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Mito Galán, un nombre para una historia

EL MOLINO DEL "GÜELU" JOACO

Los recuerdos lejanos me llevan hasta “el molín de mi güelu”. Tanto es así que también participé en picar la piedra de la muela grande.  Estaba situado en esa zona ocupada hoy por el polideportivo pero más hacia esta parte donde está la ferretería. El agua  venía por una reguerina conectada con el río y que pasaba por el prau de Rufo, debajo de Casa Toribio que regentaba un bar, al lado del Ateneo actual. No era el único molino, más arriba cerca de Los Frailes estaba el de Gorín y el de Juana. Pero también eran importantes y conocidos el de Agustín al lado del Pozu la Lloca y el de Villandio. Ibas con veinte kilos de grano y volvías con 18 de harina después de dejar la maquila al molinero. El abuelo Juaco  también tenía ganado, yeguas, bueyes, en los prados cercanos. En el centro quedaban algunas praderas, por encima de casa Zurrón, la que ocupará el futuro Copeval o la de la cubana. También estaba el prado de Leoncio, al lado del cuartel de la Guardia Civil, que iba casi hasta la entrada de Villabazal, en realidad llegaba hasta la propia casa de Leoncio y la carnicería de Benito Acón. Toda esa parte fue edificada posteriormente. Pero esa zona verde sí que la llegué a conocer.

Como también conocí el famoso puente viejo. Tengo bien presente aquella voladura para el Pozo San José que hizo saltar una piedra que  mató a una cría, Manolita la de Mero de los Cuarteles. Estaban empezando la profundización. El Puente Nuevo existía al mismo tiempo que el viejo. El viejo podía haber seguido pero, era una entrada  por fuera del pozu y pasó que pasó. Y también había el puente para ir a los Barracones.

 

DE LA ESCUELA A LA MASA 

De la escuela me quedan más presentes las travesuras que lo que aprendí. Suelo decir que pasé por ella pero que ella no pasó por mí. Fui a clase aquí en la Veguina, donde está ahora Piamar que fue la carnicería de Tobías. El local escolar estaba al lado. Una clase con cuarenta tíos con profesores que te ponían vivo. Yo era el más alto pero no el más aplicado, la verdad sea dicha. En su día había sido la llamada escuela de la república al lado de la sastrería de Quico Arias.

De aquí pasé a Vistalegre con los Frailes, pero seguían sin entrarme bien las cosas en la cabeza. Jugar, pegar y hacer travesuras eso era lo mío. Pero así y todo, allí estuve cinco años. Los hermanos eran buenos maestros pero había alguno que tenía la mano ligera como el hermano Lorenzo, pero también teníamos al hermano Vicente que llamábamos “  Juan Centella” por la apariencia pero era muy buena persona. De todas maneras, cuando te tocaban algunos cachetes era mejor aguantarse porque si decías algo en casa te caía otro tanto. No nos quejemos, era totalmente llevadero. Hacíamos mucho deporte. Siempre fue un punto fuerte de La Salle. Lo mío era sobre todo balonmano y balonvolea.

También íbamos al colegio fuera del horario escolar….a cerezas, fresas o peras,  a las tres de la mañana. Las habitaciones de los Hermanos no estaban lejos del huerto pero éramos los especialistas de la “cosecha” silenciosa. De aquella, era Mariano el que cuidaba de la huerta, luego bajó para con las monjas del Barrio San Francisco y allí terminó. Era tan simpático como listo. Nos contaba que cuando quería comer pollo les decía a las Hermanas: “Hermana tenemos un gallu malu”, “Pues mátelo Mariano”, decía la superiora. Dicho y hecho y el buen Mariano volvía con pollo para casa.

Entre falta de interés y necesidad de trabajar, la escolaridad, como para tantos, fue de corta duración. A los catorce llegó mi padre con la famosa “papeleta” para entrar a trabajar en Hulleras del Turón, la Empresa. A mí  me parecía el peor de los puestos. Me tocó de peón en Obras,  fuera del peligro de la mina, eso sí, pero me tocó hacer mucha masa y pintar bastante, como los Cuarteles San Benino en Tablao. Fueron tres o cuatro años, hasta los 17 o 18. Aquel día me adelanté al capataz que venía a despedirme y le dije que no se molestara en hablar que yo me iba. No hubo disgusto familiar alguno porque como ya teníamos el negocio me dediqué a él por completo, además ya tenía alguna experiencia con el carro. Había suficiente trabajo para toda la familia.

 

LA ACERA DE LA FAMILIA

Si mi abuelo tenía el molino, la abuela llevaba un estanco. En realidad nuestros negocios abarcaban gran parte de la acera. Y esta ferretería que aún conservo viva tiene más de 68 años de historia. Fue mi madre Carmen, oriunda de Pedrovella, la primera en regentarla. Antes, en estos mismos locales, había tenido un comercio de ultramarinos. Cómo no recordar las galletas que me daba. Tendría yo 5 o 6 años.  Al lado de esa tienda, haciendo esquina, estaba la frutería de mi hermana Nieves y al otro lado el estanco de la abuela y el histórico negocio de la tía Tiva donde se encontraba todo lo que no se podía encontrar en otras tiendas.

Mi padre, grande, elegante y amable era “todo un paisano”.  Un pedazo de hombre, presumiendo con su boina  y su corbata. Mientras el resto de la familia regentaba diferentes negocios, él dedicó cincuenta y cuatro años de su vida a la minería. Se retiró siendo vigilante de primera responsable de ciento cincuenta obreros. Trabajaba en Polio, perteneciente al Grupo San Víctor, que bajaba su carbón por planos hasta la mina de San Víctor, donde estaban las tolvas para cargar el mineral, al lado de la vía.

Esta ferretería empezó también con la colaboración de mi hermano no sin haberlo mandado primero a aprender a Avilés en la ferretería Fernández, muy conocida.  Yo siempre estuve repartiendo, como se decía. Había días de tres o cuatro viajes, llevando material para la construcción, arena y elementos de ferretería. Teníamos un almacén en el centro, por la parte de atrás. Aún me acuerdo de los diferentes camiones que tuve e incluso las matrículas: un Ford 132696 de Madrid, un Ebro 48103, otro con el número 50761 y después unos más grandes el 76617 y el que llevaba la matrícula 104927. Incluso fui hasta  Gerona con uno de ellos.

Por haber, sí había competencia, pero con tanta gente en el valle todos teníamos clientela a mansalva. Y a la familia no le faltaban ni trabajo ni ingresos. Hoy quedo yo solo con esta ferretería pero en los buenos tiempos estaba Parana, casi enfrente de nosotros, también había la San Martino en Vistalegre, la de Enrique en la Cuesta Lago, en la esquina de Lago bajando hacia Enverniego la de Baena o la de San Andrés. Eran tiempos buenos para los emprendedores.

 

UN PASADO CON POCO FUTURO

De joven, las cosas serias quedan para más tarde. Disfruté mucho del ambiente juvenil del valle, les “mozes””, el baile… Bailar, mucho. Solía ir a Carcarosa donde tenía grandes amigos  y disfrutábamos con la música de Manolete.  El salón de baile de San Andrés también era uno de los que me gustaban. Era la barraca de Flor, en la parte de atrás de su propio bar. Estaba arrimada al río, enfrente de la plaza de la madera del grupo Espinos. A los quince días del cese de su explotación como salón de baile se derrumbó por completo. Además había más pueblos que tenían “pista”, como Los Valles, Tablao, y los jueves era en Figaredo donde se podía bailar.  En el centro de Turón teníamos la Agustina  donde el Copeval, y la María Luisa o la Cubana. Todas estaban muy concurridas y contrataban a las mejores orquestas además de las turonesas, la de Ardura, Patria Chica, etc...

De aquella el valle tendría unos 18.000 individuos censados lo que haría  fácilmente 25.000 habitantes porque había unas cuantas familias numerosas. Ya se dijo bastante sobre el tema de la vivienda para tanta gente pero me  acuerdo perfectamente de un hórreo de Villapendi en el que vivían tres familias. Era un bullicio de gente y casi, del primero al último, vivíamos todos, directa o indirectamente, de la minería.  La mina dio dinero, mucho. También hubo tragedias y quien más y quien menos todos tienen algún pariente muerto en la mina.

En tiempos de esplendor minero, la mitad de las páginas de “Comarca” estaban dedicadas a Turón lo que demuestra la importancia que teníamos. Pero esa riqueza se acabó y la gestión final fue catastrófica. Nos abandonaron o nos dejamos abandonar. Eso sí detalles inútiles no faltan. Pintan el castillete con un vistoso rojo pero la casa de baños sigue en ruinas y las naves industriales desocupadas. Fondos mineros los hubo pero se aprovecharon otros. Algo falló aquí. Por decirlo de alguna manera no fuimos valientes, no estuvimos unidos y hasta fuimos un poco crédulos.

Tenía futuro el carbón? No lo sé. Esto podía haber seguido un año o unos cuantos más pero había que buscar alternativas. El tema del cierre estaba en el aire pero se decía que lo nuestro sería lo último en cerrar. Pasó lo que pasó y fuimos de los primeros en echar la llave, los demás siguieron unos años y el último cerrará este año. Había que cerrar pero con previsión no así de manera precipitada y sin visión de futuro.

El famoso polígono industrial que ya venía vendido de Gijón, con todo “falsificado”, duró cuatro días mientras algunos sacaron su propio beneficio. Millones a punta pala. Querían montar catamaranes ¿ Pero cómo los llevas al mar? Crédulos, muy crédulos.

Hay que apretar un poco. Yo creo que un taller de aserramiento, dedicado a la madera hubiera sido y todavía sería más propio a nuestro valle. Una madera que saldría trasformada en parquet, etc… Aquí tenemos madera a mansalva. Una manera también no de destruir pero de limpiar los montes y adecentar el paisaje. Se necesita limpiar el monte, hacer cortafuegos, hacer un valle de maravilla para que la gente venga a verlo y disfrutar. En cambio lo que tenemos son artos por todos los sitios que impiden las caminatas y ahí está nuestra famosa senda verde olvidada. La limpieza de nuestro entorno es un desastre. Se suele hacer muy por encima cuando se acercan las fiestas del Cristo para contentar a la gente y para que la imagen no sea demasiado desastrosa. Sin embargo soy de los que piensan que el alcalde actual funciona, pero algo falla. Hay que ir más allá de los partidos.

 

MEJORANDO EL VALLE

La fundación de Mejoras del Valle fue seguramente la mejor iniciativa turonesa para sacar el pueblo adelante. Hubo momentos de gran movilización y convocatorias masivas. Aún sigue hoy bastante activa pero todo esto ha perdido fuelle. Ese puñado de turoneses muy motivado, Sabi, Manolito Baquero, José María Hevia,  Pandieullu, por citar cuatro nombres, con los que tengo el honor de haber colaborado sabían que había que hacer algo para que el valle no se desmoronase. Me acuerdo de aquella asamblea histórica de febrero de 1977, de la gestora fundacional que salió en La Salle. Sobraba motivación y había gente para todo y algunos de los líderes como Sabi del Viso eran verdaderos hombres multifunciones. Y siempre en estrecha colaboración con SOTUFE presidida por Balduno, un innegable turonista llegado de fuera.

Ahí empezamos, “quitamos” la curva de la Cuadriella, la de la Felguera donde Casa Ardura  y comenzamos con la piscina donde había estado el colegio de las monjas. Sea dicho de paso, ya se había repartido allí el “bollu” en el “prau de les monjes” por los años 1972 o 1973.  Antes de construir el colegio, abandonado por sus grietas y peligrosidad, el solar estaba destinado, decían, a un sanatorio. Efectivamente algunos recordarán aquellas columnas que quedaban sin terminar y algo de fundación.  

Mejoras logró mucho, no hay que olvidarlo. Para la piscina no había un duro pero como de esa nos llevábamos bien con el ingeniero Felgueroso, presidente de Hunosa, contamos con su ayuda. Aprovechando la obra  para la carretera a los Valles, metieron las palas para excavar la fosa de la piscina. Y el poco dinero que teníamos los dedicamos a ello.

 

UN ESCAPARATE DE FIESTAS

Los históricos se fueron pero llegó gente nueva, trabajadora. Admiro aún más la dedicación de los que hoy, en una situación complicada, llevan las riendas de nuestros festejos. Mi colaboración con la SOTUFE de aquellos tiempos fue gratificante, era agradable esa sensación de hacer algo por tu pueblo. A mí me encargaron “los caballitos y los coches de choque”. Al principio, los dueños tenían que pagar 20.000 pesetas para venir pero sacaban “tajada”. Más tarde se les subió la “cuota” porque yo buscaba las atracciones y me informaba de los precios en Ujo, Moreda, Rioturbio, etc… Pagaban por venir pero se hinchaban porque había muchísima gente. Todo abarrotado desde los Cuarteles hasta el parque donde poníamos los coches de choque. “La cera alante” era la riqueza del barrio en tiempos de fiesta. Llegamos hasta tener toros en Turón. Pusimos la plaza en Villapendi, pero también donde el polideportivo o en la Salle. Parece mentira pero había afición e incluso una peña El Viti en Mieres que movía el público. No podían faltar los concursos de bolos en un pueblo con varias boleras muy concurridas. Sobraba gente para todas. Había una al lado de la confitería de Juana, estaba la de Florín, donde el cine pero también la tenían San Andrés, Los Valles, Tablao, Carcarosa, Urbiés o Armiello delante del bar de Pepe Estanquera. Gabriel Mier, el médico, presidente de la de Florín, aún sigue dando su nombre al torneo bolístico que se celebra durante el Cristo. Su familia sigue viniendo de vez en cuando por el valle con motivo del día de los jubilados.

Hoy la edad me sitúa en un segundo plano pero sigo mostrando, a mi manera, mi apoyo a los organizadores engalanando el escaparate para dar alegría a la gente y sorprender a los niños. No lo hago por ganar premios aunque alguno sí que gané, incluso uno del Ayuntamiento. Mi intención es que todos los detalles sean elaborados con elementos de la ferretería. Cuando pongo el belén la estrella la hago con un metro, parte de la decoración con felpudos, etc.. El resultado gusta y la verdad sea dicha conservo todo el material, año tras año.  Podría hacer una exposición con todo ello.   Cuando llegan las fiestas señaladas, sin que nadie me lo pida, doy vida al escaparate y alegro la vista a los que pasan delante.

 

PASADO EL RELEVO

Afortunadamente hasta el momento la memoria no me falla y en esta ferretería a la antigua, la mía, lo encuentro todo al instante. Es una de la virtudes que hay que tener para llevar este negocio, saber dónde está todo.  No hace falta que se me lo recuerde, estoy “luchando” con una tienda histórica, pero esto es lo mío y me encuentro feliz con ello. No soy de bar y no me quiero conformar con la televisión. Con esto tengo un horario, una rutina y una ocupación que me satisface.

Ya no hablo por mí porque mi vida ya está hecha pero esto bajó muchísimo  y no hay negocio para trabajar. La juventud tuvo iniciativas pero ya se apagaron con la marcha de algunos líderes. Los locales vacíos se multiplican pero no hay ni un peluquero de caballeros. Y sin embargo si funcionaría, con el corte y  la venta de productos.

Cavilo, pienso mucho, pero ahora les toca a otros decidir, si les quedan ganas, lo que quieren para nuestro valle. El compromiso es lo que vale. Yo ya pasé el relevo.

 

Entrevista realizada por Jorge Varela para www.elvalledeturon.net, Turón, cuarto trimestre, 2020

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