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Una fuerza tranquila al servicio de los demás

Si la vida fueran números fríos, los de Julio Cora serían dramáticamente significativos de la dureza de su recorrido. Nace el 10 de mayo del 22 y con 11 años y seis hermanos se queda sin madre. Siete años más tarde, el 3 de abril de 1940, un accidente minero trunca la vida del padre. Así empieza la vida adulta de Julio Cora Gutiérrez, minero hijo de minero y testigo veterano de la historia de su pueblo Repedroso. Pero Julio, con sus noventa años, hombre cauto a la hora de hablar, ha sublimado su vida, recorriéndola a su ritmo de hombre bueno, como una fuerza tranquila al servicio de los demás. Con Nedina su esposa son la memoria viva, casi secular, de su pueblo. A medida que hablamos, su mirada serena y profunda se frunce y rebusca lentamente y selecciona con pudor unos recuerdos que terminan alumbrando nuestra conversación. No es un dialogo fluido, su memoria comunica perfectamente con sus silencios y sus palabras son suficientes e imponen respeto y admiración. Es un pudor que no contradice la nitidez de lo que comparte, se le notan los labios muy cerca del corazón. De Vivero a Turón, de sus bisabuelos gallegos a su nieta, Julio, evidencia su memoria de lugares y personas, familiares o gente cruzada durante una vida “normal y corriente”, como dice. Confiesa tener “fotos a mansalva” pero carecer de paciencia para ordenar ese pasado que su nieta quisera ver plasmado de manera más sistemática en unos álbumes que aún siguen sin estrenar. Son unas cajas repletas de varios cientos de fotos que contienen cada una toda una parcela importante de su propia historia porque como comenta “en aquellos tiempos las fotos eran caras y solamente se hacían en acontecimientos muy especiales”. No tiraron nada, aquí están los archivos de una historia familiar ramificada por Galicia, Argentina, Suiza, Francia… y como centro vital para él, Repedroso. A Nedina y a Julio se les nota felices, comparten recuerdos, coinciden en ellos, se completan. Son 174 años de recuerdos acumulados con los que son capaces de reescribir su propia historia con todo detalle. Julio y Nedina, Nedina y Julio, inseparables, faenando por la huerta entre kiwis, calabacines, cebollines, “arbejos” … y animales domésticos, o sentados en un banco al sol delante de su casa, verdadero promontorio contemplando el valle y el transcurrir de su vida. “Mientras haya salud, te espabilas, si te cansas vas más despacio, aunque estemos caducando, yo no me doy de baja”. Eso es optimismo.
Certificado Vivero.jpg

Cambiando hierro por carbón


Noventa años dan para mucho, para mirar la vida con serenidad aunque debo reconocer que no fue todo muy fácil, al contrario, sobre todo los primeros años de mi familia, los que más me marcaron. El principio de todo seguramente nada muy original, como el de muchos turoneses de fuera. Los güelos Josefa y Francisco, de Vivero donde nació y creció mi padre Manuel con sus trece hermanos. Me imagino una vida muy dura, mi padre por ejemplo trabajaba en una mina de hierro. Vino a Asturias en busca de trabajo, precisamente con una acreditación de su labor minera en Galicia… para cambiar poca cosa, el hierro por el carbón. De esa etapa gallega me queda un montón de fotos de lugares casi desconocidos para mí, pero también muchos recuerdos de la extensa familia que teníamos. De hecho, aunque no sea propio a nuestra familia, tenemos Cora por Argentina, Francia y muchos más países.
 

Dos  vidas truncadas

Manuel con 7 hijos.jpg
Mis padres se conocieron aquí en el valle. Mi madre, Angelina, tenía una hermana melliza Felisa, eran de la zona de La Güeria y de la entrada de Urbiés. A partir de ese matrimonio todos asturianos, turoneses… La vida además de no ser fácil, fue bastante trágica para todos. Mi madre murió con treinta y tres años dejando a mi padre solo al frente de una familia con siete hijos, el más pequeño con dieciocho meses. Mi padre no se volvió a casar. Fueron unos años en los que tuvimos que crecer más rápido de lo normal, dadas las circunstancias: el paisano hacia la comida, unas tías se ocupaban de la ropa, alguna criada de vez en cuando echaba una mano y después, en cuanto mi hermana Nieves fue un poco mayor, ya pudimos contar con ella y así nos fuimos arreglando. Esa fue la lucha de mi padre por llevar adelante a una familia numerosa durante siete años hasta que murió en un accidente minero a los 43 años en el pozo San José a causa de una explosión de barreno. Era la primavera de 1940. Claro que fue dura esa etapa aunque de joven no pienses mucho en ello. Hay que vivir “ir palante”.
 

Repartidos por el mundo


De esos siete hermanos quedamos seis, Luis murió con tan solo veintiséis años. Hoy seguimos dos en España, tres en Francia y uno en Suiza. Pepe el mayor está casado en San Andrés con una hija de María Toraño. Con Francia hay una historia que remonta a la evacuación cuando la guerra. Evacuaron a cuatro de entre nosotros pero a mí ya no me dejaron salir porque de seguir la guerra necesitaban gente para movilizarla. Los cuatro marcharon juntos. Manuel tiene una historia muy peculiar porque fue adoptado por una farmacéutica francesa. Él, en realidad, fue con un viaje a Lurdes y ya tenía como consigna el llevar un sombrero verde para que lo reconociera la señora que lo iba a adoptar. Así fue queJulio y Nedina boda.jpg abandonó el grupo de peregrinos y junto con un cura que ayudó con la traducción fue al hotel donde se entrevistó con la que iba a ser su madre adoptiva, una mujer soltera y que le dejaría más tarde, después de que mi hermano hiciera los estudios, el negocio de la farmacia.

Alfredo, que antes de estar en Suiza también estuvo en Francia, reside en Gijón. Mis hermanos Nieves y Francisco tienen la vida hecha en Francia. Francisco además está casado con una gallega de la región de Vivero adonde lo llevaron a la muerte de los padres. De aquella, en Galicia decían que había más comida. Era cosa habitual en aquellos tiempos, sé de muchos casos. Los que tenían familia por Galicia mandaban alguno de los hijos seguramente para quitar algo de carga a la familia al mismo tiempo que se procuraba una situación mejor para él que se iba.
 

Una unión duradera


Nedina que era del Cantu de Emberniego y yo nos conocimos en Lago. Yo trabajaba en la Güeria y ella estaba cosiendo por la Vera’l Camín. Ibamos a la pista de San Andrés debajo del bar Flor. Tuvimos un hijo, nos casamos y la vida, que empezó como un recorrido con sus dificultades y penurias, fue mejorando y transcurrió en Repedroso. Somos de Repedroso de toda la vida, los testigos de la historia del pueblu. Hoy el ritmo de nuestra vida es apacible, con una actividad aun intensa a pesar de los años, 84 y 90 respectivamente. Pero ese quehacer diario es lo que nos da la vida. La huerta es lo nuestro, tenemos fruta, legumbres, patatas…de todo para pasar el año. Desde esta casa solariega y comunicada hoy por una pequeña carretera que nos facilita la vida, contemplamos nuestro Repedroso y parte del valle. Somos felices disfrutando de esto, no lo cambiamos por ningún pisu de la capital.
 

Las escuelas de Repedroso


clase de Repedroso.jpg
Nuestra vida aquí ha ido a la par de la historia de las escuelas en el pueblu. Nosotros vivíamos en la parte de arriba y en el bajo estaba la escuela. La escuela llegó en 1932 poco antes de morir mi madre. Mi madre me vigilaba para asegurarse que iba Los maestros que pasaron por aquí …Don Andrés Antidio Antidio, tenía fama de malo, pegaba mucho a los críos y raro era el día que no saliera uno “escalabrau”. No dejó grandes recuerdos la verdad sea dicha. Después vino Doña Elena, buena persona y buena profesional. La gente que la recuerda, la recuerda con cariño y respeto. Mª Luisa Echevarría Lavandera, alta, delgada y con gafas fue la última maestra, con la que se cerró la escuela. Era de Oviedo donde vivía con su hermana también soltera. Durante la semana estaba de posada en casa de Salvador. Sin duda alguna esta maestra que solía apagar las luces y cerrar las contraventanas cuando había tormenta marcó definitivamente los críos de aquella que hoy tienen entre 60 y 68 años seguramente. Venían de San Andrés, Pervaca, La Rebaldana, de Emberniego… Me acuerdo del ambiente del recreo en el pequeño patio que había delante de la escuela y en el que los chavales recibían aquella porción de queso y de leche en polvo. La escuela se cerró al abrir la de abajo que a su vez tuvo que cerrar unos años más tarde. También me acuerdo de Doña Castora, maestra de la Rebaldana que estuvo dando clases en la otra escuela de Repedroso en los años cuarenta.

Había escuela de la Empresa y del Ayuntamiento. Creo recordar que los hijos de los que trabajaban en Hulleras del Turón iban a la de la Empresa, los demás a la otra. Nedina fue a la de Lago en la que estaba la conocida maestra Pepita Caminal. Después estaba la de Doña Pira que era también de la Empresa, que tenía vivienda para la maestra, y que estaba en los “cuartelinos parriba” de Lago por donde la carretera que va a Linares.Julio en La Güeria.jpg
 

La inevitable mina...




La mina, la mina...  a pesar del recuerdo trágico de la muerte de mi padre fue la única solución. Ya desde críos la mina era el entorno que teníamos y el lugar predilecto para las “picias” de nuestra infancia. Me acuerdo perfectamente del día en que con otros críos de Repedroso lanzamos a toda velocidad “unes mesilles” provocando algún problema, claro está. El “jurau” se percató de aquello y vino a ver a los padres, sabiendo más o menos quienes habían sido. La casualidad de la vida… me volví a encontrar con él trabajando ya juntos en La Güeria donde ejercí de picador.

Empecé en La Llama donde me estrené como minero durante 18 meses. Tengo buenos recuerdos de aquello, de aquel ambiente compartido con tantos compañeros portugueses, luego pasé al grupo Santo Tomás de 1940 al 43. En La Güeria, de picador, estuve hasta que se cerraron las minas y tuve que terminar en el pozo San José hasta que me jubilé. Era un trabajo duro, muy duro pero no había alternativa. No se podía comparar con otra cosa, tampoco te hacías muchas preguntas. Era una vida muy rutinaria y no hubo más victimas por suerte, de puro milagro… En los grupos había poca seguridad.
 

...trabajar,ganar y gastar en ella.



No pienso en ello con añoranza. Nuestra vida estaba toda organizada por la Empresa, trabajabas, ganabas el sueldo y lo terminabas gastando en las tiendas de la propia empresa.  A nosotros nos tocaba el economato de la Rebaldana donde íbamos “a despachar”. Allí se comparaba lo necesario, se hablaba de libreta y de anticipos.  Había otros en Los Cuarteles, en la Vegona y en La Cuadriella. Al final, lo dejábamos todo a la empresa, inclusoJulio y Nedina - huerta.jpg cuando querías comprar tela para hacer ropa y ahorrar algo, ibas a la tienda, como la llamábamos para diferenciarla del economato. La primera que nos tocó fue la que estaba en la casa de Carlos Saavedra en la Rebaldana, luego ya la pusieron donde estuvo hasta el cierre, enfrente del economato un poco más abajo antes de llegar a la curva del pozu la Lloca. 

Alguien cogerá el relevu


Con noventa años vi pasar muches coses, gente, acontecimientos… Ya no piensas de la misma manera porque la vida cambió, porque te centras en tu familia, en lo que tienes alrededor, la casina. la huerta..Nosotros no salimos de Repedroso y la nieta ya anduvo medio mundo. Tiene razón, esto no cambiará mucho hasta el final, hay que ver otros países, salir de Asturias. En Repedroso aunque haya mucha casa arreglada no significa que estén habitadas. Si la población bajó en el valle, aquí también se nota. Pero sigue siendo un lugar encontradizo donde nos conocemos todos. Los recuerdos no nos los quita nadie pero el presente nuestru ya no tien nada que ver con el futuro del valle. Seguramente volverán tiempos mejores. Alguien cogerá el relevu.