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Asalto al tren de Turón

La heterodoxia es disconformidad, a veces disidencia y en sociedades intolerantes, sujeta a castigo. Las Historias Heterodoxas de Ernesto Burgos no responden a esta definición. Con ellas, nuestro colaborador nos acerca las peripecias sociales de ese Turón, “aldea irreductible” a la Astérix, sorprende nuestra mente, suscita curiosidad e incita a la investigación.

DE LO NUESTRO

 

Historias Heterodoxas

La historia de uno de los incidentes más violentos ocurridos durante la huelga minera convocada en junio de 1934 que se saldó con seis heridos

Uno de los aspectos que apenas se tiene en cuenta cuando se trata el preludio de la revolución de 1934 está en la frecuencia de los hechos violentos que se produjeron en los años anteriores, como cualquier historiador puede rastrear fácilmente si consulta las hemerotecas. Son decenas los enfrentamientos personales que salpican las páginas de los periódicos asturianos en los que salen a relucir las pistolas y es muy corriente el empleo de la dinamita en los conflictos laborales que se multiplicaron en las cuencas mineras desde los años 20.

Lo cierto es que muchos hogares ya disponían de armas antes de la insurrección y hoy les voy a contar un ejemplo que lo demuestra, sucedido en el transcurso de la huelga que se mantuvo en la cuenca minera en junio de 1931, a tan solo dos meses de la proclamación de la República, cuando el Gobierno de la nación aún tenía carácter provisional.

La había convocado en solitario el Sindicato Único de Mineros, de mayoría comunista, pidiendo una subida de salario junto a un decreto que asegurase las 7 horas de trabajo, mientras, en plena competencia sindical, el SOMA se opuso, lo que ocasionó el enfrentamiento abierto entre los huelguistas y quienes acudieron a trabajar protegidos por piquetes organizados por los socialistas.

Aquel paro se caracterizó por la violencia que lo acompañó desde sus inicios. Después de unos días de indecisión, el bloquista Benjamín Escobar, delegado por Asturias en el Congreso que la CNT celebraba en Madrid, obtuvo el compromiso de esta organización de convocar la huelga general en toda España si no se solucionaba el conflicto de los mineros asturianos. Con este amparo el SUM se anticipó a declararla por su cuenta en las cuencas mineras el día 1 de junio y desde aquel momento menudearon los choques entre trabajadores hasta el punto de que en Turón, el feudo del Sindicato Único de mayoría comunista, la Casa del Pueblo socialista tuvo que ser vigilada día y noche por una guardia armada de militantes en previsión de un posible asalto.

El conflicto también estuvo marcado por el caos, los tiroteos y la guerra de cifras. Hubo pozos en los que algunos días se reanudó el trabajo para volver a parar después; otros como “Nicolasa”, a pesar de contar con una plantilla afiliada casi en su totalidad al SOMA, pararon inicialmente y fueron recuperando poco a poco la normalidad, por eso es difícil conocer las cifras con exactitud, pero lo que quedó claro fue la fragmentación del movimiento obrero y la violencia que se respiraba en la sociedad minera.

En Mieres el cable aéreo de Corujas se dinamitó en dos ocasiones y sufrió entre medias otro intento fallido después de la primera voladura, que fue repelido a tiros por la Guardia Civil; en La Campona de Sotrondio se volaron varios postes del tendido eléctrico e igualmente se interrumpió el abastecimiento eléctrico a Pumarabule y Mosquitera; un atentado en La Nueva dejó sin luz a varios núcleos de población; en el grupo Casar, de Mieres se voló el motor que accionaba los servicios de ventilación y en Requexau el derribo de una columna de Electra del Viesgo dejó sin energía parte de Fábrica de Mieres.

Esta fue la tónica general de la huelga con la excepción del Coto de Comillas donde los mineros volvieron al trabajo al tercer día protegidos por escopeteros de la empresa mientras la Guardia Civil, cumpliendo órdenes, no dudó en recibir con descargas de fusilería a los piquetes que intentaron acercarse hasta los pozos de la Sociedad Hullera Española.

Mientras tanto, en otras zonas el paso de los trenes mineros se cortó por varios puntos, arrancando traviesas, bloqueando puentes e inutilizando cambios de vía; también se hundieron intencionadamente bocaminas y se inutilizaron castilletes; aunque lo más grave fueron los disparos sobre la Guardia Civil que patrullaba a la orilla del río Caudal en las cercanías de Ujo y sobre todo los constantes enfrentamientos a tiros entre comunistas y socialistas, a la entrada de los turnos, en los montes y hasta en la calle, de los que resultaron varios heridos de gravedad.

La relación de incidentes que salpicaron la huelga de junio de 1931 es larguísima, pero entre todos hubo uno que causó la alarma de la población asturiana. En la mañana del día 11, cuando un tren se dirigía desde Figaredo a Turón llevando a obreros dispuestos a incorporarse al trabajo, la vía fue volada con dinamita a la altura del pueblo de Cortina e inmediatamente un nutrido grupo de individuos hicieron numerosos disparos con sus pistolas contra el convoy, siendo respondidos de la misma forma por los viajeros que también iban armados. El tiroteo se mantuvo incluso después de la llegada de la fuerza pública, que fue atacada con lanzamiento de bombas de mano hasta que restableció la normalidad.

El balance se cerró con seis heridos de bala entre los ocupantes del tren. Dos de ellos fueron trasladados al hospitalillo de la empresa, donde quedaron instalados después de una primera cura. Según la prensa, se trataba de Juan Soto Sotelo, ajeno a la minería, quien se disponía a incorporarse a una obra de Turón y Alejandro Urdandibelos, capataz de la Sociedad Hullera. Ambos presentaban heridas de pronóstico muy grave producidas por arma corta; el primero en el lado izquierdo del pecho sin orificio de salida, y el otro también en el pecho, habiéndole atravesado el proyectil un pulmón.

Como consecuencia de estos hechos fueron detenidos poco después ocho miembros del piquete armado y se practicó un registro infructuoso en el local del Sindicato Único al tiempo que desde el Gobierno Civil se decidió enviar un camión con guardias civiles de refuerzo hasta la zona.

Mientras tanto, tras el fracaso de varios intentos de negociación a nivel regional y ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, el Gobierno estableció directamente negociaciones con la CNT nacional y se acordó la vuelta al trabajo a cambio de alguna mejora y de que no hubiese represalias ni del Gobierno ni de las empresas contra los huelguistas, con la excepción de cuatro de los responsables del asalto al tren, que pasaron a prisión.

El congreso del Sindicato Único aceptó esta propuesta y decidió dar por solucionado el conflicto el domingo 14 de junio. Dos días más tarde se trabajaba en toda la Montaña Central, salvo en Figaredo y Turón donde los destrozos en las vías lo hicieron imposible.

Un año más tarde se celebró el juicio por los hechos de Cortina. El 2 de junio de 1932 se constituyó en una de las salas de la cárcel de Oviedo el tribunal con jurado para la causa instruida contra Gregorio Tejero, Luis Pérez, Victoriano Colía y Tomás García González, todos muy jóvenes y el último menor de edad; militantes comunistas de los que se dijo que habían aprovechado la reclusión para hacer propaganda extremista y anunciar que en el momento de su juicio los mineros se acercarían en masa hasta Oviedo para ponerlos en libertad en el caso de que no fuesen absueltos.

Presidió el tribunal don Ángel Ávila, con los magistrados Policarpo Fernández y Joaquín Soto Jove, actuando como fiscal de la República don Juan Echevarría y como defensor el alcalde de Oviedo Félix Miaja. De los doce testigos llamados al estrado, once dijeron no recordar nada ni poder reconocer a los acusados y únicamente un guardia civil mantuvo su testimonio asegurando que después del tiroteo él mismo los había cogido in fraganti y con las armas en la mano. La petición del fiscal fue de cadena perpetua para los tres adultos y doce años de reclusión para el menor, pero el jurado optó por la declaración de inocencia, con lo que el tribunal decretó la absolución de los inculpados sin hacer caso de la petición de revisión que la fiscalía siguió manteniendo. Habían sido apenas tres horas de juicio -de once y media a dos y media- para un suceso que llegó hasta las portadas de los diarios nacionales.

Cuando salieron a la calle los estaban esperando centenares de mineros llegados especialmente desde Turón y también de Teverga, donde los comunistas explotaban en colectividad su propia mina y aquel día no habían trabajado para desplazarse hasta la capital. Todos juntos formaron una manifestación espontánea y se adentraron cantando La Internacional y dando vivas al comunismo en las calles de la ciudad donde fueron dispersados por una carga policial, luego menudearon los incidentes hasta que a media tarde los mineros empezaron a tomar los trenes para retornar a sus respectivos pueblos. Después vino la calma, que como saben no duró mucho.

© Ernesto Burgos , para www.elvalledeturon.net , mayo 2017