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Comiendo con un amigo

El restaurante como el personaje son de sobra conocidos para los asiduos de la gastronomía turonesa. La Gotera, dice Manuel, locuaz, atento y buen consejero de sus especialidades, fue una ilusión que nació en La Veguina. Hijo y nieto de panaderos,  emprendedor incansable y convencido, fue realizando su proyecto familiar poco a poco. Un negocio cuya cara más visible, sin ser la única ni la más antigua, es una frecuentada restauración asequible, variada y sabrosa. La terraza bordea el río, oteando Parque y Ateneo. La galería de fotos a la entrada testifica de su alma primera : el pan.

Si el establecimiento, agrega el hostelero, tomó lógicamente el nombre de la finca, los conocedores de la gran memoria del valle saben su verdadera historia. Terraza y edificio ocupan hoy lo que hace muchos años se llamaba el « Prau del francés » asentamiento  de las primeras casas, en los albores de la fiebre del carbón. Tal un testimonio umbilical de ese lazo  minero, aún queda en su interior una pequeña bocamina por la que en tiempos de juventud, Manuel García y su amigo Fito Parana, con una prudente linterna,  llegaban hasta el primero San José. La Gotera y Manuel : un amigo y nuestra casa.

Generaciones de panaderos

Mi abuelo fue el primer « panaeru » de Turón y con ello gran conocedor de todos los pueblos del valle que disfrutaban con su pan. Mi padre siguió la estela familiar desde la panadería que tenían donde el callejón de casa Parana, al lado del bodegón. Allí estuvo el establecimiento hasta que quemó por los años  1954-1955. Así fue como, después de este percance, mi padre decidió desarrollar ésta que seguimos teniendo aquí en La Gotera. Empezó siendo la panificadora de siempre hasta que en los años 70 decidió también lanzarse con la pastelería. Somos ya tres generaciones de panaderos, puesto que yo, después de haber estado un tiempo buscándome la vida fuera, decidí seguir con este proyecto. Aunque los tiempos han cambiado y que las cosas son algo más complicadas, no me arrepiento en absoluto de esta elección.

En La Veguina están todas mis raices. Pero aunque yo nací en la calle Rafael del Riego 34, en el valle también tengo lazos con Urbiés y Villandio. Mi abuela era de Urbiés con padres en la Güeria y mi abuelo, Manolo el maderista, sobrino de Manolo el contratista, de Villandio. Los padres de mi padre, Eliseo el panaderu para los turoneses, eran, él de Castilla y ella de la Vega el Rey. Mi madre ya nació en Cabojal donde se casó el abuelo de Villandio que había bajado a aprender el oficio de carpintero con un primo. Casados mis padres, hicieron una casa en La Veguina después de la guerra, Allí nacimos todos los hermanos, encima del despacho de pan que aún seguimos regentado. Queda por escribir la (gran) historia de los panaderos de Turón, tan ligados a la vida de los turoneses, muchos de los cuales seguramente guardan mil anécdotas interesantes.

Sólamente recordar una de ellas, la fama de los helados y las tan concurridas chocolatinas de La Cibeles que íbamos a buscar a Oviedo por El Padrún, la carretera vieja. Tengo muy clara aquella campaña de cromos cuando el mundial. Las fotos de los jugadores, que desataban la fiebre de la colección,  venían dentro de la barra de chocolate. Traíamos 1000 chocolatinas de la fábrica ovetense y se agotaban rápidamente. El helado era riquísimo venía en cajas de madera cubiertas, de las que aún conservo un bonito ejemplar que tendría un lugar privilegiado en una exposición de esos dorados y despreocupados años 60.

 

El proyecto La Gotera

La idea de combinar panadería y restauración llegó cuando mi padre se retiró. La chispa surgió cuando cogimos el despacho de la Veguina, hicimos un pequeño cambio y, aunque aquello era oficina, empezamos a hacer un poco de pincheo y le fuimos cogiendo gusto. La verdad es que desde siempre me gustó la repostería que solía ejercer de casa para dentro, para la familia.  El proyecto de La Gotera, por el que somos más conocidos  hoy, comenzó hace más de ocho años. Al principio estuvo todo un poco paralizado por las obras de saneamiento del río, lo que se comentaba de la expropiación, etc… Cuando atacamos la obra, teníamos hornos y maquinaria viejos y al mismo tiempo estábamos pensando en organizar algo para comer, algo sencillo, cuatro mesas… Todo fue tomando forma poco a poco, a medida que se trabajaba en la remodelación. Nos encontramos con un amplio y prometedor local y empezaron a brotar ideas. La pared, toda cubierta de piedra,  tenía encanto, hicimos un forjado nuevo… y así fue apareciendo un proyecto más completo : algo decente y halladizo dedicado a la restauración. Así nació La Gotera, un proyecto que nos sigue motivando a mi esposa y a mí.

Seguramente hoy la restauración sea más conocida que la pandería pero seguimos con los dos. El pan es una pasión de la que podría hablar durante horas y en el restaurante todo tiene su encanto : las espichas que reúnen a  mucha gente en un ambiente muy ameno donde la gente suele cantar bastante, la jornada del pote que en pocos días tiene mucho movimiento, dado el aforo bodas pequeñas, generalmente de oro… La gente se siente bien en un marco familiar de comida sencilla pero buena. Motivación y dedicación no nos faltan pero es necesario que haya movimiento en el valle.

 

¿Qué ofrece Turón?

¿Por qué venir al valle, a comer a La Gotera o a otro sitio ? El valle no da nada a cambio. El turismo es casi inexistente y la gente que se mueve, que viene, casi siempre lo hace por los lazos que mantiene con Turón o por razones familiares.

Tenemos que darnos cuenta que este es un gran problema y que habrá que pensar en ofrecer algo más en el futuro. Cuando la economía funciona bien no hace falta gran oferta y la gente se desplaza y gasta sin problema. Pero no es esa la situación y no se puede contar con que la gente venga únicamente a  comer. No se ha realizado casi nada para dar atractivo turístico al valle. Se adecentó Espinos y tiene poca visita. Se rehabilitó el Pozu San José y ahí está olvidado. Veremos lo que pasa ahora con el complejo de La Rebaldana. No soy ni un experto ni un político pero pienso humildemente que esto tiene que ser un proyecto global para que tengamos algo que ofrecer, como hacen otros valles mineros, que repercuta en toda nuestra hostelería. Visto eso sin embargo, los hosteleros tenemos que estar muy agradecidos a todos los turoneses o no, de dentro o de fuera del valle, que sin tener ningún otro aliciente, vienen expresamente a comer y a festejar eventos familiares. También me atrevo a pensar que algunos, los que aprecian el buen comer, vienen por disfrutar de los cochinillos y lechazos que preparamos en nuestros hornos, el pote tradicional, las costillas que se adoban en casa de mi pariente Norino en Peñule, nuestra  pasteleria casera, el milhojas de manzana y el de carne, la merluzina La Gotera, etc.. Pero no hay que ser presuntuosos en la comida está todo inventado.

Mi preocupación es que se vaya más allá de los dos o tres eventos puntuales, poca cosa para un valle como el nuestro, como las jornadas del pote o el mercado astur. No me pertenece a mi dar soluciones pero sí llamaría a que haya más unión y que no nos limitemos a contar únicamente con los del pueblo. Seguimos siendo los mismos, o mejor dicho cada vez menos. No hay oficinas, empresas o empleo que genere movimiento entre semana. La población envejece y no hay aportación de fuerzas vivas de fuera.

También,hay que decirlo,  somos poco amigos de darnos a conocer y a veces tampoco hay fuerza a la hora de negociar con el Ayuntamiento. Nadie pone nada. Somos muy cómodos y partidiarios de nosotros mismos. Se pueden hacer cosas sin gastar dinero. Otro gallo cantaría si se hubiera hecho una mejor utilización de los fondos mineros.                ¡Castillos en el aire, castilletes por aquí y por allí, sin contenid ! No me atrevo a decir que haya sido un despilfarro pero sí una pésima utlización de esos fondos. Repercusión en en Turon …cero. ¡Es dramático !

 

Cambiando nuestra mentalidad

La mentalidad minera, a los 18 años para la mina como única alternativa, no desarrolló el espíritu emprendedor. Sin embargo soy de los que piensa que en Turón sí existe una cultura importante del trabajo, pero el enfoque que se dió  a la educación de los hijos, no coincidió con las necesidades. No se hizo maestría de madera, de muebles, un secador de madera… La minería con la comodidad del empleo lo estropeó todo y mucha juventud se tuvo que ir. Los lamentos de hoy son consecuencia de haber cambiado trabajo por dinero. Mala gestión del presente y del futuro.  

Necesitamos, por un lado, emprendedores serios no cazasubvenciones y por otro que el dinero sea más barato a la hora de emprender. Hay que poner la iniciativa más fácil : de Turón para Turón, con gente de Turón. Yo soy emprendedor por familia, mi abuelo cortaba madera y mi padre tenia 40 obreros. Hoy se cortan toneladas de madera de castaño y no se transforma ni un kilo en Turón. Hay algo que no funciona.

Precisamos también que Turón recupere protagonismo. No es normal que sigamos sin oficina delegada del Ayuntamiento en el valle  y que gente de Urbiés, en la zona alta, o de cualquier otro pueblo tenga que desplazarse hasta Mieres para todos los trámites.  Esa delegación daría un aire diferente a Turón y seguramente más vida.

Los que somos empresarios, por lo menos en Turón, no pensamos en nuestros negocios  para hacernos ricos. Nuestra preocupación es vivir decentemente, un poco holgados sí se  puede y crear algo de empleo.  El futuro pasa por dar un aire diferente, otra actividad al pueblo. Es lo que yo sigo intentando con mi actividad pero siempre desde el realismo de la situación. Pero sigo pensando que la unión entre todos, eliminando la crítica estéril, la envidia y el partidismo destructor, combinada con la ilusión son importantes  para, por lo menos, conservar el dinamismo de nuestras actividades en el valle. Las ideas, la ilusión y la constancia para que no cuestionemos las cosas y los eventos. Que Turón tenga futuro esa tiene que ser nuestra prioridad conjunta.

Entrevista realizada por Jorge Varela para www.elvalledeturon.net, Turón, junio 2015

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