Paisajes de siempre: humildes, sencillos, aldeanos; pero tan “vangoghianos”

... Y TURÓN SE HIZO ARTE, POR OBRA Y GRACIA DE JUAN LUIS VARELA

Tres cosas me impresionan de Varela: la soledad, la solidez y la coherencia de su vida y de su oficio de pintor.

Acompaña su obra desde hace mucho tiempo en paredes de amigos y parientes, y siempre admiré la enorme calidad de su paleta y la fidelidad a sí mismo y a su entorno. La visita reciente a su estudio de La Veguina, donde crea y recrea la nueva exposición, me confirmó aquella impresión de un artista con lenguaje personal, convincente y entrañable.

Los paisajes son los suyos de todos los días; pero también los nuestros de ahora y de siempre: tan humildes, tan sencillos, tan aldeanos; pero tan “vangoghianos”, a veces, y tan sugerentes siempre, cuando los miramos a través de sus ojos de pintor ensimismado ... No es un mérito menor que Varela haya incorporado el Valle de Turón a la mejor antología del paisajismo asturiano, donde conviven los nombres de Darío de Regoyos, Evaristo Valle, Nicanor Piñole, Camín, Paulino Vicente, Joaquín Vaquero Palacios, Favila y otros muchos de parecido valor, y donde hoy reina, desde su atalaya vaqueira de Navelgas, mi admirado Manolo Linares.

Las escombreras, las tolvas, los lavaderos y otros paisajes y personajes mineros de Varela, son los de un Turón agonizante; pero que vuelve a renacer en sus cuadros, espléndido de vida, de fuerza y de color. Conocemos a excelentes pintores asturianos del mar y del campo; pero a muy pocos intérpretes del carbón y sus ambientes, que no son garantía de belleza, y sí de valentía técnica y de fidelidad y rigor con las raíces. Destacan entre éstos el gran pintor mierense Inocencio Urbina, del que Varela se declara discípulo, admirador, y entrañable amigo, y el gijonés Eugenio Tamayo, que buscó la fealdad de los cargaderos y lavaderos de carbón de las cercanías de Riosa y Partealler, precisamente para equilibrarlos con la fertilidad y el verdor de sus entornos. Y yo me pregunto ahora: ¿Por qué no figuran en el Museo de la Minería de Sotrondio ninguno de los tres? .. ¿O será que yo no los ví. ..?.. Si la mina entró en su arte, ¿por qué su arte no puede entrar en la mina?

Me asombra también el valor artístico y etnográfico de sus artesanos, constantes en toda su obra y representados aquí por el alfarero y el "cabruñador". Cuando se extingan los oficios, siempre nos quedarán los cuadros de Varela para recordarnos a los antiguos oficiantes. Por eso destaco su importancia etnográfica, entendida como el estudio descriptivo y clasificatorio de las civilizaciones (costumbres, técnicas, artes, etc.), en particular de las arcaicas, lo que supone una observación antigua, atenta y minuciosa del artista sobre los usos y costumbres artesanas practicadas todavía a lo largo, ancho y alto del Valle de Turón.

Me conmueven, sobre todo, sus retratos, y más que ninguno el de su madre Tere, en el que plasma toda su maestría y su ternura; porque siento que Juan Luis Varela es profundamente tierno con la paleta y con la vida. Me cuesta explicarme por qué un hombre con calidad nacional nunca se decidió a traspasar las fronteras regionales, y ahora lo entiendo: para vivir al servicio de paisajes, costumbres y compañeros de todos los días; para concebir Turón como pintor enamorado y devolvérnoslo después hecho arte, y para honrar con ese retrato magistral la serena belleza de su anciana madre de 86 años, sentada ante el consuelo diario de la televisión.

y entiendo también que es una suerte para este Turón venido a menos contar con un pintor memorialista como Juan Luis Varela, porque demuestra que aún hay restos de vida, de cultura y de esperanza en este escenario post-minero en que se fue convirtiendo nuestro querido valle.

Por todo esto, muchas gracias Varela, y que la vida premie estas "Soledades y Encuentros", que también son los de todos nosotros, tus paisanos.

Zoilo G. Martínez de Vega, Catálogo de la exposición Soledades y encuentros, Cajastur, Mieres, Avilés y Gijón 2008-2009