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Violetas turonesas

Las notas y la poesía de Cecilia inscribieron para siempre, en nuestros recuerdos, su reino floral desde la primavera hasta el nueve de noviembre. Una flor sencilla y discreta por el tamaño, color y olor. Una majestuosa discreción que se ha incrustado en nuestro mundo cultural y que tiñe, generosa, los suelos profundos de nuestro monte turonés. ¡Son violetas!, dice Evelia. ¡Cuidado, no las pisemos!

¡Son violetas! ¡Cuidado!  ¡No las pises!

 

Detuve mi pie entre la hierba ante la vehemente exclamación de mi amiga Marisa. No había reparado enunas florecillas que apenas se veían, tan tímidas eran  y tan poca cosa. Pequeñitas, de color azulado, discretas. Me acerqué, aislé con delicadeza la planta de entre aquella maraña vegetal y separé los frágiles pétalos enredados.

¡Violetas! No sabía que esas florecillas eran  las violetas. Conocía las cultivadas en jardines e invernaderos, las del “Ramito…en cada nueve de noviembre” de Cecilia o las de “La violetera que en Madrid aparece por primavera”. Pero las que crecían libremente en su estado natural  no las había identificado.  Tampoco sé el nombre de tantas otras que adornan el paisaje por prados, bosques o las orillas de los caminos. Y es que suelen pasarnos más desapercibidas por su pequeño tamaño o por crecer entre matorrales o porque nos fijamos más en los árboles y el paisaje en general. Poner atención a su existencia es todo un descubrimiento al que nos ayudan los estudiosos de la naturaleza, biólogos, botánicos, fotógrafos que se acercan y nos enseñan su  belleza. También poetas, como Wislawa  Szymborsca, que habla con flores y plantas, a pesar de su silencio:

 

 

 

De este modo, indagar en el conocimiento de cada flor es un viaje apasionante que siempre se puede emprender navegando por páginas y páginas que nos informan. Así que nos queda el puro placer de expresar tantas sugerencias y emociones que en nosotros provocan

Con el nombre de “violeta” se conocen numerosas especies, por esta razón, a menudo se confunden y su determinación no resulta fácil. Seguimos, por su gran valor didáctico, el estudio y clasificación de los botánicos Emilio Rico y Rosa María Simó, que en su guía básica de la flora asturiana, Flores silvestres de Asturias,  se centran  en la denominada:

 

Viola riviniana

“Violáceas. Violeta

Esta violeta es una planta vivaz, pequeñita, apenas 10 cm de altura. Tiene una roseta de hojas basales de cuya axila brotan tallos floridos y foliados. Las hojas son de contorno acorazonado y bordes crenados, es decir, con dientes, pecioladas y con un par de estípulas lanceoladas y fimbriadas.

Las flores son de color azul violáceo y van dispuestas al término de un pedúnculo glabro. Están formadas por cinco sépalos persistentes y prolongados en apéndices, y otros tantos pétalos libres que componen una corola irregular, el inferior prolongados hacia atrás en un espolón de color verdoso o blanquecino, corto, grueso, y acanalado en el ápice. Es planta de caracteres variables.

HÁBITAT. Sobre suelos profundos, en pastos, sotobosques, matorrales. Muy frecuente en toda Asturias, desde el nivel del mar hasta la alta montaña”.

 

El término “violeta” procede del diminutivo francés violette  (latín viola, -flor de color púrpura-más el sufijo -ette).  Es el nombre de la flor y también el de su color.

Y no sabemos muy bien por qué razón asociamos sentimientos de cierta tristeza al color, al violeta.  Tal vez, en olvidados sustratos de la memoria, subyacen imágenes, ropajes y vestidos de ceremonias como los de la Semana Santa que impregnan el recuerdo con un aroma de incienso místico.  

Este matiz triste que emana de esta flor y su color ya fue tenido en cuenta en la mitología clásica. Los romanos denominaron a la violetas, “lágrimas de los dioses” que al caer en la tierra habían florecido. Tal como las describió  Bécquer en su Rima XIII,

                                       

Es el tono azulado de la violeta el que evoca una sensación de tranquilidad y sosiego, como el atardecer de un pacífico día que invita a la meditación y que, según los psicólogos,  posee un efecto relajante y tranquilizador. Invita al silencio y a vivir hacia dentro las emociones contenidas. También sugiere misterio y nostalgia como los que emanan de  El café en la noche de Van Gogh o de  La hora violeta, novela de la escritora Monserrat Roig, donde tiñe de púrpura el final de un día que acaba, como las vidas que se van consumiendo en el tiempo. Un tiempo y unas vidas que no volverán y que dejan en la protagonista un poso de melancolía.

También de color morado son las ojeras de la amante que agoniza. En un lance cervantino, el autor del libreto de la ópera de Verdi, La Traviata, cambia el nombre de Margarita,  protagonista de La dama de las camelias en la que se inspira, por el de Violetta, que debió de parecerle más significativo para expresar la  tragedia de amore e morte que vive la heroína romántica.  

Pero ningún romanticismo parece animar el uso del  nombre de nuestra flor en la  expresión “violetas de marzo”, que fue utilizada en la época del auge del nazismo alemán para denominar a los advenedizos que se unían al partido una vez que éste ya había triunfado. El ambiente de terror y miedo - Berlín Noir- que se vivía en ese momento histórico, lo describe con total fidelidad, el escritor británico, Philip Kerr en la novela que titula con esa misma expresión: Violetas de Marzo. (“Por lo que he oído es la peor clase de Violeta de Marzo que puede haber, ya se sabe, los que se montan en el tren del partido y viajan en él para hacer un beneficio rápido” (pág. 58)

Otro valor ajeno a todo lirismo, es el que carga  a la inocente florecilla  con la severa ironía expresada en Los eruditos a la violeta, una obra del siglo XVIII, en la que su autor, José Cadalso, critica a todos aquellos que presumen de ilustrados, que aparentan una cultura que no tienen y pretenden saber mucho estudiando poco: “Jóvenes petimetres que poblaban los salones, más atentos a su indumentaria que a sus estudios…Muy emperifollados, apestando a aguas olorosas de lavanda, jazmín o violetas.” De esta última flor, con fino sarcasmo, tomó el nombre para el título de su sátira.

Pero la violeta, esta pequeña flor silvestre, insignificante y sencilla, vive sin saber de tanta metáfora añadida. Ella, en silencio, entre la hierba, aparece cada año e ilumina el paisaje con estrellitas azules y hojas en forma de corazón. Sin alardes adorna, alegra y embellece nuestros prados, crece bajo los árboles, aquí y allá,  por  montes y valles de Turón. Una flor que nuestros “botánicos de cabecera”, bien conocedores de la flora de nuestra región, la señalan como  muy frecuente en toda Asturias.  

Son las violetas flores muy madrugadoras, suelen empezar a verse al finalizar el invierno, cuando ya está apuntando la primavera. Entonces asoman los pequeños pétalos violáceos sobre el suelo eternamente verde. Al ser tan pequeñitas e introvertidas, hay que poner mucha atención para descubrirlas entre las hierbas y no pisarlas por descuido. Su discreción y color nos cautivan, así como el profundo simbolismo que encierran. Un simbolismo que tienen en cuenta tantos artistas que por medio de la palabra, el color o la música expresan con ellas  sentimientos que alberga el ser humano en cualquier latitud y a través de los tiempos. Además las flores reales, con sus variadas formas, texturas  y colores siempre están presentes en celebraciones, nos acompañan a lo largo de nuestra existencia, desde el principio hasta el final. Así viene sucediendo invariablemente a lo largo de los siglos.

Y perdurarán las florecillas silvestres, vivirán entre nosotros…”Porque nos unen muchas cosas / la misma estrella nos tiene a su alcance.”  (Wislawa S.)

Mientras tanto, ellas, brotando de la tierra en sempiterna espontaneidad, están cumpliendo la importante función de mantener el equilibrio ecológico, es decir, la función necesaria que mantiene el ciclo de la vida en la naturaleza.

And then the violet, arose from the ground            

   “Y entonces la violeta emergió del suelo”

                                                          Shelley

Parece increíble, pero así es.

 

 

Evelia Gómez, octubre 2017

 

 

 

 

Bibliografía

RICO, Emilio y SIMÓ, Rosa María,   Flores Silvestres de Asturias  (Cajastur 2009)

KERR, Philip,  Violetas de Marzo  RBA Libros, S.A  2015

ROIG, Monserrat,  La hora violeta   Editorial Argos Vergara, S. A. (1980)