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Diente de león

Cuenta la leyenda que Teseo, después de matar a Minotauro, saboreó su savia. Nuestro dens-leonis, sencillo y mitológico, coquetea hoy nuestros prados con su tutú amarillo perfectamente alisado, antes de emprender el blanco vuelo que acompañan nuestros deseos y las insustituibles y ajustadas palabras de Evelia.

Diente de león

 

La leve brisa                                                                                                                                    

te desvanecerá

como los sueños.

 

Soplar suavemente sobre la delicada esfera blanca del Diente de león -Taraxacum officinale- es una tentación a la que pocos nos hemos resistido.

Entre el dedo índice y el pulgar sujetamos el tallo que sostiene los frágiles filamentos. Los acercamos con cuidado a la boca y con un leve suspiro, como por arte de magia, salen despedidos por el aire esparciendo las semillas. A estas voladoras semillas, que envuelve nuestro aliento, unimos los íntimos deseos que las acompañan, e irán a parar allí,  donde  el viento y la ilusión los lleven.

Vuelo de  vilanos, juego infantil de los paracaídas.

Como niños jugamos a pedir lo difícil, o lo imposible, a cualquier elemento del paisaje con el que tropezamos en nuestro caminar: el agua manando de una fuente, una margarita, el río, la primera estrella al anochecer o la última de la madrugada. Y es que la naturaleza escucha y habla a quien conoce su lenguaje. Luego, nos concede o no lo que pedimos, según. Procede sabiamente para no acabar en lágrimas tantas veces.

Creemos que, como oráculos, las flores silvestres nos comprenden y aconsejan. Con ellas sentimos la complicidad de la vida compartida y su simbología.  También el poeta José Martí las conoció y las amó batallando por los campos. Sus poesías eran flores silvestres: sencillas, sinceras, humildes. Las mismas virtudes con las que adornó al pueblo llano que defendía y al que cantaba en versos que, como los vilanos al viento, habrían de florecer en sus poemas:

 

“Yo sé los nombres extraños

de  las yerbas y las flores”.

 

Estos globos finos y delicados son, los que por su especial forma y textura nos llaman más poderosamente la atención. Pero ellos solo son una parte del Diente de león. La descripción de la planta en su totalidad la tomamos, como venimos haciendo, del libro Flores silvestres de Asturias de RICO y SIMÓ.

 

DIENTE DE LEÓN

Dens-leonis

Especie:   Taraxacum officinale

Género:   Taraxacum

Familia :   Asteracea

También posee numerosas denominaciones como las de: Achicoria amarga, Meacamas, Amargón, Pelosilla, Corona de fraile, etc.

“El diente de león es una planta vivaz que da un zumo lechoso, blanquecino, cuando se corta. Brota de una raíz gruesa y echa una roseta basal de hojas alargadas y profundamente divididas, casi hasta el nervio medio, acabadas en un lóbulo triangular. Sus bordes aparecen más o menos dentados.

Las “flores”, de un tono amarillo vivo, son solitarias y se sitúan al final de un pedúnculo grueso y hueco, sin hojas y normalmente lampiño, como toda la planta. Están formadas por un número elevado de flores pequeñitas con corola en forma de lengüeta. Un conjunto de brácteas u hojuelas cortas rodean a las florecillas en su unión con el pedúnculo que las sostiene. Por debajo de esta formación, denominada involucro, aún existe otra serie de brácteas vueltas hacia abajo. El fruto es un aquenio dotado de un sistema de flotación integrado por una corona de delicados pelos; el conjunto de estos frutos compone una cabeza globosa que se deshace con solo soplarla, lográndose así una buena diseminación de las semillas.

Florece durante casi todo el año”.

Es una planta sobradamente conocida, crece en los prados, por cualquier rincón y en las orillas de los caminos. Muy apreciada por sus propiedades medicinales. Es antirreumática, diurética, digestiva, adelgazante, depurativa, etc.  Médicos árabes de los siglos X y XI ya la mencionan en sus obras y en la India la aprecian sobre todo por ser un buen tratamiento de las  enfermedades hepáticas.

Capaz de proporcionar tantos beneficios para la salud, no cabe duda de que se trata de una planta muy valorada por esa importante utilidad. Sin embargo, una consideración menos práctica es la que nos ha llevado a fijarnos en ella. Ya destacamos desde el principio que lo que nos atrae de este vegetal es precisamente esa   “corona de delicados pelos”, los llamados vilanos.

La sugestiva estética nos recuerdan todas aquellas cosas que poseen una naturaleza liviana e inconsistente, como son el tiempo en su transcurrir, los sentimientos, las ilusiones, los sueños…Pintores y poetas se inspiran en ellos como expresión de intangibles realidades. Inconsistentes como lo son las nubes desvaneciéndose en un cielo de verano o como también lo es la tenue luz del amanecer en la que se diluyen los sueños.

Hay algo de magia en ese “visto y no visto” de los vilanos al viento. Flotan primero en el aire, suben y bajan temblorosos y emprenden un vuelo en libertad siempre con destino incierto. Van a caer, como la buena palabra,  "por caminos, entre piedras, en espinos o en fructífera tierra". A veces, se deslizan suavemente sobre brazos juveniles dibujando tatuajes  que quieren retener y perpetuar la levedad de un sentimiento, tal vez, de un incipiente amor…

Son estos blancos vilanos, en fin, como la brillante lluvia de Perseidas en una noche de agosto. También pueden aparecer en forma de extraña nevada de una mañana de primavera como la que tiene lugar  al comienzo de  Amarcord, película de Federico Fellini, donde los protagonistas, ante la sorprendente visión de los desconcertantes “copos de nieve”, exclaman con exultante alegría:  

 

 

 

¡Los vilanos!

 

-Vilanos a la deriva-

¡van hacia aquí y van hacia allá!

 

-Sobrevuelan el cementerio                                                                                                                                                                              

los caminos, el mar…-

 

¡Vuelan los vilanos                                                                                                                                                                                          

vuelan, vuelan, vuela!

 

Y es que son, estos etéreos y mágicos vilanos, ilusiones que sobrevuelan los espacios habitados por  tanto desencanto.

 

Y pasa y se queda. Y se alza y vuelve.

Siempre leve, siempre aquí, siempre, allí. Siempre

Como el vilano”.

 

 V. Aleixandre            

 

 

 

Evelia Gómez, octubre 2015

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

Emilio RICO y Rosa María SIMÓ.  Flores silvestres de Asturias. Cajastur, 2009