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Turón, la leyenda minera

La senda verde turonesa, por su recorrido, viene a ser algo así como la vertebración del recuerdo de su propia historia minera. Su trazado discurre coincidiendo o bordeando el antiguo recorrido de la vía estrecha. Siguiendo su trayecto, dibujado para dar vida turística a nuestro valle, se van desgranando los vestigios industriales que con nombres propios y un cúmulo de sacrificios contribuyeron al esplendor socioeconómico del pueblo y de su gente. Quién mejor pues que Angel F. Ortega, autor de múltiples guías y gran referencia del senderismo regional, para servirnos de cicerone y hacernos ver esos detalles que sepulta la maleza de una aparente indiferencia. Echamos de menos una caminata más organizada para que junto a Ortega podamos disfrutar de sus acertados comentarios y apropiarnos verdaderamente de nuestra historia. Ambiciosos son los proyectos con nuestro patrimonio minero, ¿por qué no empezar ya por lo más sencillo, de Reicastro a la Güeria caminando por Turón ? Sirva mientras tanto de acicate, sin conformarse con ello, el texto de nuestro guía.

 

 

TURON, LA LEYENDA MINERA
 

La ruta senderista que atraviesa el valle mierense reúne la mayor cantidad de elementos de patrimonio industrial y carbonero de la región

 

 

SENDA VERDE

Decir valle de Turón es decir valle del carbón. Hacía más de 300 millones de años que la naturaleza venía esperando que alguien descubriera su secreto mejor guardado. Fue una intensa actividad minera que se inició en 1880 y tras más 140 años, fue clausurada en la última década del siglo XX. El valle de Turón formó una especie de espiral central y geográfica del gran territorio hullero asturiano. Ya es historia, pero puede presumir de haber sido el eje geográfico y geológico del fenómeno industrial que mayor repercusión habría de tener en la conformación de la moderna historia de Asturias.

Para conocer in situ una buena parte de este relato, usaremos un instrumento muy asequible como puede ser “La Senda Verde de Turón”, ruta que está integrada parcialmente en el Paisaje Protegido de las Cuencas Mineras.

Arranca en la localidad de Figaredo, donde se conexiona con el sendero de gran recorrido G. R. 100 “Ruta de la Plata”. Esta senda, trasmite al visitante los valores industriales, culturales y naturales que encierra el valle. Ya desde su inicio, en las cercanías del puente de Reicastro, aparece ante el viajero la arquitectura orográfica de un angosto valle, el de Turón, que presenta, una configuración muy compartimentada del espacio, articulándose en torno al valle tan estrecho en el fondo y abierto a partir de los 600 metros de altitud. Estas características geográficas condicionaron históricamente el asentamiento humano, el cual aparece dispuesto como una prolongación urbana-rural en la que se entremezclan las viviendas, barriadas obreras e instalaciones industriales, sin aparente solución de continuidad.

 

DE REICASTRO A LA CUADRIELLA

Los primeros 3,3 kilómetros cubren la distancia entre Reicastro y La Cuadriella, discurren por la traza del ferrocarril minero de vía ancha que empezó a construirse en el año 1891 por Hulleras del Turón. El senderista ha de cruzar en primera instancia Figaredo, donde se puede contemplar el Chalet de Los Figaredo levantado en los años 20 y el palacio de Revillagigedo o de los Marqueses de San Esteban del Mar (siglo XVII). Más adelante la senda, antes de cambiar de margen, pasa al lado de la restaurada fuente de Avarero y de unas instalaciones deportivas. Después, tras cruzar el río y la carretera AS-337, continúa la marcha por los barrios de Peñule Llavandera y Cortina. En este último lugar aparece ante el viajero las ruinas de la casona de Cortina que se fundó en 1650 por don Diego García de Bernaldo de Quirós. Fue derruida en el año 2015 por el Ayuntamiento de Mieres, ante el peligro que representaba su estado ruinoso. Se conserva la ermita de San Clemente que estuvo ligada a la casa-palacio. Al otro lado del valle, prevalecen las instalaciones mineras del pozo Figaredo de Hunosa, clausurado hace unos años y cuyos orígenes se remontan al día 18 de diciembre del año 1866.

La senda discurre paralela al cauce del río Turón que, tras el pasado saneamiento de su curso, con actuaciones en canalizaciones, defensa de márgenes, y modificaciones fluviales, el río está cubierto por un bosque de ribera donde las truchas, cormoranes, nutrias, garzas y un amplio catálogo de otras especies avícolas se disputan el territorio.

La senda, sin apenas desnivel avanza hacia La Cuadriella por Cabojal y Santa Marina. Superado este último lugar, alcanzamos el barrio de Repipe, formado en su mayor parte por hileras de viviendas o cuarteles de obreros construidos en la década de los años 1880. En el espacio inferior se contempla el polígono de La Cuadriella, con instalaciones sin uso. Este lugar constituía el centro neurálgico de aquel revoltijo industrial y aún conserva elementos de la arqueología industrial a preservar, como son su central eléctrica y su chimenea, (1915) las instalaciones del grupo minero Santo Tomás y su bocamina y el antiguo consultorio médico.

 

PASANDO POR SAN FRANCISCO

De nuevo hemos de cambiar hacia la margen izquierda, siguiendo la traza de la carretera, donde abordamos la antigua traza del ferrocarril minero, por donde se transportaba el carbón desde los pozos y minas hasta el lavadero central. Enseguida pasamos a la vera del barrio de San Francisco, del año 1917. Allí mismo (km 4 de la ruta) comienza una subida a través de la restaurada escombrera de San José. Este emplazamiento constituye un panorámico lugar donde se contempla una buena parte del paisaje turonés. En las inmediaciones hemos de realizar un alto en el camino para contemplar desde el área deportiva, el monumento levantado en memoria de los más de 800 mineros fallecidos por accidente.

A nuestros pies se emplazan las instalaciones del pozo San José, otra de las joyas de la arqueología minera (restaurado), levantado a partir del año 1949.

La marcha prosigue después por la calzada bajo la cual discurre la conducción del agua municipal. Así avanzamos siguiendo su traza, por Pandiellu, San Benigno y San Pedro hasta doblar por Enverniego donde podemos admirar la ermita de La Soledad, del siglo XVII. Siguiendo la conducción del agua, muy pronto nos asomaremos sobre las viejas instalaciones del pozo minero de Santa Bárbara (1913).

La organización internacional de arquitectos Docomomo (Documentación y Conservación del Movimiento Moderno) ha registrado esta instalación minera como uno de los 125 mejores conjuntos de arquitectura industrial de España y Portugal. Está parcialmente restaurado y fue declarado como Bien de Interés Cultural en el año 2009.

 

DESDE ESPINOS A FORTUNA

Un poco más adelante, cruzamos por la bocamina de Santa Bárbara, ahora recuperada y nos aproximamos al barrio de Preximir, donde el viajero tiene la oportunidad de contemplar otra joya de la arqueología minera. Se trata del pozo Espinos, una instalación originaria del año 1926 y considerada la más antigua de España en cuanto a su singular castillete extractivo. Ha pasado por un proceso de restauración con la construcción de un centro de interpretación del mismo y el museo de la lámpara.

Por la ruta señalizada, llegamos al barrio de San Andrés con un ligero desvío hacia su centro urbano y desde allí proseguimos el rumbo hacia el pueblo de Villandio por medio del camino tradicional que une ambas localidades.

Aquí se ha acondicionado una ruta alternativa a Villandio que nos llevará por la traza de la trinchera minera que profundiza en dirección a la mina Fortuna. Un parque industrial colmatado de maquinaria minera queda expuesto al viajero mientras que las fuentes restauradas de Corrales y Podrizos, jalonan este tramo de la ruta que sigue paralelo al cauce del río Turón. A la altura del Puente de Villandio, el tramo alternativo cruza la carretera AS 337 y se enfrenta a una bocamina restaurada que corresponde al antiguo Grupo Podrizos (1928). Más adelante la senda avanza por las instalaciones del Pozo Rincón del Grupo Fortuna donde se levanta el monumento a Memoria Histórica que rememora un enterramiento de personas republicanas durante la última contienda civil. En el mismo lugar y dentro del gran espacio ajardinado se ha restaurado el polvorín, como también el museo a la Memoria Histórica. Este trayecto alternativo prosigue con el mismo rumbo hasta donde se ubica el pozo inclinado de Fortuna y la bocamina de Artusu (1926), las huellas de su plano inclinado y un parque industrial de maquinaria minera

Aquí abordaremos la senda que confluye sobre plano superior donde conectamos con otra nueva trinchera minera por donde se acarreaba el carbón desde el Grupo La Güeria de Urbiés.

 

YACIMIENTOS CASTREÑOS

Desde San Andrés retomamos la ruta alternativa de Villandio y lo hacemos por el viejo camino sacramental, completamente restaurado, que asciende por un bosque de castaños. La aldea se localiza a 460 metros de altitud en un rellano de la ladera norte del Cordal de Longalendo. Lo confina un vallecito tapizado por numerosos pastizales lo que da a entender la actividad básica de sus gentes. Sus casas, como también el depósito de aguas de Mieres, están repartidas entorno a su ermita restaurada. La huella prehistórica ha quedado patente en los yacimientos castreños. Villandio constituye todo él un monumento etnográfico. Hórreos y vetustas casas se reparten entre su vega sobresaliendo dos epigrafías fechadas ambas en 1786 y 1869.

Más adelante nos toparemos con los recuperados puentes de Arnizo y Pomar, así como dos túneles y el edificio, antiguo depósito de máquinas, ahora restaurado y que alberga en su interior un museo de máquinas mineras. 

Cuando se cumplen los 14,3 kilómetros de marcha, llegamos a El Caburnu. Allí hemos de atravesar la carretera local del Colláu prosiguiendo invariablemente el rumbo que avanza paralelo al cauce del río Turón, hollando la huella del viejo ferrocarril minero.

La senda alcanza La Molinera, antiguo centro receptor y embarque de carbones procedentes la explotación minera de La Güeria de Urbiés. A partir de aquí la ruta se prolonga hasta Mosquil siguiendo la traza del camino real y de sucesivas trincheras mineras hasta concluir en esta zona convertida actualmente en un parque industrial, que está jalonado de herramientas y los restos de una edificación que contenía oficinas y casa de aseos. Su bocamina ha sido restaurada con un posteo de madera, mientras que el bosque que rodea el entorno, enmaraña los dos caminos que progresan a Sierra de Navaliego para conectarse con la red de sendas mineras de los valles limítrofes y al pueblo de La Güeria de Urbiés respectivamente. Allí se agotan los 15,5 kilómetros que distan entre este lugar y punto de inicio en Figaredo.

 

© Ángel F. ORTEGA , Turón, mayo de 2021