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Narcisos

«Estoy solo y no hay nadie en el espejo » decía Borges, precipitando hacia la nada el diálogo imposible entre la ninfa Eco y el ensimismado Narciso cuyo emblema floral puebla, todas la primaveras, los prados y parajes de nuestro valle. Majestuosa flor, grande, solitaria e inseparable de su leyenda. Amarillas trompetas olorosas, espejo gualdo de un paisaje que enamora a Evelia y a cada turonés

La gente de un planeta sin flores pensaría que estamos locos de alegría todo el tiempo por tener este tipo de cosas entre nosotros. Con estas palabras se expresaba la novelista irlandesa, Iris Murdoch, deslumbrada al contemplar el bello espectáculo que era para ella la naturaleza.

Y no es para menos. En nuestro entorno paisajístico, entre la exuberante vegetación abundan las flores silvestres. Variadas especies que en diferentes formas y colores alegran los prados, el sotobosque y las orillas de los caminos. De entre todas ellas hoy hacemos referencia a una de las más bellas que se encuentra en nuestro valle: el narciso. Una flor que se puede ver a simple vista ya que es relativamente grande y  sobresale solitaria entre la hierba por su intenso color amarillo.  

El primer conocimiento que nos acerca a esta planta  lo proporciona la  Botánica. Aunque nuestro propósito no es el de profundizar en el estudio como lo haría un científico. El deseo es más modesto, se trata más bien de una llamada de atención sobre estas plantas silvestres que, muchas veces, a pesar de vivir a nuestro alrededor, nos pasan desapercibidas.

Para ello seguimos la descripción que, con un propósito didáctico básico, hacen de ella   Rico y Simó en su libro Flores Silvestres de Asturias”:

 

NARCISO

“Nombre científico: Narcissus tortuosus.

Nombre vulgar: Narciso  

Familia: Amarilidáceas.

El nombre proviene del griego narké, aturdimiento, debido al aroma pesado que producen las flores de los narcisos.

Es una planta vivaz, bulbosa, de un par de palmos de altura, con hojas glaucas, planas, tan largas o más que el escapo o talo que porta la flor. Las flores son grandes, solitarias y despiden olor a jengibre; tienen forma de trompeta con el tubo recto de color amarillo vivo y una corona de tépalos o piezas lanceoladas de color más pálido. Tienen seis estambres y un  ovario con estilo recto.

Hábitat: En prados y alisedas, localmente muy abundantes en la zona central de Asturias.

Florece de enero a marzo”.

 

 

 

                                                        

Pero si considerásemos a esta planta solamente desde la perspectiva del botánico nuestro conocimiento de ella quedaría incompleto. Y es que la flor tiene una historia, una leyenda; precisamente una de las más hermosas  de la mitología griega: la del Mito de Narciso.

La cuenta el poeta romano Ovidio en su libro “Las Metamorfosis”.  Narciso era un joven de extraordinaria belleza, que al ver su imagen reflejada en el agua de un río, se enamora de ella. Con una pasión obsesiva desea con vehemencia abrazar su propia imagen y se lanza a las aguas donde muere ahogado en el intento del abrazo imposible.

La leyenda de la flor comienza en ese mismo instante de la muerte del joven, pues en ese lugar, en la propia orilla tiene lugar su nacimiento. Una flor que no tenía nombre y que desde ese momento se llamará como el bello efebo: Narciso. Ella será la encargada de perpetuar la dolorida leyenda de aquel que solo vivía para contemplarse a sí mismo, incapaz, tal vez, de amar a los demás. Y por ello, según algunas versiones, recibiría su castigo.

La escena de Narciso, inclinado sobre el espejo de agua, atraído por su propia imagen, es de una gran fuerza plástica. Pintores de todas las épocas lo han plasmado en sus obras. Desde los frescos de la Casa de Lucrecio, en Pompeya, hasta el cuadro de Dalí, “Metamorfosis de Narciso”. Quizá el más conocido sea la representación de este mito realizada por Caravaggio en el siglo XVII. Es un inquietante claroscuro barroco que envuelve la figura del joven Narciso y su reflejo. Capta un momento impregnado de los peores presagios. A punto de traspasar el espejo, de hundirse en el agua. Cuando va a cruzar la sutil línea entre la vida y la muerte, entre la realidad y el sueño. A punto de transformarse en una flor  que brotará a la orilla.

Y ahora será la solitaria flor-Narciso quien continuará el hilo sutil de la vida. Ella es depositaria de una belleza trasmitida. Desde la altura de su tallo erguido se inclina hacia el suelo. Parece, como Narciso, querer ver el dorado de sus pétalos reflejado en las gotas de rocío de la mañana o en las ondas que salpican las orillas de los riachuelos. ¿Sabrán estos sencillos narcisos que son portadores de tan triste historia?  El joven Narciso se ha transformado en flor y ahora ella hereda no solo su nombre sino también el peso de su leyenda.

Una  leyenda de pasiones entre dioses y humanos que termina dramáticamente. El único pecado de Narciso, el que desencadena el trágico final no fue otro que el de haber poseído el don de la belleza y deslumbrado ante ella obsesionarse hasta morir por conseguirla. Incapaz de encontrarla en los demás, en los que le amaban, muere víctima de su propio “narcisismo”: Porque la belleza no es nada/ sino el principio de lo terrible”,  dice Rilke.

Y cada primavera, el bello y sencillo  narciso lucirá por nuestros prados. Nos recordará que la leyenda del muchacho y la flor permanece viva. Una melancólica historia que perdura  a través de los siglos. Para no olvidar.

 

 

Evelia Gómez, agosto 2015

 

Bibliografía 

Rico, E.  y  Simó, R.M. (2009)  Flores silvestres de Asturias.  Cajastur, Oviedo.225 pp.