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Una institución al servicio de la cultura «popular»

La biblioteca del Ateneo Obrero de Turón.


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Blanca Esther Fernández Gutiérrez

El marco social y cultural

Desde los años finales del siglo XIX y durante las tres primeras décadas del siglo XX, proliferaron en Asturias las sociedades culturales cuya misión fundamental era la de facilitar el acceso a la cultura de las clases populares. Los medios para alcanzar tal fin eran la realización de actividades como conferencias, cursos, coloquios, etc., y la instrucción, que complementaba en parte la labor realizada desde las escuelas. Fueron pioneras en la tarea de democratizar la instrucción y la cultura. Se dirigían principalmente a las clases obreras que tanto habían crecido en Asturias a raíz de la explotación minera y la instalación de fábricas metalúrgicas; de ahí su concentración en las zonas industriales y urbanas: Cuencas Mineras, Gijón, Oviedo y Pola de Siero.

Ángel Mato,1 en una obra clave para la comprensión de este tipo de sociedades, señala varios rasgos comunes a las mismas, entre los que destacamos:

• Funcionamiento democrático a través de la participación de todos los socios.
• Actividades establecidas en Reglamentos que potenciaban el progreso y la instrucción, así como la creación de bibliotecas.
• Neutralidad política (sólo conseguida en los primeros tiempos).
• Composición social interclasista.

Entre estas sociedades se encuentran los Ateneos, cuya misión principal era la formación de sus miembros mediante la organización de actos socioculturales para contribuir a la educación de las clases menos cualificadas. Su función fue muy destacada si tenemos en cuenta que, según los datos censales de principios del siglo XX, de los cuales se puede obtener el porcentaje de analfabetismo, éste se sitúa en torno al 61% del total de la población.2 Este porcentaje se fue reduciendo de manera importante en las primeras décadas del mismo, lo que implica un aumento de la lectura popular.

En cada Ateneo se solía organizar una biblioteca, ya fuera instalada en forma de vitrinas o ya ocupando una sala destinada específicamente a este fin. La existencia de este servicio fue muy importante desde un punto de vista sociocultural, si tenemos en cuenta que el acceso a los libros era escaso entre las clases trabajadoras, fundamentalmente por razones económicas.

La misión que cumplen estas bibliotecas es complementaria a la de las «bibliotecas populares» proyectadas por el ministro de Fomento Manuel Ruiz Zorrilla en 1869, dentro de los establecimientos escolares, ya que éstas estaban más ligadas a fines docentes o de simple alfabetización.3
 

Este tipo de bibliotecas dependientes de instituciones culturales no oficiales logró una gran proyección en Asturias y es un ejemplo del alto nivel cultural que se había adquirido en nuestra región, sólo comparable al que se produjo en Cataluña, aunque en este caso por la «vía oficial».4
 

Por otro lado, como señala Jorge Uría,5 constituyeron una alternativa para ocupar el tiempo de ocio del que ya empezaba a disponer la población laboral.

 

Ateneo_obrero_Turon_Blanca-1.jpgLa Biblioteca del Ateneo Obrero de Turón: fundación y normativa

 

En 1925 se funda el Ateneo Obrero de Turón aprobándose su Reglamento en Junta General de 9 de Marzo de 1925. Cuatro días más tarde, el 13 de Marzo, es presentado en le Gobierno Civil a los efectos de la Ley de Asociaciones.
 

El reglamento comienza definiendo los objetivos de la institución que, en esencia, coinciden con los contenidos en la normativa del primer ateneo fundado en Asturias, el Ateneo Casino Obrero de Gijón (1881). Estos se resumían, según se recoge en su artículo 1.º, en la dedicación exclusiva «a fines de enseñanza y fomentar la cultura entre la clase obrera (…) Siendo la instrucción el objeto primordial de este Ateneo…».6
Acontinuación determina que estaba dirigido a «toda persona que tenga por primordial elemento de vida el ejercicio de un oficio o profesión intelectual o
manual.»
 

En este primer reglamento del Ateneo, y aunque todavía no se había inaugurado la Biblioteca, se habla expresamente de la misma, del personal encargado, así
como de sus funciones, y se alude a la voluntad de desarrollar posteriormente un reglamento específico de la biblioteca. En el Título Cuarto, referido a la Dirección del Ateneo, figuran un Bibliotecario 1.º y un Bibliotecario 2.º, entre los miembros de la Junta. Posteriormente, en el Art. º 22 se definen sus funciones:
Los Bibliotecarios tendrán a su cargo la Biblioteca cuya conservación y fomento procurarán por todos los medios que les sugiere su buen celo, y turnarán el servicio mensualmente. Llevarán un índice de los libros que constituyen la Biblioteca en el que estarán anotados, el título, nombre del autor, clase, procedencia y fecha de adquisición de cada obra. Este índice servirá de base para la formación del inventario de la Biblioteca, verificándose por él la entrega de la misma cuando cambie la persona que ejerza el cargo de Bibliotecario.
 

El día 23 de mayo de 1926 se inauguró la biblioteca circulante del Ateneo gracias a la ayuda económica prestada por los señores don Bernardo Aza y don Rafael del Riego, insigne industrial e ingeniero del concejo, respectivamente. El acto de inauguración, del que se hizo eco la prensa regional, tuvo lugar en el Salón Variedades (La Veguina, Turón), que había sido cedido por su propietario Froilán Álvarez. El presidente del Ateneo, José Lorenzo López, inició el acto con la lectura del discurso de apertura recogido en El Porvenir de Mieres,7 semanario local de los concejos de Riosa, Aller y Lena, cuyas palabras manifiestan una mentalidad moderna e ilustrada:


Señoras y señores una satisfacción inmensa embarga mi espíritu en este momento al ver convertida en realidad una obra de tan positivos resultados como la Biblioteca Circulante del Ateneo, hemos conseguido en poco más de un año de labor de difusión de la cultura popular, despertar el amor al estudio, y formar un sentimiento en la opinión por las cosas delectivas del espíritu, esto que es tanto como el principio de una nueva era, me hace ser optimista y tener más fe (sic) cada día en nuestra labor eminentemente cultural.


Este establecimiento bibliográfico no nació como biblioteca de depósito o de consulta, sino como biblioteca circulante, permitiendo que los socios llevaran los documentos fuera de la misma. Contaba en ese momento con unos 700 ejemplares y en poco más de cuatro meses, en septiembre de ese mismo año, se inaugura el volumen 1000 gracias a una campaña para que los socios entregaran un libro gratuitamente.8
 

Entre los documentos conservados, hemos localizado varios ejemplares que podrían haberse obtenido a raíz de dicha campaña, ya que en la portada figura
una dedicatoria manuscrita con el nombre de la persona que lo donaba y la fecha. Así aparecen los nombres de don J. Antonio Castro, don Leoncio Villanueva, don Antonio Hevia, don Evaristo Llorente Fernández, don Dositeo Barreiro González, y don Alfredo Menéndez (entre otros), y las fechas oscilan entre los meses de agosto y septiembre de 1926.
 

El primer Reglamento que conocemos de la Biblioteca Circulante se conserva impreso en una cartulina fechada el 28 de abril de 1927. En la misma, junto a la normativa de funcionamiento interno compuesta por siete artículos, figura una tabla para anotar las lecturas, que tenía que ser presentada por el socio al entregar el libro, y el horario de la biblioteca. En la otra cara hay diez recomendaciones denominadas «Habla el libro al lector» con las que se intentaba evitar el deterioro de los libros. También se aconseja por parte de la Directiva que la cartulina sea utilizada como marcador de lectura «con el fin de evitar las dobleces en las hojas (…) cosa que los afea y deteriora».9
 

La normativa comienza señalando los objetivos que desde la Dirección se marcan para la Biblioteca, como son «coadyuvar a la propagación de la cultura e instrucción de toda las clases sociales, por medio de la lectura». Es llamativo que este principio, que ya figura en el reglamento ateneísta, sea el que, en esencia, se recoja en el Manifiesto de la UNESCO sobre las Bibliotecas Públicas elaborado años más tarde (1949); documento fundamental en el que se señalan las misiones que se les encomiendan a las mismas.10 Sólo un aspecto no aparece reflejado en este objetivo genérico: la función recreativa, es decir, la biblioteca como el lugar adecuado para ocupar el tiempo de esparcimiento (aunque realmente cumpliese también esta misión).


Un aspecto que nos llama la atención es la subordinación de la biblioteca a la Directiva del Ateneo (artículo 2.º y 3.º), al contrario de lo que ocurría en otros
ateneos en los que este servicio contaba con junta propia. Esta Directiva era la encargada de nombrar a los Bibliotecarios que se ocuparían del préstamo de libros, de autorizar la retirada de documentos y de adquirir otros nuevos.
La Biblioteca se abría todos los días laborables de seis y media a ocho de la tarde, horario que resultaba insuficiente, ya que limitaba el acceso a la misma a los obreros que tuvieran turno de mañana.


El socio del Ateneo lo era simultáneamente de la Biblioteca, sin ningún coste adicional, y las condiciones del préstamo eran las siguientes:

a) Presentar el recibo que acreditaba estar al corriente en el pago de las cuotas del Ateneo.
b) Firmar un recibo por cada volumen que solicitara y, a su devolución, exigir la firma del Bibliotecario, acreditándola.
c) Sólo se podía llevar prestado un volumen, salvo en circunstancias especiales determinadas por la Directiva.
d) El plazo máximo para tener en su poder un libro era de 20 días, prorrogables, siempre que no hubiera sido solicitado por otro socio.11

A continuación se recogían los motivos que impedían el uso de la Biblioteca por parte de los usuarios:


1.º Por causar baja en el Ateneo.
2.º Por deterioro en los libros, causado por negligencia, como manchas en las hojas o cubiertas, rotura de las mismas o anotaciones, en cualquier sentido, que revelen mala intención o poco interés por la conservación de los mismos.
3.º Retraso repetido en la entrega de libros.
 

Las sanciones por deterioro implicaban el abono del importe del documento o documentos si se trataba de una obra en varios tomos, siendo la Directiva muy estricta en este punto, según se desprende del Reglamento:
 

«La Directiva será inflexible respecto a este particular y perseguirá por los medios a su alcance, incluso por los Tribunales a quien no lo cumpla…».12
Respecto a la selección y adquisición de los fondos se pretende mostrar una mentalidad innovadora y abierta, intentando complacer las demandas de los socios.
«La Directiva procurará adquirir el mayor número posible de obras literarias, científicas, económicas, filosóficas y de todas aquellas materias que puedan satisfacer las diversas tendencias de los socios». También se contempla la admisión de donativos, que, en ocasiones, contribuyeron a aumentar el volumen de los fondos de forma considerable
 

Pero, por otro lado, se puede ver una actitud en cierto modo paternalista al señalar que no se encontrarán en la Biblioteca «libros pornográficos, ni cualquier otro que por su inmoralidad o por otras causas fuese perjudicial para quienes lo leyesen».
Termina el Reglamento refiriéndose a la reunión que anualmente debía realizarse para «ver la marcha» de la Biblioteca y la necesidad de la confección de una Memoria sobre la misma, que tendría que ser elaborada por los bibliotecarios.13
Posteriormente el reglamento del Ateneo es sustituido por el aprobado en Junta con fecha 29 de marzo de 1931, siendo remitido al Gobierno Civil en abril de ese mismo año a efectos de la Ley de Asociaciones. A continuación se imprime en un folleto de 19 páginas junto con el reglamento modificado de la Biblioteca.14
Este documento, a pesar de su interés, no está recogido en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español. Sin embargo sí figuran, por ejemplo, el del Ateneo-Casino de Gijón, publicado en 1881 y el del Ateneo Jovellanos de Gijón de 1953.
Tres aspectos fundamentales son los que cambian: se crea la figura del Conserje, que será el que se ocupe del préstamo de los libros, descargando a los bibliotecarios de esa tarea; se amplía el horario de apertura de la misma de 1 a 3 y de 6 a 9, medida con la que se respondía efectivamente a las necesidades horarias de la clase trabajadora; y, por último, aumenta el número de volúmenes que se pueden llevar en préstamo de uno a dos.


La ubicación de la Biblioteca


Desde su inauguración la colección estuvo instalada en la sede social del Ateneo, que en principio fue el Salón Variedades. Posteriormente se trasladó con ésta al Salón Froiladela, para ser ubicada al año siguiente (1927), según los datos aportados por Manuel Jesús López González,15 en los bajos ocupados hasta entonces por la farmacia del señor Fraile.


Ateneo_obrero_Turon_Blanca2-1.jpgLas dificultades con las que se encuentran los miembros del Ateneo para realizar sus actividades les hacen pensar en construir un local propio. Solicitados los terrenos a la empresa Hulleras del Turón, se levanta el edificio en el barrio de San Francisco, inaugurándose el 19 de octubre de 1930.

Al año siguiente se solicita al Ilustrísimo Ayuntamiento de Mieres licencia para ampliar el mismo, mediante la construcción de una galería en la fachada norte, 16 que, según su presidente José Lorenzo, iba a destinarse a sala de lectura. Con esta obra se creaba en el edificio un espacio concreto para ubicar la biblioteca que, además, ofrecía unas adecuadas condiciones de luminosidad. Ala misma tal vez se trasladaron los libros que, hasta ese momento y tal como se deduce del estudio de los planos, estaban depositados en los armarios instalados en el cuerpo principal, ocupando los espacios del muro entre las ventanas.

Los fondos del Ateneo: historia de la colección
 

Desde la etapa fundacional, ya comentada, la biblioteca circulante del Ateneo Obrero de Turón vio incrementado sus fondos rápidamente. Según un escrito enviado por su presidente don José Lorenzo Pérez al Ayuntamiento de Mieres con fecha de 14 de marzo de 1929, contaba con 2250 volúmenes «casi en su totalidad donados por particulares y organismos oficiales, tales como la Exma. Diputación Provincial y esa Corporación de su digna presidencia».17
La biblioteca, en ese momento, estaba funcionando muy bien. Según señala el presidente del Ateneo, José Lorenzo, en un artículo que escribió sobre Turón, en el verano de 1930 se realizaban una media de 40 lecturas diarias y el número de socios era de 400.18 Ángel Mato hace un exhaustivo estudio sobre el número de libros y lecturas en las Bibliotecas Populares de Asturias entre 1923 y 1936.19 Con los datos que aporta se puede hacer un análisis comparativo entre el volumen de fondos con los que contaban las bibliotecas del Concejo en los años 1930-34. Del mismo se desprende que es la biblioteca del Ateneo Obrero de Turón la que posee una colección más numerosa, con un total de 2837 volúmenes el 1 de enero de 1933, y 2948 el 1 de septiembre del mismo año; estos datos se obtienen a partir de un certificado elaborado por el secretario de la institución D. César Fernández del Viso y González.20 A continuación se encuentran las bibliotecas del Ateneo Popular y la Municipal, ambas de Mieres, de un censo total de veinte centros analizados por el autor.


El Ateneo contaba en estas fechas, según los datos que constan en el Archivo General de la Administración, con unos 875 socios, que también lo serían de la
biblioteca.21 Sin embargo, más optimistas eran las cifras que se daban en un álbum de fiestas del año 1932 en el que se decía que el Ateneo tenía 1100 socios y ostentaba la presidencia de la Federación de Ateneos y Centros Culturales de la Provincia. También se señalaba que la biblioteca contaba entre sus equipamientos con una estufa eléctrica para la desinfección de los libros. 22
 

Al incremento de los fondos contribuyeron, como ya señalamos, las donaciones de particulares, socios protectores y el propio Ayuntamiento quien ya el 11 de mayo de 1929 acuerda subvencionar al Ateneo con la cantidad de 1000 pts. para la adquisición de libros.23 Así mismo, en años sucesivos constan varios mandatos de pago para la compra de libros: uno de diciembre de 1931 por valor de 1000 pts., otro de junio de 1932 de 900 pts.,24 y una comunicación de 1933 dirigida al Presidente del Ateneo para que envíen la factura de los libros adquiridos con el objeto de que el Ayuntamiento pueda abonarles las 500 pts. que les corresponden. Pero no sólo esta biblioteca recibe dinero para la compra de libros. En un documento que se envía a las bibliotecas circulantes del concejo en 1933, se señalan las condiciones que debían reunir las que quisieran percibir subvenciones por parte del Ayuntamiento: Acreditar que poseían Biblioteca Circulante antes del Primero de Enero de 1933 con un nº de volúmenes no menor de cincuenta. Acreditar que en Primero de Septiembre contaba la Biblioteca Circulante con más de cien volúmenes.25
 

La mayoría de las asociaciones consiguen estas ayudas, siendo las mismas proporcionales al número de volúmenes que constituyen el fondo. Sólo tres obtienen 600 pts.: el Ateneo Obrero de Turón, el Ateneo Popular de Mieres y la Casa del Pueblo de Figaredo.26 Los últimos mandatos de pago que figuran en el Archivo Municipal de Mieres con destino al Ateneo son de 1935 y van destinados a atender la enseñanza mientras las escuelas estén ocupadas por la fuerza pública.
 

A pesar del importante volumen de documentos que componía la colección de la biblioteca, sólo se han conservado 95 libros, actualmente depositados junto al «fondo antiguo» de la Biblioteca Pública de Mieres. Algunos de ellos están encuadernados en piel o tela, con un número grabado en el lomo que, según Carmela González Rodríguez,27 Coordinadora de las Bibliotecas Públicas del Concejo de Mieres, podría tratarse del número de registro del documento. Esto nos hace pensar en el especial cuidado que por parte de la Directiva se tenía con los libros. Únicamente se puede afirmar con total seguridad que 69 de estos ejemplares formaron parte de la colección de la biblioteca del Ateneo, bien porque tienen en la portada el sello del Ateneo,28 o estampadas en la parte inferior del lomo las iniciales A.O.T., o bien porque estas iniciales figuran como signatura en la portada y, por último, también se incluyen los libros con una dedicatoria manuscrita en la que consta que es una obra donada para el Ateneo; en el resto de los ejemplares aparecen los sellos la Biblioteca Pública Municipal de Turón (10), de la Biblioteca del Casino de Turón (3), de la Obra Sindical Educación y Descanso (20) o de la Junta de Intercambio y Adquisición de Publicaciones (3), y en muchos de los libros dos o tres diferentes, como también se pueden ver en algunos de los documentos Ateneo.


Sin embargo actualmente se considera que todos forman parte de la colección perteneciente a la Biblioteca Circulante del Ateneo, la cual estuvo instalada en la Biblioteca de Turón hasta que, por problemas de espacio, fue traslado a Mieres. Ésta pudo haberse formado con la aportación de los fondos de estas otras asociaciones del Valle a raíz de la posterior apertura de un centro cultural que recibió el mismo nombre, en virtud del peso histórico que tuvo esta institución a principios de siglo. En general, son obras editadas en las tres primeras décadas del siglo XX, aunque también hay interesantes ejemplares del siglo XIX, como la obra de Camillo Flammarino Astronomía popular: la tierra y el cielo de 1879 y las de Concepción Arenal29 La beneficencia, la filantropía y la caridad de 1894 y El pauperismo de 1897. Con el material conservado pocas ideas podemos hacernos sobre la composición de los fondos. Ángel Mato, a partir de un estudio elaborado con noticias de prensa, indica que los autores más leídos en la Biblioteca del Ateneo de Turón en 1927 eran los novelistas españoles y, por orden de preferencia, V. Blasco Ibáñez, A. Palacio Valdés, Pío Baroja, B. Pérez Galdós, etc.30 Podemos suponer que, como en el caso de las bibliotecas de las que sí se conservan los fondos, la literatura constituía la mayor parte de la colección.
 

Sobre la suerte que han corrido el resto de los documentos sólo podemos hacer conjeturas. Sabemos que en Mieres, hacia 1935, estaban clausurados casi todos los centros culturales, aunque no era el caso del Ateneo de Turón según se deduce de la relación de sociedades enviada desde el Ayuntamiento al Gobernador Civil General de Asturias.31 Lo que sí es cierto es que muchas bibliotecas desaparecieron con la Guerra Civil y muchos libros fueron destruidos. En 1936 se crea una Junta Depuradora con el fin de revisar los fondos de las mismas para eliminar las obras de matiz socialista o comunista. Con la Orden de 23 de diciembre de 1936 comienza la sistematización y regularización de la Ateneo_obrero_Turon_Blanca3-1.jpglabor depuradora de las bibliotecas; al mismo tiempo se creó una Junta Provincial de Incautación de Bienes que comenzó su labor con las bibliotecas de los Ateneos.32 Los fondos considerados «peligrosos» debían ser enviados a la Biblioteca Universitaria, a la Biblioteca Pública Provincial o al Archivo de Hacienda.
 

Suponemos que fue una vez terminada la contienda, cuando se reunieron los libros que constituyen el denominado «Fondo Infierno», depositado en la Biblioteca Pública de Oviedo, y creado mediante la aportación de algunos de los documentos pertenecientes a diferentes centros clausurados por motivos políticos. Ante la inexistencia de un libro de registro de los mismos en el que conste su procedencia y, dado que en las fichas catalográficas no es preceptivo que aparezca reflejada dicha información, hemos consultado uno por uno los ejemplares para constatar con el sello el centro al que pertenecían.33 Sin embargo, a pesar de haber localizado gran número de documentos de otros centros culturales del municipio (la Biblioteca Popular de Mieres, el Ateneo de Ujo, el Ateneo Popular Mierense y la Asociación Cultural y Recreativa de La Peña)34 no hemos encontrado ninguno del Ateneo Obrero de Turón. Nos ha llamado la atención un grupo de libros con encuadernación similar a los fondos conservados de esta biblioteca, pero que carecen de sello, por lo que no podemos afirmar que procedan de la misma.
 

Concluímos destacando la gran trascendencia cultural que la Biblioteca del Ateneo tuvo para el valle de Turón. Realizó una labor fundamental, la de «popularizar » la lectura, permitiendo a la clase obrera de la zona adquirir un nivel cultural que, difícilmente, podía obtener mediante la enseñanza reglada, dado el corto período de escolarización que era habitual en esa época. Por otro lado, constituyó una alternativa para la ocupación del tiempo de ocio, con la clara intención, por parte de la burguesía industrial, de dirigir y controlar los periodos de esparcimiento hacia otros espacios que no fueran las tabernas y los locales de juego. No hay que olvidar al respecto que las zonas industriales mostraban unos elevados índices de alcoholismo y esto conllevaba a su vez, absentismo laboral y accidentes de trabajo.
 

Desde el punto de vista histórico, las bibliotecas de los Ateneos supusieron para Asturias la creación de una tradición bibliotecaria, que se desarrolló paralelamente a la actividad generada desde el Estado para fundar bibliotecas populares. Ambas vías se complementaban en su labor cultural, ofreciendo un nivel de lectura que pocas regiones llegaron a alcanzar. Ambos modelos bibliotecarios perseguían unos objetivos que, en esencia, no diferían: propagar la cultura y la educación. Pero en el caso de las bibliotecas de los Ateneos, orientados hacia la clase obrera35 y sin poder impedir un cierto control, ejercido por la clase media industrial. Ejemplo de esto último se puede ver en la selección de los documentos de la biblioteca por parte de la Directiva del Ateneo de Turón.


Este aspecto lo corrobora Patricia Latorre36 en un interesante artículo sobre el cambio sociocultural que se produjo en Turón a consecuencia de la crisis de la minería. De acuerdo con ella, podemos afirmar que el Ateneo no nació únicamente para responder a las demandas culturales de la población, sino que fue también un claro ejemplo del paternalismo industrial ejercido por la empresa Hulleras del Turón, desde su instalación en el valle, a finales del siglo XIX. Sin embargo, estas reivindicaciones culturales también fueron defendidas por el movimiento socialista desde principios de siglo, pero con un objetivo que difería sustancialmente. En sus escritos insisten en la necesidad de formación para la clase obrera como paso previo a la consecución de mejoras sociales y políticas. Esta idea aparece en muchos de sus textos, insistiendo en que el control por parte de unos pocos «privilegiados » era más fácil debido a la ignorancia de las masas, de lo cual se deducía que la instrucción era el medio que podía permitirles eliminar las barreras que impedían conquistar la igualdad social.

Como ejemplo de lo dicho destacamos algunos párrafos de un panfleto titulado «La Juventud Socialista de Vegadotos El Progreso a todos los jóvenes de la Hueria de San Juan», elaborado por el comité de dicha asociación:


La misión de esta Juventud, como la de todas las Juventudes Socialistas, es acrecentar la propaganda, extender la cultura y luchar por tener como base la lucha contra las desigualdades sociales. (…) Ha llegado la hora de que cambiemos el vaso de vino por el periódico. De (sic) que aprovechemos el tiempo instruyéndonos.
Y para eso, la Juventud Socialista de Vegadotos crea una Biblioteca circulante para el servicio de sus asociados, con el fin de que todos puedan aprovechar el tiempo adquiriendo los conocimientos que quiera y necesite; (…) en fin llevará a la práctica toda la labor que sea cultural y progresiva. (…) Laborando por la cultura, laboráis por olvidar la esclavitud humana.37

Estas consignas se repiten en muchos textos de ideología socialista, y algunas son más radicales, defendiendo cualquier medio para conseguirlo, incluso la revolución.Ateneu.jpg
Por esto no es de extrañar que los ateneos fueran duramente reprimidos durante la Guerra Civil, al ser considerados focos de ideas subversivas, y muchos documentos de sus bibliotecas censurados. Así ocurrió en el caso del Ateneo de Turón que, incautado por la autoridad militar, pasó a ser utilizado como cine. Sin embargo, superado el periodo bélico, el poso que habían dejado hizo que se desarrollara con gran fuerza la actividad bibliotecaria en la región.




 

(publicado en AABADOM, Julio-Diciembre 2003)
 


1 MATO DÍAZ, Ángel, La lectura popular en Asturias (1869-1936), Oviedo, Pentalfa, 1991, pp. 54-55.
2 Los datos han sido obtenidos de la obra de Jorge URÍA, Una historia social del ocio: Asturias 1898-1914, Madrid, Publicaciones Unión y Centro de Estudios Históricos, 1996.
3 Para estos y otros datos referidos a las bibliotecas, consultar la obra de Manuel CARRIÓNGÚTIEZ Manual de bibliotecas, 2.ª ed. Madrid, etc., Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993.
4 En el caso de Cataluña, el gran desarrollo que adquiere el movimiento bibliotecario es, en parte, consecuencia de la fundación en 1915 de la Escuela de Bibliotecarias, cuyo fin era formar personal encargado de atender el Plan de Bibliotecas Populares. Se crea a partir de entonces una red de Bibliotecas que ha seguido creciendo hasta la actualidad.
5 Para obtener una información más completa sobre este aspecto, es fundamental consultar la obra anteriormente citada de Jorge URÍA.
6 Este párrafo y los siguientes que figuran entrecomillados, están reproducidos a partir del original mecanografiado de los «Estatutos y Reglamento del Ateneo Obrero de Turón». Fuente: Archivo Municipal de Mieres, en adelante AMM, Cultura. Expedientes de Subvenciones, sig.7.55.35.
7 El Porvenir de Mieres, Mieres, miércoles 30 de mayo de 1926.
8 Estos datos han sido obtenidos a partir de la obra de LÓPEZ GONZÁLEZ, Manuel Jesús, Informaciones del Turón antiguo, Oviedo, 1995, obra fundamental para una primera aproximación a la historia del Valle de Turón. Sin embargo otra fuente habla de un número menor de volúmenes, ya que Sandalio SUÁREZ en su obra Mineros de España. Reportajes novelizados de los dramas del subsuelo, Oviedo, Talleres La Nueva España, 1958, señala que la biblioteca en seis meses contaba únicamente con 500 volúmenes.
9 Reglamento de la Biblioteca Circulante. AAM, Cultura. Expedientes de Subvenciones, sig. 7.55.2.
10 Sobre este aspecto véase así mismo la obra ya citada de Manuel CARRIÓN GÚTIEZ.
11 Estas condiciones se han sintetizado a partir del artículo 4.º del citado Reglamento.
12 Párrafo extractado del artículo 5.º. El subrayado no consta en el original.
13 El texto está redactado a partir del artículo 7.º y último del Reglamento.
14 Estatutos Reglamento General y Reglamento de la Biblioteca del Ateneo Obrero de Turón, Imprenta de Francisco Bárcena Sordo, Mieres 1931, AMM, Expediente de subvenciones para las bibliotecas circulantes del Concejo de Mieres, sig. 7.55.26.
15LÓPEZGONZALEZ, Manuel Jesús, opus cit, 1995, p. 341.
16 El expediente se encuentra en el AMM, Serie Licencias de Obras, sig. 8.5.2/67.23.
17 AMM, Cultura. Expedientes de Subvenciones, sig. 7.55.35.
18LORENZO, José, «Aspectos de Turón», en Álbum literario anunciador de las Grandes Fiestas en Honor de San Juan Bautista, San Pedro y Ntra. Sra. del Carmen, Mieres, Imprenta de Francisco Bárcena, Junio, Julio 1930.
19MATO DÍAZ, Ángel, «Bibliotecas populares y lecturas obreras en Asturias (1869-1936)», en Leer y escribir en España: Doscientos años de alfabetización, Madrid 1992, pp. 348-349.
20 AMM. Cultura. Expedientes de Subvenciones, sig. 7.55.26.
21 Estos datos han sido obtenidos de la obra de Leonardo BORQUE LÓPEZ, Bibliotecas, archivos y Guerra Civil en Asturias, Gijón, Trea, 1997, p. 119.
22 Álbum de las fiestas del Santísimo Cristo de la Paz, 1932.
23 AMM, Cultura. Expedientes de Subvenciones, sig. 7.55.35.
24 AMM, Serie Instrucción Pública, Mandamientos de pago. Capítulo 10 sig. 3198 y 3206. Queremos hacer constar que entre estos documentos no se conservan ninguna de las facturas de compras de libros, mediante las cuales habríamos podido comprobar cuáles eran los títulos adquiridos.
25 AMM, Cultura. Expedientes de Subvenciones, sig. 7.55.26.
26 Sobre éste y otros aspectos relacionados con la Biblioteca del Ateneo Obrero de Turón es interesante consultar la ponencia presentada por Ramón Rodríguez Álvarez al I Congreso de Bibliografía Asturiana organizado por la Biblioteca de Asturias «Ramón Pérez de Ayala» en 1992, titulada «Las bibliotecas y la lectura en Asturias: una aproximación histórica», publicada
en las Actas del I Congreso de Bibliografía Asturiana, Oviedo, 1992, T.II, pp. 517-537.
27GONZÁLEZRODRÍGUEZ, Carmela: «La Biblioteca del Ateneo Obrero de Turón», publicado
en la revista AABADOM (Boletín de la Asociación Asturiana de Bibliotecarios, Archiveros, Documentalistas y Museólogos), n.º 1, enero-marzo, 1993, p. 16. Este artículo es el estudio más completo sobre el particular, que se haya publicado hasta la fecha.
28 Se conservan dos tipos de sellos uno rectangular sencillo y otro más elaborado de forma oval.
29 Concepción ARENAL (El Ferrol 1820-Vigo 1893) fue una famosa pensadora y célebre escritora, pedagoga y filántropa, muy implicada en las cuestiones sociales de la época en la que vivió, y especialmente centrada en la cuestión obrera, entre otros temas, por tanto sus obras estaban en sintonía con los interese de los ateneístas.
30 MATO DÍAZ, Ángel: La lectura…, p. 146.
31 AMM, Expediente conocido como «Registro de sociedades de toda clase que de los Informes adquiridos existen en el término municipal de Mieres», sig. 7.55.22.
32 Para obtener más información sobre el tema, consultar la obra de Leonardo BORQUE LÓPEZ opus cit. en la el autor hace un interesante estudio sobre los avatares que sufrieron archivos y bibliotecas durante la guerra civil en Asturias.
33 Para realizar esta ardua tarea y todo el estudio en general, he contado con la inestimable colaboración de M.ª Fernanda FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, historiadora y tenaz estudiosa y defensora del patrimonio arqueológico industrial de la cuenca del Caudal, a quien doy mis más sinceras gracias.
34 Hemos contabilizado un total de 115 libros pertenecientes a las bibliotecas de los centros citados: 60 del Ateneo Popular de Ujo, 3 de la Asociación Cultural y Recreativa de La Peña, 11 del Ateneo Popular Mierense y 41 de la Biblioteca Popular Mierense.
35 Sirva como ejemplo el título de uno de los libros conservados, la obra de Eladio LEÓN Y CASTRO, Un poco de higiene y patología mineras, de 1904.
36 LATORRE, Patricia: «Cambio sociocultural en Turón: una región minera afectada por el declive de la hulla», publicado en Asturias: el declive de una región industrial, Gijón, Trea
37 AMM, Sección Panfletos y Proclamas, sig. 7.17, s/f.