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Entre Polio y Cutrifera: La Crucina

A través de la evocación de Carlos Vega, las gentes y sus voces resuenan de nuevo por el "camino real" de la Crucina.


Hay que recordar que
absolutamente todo se hace
una sola vez en la vida;
no existe la posibilidad
de repetir el mismo momento.


Jorge González Moore

 

La Crucina

La Crucina desde San José-1.jpg

Lejos quedan los excesos culinarios de los días festivos, madrugo para dar un paseo por “la solana”. Después de varias horas de entretenida caminata concluyo la misma en La Crucina, barrio que bien debiera llevar el nombre de su vecino Vistalegre dada la panorámica que se divisaba antiguamente desde su altozano. Formaba parte del antiguo “camino real” que atravesaba el Valle y es muy posible que el cruce de caminos que allí se produce, constituyese una de las posas de los cadáveres en su camino final hacia el cementerio ubicado en Puenes (actualmente pisos de la Plaza de la Madera) y diera lugar al nombre con que se conoció al casería que poco a poco fue formándose en el lugar.

La tradición popular enseguida alentó la fantasía y surgieron leyendas sobre el origen del nombre. Hubo, quien oyó hablar de un “forno”, existente en el lugar, en cuyo interior se encontraba una “cruz pequeñina” y de ahí el nombre de La Crucina. Otros, -caso del popular Manolín de Eduviges- nos contaron la irreverencia de Manín, el calderero cuya mula “como fulminada por un rayu, quedó clavada en el suelu hasta que acertó a pasar por allí Pepe Agosta que deshizo el desagravio”. Lo único que podemos certificar sobre La Crucina es una carta fechada en febrero de 1858 en la que el Crunina capanario-1.jpgentonces D. Joaquín López, “cura propio de San Martín de Turón y su hijuela de Santa María de Urbiés” cuenta al Sr. Obispo de Oviedo que “en el sitio de Sobre-puenes, término de esta parroquia y Camino Real para la Villa de Mieres, se halla un humilladero con una efigie titulada el Santísimo Cristo de la Paz, de tanta devoción para los fieles de esta Parroquia que raya ya en prodigio, viéndose ya multitud de fervorosos cristianos orar ante el milagroso Santísimo Cristo de la Paz a la intemperie de los elementos por que el en humilladero apenas cabe una sola persona.” Ante esta situación, el humilde cura “solicita licencia para levantar una Capilla en el mencionado sitio… y celebrar alguna vez el Santo Sacrificio de la Misa”, lo que le es concedido por decreto a los pocos días.

Lo cierto es que el barrio merece un detenido recorrido para observar el estado de deterioro y abandono en que se encuentra. Bajando de Torones me encuentro con la casa de María “la hospitalera” - así la llamaban porque hacía la limpieza en el Hospital de Hulleras del Turón-, una estrecha callejuela la separaban de La Majina -hoy, creo que centenaria residente en Oviedo- y pegada a ella la vivienda que fue de los Rueda (Victor y Mari Carmen), y sus vecinos Manuela y Sandalio. Aún conservan en su fachada el color original de la pintura pero están a punto de desplomarse. Por la parte de abajo vivía Cuqui “la pescaera”. Parece increíble pero delante de la puerta jugábamos al balón, ¡ay si Pepín levantase la cabeza!, y, un poco más abajo, Ezequiel y Leonides. Siguiendo hacia abajo había nada menos que cinco viviendas donde recuerdo a Lola y los padres de Robero (batería de los G E), Azucena, Tina y Claudio Sevillano, Coto y Ramón, el hijo de “la majina”.La Crucina , calle-1.jpg
Descendíamos por una empinada escalera para llegar a casa de Teresa (la madre de Rufino, el del Casillín) y a su lado vivía Fermín al que conocíamos como “el de la imprenta” y al que todavía veo, de vez en cuando, por Figaredo. A sus espaldas, la casería de Manolo Llanes (allí acudí diariamente a por la leche) sobre el solar de Faes, rodeado de enormes eucaliptus y su inseparable “ganao”

Teníamos que pasar la capilla del Cristo para encontrarnos con las casas de Severo Barrigón. Recuerdo con toda exactitud el entierro de la hija de Pepe Estrada. De Oviedo llegaron gran cantidad de “sordomudos”, compañeros de ella, que nos dejaron a todos impresionados. Allí vivía “Barrigón” y “los de Crucina” que eran propietarios del estanco y a la vez que familia. A su lado Urcesina “la pescaera”. (Nunca podré olvidar aquella noticia que recorrió el barrio el 8 de enero de 1963. “Matose Josín”, -José Ureña Vicente- , uno de los fallecidos en el trágico accidente de Santa Bárbara). Siempre que paso por el lugar le recuerdo así como que en el hórreo vivían cuatro familias. Una de ellas con cinco hijos. En el bajo hubo algo de escuela y uno de los asistentes me jura y perjura que eran 30 los guajes que a ella asistían. La pequeña antojana existente entre las casas era el lugar de juego de la numerosa colonia infantil.

Grupo de la Crucina-1.jpgSigo viendo a Ramón “el albañil” y a su mujer Sofía, haciendo su vivienda. Pasos más allá vivían Luciano y Celsa junto a sus hijos Vicente, Celsi, Geles. Arcadio; y, Saturnina con sus hijas Isabelita y Marujina. Buen revuelo se armó en el barrio cuando Marujina se casó en Buenos Aires “por poderes”. Quién de ni época no se acuerda del popular Gelín “Caranga”, ¡pisa güaján, michi!, entre otras cosas camarero en la cafetería Río e hijo del matrimonio. Detrás de las casas el enorme eucalipto y la frondosa mimosal, aun existentes, que nos hacían temer por las viviendas en tiempo de aire y nieve.

Verdadero personaje de mi época era María “la colchonera” y su hijo “Chusín”, que trabajaba en el teléfono de la Molinera, vecinos de Isabelita y Ramiro, de los primeros emigrantes a Bélgica que recuerdo y a los que esperábamos de verano en verano para escuchar las historias que nos contaban del lado de allá de los Pirineos. Cerraba el barrio el popular Tomillo al que siempre recordará como “el hombre de los caballitos”. Siempre le conocí ligado a las fiestas, a las carrozas, a los desfiles…

El mejor regalo que podía hacerte, era uno de aquellos “vales” que te permitían algún viaje gratis en alguno de los múltiples carruseles que llenaban “la cera l´ante” del ya desaparecido San Francisco y al que denominábamos popularmente como “los Cuarteles”. Si el vale era para “los coches de choque” ya era lo máximo que uno podía disfrutar. Nunca supe de sus afinidades políticas pero siempre le escuché aquello tan suyo de “me cago´en la puta reina”. Nos dejó en mayo del 82 y estoy seguro que en su capilla, hasta el Cristo sintió su muerte. Gloria (siempre con aquella delicadeza), Celi Rosa y Licinio conformaban la familia.

Entre Polio y Cutrifera, marzo 2011