Decir y escribir "TURON PATRIA QUERIDA" es, ante todo, una verdad
Como presentación de este anuario de Marcelino Uno elegimos lo que en el año 1975 y en el propio anuario escribió Melchor Fernández Díaz
La devoción nunca fue objetiva
Para un forastero suele ser incomprensible a veces la devoción que los habitantes de un lugar cualquiera demuestran por el ámbito en que viven. El forastero atribuye entonces este supuesto exceso a una falta de objetividad de los demás, cuando, en realidad, él suele ser menos objetivo que nadie, por la sencilla razón de que su juicio se basa en un error de apreciación: ve menos de lo que cree ver.
Desde fuera un pueblo, una ciudad, un país, es un ámbito físico, un paisaje. Desde dentro, al paisaje físico se superpone un paisaje humano que suele ser mucho más importante. Un pueblo es mucho más que los monumentos, las calles, los montes o el río. Un pueblo es, sobre todo, la vida que contiene y la vida que ha contenido: la historia.
Desde fuera un pueblo, una ciudad, un país, es un ámbito físico, un paisaje. Desde dentro, al paisaje físico se superpone un paisaje humano que suele ser mucho más importante. Un pueblo es mucho más que los monumentos, las calles, los montes o el río. Un pueblo es, sobre todo, la vida que contiene y la vida que ha contenido: la historia.
Sólo desde esta perspectiva puede comprenderse porqué nuestros pueblos mineros pueden llegar a ser tan entrañables para sus hijos. Quien llega a ellos apenas puede apreciar en una primera impresión otra cosa que la degradación del medio ambiente, la tristeza de un paisaje físico expoliado urgentemente y sin demasiados escrúpulos, el antiurbanismo como norma urbana. Quien ha nacido en ellos sabe algo más: conoce un paisaje humano cuyos principales rasgos son el decoro y la dignidad.
Fijar para dejar en la memoria

Hay ya perspectiva suficiente para poder afirmar que aquel propósito inicial no ha sido traicionado. Año tras año Turón y los turoneses han encontrado frente a sí un espejo que les ha devuelto, fijada para siempre, la imagen de 365 días que ya no volverán a repetirse. En ese gesto de situar el espejo - que es, en un sentido menos retórico, manejar los datos, encontrar fuentes de financiación, desdoblarse en la tarea de creador y editor- hay implicado un deseo de precisión, pero, sobre todo, un gesto de amor hacia Turón. Desde la perspectiva de Marcelino decir y escribir TURON PATRIA QUERIDA es, ante todo, una verdad. Afortunadamente, es también un enunciado operativo, una realidad en marcha, la huella que deja en el recuerdo –fijada en fotografías y testimonios- la historia de Turón.
MELCHOR FERNANDEZ DIAZ, Turón 1975