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Usted está aquí: Inicio / Historia / Turón y Urbiés: los nombres / Xulio Concepción Suárez
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El origen de las palabras sirve para entenderse uno mismo y para entender a los demás.

xuliolesn2.jpg ¿Dónde empieza esa pasión, intelectualmente devoradora, por la naturaleza?


En realidad, todo supone una contigüidad muy sentida desde guaje con mi entorno: como dice Julio Llamazares de su paisaje leonés, cada uno siempre lleva su paisaje dentro por donde quiera que viaja.... Yo nací en Herías, enciclopedia_3grado-ANTONIO_ALVAREZ-1.jpgun pequeño pueblo de montaña en el valle del Payares. Y allá por el comienzo de los años cincuenta, la escuela de La Frecha me abría una primera ventana al mundo de la cultura más allá de las vacas, los praos, los puertos del verano... Algunos empezábamos a ver que el mundo yera muy grande y no todos vivían como nosotros, todo el día y el año detrás de las vacas y las tierras de semar. Esto era muy agradable (yo nunca protestaba por ir a las vacas y a los montes, me encantaba), pero pronto empecé a cavilar que se podrían hacer otras cosas, al tiempo que algunos buscábamos explicación para lo que hacíamos en un pueblu de una treintena de vecinos entonces.
Por esto, yo todo lo que leía en los libros (aquella enciclopedia Álvarez, entonces) lo intentaba relacionar con mi pueblu: mi geografía, mis ríos, mis castañeros, mis palabras asturianas de mis caleyas, mi iglesia, los oficios de la gente, la diferencia entre las buenas y las malas fincas, entre las casas grandes y las más ruinas... La verdad es que muy poco encontraba útil en los libros para explicar mi pueblu y los pueblos del contorno, todos tan parecidos. Me parecía que no éramos tan importantes como para aparecer en los libros, pero no lo veía ni mucho menos justo. Ésa fue la semilla que siguió creciendo luego en mis estudios posteriores: academia, colegios, Universidad... Pronto fui viendo que mi pueblu era como todos los otros del mundo, con una sola diferencia: nadie hablaba de los pequeños, no cabían en las enciclopedias, en las explicaciones de los profesores. Sólo iba ocupando un espacio en mi ilusión juvenil, que nunca fue pequeña en este punto.
 

¿Es ese amor por ella el que te ha llevado a esa labor investigadora tan productiva?

 

Bueno, lo de productiva..., según como se mire: sólo se hace lo que se puede y lo que te dejan hacer.... El interés por descubrir la relación de mi pueblo, de mi región asturiana, con los libros y el mundo, sí que me llevó a colaborar en lo posible por aportar algo que me sirviera a mí y a los demás. Con decir que no había nada, se solucionaba muy poco. Pronto empecé a ver que algo sí iba apareciendo en alguna enciclopedia, en los mapas, en algún periódico, en alguna conferencia, en algún profesor que valoraba los pueblos de montaña... Y algo era algo. Lo demás habría que seguir haciéndolo: las cosas nun se fayen solas: hay que facelas –dicen los paisanos y paisanas de los pueblos.

Ya en la Universidad, allá por los años 70 fue cuando me encontré con profesores que sí tenían estudios donde aparecían herias-1.jpgpor lo menos los nombres del terreno y las palabras de algunos pueblos asturianos. Jesús Neira, por ejemplo, era de Lena; Alarcos, Manéndez Pidal, Corominas..., estudiaban el léxico asturiano aunque fuera parcialmente y en ocasiones. José Manuel González tenía una tesis doctoral sobre la toponimia de Las Regueras: para mí todo un placentero descubrimiento para siempre (hoy lo sigo admirando). Martín Sevilla analizaba topónimos indoeuropeos con una claridad que me admiraba también. Francisco García estudiaba muchas palabras dialectales de diversas lenguas. Éstos y otros profesores y profesoras ya me decidieron a aplicar realmente todo lo que yo iba aprendiendo de Lengua a mi experiencia asturiana, casi siempre escondida en algún rincón del alma. El paisaje de la infancia que llevaba siempre conmigo a todas partes. Incluso ahora lo llevamos al mundo virtual: el mismo paisaje que se fue tallando en la retina y en el alma lo intento poner ahora en una web, traducido al lenguaje digital.
 

 

¿Por qué es tan importante el origen de las palabras?


En realidad, las palabras siempre fueron para mí importantes, casi realidades mágicas: están en todas partes, a veces con las mismas raíces. Las palabras siempre fueron sagradas en boca de un paisano o paisana: por algo sería. Luego, uno empezaba a salir por Asturias, por otras regiones, por otros países..., y vas viendo que, por lo menos, las palabras del paisaje son parecidas en muchas partes, en asturiano, en castellano, o en francés... Sería porque también estaban puestas en su sitio y algo habrían de comunicar de modo fidedigno, en boca de nuestros antepasados. Ciertamente, hay nombres muy parecidos: Pola, Aller, el río Lena, Barcelona, Madrid, Valencia, Fresneo, Nava, Tarna..., con pequeñas variantes están en otras geografías y lenguas.

Así empieza el gusanillo de descubrir cuál es la raíz que las unía a todas en lejanos tiempos prerromanos. Como luego vas leyendo en otras lenguas (gallego, catalán, italiano, francés...) y ves que hay palabras de la calle muy parecidas al asturiano, al castellano... Ves que se refuerzan las sospechas: hace muchos años no éramos tan distintos: aquellos antepasados tenían cosas comunes en rincones muy distantes y distintos entre sí. La vida era parecida, o así estaba contemplada por los nativos que se tenían que adaptar a paisajes muy paralelos en algunas cosas. Descubrir el origen de las palabras sigue siendo para mí descubrir lo que nos une en el cosmos: tal vez el origen de lo elemental para entenderse uno mismo o a una misma, y para entender a los demás. La etimología es la raíz de la unidad, y aprecio por la diversidad.
 

¿Qué significa hoy la pequeña historia rural?


La Llana Pumar 8-1.JPGEn plena época de globalización, cansados ya de tanta globalización que nos va llevando por este mercantilismo devorador, la pequeña historia rural de un pueblo, sobre todo, pegado por obligación a la dura vida de las montañas, es para mí el símbolo de todo un pequeño cosmos que tuvo que sobrevivir durante siglos con los únicos recursos de su ingenio y de sus manos. En la memoria oral de los nativos, en las palabras de un paisaje, colocadas allí van más de seis mil, ocho mil años..., está escrita la vida del poblamiento nativo desde los más primitivos hasta estos mismos días: el lugar de sus viviendas, los dioses y diosas que crearon y adoraban, las plantas que usaban, los suelos que sembraban, los cultivos, los señores y los colonos del pueblo, los animales que les servían, los mitos, las leyendas, las creencias...

El paisaje de un pueblo es un producto de todos los paisajes que se fueron sucediendo sobre el mismo territorio al paso de los siglos: la evolución de las herramientas, las nuevas tecnologías revolucionarias para su época, los nuevos productos importados o desaparecidos; el papel de la religión traducida a la iglesia parroquial, a la retoral, a los palacios y posesiones señoriales... Basta cruzar las caleyas de un pueblo, y situarse luego en un alto sobre las casas, para leer La Llana pomar 66-1.JPGtodo un libro de páginas abiertas en el contorno del poblamiento y de sus fincas. A poco que hablemos con los vecinos, podemos ya escribir páginas escritas sin demasiados problemas. Ésa es la historia real del pueblo: luego está la de los registros, los documentos, pero crónica real está en el paisaje, en la gente. En el lenguaje toponímico milenario que habla de un suelo señalado en cada paso que damos: la pena es que muchas palabras toponímicas, como son sólo orales, muy tristemente, se van también a la tumba con cada paisano o paisana (con los verdaderos sabios del lugar, en este punto).
 

¿Se vive mejor en un pueblo sabiendo algo más de su toponimia?


Más que vivir mejor, yo diría que vives fundido con tu entorno y lo compartes con los demás: lo lees, lo vas entendiendo, lo utilizas, lo explicas a alguien que le interesa, lo disfrutas, lo conoces cada día un poco mejor, te adaptas a lo que tienes, haces planes con él, lo compartes con los vecinos que lo quieran compartir. Entre todos lo vamos transformando como se hizo en miles de años: no todo el mundo tendría que ir a vivir a una colmena de pisos en cualquier arrabal de la ciudad. De hecho, a lo largo de toda Asturias, o de otras muchas regiones, ves que la gente se interesa cuando le explicas cosas que patearon siempre y nunca se pararon a ver el porqué: les gusta conocer la razón del nombre de su pueblo, de sus montes, de sus tierras sembradas, praos.... Es una prueba de que los nombres de un paisaje intrigaron siempre a los pobladores. Todo el mundo quiere saber más o menos del suelo que pisan y pisaron antes sus güelos, sus tartaragüelos..., o los pobladores de muchos milenios atrás. Por eso hay tantas interpretaciones populares de los topónimos, leyendas…, que a veces son pura fantasía, pero que llevan el germen del querer saber para valorar y seguir construyendo su medio habitado.
 

¿Se contempla o se lee un paisaje?



Las dos cosas, claro: primero contemplas lo que vas viendo (observación más bien pasiva), ves a la fuerza, lo bueno y lo menos bueno; lo que lleva al progreso y al regreso de lo que consiguieron otros pobladores en nuestro pueblo, en nuestra región; cada uno y cada una va viendo lo que fue y lo que es su pueblo; lo que es y lo que tendría que ser, lo que podría ser. Por eso, la necesidad de “leer” el pasado en el presente de un paisaje (observación más activa): conocer sus orígenes, potencialidades, recursos locales, posibilidades de progreso, de futuro… No es lo mismo un pueblo a la falda de unas peñas, que un pueblo junto al mar; ni una tierra sembrada en zonas calizas, o sembrada en la rasa costera…
Y luego, con las lecturas de todos y todas, intentar seguir construyendo cada pueblo y su contorno, sobre todo hoy con las comunicaciones reales y virtuales que se pueden utilizar. Lo que no se puede hacer es ignorar su historia: intentar partir de cero, convertir una zona secana en humedal; ni cortar un hayedo para plantar un bosque de bonsáis; ni destruir unas productivas camperas para el ganado, para un aparcamiento de turistas, para un campo de golf… Habrá un espacio para todo y para todos, cada uno en su sitio y en su medida: pero los lugareños tienen que seguir viviendo diversificados. O ellos mismos se convertirán en turistas de su propio pueblo. En simples extranjeros en sus paisajes nativos.


¿Tiene buena lectura el paisaje del valle de Turón?


Los valles de Turón suponen un espacio con mucho que estudiar comenzando por el nombre prerromano: se dice que procede de la raíz *TWR, TAWR- (altura, monte). Se trata de un conjunto de valles cerrados, orientados de este a oeste y al sur, en su mayoría. Ello supone un poblamiento antiguo en los altos y a media ladera, con agua abundante, pastos,
con más bosques espesos hace tiempo. Tiene zonas con suelos carboníferos que dejaron una larga historia, imprescindible para el progreso del poblamiento en el siglo pasado. Desarrolló luego pequeñas industrias derivadas, colegios, un Instituto de Secundaria que trajo nuevos ciclos formativos… Visto desde los altos (Polio, Cutrifera, Cordal de Tsongalendo), se aprecia un progresivo descenso del poblamiento en núcleos cimeros hasta concentrarse sobre las mismas vegas del río, antes desbordados y cubiertos de malezas por ambas riberas. Tal vez, se podrían haber hecho otras industrias de transformación (mineras, agrícolas, ganaderas, artesanales, informáticas...) que continuaran los productos del valle, aunque no se hicieron, y hoy el valle parece más bien residencial. Los jóvenes tienen que buscar trabajo fuera. En otras regiones hubo más continuidad de unos procesos a otros.

Urbiés desde la Vegona-2.JPG
¿Algún sitio en particular que dé peculiaridad al valle turonés?


Yo creo que el paisaje más completo para estudiar su historia sería Urbiés: una antigua villa que ha de estar en continuidad con todos aquellos productivos rellanos a media ladera, soleados, apacibles, con buenas tierras de semar, sobre las vegas del río más abajo. Tiene puertos de verano en los altos, caserías de invierno a media ladera… Una antigua explotación romana o altomedieval que, no por casualidad, conservó tradiciones ganaderas tan sabrosas como el quesu d’Urbiés; o esa larga tradición gastronómica de repostrería, como corresponde a las buenas tierras de cereales que en parte contemplamos en el paisaje actual. Un pueblo importante para aquellos contornos pasados.
Una vez más, las iniciativas públicas y privadas tendrían que seguir invirtiendo para seguir progresando, con las nuevas tecnologías del dosmil. Por algo, el nombre de Turón fluye de los altos: la vida lejos de los valles fonderos, siempre más enmarañados, frondosos, que habría que conquistar con el tiempo. Podríamos resumir el valle turonés en el título que José Espiño y un grupo de profesores idearon para unas jornadas culturales en el IES de la zona: “Turón, y el río se hizo pueblo”. Un buen resumen que abarca desde tiempos prerromanos hasta estos mismos días.

En fin, podríamos completar toda una actitud desde la infancia con las palabras de Julio Llamazares:
 
“Como hay un idioma materno que te enseña a nombrar las cosas, hay un paisaje materno, con el que aprendes a ver el mundo. Luego conoces más lenguas y más paisajes y pueden ser más bonitos, pero ninguno te parece mejor. Éste es el espejo en el que me empecé a mirar cuando era pequeño".

( Entrevista realizada por Jorge Varela para elvalledeturon.net, 15 de octubre de 2010)