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Un compromiso que abre puertas.

De entrada Alfredo Velasco González, Fredo para sus numerosos amigos y conocidos, se nos antoja un hombre normal y corriente. A medida que se nutre nuestro diálogo, sus palabras sencillas cuestionan nuestra propia vida y brotan con la fuerza de la convicción. Se confirma nuestra primera impresión: el premio Mierense del año 2011 es un hombre normal y corriente, eso que todos queremos ser, respetuoso, tolerante con los demás, y sobre todo solidario y comprometido. Es un hombre que desde su juventud ha dado sentido a su vida y así, huyendo de la cómoda pasividad ha ido caminando por la existencia haciendo algo muy sencillo: ayudar a los demás a recuperar el norte de sus propias vidas. Escuchando con pudor acomplejado, a este turonés, nacido en Espinos en 1959, nos vienen a la memoria unos versos machadianos de sobra conocidos que queremos parafrasear para ajustar al perfil de una persona que junto con su familia, Balbina su esposa y sus hijos Raúl y Berto, ha decidido ofrecer lo mejor que lleva dentro, sus valores humanistas : “Mi infancia son recuerdos de un barrio de Turón… mi juventud, muchos años en tierra solidaria… mi historia, muchos casos que recordar quiero … y amé cuanto ellos puedan tener de solidario … y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”. En esa línea del tiempo que lleva a Fredo desde Espinos hasta los talleres de Villabona, un largo recorrido en el que están sus años felices por la parte alta del valle, en un ambiente minero en el que “había más cercanía y por consiguiente más unión, más colaboración, en el que nos apoyábamos unos a otros”, un marco infantil solamente ensombrecido por el recuerdo ocasional de los accidentes del carbón y de aquel duelo que, a su paso, enmudecía caminos y vecindario y recluía a los más pequeños en sus casas. Una entrañable conversación, más que una entrevista, que relata de manera somera, los momentos de inflexión de todos sus compromisos. Fredo se ha reinventado, descubierto y encontrado en cada una de esas decisiones. Hoy después de oír rechinar en nuestra mente las puertas de Villabona, sentémonos un momento y meditemos unos instantes sobre nuestras vidas, lo hecho y lo por hacer, saludando con admiración las largas horas, no siempre fáciles, de dedicación y de entrega de un generoso altruista movido por su creencia…una persona buena.

Todo empezó en Espinos…

Nací el siete de mayo de 1956 en una casa de Espinos junta al lavaderu. Allí pasé mi vida hasta los veintiún años cuando me casé y bajé a vivir a la Calellina. Luego decidimos volver valle arriba y estuvimos en San Andrés hasta 1989,En bici.jpg cuando ya nos instalamos de manera definitiva en Mieres.
Mi juventud en Espinos y en San Andrés, fue una sucesión de momentos felices. No fue así con mi vida de estudiante, aunque a pesar de no ser buen escolar tenga recuerdos agradables, con los compañeros, con las actividades, primero en la vieja escuela de San Andrés en ese edificio emblemático que derribaron hace unos años, luego a los ocho años en la escuela del Puente Nuevu y ya más tarde, hasta los quince, en Santa Marina. Pero allí terminó de manera prematura mi vida de estudiante. Como no me gustaba estudiar y que las notas de aquel mes de junio del 71 no fueron nada buenas decidí empezar a trabajar con los albañiles…así acabé con los libros.


De la argamasa al carbón…

Estuve tres años en la construcción y ya con poco más de 18 años ingresé en Hunosa, veinte años en Santa Bárbara hasta su cierre y después en Tres Amigos hasta que me prejubilé. Fue allí en Rioturbio donde tuve un grave accidente, quedé enterrado, rompi los ligamentos… Sino hubiera llegado la prejubilación de todas maneras no podría haber seguido trabajando por aquellas lesiones. En el 98 terminaba pues la etapa minera, mi trabajo de picador. En un entorno como el mío, el de Espinos, con pozu por abajo, minas y planos por arriba, mi familia, como casi todas las del valle, era de tradición minera. Mi padre se jubiló en San José, mi abuelo materno trabajó en La Llama y en Fortuna y los paternos vivían también en Espinos donde mi abuelo José el cuadreru, se ocupaba de las mulas. De él tengo muy pocos recuerdos porque yo tenía cinco o seis años cuando murió. Allí, en la casa de la cuadra, totalmente rehabilitada siguen viviendo mis tíos Nati y Ramón.
De esa etapa precisa de la cuadra y del abuelo José únicamente tengo los recuerdos fotográficos, poco más en el pensamiento. Sin embargo sí recuerdo los juegos por los planos y las trincheras de Espinos los domingos cuando todo Con el coche.jpgestaba parado. Andar con las mesillas era uno de nuestros pasatiempos.

 

España-Portugal frente al 3º…

El único punto negro en los recuerdos, algo que llevo muy dentro hasta hoy, era ese momento dramático de los accidentes mineros, en la Rebaldana en particular, en Espinos no me recuerdo que haya habido alguno. Aquel ambiente trágico, subiendo la camilla con el minero muerto tapado con un cobertor…sigo sin soportar la vista de esos cobertores. A los niños nos metían en casa para protegernos del duelo que pasaba delante de casa. Es la única mancha en unos felices recuerdos.
En Espinos y en San Andrés había muchos jóvenes y mucha gente llegada al valle desde Portugal, hasta tal punto que organizábamos partidos de fútbol España-Portugal. Lo pasábamos pipa en el campo de fútbol que habíamos despejado frente a la bocamina del 3º y todo ello en un ambiente de rivalidad muy sana.
Quiero recordar también las fiestas del Carmen, en San Andrés, con un ambiente inolvidable. Pero de aquella había romerías por todos los pueblos, San Justo, Carcarosa… Eran los medios de diversión que teníamos y allí íbamos todos. En definitiva, te movías más por los pueblos, había más cercanía y por consiguiente más unión, más colaboración, nos apoyábamos unos a otros… Aquello de la tortilla o de la empanada pretexto a una reunión vecinal por cualquier prau ya pasó… Cómo no recordar les fogueres de Espinos, que empezábamos a preparar a primeros de junio recogiendo la madera por las escomberas y que montábamos luego con la ayuda de los padres. Fuego, chocolate, churros… Aquello me parecía mágico. No conocí la de Mieres hasta los 18-19 años. Eran tiempos diferentes, una época memorable, sobre todo porque la diversión necesitaba mucha imaginación por nuestra parte.
 

Solidario y comprometido …

Mi compromiso de hoy creo que viene de lejos, de siempre. Primero viví mis creencias en la parroquia de San Andrés donde fui monaguillo desde los ocho años. Más adulto empecé a dedicarme a las actividades con los jóvenes, luego llegó mi implicación con la asociación de vecinos. Ésta última fue una etapa interesante, porque después de un parón de algunos años, en 1980/81, Finín formó otra vez la comisión y volvieron las fiestas, los amagüestos, etc. Uno de nuestro logros, además de la parte más festiva, fue, después de movernos muchísimo, el haber vuelto a recuperar una escuela de párvulos en San Andrés en 1984. Ese fue un hito en nuestros esfuerzos.
La solidaridad siempre fue uno de mis valores. Mi timidez me frena al principio pero una vez conseguido el empuje y establecida la confianza, ya me implico totalmente. Al marchar para Mieres empecé en la parroquia de San Pedro como catequista para los jóvenes, pasando luego a las actividades con los mayores. No concibo la vida sin implicación, no me gusta estar en situación pasiva. De  monaguillo.jpg
 

Prejubilado sí, ma non troppo…

Cuando llegó la prejubilación decidí llenar las horas de trabajo diarias con actividad de voluntariado. Un día paseando con la mujer vi la puerta abierta de Proyecto Hombre y decidí entrar para saber si necesitaban alguna ayuda. Me acogieron como si me conociesen de toda la vida y al verme así arropado decidí colaborar con ellos. Al principio acompañaba a los chavales en tren hasta los pisos que tenían en Oviedo. Para mí el tema y el mundo de la droga era algo nuevo. Sabía lo que se sabe de oídas, lo que ves por la calle. Los chavales los veía con algo de miedo por ignorancia. En la mente tenemos grabada esa relación entre droga y delincuencia. El director, Luisma, me propuso atender el teléfono y así empecé a tener una relación diferente con los chavales, entendiendo la problemática complicada de la droga. A los tres o cuatro meses empecé a hacer acompañamiento por las tardes. Ya no teníamos los pisos de Oviedo y se habían abierto centros en Oviedo y Gijón. Acompañaba a los jóvenes de paseo, al médico, al juzgado y también compaginé eso con una temporada como de voluntario de urgencias por si alguien se ponía enfermo por la noche, etc.
 

Apoyos para un nuevo mundo…

Todo eso es gratificante pero también muy exigente. Siempre conté con el apoyo de Albina, que también es voluntaria del centro, y de nuestros hijos Raúl y Berto. No podría ser posible tanta implicación sin esos apoyos fundamentales. Es algo en lo que hago hincapié en cada una de mis charlas. Nos comprendemos y nos entendemos perfectamente porque siempre hemos tenido los dos ese tipo de inquietudes. Poco a poco fuimos descubriendo la dimensión de esa fibra solidaria en nuestra vida.
El mundo de la droga, por dentro, es totalmente diferente de lo que oyes. Vas descubriendo los valores que tienen los chavales y que por culpa de la droga perdieron en la calle. Ellos son muy humanos, personas muy agradecidas cuando vas con ellos a pasear o a tomar un café. Llegan a la droga por muchos caminos: por probar, por problemas familiares, por demasiada libertad. Pero todos quieren salir de ese infierno. Para ello es necesaria una enorme fuerza de voluntad. Ese proceso cuesta mucho. Desde que empecé en 1998, los resultados son diversos: algunos viven, otros murieron Encierro minero.jpgjóvenes, unos cuantos aun siguen enganchados, van al centro y cuando están un poco bien salen y vuelven a la misma porque con el buen tiempo y los días más largos, estar en un centro fastidia mucho. 
 

Del éxito y del fracaso…

A veces te disgustas cuando ves a una persona que está luchando y que recae, que abandona. Entre todos, terapeutas y demás personal le animamos pero ves que nada... Eso tiene un mal sabor pero pasada la puerta tienes que olvidarte de esos momentos sino es imposible seguir adelante, no puedes llevar los problemas a casa sino pierdes fuerzas.
No medimos nuestra labor en función de éxitos y fracasos sino no tendríamos la fuerza de seguir. Cuando vas por la calle y te saluda un chaval eso es muy gratificante porque significa que está bien, cuando no están bien no se atreven a saludarte. Saludas a una pareja que ya tiene hijos, que se conoció en el centro… eso es indescriptible. Sólo por una persona creo que merece la pena, es todo un éxito, un éxito de vida recuperada. Eso justifica ampliamente todos los sacrificios.
 

La culpa es de todos…

La culpa no es exclusiva de los chavales. La sociedad es la gran culpable, es decir nosotros, los medios de comunicación, etc. Al mismo tiempo que nos inundan con series en las que lo habitual son las familias rotas, el egoísmo, la delincuencia, el alcoholismo, la droga nos traen campañas contra los efectos de todos esos productos perjudiciales.Proyecto Hombre.jpg Somos contradictorios, algo irresponsables.
Hoy día el consumo se ha diversificado y los perfiles de los adictos han cambiado. Nosotros asimilamos la droga a los que están por ahí tirados, mal vestidos, algo que relacionamos directamente con la delincuencia. La realidad no es esa, no es la regla general. Nosotros vemos muchísimos que quieren salir de esa trampa.
 

Diseño mortal…

Lo normal de ahora es mezclar las cosas, drogas de diseño con bebida fuerte. Los jóvenes, según los estudios, reciben mucha más medicación que antes y finalmente se acostumbran, o trivializan el consumo. Antes de entrar en coma etílico toman una pastilla y un rayina de cocaína y adelante… Llegan a Proyecto con una bomba de relojería en el cerebro. Ya no son los que se pinchaban y que veíamos como gente marginal ahora llegan con una mezcla que necesita otro tipo de tratamiento. Tenemos que renovar el programa, los tratamientos, todo.. Hoy, jóvenes lo mínimo, los que llegan hasta nosotros son gente adulta, los que trabajan y que siguen la moda de los fines de semana donde se mezcla todo tipo de productos. Son de los que miraban a los de la heroína casi con desprecio, porque los veían así, tirados, mal vestidos. Cuando entran en Proyecto se dan cuenta de que no hay diferencia entre ellos. Siempre llegan más hombres mujeres. Éstas tienen más medios para conseguir el dinero, prostitución…
 

Las puertas de la cárcel…

Lo del voluntariado es como una goma que se estira y que nunca rompe…estás en un proyecto y, gracias a un encuentro, de repente te encuentras en otro ámbito tan desconocido como el anterior. Así llegué a trabajar en la cárcel deEn el Atenéu.jpgVillabona.
Un día Albina y yo fuimos con Marcelino, el cura, a Gijón a visitar Siloé, el centro dedicado a los enfermos del sida. Dada la trágica y acuciante situación que vimos, decidimos dedicar un domingo al mes a esos enfermos, muchas veces sin familia, algunos en sillas de ruedas, tan necesitados de ayuda y cariño. Salíamos con ellos de paseo o si el tiempo no lo permitía, jugábamos al parchís. Allí fue donde una monja me hizo la propuesta de una nueva orientación en mi voluntariado: ir a Villabona a dar un taller de religión. Empezamos hace siete años y la respuesta es muy positiva. Pero aun recuerdo mi primera visita con la monja. Entras, se cierran todas las puertas, una tras otra, te quedas allí dentro y te preguntas lo que haces tú allí. Una vez presentados los catorce chavales la monja se fue y me quedé solo. Era algo impresionante. Empecé a hablar y hablar y se fue estableciendo el contacto.



 

Los marginados siempre existieron…

Estas actividades son voluntarias para los internos pero una vez que se apuntan tienen que asistir. La verdad es que responden de maravilla. Es gente vinculada con la droga, hoy tengo 12 chavales a los que no hace falta recordar el taller, lo esperan con impaciencia cada semana. A la gran sorpresa de los propios funcionarios ahí están todos los viernes con sus carpetas y con un deseo de compartir muy grande. No quiero saber porque están en la cárcel, por lo menos delante de los compañeros. Si desean decirme algo lo hacen en privado. Lo que sí sé es que todos tienen remordimientos. Lo primero que hacemos es tratar de encontrar los valores que perdieron. Miro el evangelio y veo el mundo de Jesús bastante parecido al nuestro, modernidad aparte. En aquellos tiempos los marginados eran la prostitución, los leprosos; hoy tenemos el sida, la droga. Las diferencias son pocas y los mundos muy parecidos. Recibiendo el premio.jpg
Es un lenguaje con el que se sienten bien porque están viviendo lo mismo. Se sienten mejor, se convencen, les vale mucho a la hora de recuperar esos valores que perdieron. Emocionalmente reconozco que yo recibo mucho, más de lo que doy, de verdad. Cuando vuelvo de allí siempre vuelvo diferente. A casa no suelo traer el peso emocional. Comento algunas cosas con Albina y ella me acompaña por Navidad que es el día de la familia.

 

Meditar para recabar fuerzas…

Para recargarme personalmente hago mi “revisión” diaria, tengo la oración, quiero ser consecuente con lo que digo. Es lo que me funciona a mí, lo que me potencia, otros tienen sus propios métodos, espirituales o no. También me vale mucho un grupo que tengo de acción católica, en la parroquia. Somos una serie de personas comprometidas que hablamos de nuestros proyectos, de sus pros y de sus contras. Estoy en él desde que bajé para Mieres y esas reuniones nuestras nos ayudan a recargar las pilas, a ser más eficientes.
 

Un premio colectivo…

Estoy agradecido por el reconocimiento y el premio que me dieron, y de manera especial a los que me presentaron. Pero un compromiso lo tienes porque sale de ti, sin perseguir nada más. Después de tantos años, aunque ni me lo imaginaba ni lo esperaba, el recibir el galardón es como tener una confirmación de que tu labor no ha sido en balde. Es El alcalde entrega el premio.jpgreconocer a través una persona el trabajo de todo un colectivo. Es gratificante pero tuve mucho apoyo. Ves lo tuyo pero reconoces humildemente esta labor colectiva de tantos años que ha sido de alguna manera valorada. Demuestra que es importante luchar contra la injusticia de la marginación e intentar reconocer a la gente por sus valores, por sus esfuerzos, no por lo que tiene. La buena persona, aunque ese calificativo esté muchas veces denostado, es alguien humilde, sencillo, sincero con la gente y dispuesto a estar donde le necesitan. Yo por lo menos lo estoy intentando.


Compromiso y futuro con Turón…

Cuando vuelvo al presente de mi valle no quiero ni apenarme ni proponer alternativas que no tengo. Yo sigo siendo fiel al pueblo, al que acudo a diario, en el que tengo todos mis amigos y en el que realmente disfruto. Pero aunque sea como el final de una época hay que despertar de cierta apatía, que oigo, siento y veo. Los que se fueron se olvidaron de esto. Hay fechas para estar aquí, valorar lo nuestro y apoyar en la medida en que se pueda, sea cual sea el proyecto para desarrollar o preservar lo nuestro.
Me siento turonés, nací en el valle, lo tengo todo aquí y mi pozu Espinos en casa como recordatorio. El respetar las ideas es lo más guapo que hay. Es necesario vivir la diversidad, la riqueza que tenemos todos. Con tolerancia, solidaridad y compromiso siempre habrá futuro.
 


Entrevista realizada por Jorge Varela para elvalledeturon.net, Turón, julio de 2012