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Un vendaval llamado Patricia

Nací en el Valle. En lo que de aquella llamábamos Los Cuarteles. Aunque la realidad es menos romántica ya que la mayoría lo hicieron en el Alvarez Buylla en Mieres. Sin embargo quiero reivindicar mi cuna turonesa. Nunca me pasaría por la imaginación decir que soy de Mieres. Obviamente soy de este municipio tan entrañable y querido pero mis raíces, las profundas, esas que cuentan, van por delante. Mis primeros años, antes de los seis, tienen que ver con ese barrio. Crecí en una familia muy normal pero sobre todo muy unida, con unos lazos y un amor muy fuertes. Esos tiempos de infancia siguen imborrables, con los abuelos de Los Cuarteles Julia y Tino y los de San Andrés Patricio y Aurora como protagonistas.

Mis recuerdos lejanos también están ligados a mi hermana Noemí, tres años más joven, a los niños de la escuela de Villapendi, a la maestra. Son momentos que vuelven claros a menudo. Salía de casa, no sé con cuantos años…era muy pequeña y estaba en primero. Subía la cuesta hacia Villapendi con mi güela Julia pero casi nunca llegaba conmigo a la escuela. Era habitual que la profesora me recogiese a mitad de camino. El trayecto no era complicado ni peligroso pero mi abuela les tenía un miedo inexplicable a las vacas. En el camino que iba del cementerio a la escuela no era raro encontrar alguna que otra.  Con lo cual, una vez que mi abuela divisaba a la profesora le encargaba a distancia aquel “! Llévame a Patricia !”. Ese en uno de los tantos recuerdos que llenaron mi infancia, siempre muy protegida y querida por mi entorno.

Aunque pequeña, me costó mucho el dejar todo eso, al marchar para Gijón. Me dio mucha pena. Pero la vida es así y al final me incorporé perfectamente a mi vida gijonesa, a mi nueva actividad escolar. En Gijón fue donde crecí al fin  y al cabo. Pero nuestro contacto con Turón no se diluía. De manera continua veníamos al valle porque aquí teníamos a la familia,  a mis abuelos. Los Cuarteles y San Andrés eran nuestro destino y parada de los fines de semana. Seguíamos viviendo nuestro Turón aunque no fuese de manera diaria.

Al acabar mis estudios y al enviudar mi abuela vine para el valle. La tranquilidad del pueblo empezó a gustarme más que el bullicio de la ciudad, aunque tenga su encanto. Había decidido que lo que quería realmente era vivir en mi pueblo. El conocer a Alejandro, mi marido, daría el empuje definitivo. Aquí estamos hoy los dos en un curioso viaje de ida y vuelta que hicimos al revés, yo de Turón a Gijón y él a la inversa. Para mí esta tranquilidad turonesa es calidad de vida, algo que hoy no tiene precio.

Lo de la música también viene de aquí, de Turón. Me emociona pensar en ello porque fue mi abuelo materno José Argentino, Tino,  el que hizo nacer y vivir dentro de mí esa pasión. Él me metió en la música con apoyo decidido y mucho cariño. El contexto, que recuerdo perfectamente, fue aquel evento nacional, omnipresente en todos los medios de comunicación: la muerte de Paquirri el 26 de septiembre de 1984. Poco después, cuando salió la grabación de la Pantoja en homenaje suyo,  “Marinero de Luces”, empecé a cantar esas coplas espontáneamente. Mi abuelo se sentaba debajo de un árbol delante de casa, y yo, con ocho o nueve años,  montada en el peldaño de la acera , cantaba de cabo a rabo todo el disco. Las vecinas fueron mis primeras admiradoras y siempre animaban a mi abuelo Tino para que ”hiciese algo con esa nietina”. Desde el principio, creyó en mí, tuve su apoyo incondicional y prometió llevarme a los mejores profesores. Las circunstancias de la vida truncaron su promesa.

Al fallecer mi abuelo, seguí con los estudios. Era la prioridad familiar desde siempre. Así transcurrió el tiempo hasta que supimos de la existencia de la Agrupación Artística Gijonesa donde la canción tenía un papel importante. Se cantaba aunque no había profesores para ayudar con la técnica. El escenario acogía continuamente actuaciones. En él empecé a actuar en público. Fue un día con muchos nervios, arropada por el acompañamiento de Sara la pianista. No llevaba música grabada. La sensación fue especial. Allí tuvo lugar mi primera actuación, por llamarlo de alguna manera, con un vestido de flamenca alquilado y otro de fiesta que nos había prestado una amiga de mi madre. Salir, salí invadida por los nervios, pero al cantar “Romance de valentía” y  “Yo soy esa” me sentí como liberada. Fue un éxito. Al sentir aquellos aplausos me di cuenta que ya no podría vivir sin esa recompensa.   Más tarde nos desplazamos a Benidorm para actuar y también a Lyon donde me sentí realmente artista. El viaje a Francia lo realizamos dentro de un intercambio que hacíamos como una agrupación lyonesa. Yo, con 14 o 15 años, nunca olvidaré la sensación que experimenté en aquel teatro. Un teatro de los de verdad, lleno a rebosar, que aplaudía aquella asturianina. Salí cantando en solitario y también con un cuadro flamenco. Nos acogieron y ovacionaron como verdaderas artistas. ¡Inolvidable!

El principio de todo y el final de algo. Empezaron unas incomprensibles envidias. Celos inexplicables porque al fin y al cabo yo no era nadie artísticamente. Aún sigo sin entenderlo hoy. Amargos momentos, cuando descubres lo que los adultos sabían perfectamente. Cuando sobresales, mínimamente, ya hay alguien preparado para pisarte. Por eso, a pesar de lo que debo a la agrupación, donde todo empezó, me cuesta recordarlo. Tuve que hacer un parón a mi pasión y fueron muchos años perdidos. Echando la vista atrás, a veces me planteo la pregunta de saber que hubiera sido de mi trayectoria de cantante de haber seguido un trayectoria sin obstáculos.

Volví a la canción gracias a la fuerza que llevo dentro. Lo mío es cantar diariamente, en cada momento, siempre. Es una fuerza que me habita. Me dije que no podía abandonar lo que tanto me llenaba.  Vine a Turón y empecé a actuar en el Centro de mayores donde compaginaba mi trabajo con Lara en la peluquería. Y sucedió que,  a pesar de  aquel parón, con la calurosa  acogida del público, volvió a despertarse con más fuerza si cabe, aquel el gusanillo dormido.

Decidí reemprender mi viaje musical antes de que fuese demasiado tarde. Empecé con la tonada. No me gustaba al principio, no me convencía del todo. Era un género diferente de lo que yo hacía. Mi repertorio abarcaba desde la copla a la lírica pasando por las mejicanas. Hice incluso una incursión musicalmente muy gratificante en el mundo de la zarzuela. Fue en el teatro Jovellanos con ”El barberillo de Lavapiés”. Un lujo musical para mí…cantar con orquesta. Con la tonada pues conecté animada por mi marido y mi cuñado Yván Méndez miembro del Coro Minero. Me presentaron a José Manuel García vinculado al mundo de la canción asturiana. Me parecía complicado, sin música, con gaita, casi a capella. Accedí a empezar esa nueva aventura musical en Santa Marina de Mieres, con la asociación. Allí conocí a mi profesor de tonada, Tino el de Arnizo, fallecido hace unos meses. Esa fue mi suerte, no podía tener mejor maestro.

Al final, con un estilo musical que no me parecía poder llevar adelante, quedé muy bien situada en los concursos en los que participé. Era inesperado. Gracias a ello tuve acceso a la televisión y al consecuente reconocimiento de muchísima más gente.  Fue una oportunidad de compartir también más palos de mi repertorio. La tonada me sirvió de lanzamiento. Ahora, para mis actuaciones,  me solicitan tanto por la tonada como por la copla. En Argüero de Villaviciosa, por ejemplo, me presenté con ambos repertorios. También actuamos con el duo ”Pa Triana” que formamos con mi amiga Marina que conocí en la Agrupación, compartiendo tonada.    Actuamos bastante, Castropol, Cangas, Infiesto…

Pero sin duda alguna, los más gratos recuerdos recientes son los conciertos individuales. En particular el último en el Teodoro Cuesta de Mieres.  Era un reto personal y además en mi propia tierra. Eso nunca es fácil. Quería darle a mi gente todo lo que aprendí por mí misma, como una autodidacta de la música guiada por su corazón y una gran pasión. Necesitaba estar sola ante mi público, mostrar lo que habían sido todos estos años de recorrido musical y demostrarme a mí misma que todos esos esfuerzos y sacrificios consentidos por mí y por mi familia daban fruto ese día.

Tengo que reconocer que nunca me ha faltado el apoyo de mis padres, de José Manuel, de mi entrañable compañera de escenario Marina López, de mi profesor y la compañía constante de Alejandro, responsable del sonido además de cariñoso marido. No me puedo tampoco quejar de la agenda de actuaciones, en este mundillo complicado. Cantar en los teatros es lo que más me gusta. En esos escenarios una se expresa de manera diferente. Es algo muy especial, indescriptible. Que asistan veinte o cien, sabes que vienen porque les gusta el género y responden positivamente con sus aplausos. Nunca tuve mala acogida. Hay gente que se “reconcilia” con la copla después de escucharme. Fue lo que manifestó Alain en el “Yes mundial” de la TPA. Todas esas horas pasadas, casi siempre a solas, ensayando y esforzándote cada día, al final tienen su reconocimiento.

Con mis cuarenta años, aún me quedan muchos retos. Me quedan cosas del flamenco, poner en escena un concierto mostrando más posibilidades, con las canciones que tú quieres, con músicos… Hoy me siento con más fuerza y quiero ofrecerlo algo diferente a mi público para sentirme más artista.

En Turón vivo feliz y con la tranquilidad suficiente para preparar mi repertorio. Es un Turón diferente de aquel que me contaba mi abuela. Un Turón que casi me cuesta trabajo imaginar. Ella hablaba de bullicio, ambiente, lucha y unidad. Yo, desde mi Cabojal, lo veo más apagado y con mucha menos unión a  la hora de hacer algo o de apoyar.

Hablando de lo mío, de lo que conozco, mi mundo, mi música… me hubiera gustado tener más apoyo aquí. Ser un poco más valorada sin exigir demasiado. Yo, personalmente, lo haría por una persona del pueblo que quisiese triunfar. Turón va siempre por delante. ¡Mi gente, mi valle! En Lyon o en Benidorm era Patricia Pariente de Turón. Hoy sigue siendo igual, quizás con más fuerza. Ahora  que estoy en Santa Marina, veo más apoyo de la gente de Mieres. Pero tampoco me desanimo porque sé que  es muy complicado ser profeta en su tierra. Hay que triunfar fuera primero. A veces olvidamos que es importante apoyar a nuestros artistas. Tenemos unos cuantos en el pueblo, para que sean embajadores de lo nuestro.

Quizás sean éstos malos tiempos para apoyar, unirse y luchar porque muchos están en una lucha individual para sobrevivir. No lo sé. Aquí hay calidad de vida, tenemos un patrimonio minero y gente luchadora. Puede que al faltar los mayores, esos de los que hablaba mi abuela, el conformismo haya suplantado a la unidad. Por experiencia sé que a veces en la lucha te encuentras sola. Te golpean en un plis. Pero no pasa nada. Seguiré hablando de Turón, porque es lo que siento, un Turón luchador como el de siempre. 

Entrevista realizada por Jorge Varela para www.elvalledeturon.net, Turón, diciembre 2016

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