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Emilio Fernández el legionario turonés

Del rastreo de Rolando Díez por la hemeroteca de la Correspondencia Militar del jueves 3 de septiembre 1914, en plena Primera Guerra Mundial, y gracias a ese inimitable tono épico de nuestro colaborador Ernesto Burgos nos llegan las aventuras de un legionario turonés oriundo de Villandio. No es un héroe adornado de medallas sino un protagonista de aventuras peculiares por tierras del Rif… donde no podía faltar un turonés.
Todas las guerras tienen su lista de héroes. En la mayor parte de los casos, esta gloriosa denominación se alcanza con la muerte o la mutilación, aunque a veces hay quien logra sobrevivir a una acción temeraria o un día de locura y puede llevar hasta el fin de sus días una aureola que causa la admiración de sus vecinos, especialmente si estos aún no han llegado a la pubertad.

Del conflicto colonial con Marruecos volvieron algunos hasta nuestros pueblos con medallas e historias que hasta hace poco aún se recordaban, como Senén González Roces, quien figura en el cuadro de honor de la Legión por su valentía en el sangriento enfrentamiento de Casabona, que ya les conté en esta página. Pero hoy quiero homenajear a los que no brillaron en el combate, aunque pasaron tantas o más calamidades como los que se ganaron la fama por su coraje. En aquella guerra de ÁfricaCorrespondencia militar.jpg seguramente fueron la mayoría forzados a vestir un uniforme que les pesaba como un sudario y obligados a luchar en una tierra que ni era suya, ni quería serlo, ni ellos querían que lo fuese. Para ello voy a contarles el caso de uno de aquellos soldados, llamado Emilio Fernández y natural de Turón, que me ha hecho llegar Rolando Díez, incansable rastreador en las hemerotecas de cualquier noticia sobre los orígenes de la minería y el proceso de industrialización de la Montaña Central.

Cuando mi amigo piensa que alguna de las notas curiosas con la que inevitablemente se tropieza puede transformarse en una historia que nos haga pasar a todos un rato agradable me la hace llegar y yo le doy forma con el ánimo de que así sea. Este es el caso de hoy, pero primero debo situarla en su marco histórico, ya que apareció en "La Correspondencia Militar" de Madrid, el jueves 3 de septiembre de 1914 y ustedes no tienen por qué recordar lo que pasaba en aquel momento en los cuarteles de Marruecos. Antes de nada hay que aclarar que con independencia de lo que cada uno considere sobre la conveniencia de que Ceuta y Melilla sigan siendo españolas, lo que nadie puede cambiar es la Historia, y esta nos dice que Ceuta pertenece a este país desde los tiempos de Felipe II y Melilla todavía antes, ya que fue conquistada en 1497 por el militar Pedro de Estopiñán sin violencia -porque se trataba de un montón de ruinas deshabitadas-, lo que como verán la sitúa en el mismo nacimiento de la unidad española, junto a Soria, Zaragoza o -perdónenme- Bilbao y Barcelona.

Ya sabrán que en aquel tiempo, Marruecos no solo no existía, sino que ni el más experto de los adivinos hubiese podido adelantar que las tribus del Rif pudiesen algún día formar un país. Habrá quien prefiera hablar de Geografía, y entonces tampoco se puede esconder la realidad: Ceuta y Melilla están en África, como las Islas Canarias, por si se nos olvida. Así son las cosas: españolas por derecho y africanas por su ubicación, lo demás son puntos de vista.

Tribus del Rif.jpgAhora vamos a ver cuál era la situación en aquel 1914. Después de décadas de enfrentamientos entre soldados y nativos, con varios períodos de guerra abierta, desde la firma del Tratado de Madrid en noviembre de 1912, el reino de Marruecos se había dividido, con el visto bueno de Inglaterra, que entonces era quien cortaba el bacalao, entre Francia y España: para ellos el sur y para nosotros el norte, abrupto, mal comunicado y con algunas zonas mineras que no tardaron en despertar el ansia denuestros capitalistas. A 30 kilómetros de Melilla hay unos buenos yacimientos de hierro que ya habían costado e iban a costar todavía mucha sangre.

En cuanto a sus habitantes, aunque la zona era pobre, la mayoría vivían en pequeños poblados dedicados a la agricultura y la ganadería en la montaña y a la pesca en la costa y eran muy religiosos; no estaban mal, pero en aquel momento el Rif sufría un largo periodo de sequía que había traído todo tipo de enfermedades y una esperanza de vida muy baja. Descontento, hambre, incomunicación, envidia de la riqueza europea, odio a las tropas de ocupación, todo junto constituyó el mejor abono para la delincuencia y no fueron pocos los que se dedicaron al robo y al pillaje alrededor de los campamentos españoles.

En una tarde tórrida y polvorienta de aquel verano infernal, Emilio Fernández acababa de comer su rancho y junto a un compañero de armas se acercó a lavar los platos a un pequeño riachuelo por donde aún discurría penosamente un hilillo de agua. Luego, aprovechando que hacía ya muchos días que los moros habían dejado de aparecer por allí, decidieron alejarse un poco y pasar a una huerta próxima para regalarse unas brevas de postre. No bien su amigo se había encaramado en la higuera, cuando salieron unos indígenas armados de fusiles, que los rodearon y les ataron las manos sin atender a sus súplicas para que les dejasen volver al campamento y como los dos españoles no cesaban en sus lamentos, les hicieron callar a golpes con las culatas de sus armas, pero sin intención de matarlos.

Pronto se dieron cuenta de que habían salvado sus vidas porque la banda que los había cogido trataba de venderlos comoMercado de Chefchaouen2.jpg esclavos, ya que en el Rif la esclavitud estaba extendida entre las familias más poderosas que podían permitírselo y, aunque se cotizaban más los hombres de raza negra, en aquellos momentos tener a un español como criado también daba prestigio a su dueño. Aunque el negocio fracasó por la mala situación económica que afectaba a todos los sectores y en el mercado de Chechauen nadie ofreció por los dos más de 30 duros, de modo que no hubo transacción.

En las semanas siguientes, los soldados intentaron fugarse en varias ocasiones, irritando tanto a sus captores que estos decidieron deshacerse de ellos cambiándolos por un fusil a otro indígena que andaba pretendiendo su adquisición y, como le sucedía al Lazarillo de Tormes con cada mudanza, su situación también fue a peor ya que pasaron a ser propiedad de un asesino tan retorcido que en una ocasión los llevó a ver el descuartizamiento de un cadáver uniformado cuyos trozos iban acabando en las fauces de unos perros hambrientos. Emilio Fernández nunca supo el nombre de aquel desgraciado, pero siempre llevó grabada en su memoria la escena del guiñapo humano entre cuyos restos brillaba al sol un colgante con forma de torre que lo identificaba como soldado del cuerpo de ingenieros.

Finalmente su compañero desapareció una noche, sin que se llegase a conocer si su fuga había tenido éxito y al poco tiempo él mismo también fue liberado. "La Correspondencia Militar" lo identificó primero como natural de Villandio y luego rectificó aclarando que pertenecía a la parroquia de San Martín de Turón, donde tenía varios hermanos.

Peñón de Vélez de la Gomera.jpgEn la misma información se contaba el caso de otro soldado llamado David Cuesta que había sido secuestrado en la zona de Tánger y también esclavizado por una familia de cultivadores de kifi, una sustancia a la que el periodista calificó como "tabaco moruno", que luego llevaban en caballerías al mismo mercado de Chechauen, de donde había conseguido escaparse para llegar hasta posiciones españolas.

Los dos aventureros fueron recibidos por el comandante militar del Peñón de Vélez de la Gomera, el teniente coronel Alfonso Alcayna, quien los invitó a cenar en su propia casa, dándoles a continuación a cada uno diez pesetas de su propio bolsillo. Después pasaron al hospital "para que se curasen cierta enfermedad de la piel que entre los moros abunda y que se debe a su poca higiene" y unas semanas después ya estaban con sus vecinos que no se cansaban de escuchar los detalles de sus historias.

Ahora el tiempo lo ha cambiado todo. Los protagonistas de aquellos hechos gozan de mejor vida, solo se puede seguir el rastro del generoso Alfonso Alcayna, quien fue nombrado general de brigada y gobernador militar de Menorca. Hasta los escenarios han cambiado. El Peñón de Vélez de la Gomera sigue bajo control español, pero no tiene población civil y ya no es una isla desde que un terremoto ocurrido en 1930 lo convirtió en península.

Chechauen fue conquistado en 1920 y devuelto después a Marruecos. Hoy los mapas lo llaman Chefchaouen, que al parecer se parece más a su pronunciación árabe y es un destino elegido tanto por los turistas que van a fotografiar sus edificios pintados en tonos azules como por los pequeños traficantes que se acercan a comprar el mejor hachís del Rif. Es verdad que hubo una guerra contra un enemigo tan cruel que llegó a emplear los intestinos de algunos prisioneros para atar a sus compañeros españoles, pero eso queda muy lejos. Yo tengo alumnos que han nacido allí y afortunadamente nadie se lo ha contado.


© Ernesto Burgos, febrero 2014