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Acción de gracias

“Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp. 4, 13)
Todo lo puedo...

Con qué fuerza resonarían estas palabras que San Pablo dirige a los cristianos de Filipos, en los labios de nuestros santos mártires y en la boca de las religiosas Dominicas de la Anunciata, en sus 75 años de presencia en este valle de Turón, ante las dificultades que les tocó vivir. Y son estas mismas palabras las que quiero repetir en este día como acción de gracias en la reapertura de nuestro templo de San Martín de Turón: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.

Y, así es. La obra que hoy presentamos, ha sido el esfuerzo de muchas personas, de todos ustedes, que han hecho posible que hoy, a dos años del cierre del mismo, pueda reabrir sus puertas. Desde mi predecesor, D. Alfredo, que inició losObras tejado y techo.jpg estudios de cimentación del templo hasta la persona más sencilla de nuestro valle, que con su oración ha apoyado esta causa, todos nos sentimos orgullosos porque esto que hoy contemplamos es obra de todos. Y, todo ello, no me cabe la menor duda, gracias a Aquel que nos conforta, nos alienta, nos consuela y estimula: Cristo Jesús.  Porque han sido muchos los contratiempos, las dificultades, las noches sin descanso, los trámites, gestiones, que la Comisión de esta Parroquia encargada de la recuperación del templo han tenido que afrontar. Y han podido, hemos podido, gracias a Aquel que nos conforta. Porque con El merece la pena tanto contratiempo, con El a nuestro lado tiene sentido todo lo que hacemos, hasta el sufrimiento.

Corazón agradecido

Agradezco por ello al Señor, la fuerza que nos ha dado y sigue dando, porque no hemos acabado aún ante este proyecto. Es mucho lo que hemos de devolver a quien con tanta generosidad nos avaló, nuestra Iglesia Diocesana.

Y junto a mi gratitud a Dios y a su Iglesia que camina en Asturias, no puedo de dejar de dar las gracias públicamente a quienes de forma más cercana habéis estado conmigo, a lo largo de todo este tiempo, ayudándome, apoyándome, animándome y haciendo posible que hayamos podido llegar a este día. Gracias Piedad, Rosa, Mito, Julio, Cadenas, Soto, Varela. Sin vosotros, sin vuestra ayuda, este pobre cura no hubiese podido hacer gran cosa. Y ¡ojo, no podemos dormirnos!, que aún nos queda mucho trabajo por delante, porque es mucha la deuda en la que nos metimos. Por eso junto a las gracias mi llamamiento a no pensar que está todo hecho. Hemos de seguir recaudando fondos para hacer frente al pago de lo que aquí hoy vemos y disfrutamos.

Mi agradecimiento sincero, también, a las instituciones, eclesiásticas y civiles, por vuestra colaboración: al Arzobispado de Oviedo, a muchas de las parroquias de nuestra diócesis, especialmente del arciprestazgo de El Caudal, al Movimiento de Cursillos de Cristiandad, a las Congregaciones de los Hermanos De Lasalle y de los Padres Pasionistas, al Ilmo. Ayuntamiento de Mieres, a las Asociaciones tanto vecinales como culturales de este valle, con especial mención a las Amas de Casa, a la Asociación de El Lago, a la Plataforma Juvenil y al Coro Minero. Y mi gratitud al apoyo incondicional de mis hermanos sacerdotes, por vuestros ánimos, vuestra oración y vuestros generosos donativos.

Agradezco, igualmente, el seguimiento de nuestro pastor, D. Jesús, a lo largo de todo este proceso y su interés por querer estar hoy aquí, acompañándonos y presidiéndonos esta Santa Misa de acción de Gracias, como la del encargado de obras del Arzobispado, D. Enrique. Así como muestro mi gratitud por el interés mostrado, desde el primer momento en que se lo indiqué y que demuestra hoy con su presencia entre nosotros, a Mons. Martínez Camino. Gracias sinceras a todos por acompañarnos en tan gozoso día.

A todos, gracias. Pido al Señor, seguro de ello, continuando con el discurso del apóstol de las gentes con el que iniciaba estas palabras, que El compensará con magnificencia a todos y cada uno de ustedes por su buen corazón.

Recuperando historia y esperanza

Recuperar el patrimonio de un pueblo, implica mucho más que la pura restauración de una obra material. Se trata de recuperar la historia y la vivencia de ese pueblo. Nosotros, todos los aquí presentes, un día dejaremos este mundo y otros lo harán después que nosotros, es ley de vida. Pero si dejamos perder lo que nuestros mayores nos legaron, o nosotros mismos construimos o realizamos, no sólo desapareceremos nosotros sino nuestra historia.

Al reabrir de nuevo al culto este magnífico templo de San Martín, reabrimos la esperanza de un pueblo que tiene entre estas paredes mucho de su historia personal, familiar y comunitaria. Demostramos nuestro amor a Dios, cuya presencia en la persona de su Hijo Sacramentado este lugar alberga, y nuestro deseo de vivir la fraternidad en nuestra Comunidad y con todos los vecinos de este valle.

Con el esfuerzo realizado por la recuperación de este templo, les donamos a las generaciones futuras parte de la historia de este valle, historia de la que nosotros hemos sido herederos y a su vez parte.

Por eso se entiende que ante esta grande empresa nos hayamos unido no sólo los que encontramos en este edificio parte de nuestro patrimonio espiritual, sino también los que lo reconocen como parte importante de su patrimonio cultural. Hoy los habitantes de este valle de Turón recuperan parte de su historia. Hoy los habitantes de este nuestro querido Turón se perpetuarán en la historia de este valle, no con nombres y apellidos, algo más hermoso aún, como pueblo preocupado por lo suyo, como comunidad viva.

Podemos decir con el salmista:
“lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
no lo ocultaremos a sus hijos,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder;
las maravillas que realizó…” (Slm. 77)

Pero esto no lo hemos realizado solos. La Iglesia que peregrina en Asturias, junto a una humilde parroquia de Sevilla, nos han ayudado en este empeño. Es precisamente ahí, en la fraternidad recibida donde nosotros hemos de experimentar la presencia de Dios, y nuestra gratitud. No estamos y no estaremos nunca solos.

El ejemplo de los mártires

“La Iglesia no es un museo que haya que conservar, sino un jardín que tenemos que cultivar”, decía el Beato Juan XXIII, que próximamente será canonizado. La recuperación de este templo ha sido un esfuerzo realizado por una comunidad viva, no anodina y pasota. Esta iglesia, en sus piedras materiales son el reflejo de la otra Iglesia, formada con piedras vivas –cada uno de nosotros- que queremos seguir alabando, glorificando y adorando a Dios y desde El, trabajar por el bien de todo ser humano, reconociéndolo como hermano, especialmente los más necesitados. Este esfuerzo ha de reforzar nuestros vínculos fraternos, revitalizando nuestra vida cristiana y fortaleciendo así los lazos solidarios entre los habitantes de este valle, sabiendo que los que aquí nos reunimos, oramos, trabajamos,… vivimos por hacer nuestra sociedad más justa, pacífica, respetuosa, fraterna, desde las enseñanzas de nuestro Maestro Jesucristo y su presencia real en medio nuestro.

Para ello el ejemplo y estímulo de nuestros santos mártires de Turón, a quienes hoy especialmente veneramos, nos han de ayudar en este empeño, con su intercesión.

La lección que estos hombres nos muestran, y por lo que la Iglesia nos los presenta como modelos en su santidad, es la de la confianza plena y su abandono en Dios, Señor de la vida y de la historia; el trabajo por un mundo mejor, ellos desde la enseñanza y formación de niños y jóvenes, y nosotros desde la vocación a la que cada uno hemos sido llamados por Dios y libremente hemos aceptado; la entrega total, hasta dar su vida, por Dios y los hermanos; y el deseo y testimonio de perdón, que ha de llevarnos a nosotros hacia la verdadera reconciliación.

Derribando muros

Este viernes cuaresmal nos recuerda la entrega de Jesús, hasta la muerte... Él vivió con sentido, y es el sentido de nuestra vida. El vivió con sentido hasta la muerte. Y, así, por su muerte violenta, Jesús da muerte al odio, derribando el muro que nos separa, como nos indica el apóstol San Pablo. De manera que ya no haya forasteros ni extraños, “ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, sino que todos somos uno en Cristo Jesús” (Gal 3,27). Jesús muere pidiendo perdón desde la Cruz para los responsables de su ejecución. Desde aquel supremo momento, la cruz para los cristianos es signo del Amor más excelso. De igual modo, la vida y muerte de nuestros santos mártires de Turón, unida a la Muerte y Resurrección del Señor, han de ayudarnos a lograr la tan deseada reconciliación derribando el muro del odio y todos aquellos tabiques que nos separan. Para ello, seguimos necesitando al Espíritu Santo que nos guíe hasta la plena verdad. Sólo desde el amor y la verdad, reconociendo al que es diferente (en su aspecto físico, en su modo de pensar, en su creencia, etc.), podremos llegar a la verdadera paz. Una Paz que no nos da el mundo y que aquí en Turón sabemos muy bien quien la presenta y representa: nuestro Santísimo Cristo de La Paz.

Convencido de que el testimonio de estos santos mártires pueden proporcionarnos a todos el don de la fraternidad, de la reconciliación, que como tales dones provienen de Dios y no de los solos esfuerzos humanos, nos unimos hoy, a través de este gesto de la inauguración de la capillita a ellos dedicada, al sentir de la Iglesia que un día nos los presentó como ejemplo de santidad para la Comunidad Eclesial Universal.

Los tiempos que vivimos esperan ser vividos con este ánimo, un ánimo de reconciliación. Si queremos hacer de nuestro valle, de nuestra región, de nuestro país, una tierra de hermanos en la que no triunfe Caín sino Abel, en la que no nos gane la cultura o la “incultura” de la muerte sino de la vida, debemos esforzarnos por que triunfe el amor sobre el egoísmo, sobre el odio, sobre el rencor y la venganza, aceptando convencidos esta gran verdad que tiene que llenar nuestro corazón de alegría: que Cristo es nuestra paz y que sólo El derriba todos los muros que nos separan. No permitamos que nada ni nadie se interponga en este noble objetivo.

75 años al servicio del Valle

Y, junto a todo ello, nuestra acción de gracias a Dios por los 75 años de presencia evangelizadora de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, que desde aquel 7 de marzo de 1939, en que entró en este valle la primera comunidad de estas Hermanas, hasta hoy, han sido muchas las gracias que Dios ha derramado en este lugar bajo el carisma del P. Francisco Coll. Gracias, Hermanas, por vuestra entrega generosa, por compartir con nosotros, a ejemplo de vuestro fundador, vuestras vidas, atendiendo los campos en los que el P. Coll fue sembrando la Palabra, anunciando el nombre de Jesucristo Salvador; predicando la verdadera doctrina, en los poblados grandes y pequeños, con la palabra y el ejemplo. Seguid trabajando –como os indico el Santo Padre Benedicto XVI en la Misa de canonización de vuestro fundador- por la “educación integral a niños y jóvenes, de modo que puedan ir descubriendo la riqueza insondable que es Cristo, ese amigo fiel que nunca nos abandona ni se cansa de estar a nuestro lado, animando nuestra esperanza con su Palabra de vida...”. Quiera el Señor que la presencia de Dominicas de la Anunciata, aquí entre nosotros, se prolongue mucho en el tiempo.

Ven que te quiero hablar

Hay una hermosa canción –y con ello concluyo-, cuya letra parece inspirada por el mismo Señor, dirigiéndose a cada uno de nosotros, invitándonos a adentrarnos en el templo y a escucharle.
“Ven, que te quiero hablar.
Yo se que tienes prisa.
Para un momento tu reloj y luego, siéntate.
Mira la gente caminar, y ahora dime ¿dónde vas?

Ven,
libera tu sonrisa.
Ya se que a veces no hay razón para vivir aquí.
Pero hay momentos que el dolor nos da la espalda y se va.
¿Dónde vas?

¿Dónde vas?, si no hay amor en tu camino.
¿Dónde vas?
Si tu mirada entre las calles se ha perdido.

¿Dónde vas?
Si no sabes perdonar a quien te ha herido.
Si no compartes tu camino…
¿Dónde vas?”

Que resuene desde este templo de San Martín de Turón la alegría del Evangelio, con todo lo que estamos celebrando, para que desde el encuentro personal con Cristo Resucitado, que aquí se propicia, El guíe siempre el camino que hemos de seguir, sabiendo hacia dónde vamos, haciendo que con el testimonio de nuestras vidas, a ejemplo de los santos mártires, nuestro pueblo se llene de alegría.

Gracias.


© Rafael Menéndez Albuicet, párroco, Turón, 21 de marzo de 2014