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La Riquela

De La Riquela queda hoy un barrio encaramado, tranquilo y cuidado, un mini parque solitario y destartalado y una ciudad del tenis testigo desierto de otro de los escandalosos fracasos de la reconversión turonesa. Algunos aún recordarán el cable aéreo atravesando la carretera por Cabojal tal un frontispicio minero custodiando la entrada al resto del Valle. José Antonio Vega nos relata la historia de una de las minas menos conocidas y que muchos siempre encajaban con el Grupo Figaredo. Esta es la historia de un grupo minero con sus tres pisos, su pozo-plano y su emblemático cable aéreo.

 

HABLANDO DE TURÓN

 

José Antonio Vega

 

Mina La Riquela

 

En el rico valle de Turón, antes de la guerra civil había varias explotaciones de carbón y por ello en la zona participaron diversas empresas o compañías, como se les llamaba. Entre Peñule y Cortina se abrió el Coto Paz por parte de Vicente Fernández, que residía en el pueblo de Figaredo. Un poco más arriba y en el margen izquierdo del Turón la compañía Fábrica Mieres tenía una explotación. En los pueblos de los Valles y El Riquixu se estableció la compañía Ortiz y Sobrinos, con la mina La Llama. Por encima de San Andrés y camino de Urbiés se instaló también otra pequeña empresa llamada Mina Fortuna siendo su propietario Bernardo Aza. Pero la gran empresa que dominaba todo, y a todos, fue la compañía Hulleras del Turón, sucursal en Asturias de Altos Hornos de Vizcaya.

Antes de 1870, y cuando aún faltaban años para la llegada del ferrocarril, sería Vicente Fernández y Blanco (precursor de los Figaredos) quien se embarcó en la edificación de un puente de madera sobre el río Turón por encima del lugar de Peñule. El puente era vital para el arrastre de los carbones del Coto Paz, pero también suscita el interés del propietario de la Fábrica Mieres, el francés Numa Guilhou, quien costea la mitad de la construcción para tener derecho a desplazar con carros el mineral de La Riquela, hacia sus instalaciones de la fábrica de Ablaña.

En Cabojal, la compañía Fábrica Mieres, desde fínales del s. XIX, abrió y explotó su mina llamada La Riquela.  Esta explotación minera constaba de varias concesiones, siendo la primera de ellas bautizada como “Riquela” que fue denunciada y demarcada antes de 1850 por la Compañía Lenense Asturiana, fundada en 1846 y domiciliada en Villallana (concejo de Lena). Ésta mina se trabajó al menos en tres pisos, del 1º al 3º y en su última época por medio de un pozo-plano, que era muy pendiente. Esta mina como todas las del valle viviría su época dorada durante el periodo de la I Guerra Mundial. Finalizada esta contienda la minería de carbón entraría en una profunda crisis, al no poder competir en precios con el carbón Europeo. La minería volvería a tener auge al terminar la Guerra de Civil, como consecuencia del aislamiento internacional de nuestro país y la política de autarquía, practicada hasta comienzos de años 60, del pasado siglo.  

A finales del año 1926, se inician un movimiento para que fuesen los mismos Ayuntamientos quienes percibiesen los 20 céntimos de canon por tonelada de carbón, que en lugar de éstos cobraba la Diputación provincial. En Turón, en sus centros sociales y en las reuniones de cafés y tabernas se habló durante días con gran interés del asunto y se razonaban las justas aspiraciones de los Ayuntamientos hulleros. En esos momentos el valle de Turón tenia apremiantes necesidades, y una amplia carencia de agua potable, de lavaderos públicos para el lavado de la ropa, de escuelas municipales y locales para las mismas, de caminos y puentes, de empleados municipales que atendiesen más de lo que se atendía, la conservación de la carretera a Mieres y asimismo la limpieza de la población obrera, que “vive en su mayoría en lugares rodeados de ciénagas infecciosas por falta de depósitos municipales para las basuras, por falta de medidas sanitarias ”.                                                    

Los 20 céntimos en tonelada de carbón, era una fuerte suma anual, pues entre estas cuatro Empresas que radicaban en el Valle de Turón, como eran Hulleras de Turónm, Mina Riquela de Fábrica Mieres, Minas Ortíz Sobrinos y Cía. y Mina Fortuna de Bernardo Aza, la producción anual era cercana al millón de toneladas. El canon se lo pasaban íntegro a la Diputación provincial, dejando, a los productores de esta riqueza, totalmente aislados de los beneficios que esta suma reportaba en los presupuestos provinciales. En cambio, ocurriría todo lo contrarío si los Ayuntamientos hulleros fueran los encargados de cobrar, administrar y distribuir el producto de este canon en tonelada de carbón. Si era la explotación de las minas la que originaba daños de gran consideración a los poblados que radican en sus proximidades, justo era que este impuesto fuese administrado por los Ayuntamientos.

En septiembre del año 1927, pasó a dirigir el grupo minero “La Riquela”, el experimentado ingeniero Emilio Labad. Su llegada a la mina turonesa coincidió en uno de los tantos momentos convulsos, de la crisis minera de aquellos años, pues el carbón nacional apenas era consumido debido a la fuerte competencia del carbón inglés. A esta falta de venta se unió la quiebra de la empresa Fábrica de Mieres. En La Riquela, Emilio Labad intentó dirigir esta mina como había gobernando la mina Nicolasa, obteniendo resultados diferentes. En un principio, fue bien recibido el cambio por todos los obreros, sabiendo que éste ingeniero poseía la máxima capacidad técnica y que tenía una noción exacta de los diferentes aspectos sociales, que eran la causa de innumerables contratiempos, tanto para los intereses obreros como para la empresa que representaba.

Los comienzos de Labad al mando de estas minas serian duros al tener que comenzar su actuación tomando la decisión de despedir 47 obreros, entré los que se encontraban 22 picadores. Esta medida, ya había sido impuesta en una reunión de la Patronal minera, cuyo número se elevaba a 67, siendo restringida por Labad después de tener en cuenta la opinión de determinados obreros.Una de las primeras demandadas que solucionó este ingeniero de la mina “Riquela”, fue la construcción de tendejones acondicionados para la higiene, pues en este aspecto la empresa seguía como en los inicios de la explotación hullera. Hasta aquellos años y cuando se iniciaba una nueva explotación minera, de lo que menos se ocupaba la empresa era de la construcción de tendejones para atender el aseo personal de sus obreros. Por ello los mineros se veían obligados a cambiarse dentro de la mina y llevar consigo toda la mugre que dejaba la humedad de la mina en el transcurso de una semana entera.

En 1927, el valle de Turón es víctima de las intensas lluvias de diciembre donde se desbordaron numerosos regueros y el propio río Turón. Por esto la empresa Hulleras de Turón dispuso unas cuantas brigadas a trabajar activamente, para abrir provisionalmente trozos de vías cortadas, limpiar los escombros que obstruían la circulación de los trenes carboneros y además levantar quiebras en las minas. Como consecuencia de ese temporal de lluvias también se verían afectados los grupos mineros de “La Ríquela”, “La Llama” y “Fortuna”, teniendo estos que realizar activos trabajos para normalizar el servicio. En ese mismo temporal, el río Caudal arrastró el puente de “La Perra” en la villa de Mieres y el de “La Luisa” en Sueros. Durante ese mes y en todas las minas trabajaron solamente los obreros destinados a reparar las averías ocasionadas por las aguas.

En los comienzos de 1929, la mina “Riquela” realiza una modificación referente al transporte del carbón lavado, trazando un ferrocarril aéreo desde el lavadero del grupo a los cargaderos de los ferrocarriles Vasco y Norte situados a las orillas de sus vías. Con ello se obtendrían notorios beneficios, no solamente reduciendo el elevado coste del transporte pero evitando también el desmenuzamiento de los carbones por la supresión de gran parte de las manipulaciones.                                                                            

Otro problema que tuvo que soportar la empresa en muchas ocasiones era la falta de vagones para dar salida a su carbón, por eso el ingeniero Labad se dirigiría al Gobernador para que mediara con las empresas ferroviarias. Dando como resultado que el inspector de la Compañía del ferrocarril del Norte enviase una carta al Gobernador diciéndole que, atendiendo sus indicaciones, dispuso enviar a Reicastro el mayor número, posible de vagones para cargar el carbón procedente de la mina Riquela, perteneciente a Fábrica de Mieres. A la vez, el inspector de la compañía recomendaba “sería conveniente que Hulleras de Turón hiciera uso del amplio material móvil con arreglo a los pedidos que tengan para no entorpecer las operaciones de cargar en Reicastro”.

Ante la gran crisis hullera, Fábrica de Mieres, en los años 30 del pasado siglo, decide paralizar este grupo y algunos más, como sería Nicolasa. Esta mina seria arrendada por Joaquín Muñiz Alcedo. Este capataz, era conocido por haber sido el presidente del Ateneo de Turón (1927) y militante del Partido Radical Socialista, y un gran propagador de la cultura. Su apostolado, a favor de la cultura obrera fue muy intenso por las Cuencas, donde diserto sobre diferentes temas. Una de estas charlas se titularía “La Influencia de los Ateneos sobre la educación del pueblo” y que sería pronunciada en la localidad de Vega del Ciego, en enero de 1934, con motivo de la inauguración de su Ateneo. En esta conferencia el orador puso de relieve la importancia de la cultura para la sociedad, exponiendo claramente lo importante del cultivo de los cerebros, que es la forma más propia para dar paso al progreso y a la razón.

En octubre de 1934, la Revolución se extendió por el valle arriba, hacia Turón, donde estaban los grandes centros mineros de las empresas: Hulleras de Turón, Minas de Figaredo, Ortiz Sobrinos, Fortuna y Mina Riquela, donde los trabajadores en su gran mayoría estaban afiliados al Sindicato Minero socialista (SOMA), que contaba con casi cuatro mil afiliados en la zona, seguidos muy de lejos, por el resto de organizaciones como el Partido Comunista o la CNT. Como consecuencia de esto, los mineros de Riquela serian despedidos y a principios de 1935, parte de estos serian admitidos al trabajo, previo “filtrado” por parte de las autoridades y la empresa.

Esta mina de La Riquela, viviría después de la guerra y hasta su final los mismos avatares que el resto de las minas de Fábrica. En ese periodo de posguerra Fábrica Mieres pasaría a Minas de Figaredo esta explotación evitando así el estrangulamiento de Minas de Figaredo S.A. Estas instalaciones mineras después de cerradas a su explotación, fueron abandonadas durante años a su suerte, hasta finales del pasado siglo. En un intento de mejorar el hábitat del valle de Turón, la escombrera de La Riquela fue restaurada y reconvertida con la idea de 

© José hacer un complejo deportivo y de ocio.

En él se invirtieron 120 millones de pesetas, entre los fondos FEDER y aportaciones del Principado. El gabinete de prensa del Gobierno Autonómico y los medios de comunicación lo anunciaron como la “primera escombrera que se reconvierte en zona de recreo”. Hoy este parque está totalmente abandonado y es otra de las obras “faraónicas” que se cambiaron por un puñado de votos.
Esta recuperación seria inaugurada el domingo 17 de noviembre de 1991 por el entonces consejero de Industria de Asturias, Víctor Zapico y el alcalde de Mieres, Gustavo Losa, siendo bautizado con el nombre de “José Ángel Fernández Villa” en referencia al líder sindical y que contaba con el aplauso de toda la clase política asturiana. Nombre retirado hace un tiempo como consecuencia de los conocidos avatares judiciales  del entonces dirigente del SOMA. Sin nombre y sin contenido real para el valle, otro fallido  proyecto turonés.

 

© José Antonio Vega Álvarez para www.elvalledeturon.net, noviembre de 2018