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Entre Polio y Cutrifera: de la pegarata a La Soledad

Fiestas de Semana Santa y La Soledad: celebrando el recuerdo y escribiendo la historia que sigue contando en nuestro valle, por Carlos Vega y Gemma López.

De la pegarata a la Soledad


Acabamos de pasar la Semana Santa, que por aquello de los cambios cada vez es menos “semana” y menos “santa”. Tengo que acudir a la ciudad de León y la tardanza en la realización de ciertas gestiones hace que sea testigo presencial de la Procesión de la Semana Santa2.jpgPasión, organizada por las Cofradías de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad (túnica negra y campillo de mismo color, fundada, nada menos que, en 1578; Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno (túnica de tabón de sarga negra y campillo de idéntico tejido, fundada en 1611) y Real Cofradía de Minerva y Veracruz (data de 1612 con túnica negra lisa, capirote de terciopelo morado y capa en sarga blanca). Mientras observo el silencio y la devoción de los numerosos asistentes así como la plasticidad de las escenas, me vienen a la memoria viejos recuerdos vividos en primera persona.

Uno, recuerda aquellas procesiones que servían para bajar la figura del Cristo desde la iglesia de San Martín a la de Santa Bárbara (Jueves Santo) y aquella otra (Viernes Santo) - impresionante- en que los hombres Virgen de La Soledad2.jpgacompañaban al Cristo de la Paz desde la Cuadriella para encontrarse con la Virgen de la Soledad, llegada de la Felguera acompañada de mujeres, a la altura del Puente Nuevu. Algún año, creo recordar que desde el balcón de Casa Benavides se predicó e incluso también se hizo alguna parada en la parte baja de la Veguina. Ambos cortejos cruzaban el puente para, por calles diferentes llegar al Encuentro que se producía en “la cera l´ante” donde, desde el balcón de casa de Varela escuchar, en absoluto silencio, emoción y respeto la predicación correspondiente una vez que maría acudía al Encuentro de su hijo Jesús.

A la memoria acude el recuerdo de algún devoto que acudía vestido con túnica de color morado y cíngulo amarillo, quizás como promesa de algún favor obtenido. Una vez concluida, las dos procesiones, unidas, conducían los tronos a la iglesia de San Martín acompañados de cánticos religiosos. ¡Qué tiempos, menuda penitencia!. Todos los establecimientos del Valle cerrados a cal y canto por orden de la “superioridad gubernativa”. Visita a las iglesias, Viacrucis -con sus catorce estaciones- y parcos en el comer por aquello de ser época cuaresmal. Menos aquellos que sacaban la correspondiente “bula” y se podían permitir el lujo de convertir el “pecado mortal” en pequeña “falta sin transcendencia” de cara a la vida celestial.

La llegada de un nuevo párroco a Urbiés (Abelardo, fallecido recientemente) hizo que la localidad fuese portada de los distintos medios de comunicación por escenificar por las calles la Pasión de Cristo. Poco duró aquella experiencia.

Con el paso del tiempo, fue desapareciendo la tradición procesional, disminuyó la asistencia a los actos religiosos, las gentes nos dedicamos, las mas de las veces, al turismo gastronómico que era, sin duda, otra manera de pasar los días marcados como festivos en el calendario laboral.

Pero, ya en época de “chavaletes” si algo esperábamos era la llegada del “lunes de Pascua”. Para nosotros era “La Soledad”, en Inverniego. Suponía la primera fiesta del año y Amor y Serafina-1.jpga ella acudías con la esperanza de iniciar el “primer ligue”. Bajo el hórreo y a los sones de un viejo disco que hacía sonar un “picú” de la época bailabas lo que podías e iniciabas nuevas amistades que intentabas fueran femeninas. Acudíamos al “prau l´a fiesta” que era conocido como “de Soledad”. Perteneció antaño a la Capellanía de la Virgen de La Soledad que databa del siglo XVII y que contaba con rentas propias. También lo conocíamos como “el prau del molineru” porque su dueño, Agustín “cuadreru en San Victor” era dueño del conocido molino “del pozu la Lloca” y padre de un compañero de colegio “el moli”. y que con el tiempo, lo arrendó a Soledad y su marido (güelos de Teo). Allí acudían familias enteras cargadas con bolsas donde nunca faltaba la tortilla de patata, la empanada y la tradicional “pegarata” que los padrinos de turno habían regalado a sus ahijados. El lugar era idóneo para dar cuenta de tales manjares.

La “semana” que había comenzado el Domingo de Ramos donde todos los güajes lucíamos nuestras mejores galas y hacíamos realidad el viejo dicho de “quien no estrena el día de ramos…” parecíamos cromos palma en mano que entregaríamos a nuestros padrinos en obligada visita. Una semana más tarde, el regalo era inverso, ahora más dulce y esperado durante un largo año que habría de pasar hasta la llegada de una nueva Semana Santa. Ah, cuantos recuerdos de aquellas pegaratas que veíamos golosamente tras los cristales de las confiterías de Castañón y Tino. Cruzábamos apuestas por acertar cuál de ellas llegaría a nuestras manos y qué figura de chocolate la decoraría mientras observábamos como madrinas y padrinos salían de los establecimientos con aquellas cajas cuyos contenidos conocíamos sobradamente. Y, pasados esos días, también éramos conocedores de nuestro más inmediato calendario: Pascua, Pascuina y Pascuela. Pegarata2.jpg

La fiesta desapareció durante años hasta que un grupo de entusiastas decidió rescatarla del olvido. Ahora, hasta cuatro días de celebración, si el tiempo lo permite y el Lunes de Pascua vuelve a procesionarse la Virgen de la Soledad y a celebrase misa en su pequeña capilla. Tiempo de reencuentro de aquellos lugareños que residiendo fuera del Valle acuden a la celebración religiosa y degustan el típico “bollu preñau”. Unos fuegos artificiales ponen fin a una de las festividades más tradicionales de nuestro Valle del Turón.

En esta edición, el tiempo hizo una de las suyas y no quiso sumarse a la celebración con unos días soleados pero como dice nuestra colaboradora Gemma López Matamoros: "estas fiestas de La Soledad 2011 han sido maravillosas. Para mi gusto, creo que desde estos cinco años que llevo participando en ellas, éstas han sido las mejores. Hemos currado como nunca, pero también nos lo hemos pasado como nunca y el final lo bordamos".

 
¡ Nos vemos el próximo año en La Soledad de Inverniego!


Carlos vega Zapico, Turón, abril de 2011

Álbum de fotos 2011: Gemma López Matamoros y José Antonio Rodriguez de Barros