovando carpintería y pintura, pero sin intervenir en su interior: una operación más de “maquillaje” de nuestro patrimonio.

Frente a la nave, en la parte baja de la ladera (junto a Bárcena) se levanta la chimenea, asentada en un volumen macizo y cuadrangular de ladrillo y ripio. Esta peana aporta la esbelta construcción, de unos 25 metros de altura, con sección circular y diámetro decreciente en altura, que se corona por una arquería ciega (remedo de lesenas normandas) y anillos resaltados. La chimenea estaba enlazada, mediante un canal de humos (soterrado bajo la carretera), con la Central y éste estaba ejecutado con mampostería y ladrillo. Esta construcción se debe a Manuel Martínez, “el bilbaíno”, que vino a Turón en 1926 con el encargo específico de ejecutarla, por su reputación profesional como albañil.

La Carpintería, derribada recientemente, completaba las instalaciones laborales de La Cuadriella. Fue construida en torno a 1928, entre la central y la primitiva fábrica de briquetas, junto a la vía férrea. Aunque últimamente sólo se veía Ia nave exenta, antaño se complementaba con la plaza de la madera y el edificio de la sierra, enlazándose ambos inmuebles mediarte un tendido de raíles que permitían trasladar, en el concurso de mesillas (empujadas por los obreros), las rollas de madera que se iban a aserrar.

Dicha carpintería se asentaba en un zócalo de mampostería de piedra. Material éste que aparecía también en la caja de muros; el ladrillo prensado en los arquillos de descarga sobre los amplios ventanales practicados. La cubierta era a cuatro vertientes, de teja plana, enmascarada por un peto que remata los muros. Si algo caracterizaba esta construcción, era su sobriedad y racionalidad constructiva; el espacio interior carecía de divisiones, excepción hecha de un altillo destinado a almacén, con acceso mediante escalerilla metálica.



El botiquín


El repertorio de equipamientos sociales debidos a la promoción de "la Compañía” también mantiene testigos en esta área, tras la desafortunada demolición del Economato, del Almacén de tejidos y la Panadería. El de mayor interés es, indudablemente, el Botiquín o pabellón del servicio sanitario.
Botiquín.jpg
Sobre una obra preexistente, tal vez aprovechando parte de la primitiva construcción, se levanta el sanatorio que aún hoy acoge usos similares. El arquitecto municipal de Mieres, José Avelino Díaz Fernández-Omaña, plantea en 1924 y ejecuta poco después esta obra, de difícil clasificación estilística y gran interés formal.

Se trata de un bloque paralepipédico, con un sótano parcial para instalaciones secundarias (son acceso independiente) y una sola planta, realzada por un zócalo revestido de aplacado pétreo. Al Sur se acusa, sobresaliendo de la línea de fachada, un cuerpo menor, que permitía una mayor amplitud a la sala de operaciones. La distribución original, alterada con el paso del tiempo por las necesidades del hospitalillo (ampliación en planta, nueva compartimentación), se efectuaba a partir de un vestíbulo al que se abre la puerta. A ambos lados, sendos pasillos recorren la planta; daban acceso al área de mujeres/niños y hombres, netamente diferenciadas, y al área de aislamiento que precedía al quirófano.

Las fachadas se articulan mediante la sucesión de ventanales rasgados, que alternan con pilastras; rematan en molduras y la puerta principal, precedida de escaleras, se ve coronada por un peto de perfil curvo en que figura inscrito. Sobre azulejos "Servicio Sanitario". Constructivamente, hallamos aquí una estructura de hormigón armado con cerramiento y tabiques de ladrillo; la fábrica se presenta cargada y enlucida. Existen elementos decorativos (molduras, por ejemplo, o recercados de vanos) realizados en piedra artificial. La cubierta, a cuatro aguadas de mínima pendiente, era originalmente de teja plana de barro, hoy sustituida por fibrocemento.



Iglesia y Jardines

 

También cabe reseñar la Iglesia de Santa Bárbara, levantada en origen como capilla para uso de los mandos de Hulleras del Turón (no olvidemos que es Ia santa patrona de Ia minería) y hoy convertida en templo parroquial. De vastas dimensiones y voluntad historicista ( basada en un medievalismo entendido de forma vaga, como sucede igualmente en la renovada -1941-1944- de San Martín, en La Felguera, del mismo valle, que remeda el prerrománico astur), ocupó el solar de la antigua fábrica de briquetas. Se debe muy probablemente al diseño de los arquitectos hermanos Somolinos. Podemos situar laSanta Bárbara.jpg construcción en 1942 y la transformación en parroquia en la década de los 60.

Levantada con mampostería de piedra vista, ladrillo y madera, consta de pórtico abierto en arquetas, campanile adosado, una sola nave y exedra; a la cabeceras se adosan dependencia secundarias. En el interior hallamos la habitual tribuna a los pies, una nave abovedada (contrafuertes que recogen los empujes ritman sus muros) y un ábside amplio, con el suelo realzado mediante escaleras y cubierto con bóveda de horno. Unos ventanales en arco de medio punto, practicados en la zona alta de los muros, dan luz al interior.
 

 

El conjunto residencial posee asimismo un enorme interés, aunque a su favor tiene el ser más conocido, estar bien estudiado y no hallarse sujeto al mismo grave riesgo de desaparición. Mencionamos las Casas de la Central, el Chalet de Ingeniero Belga, las Casas de los Jardines, el Chalet de Rafael del Riego, todos ellos en La Cuadriella; recordaremos las Casas del Castell y las Casas de la Rifa, en Bárcena; destacaremos en Repipe (ya dependiente de la parroquia de Figaredo), el Chalet de Montero, las Casas de la Oficina de Santo Tomás, las viviendas baratas pareadas para obreros, los Cuarteles Viejos y los Nuevos. Con toda esta riqueza arquitectónica, no cabe duda del interés histórico, de singularidad artística y el peso industrial de este capítulo destacado del patrimonio industrial asturiano.





© María Fernanda Fernández Gutiérrez


 


Artículo publicado en la revista ASTURA, Número II / 2001, págs, 113-122