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Mutualidad escolar de Turón

A principios del siglo XX, conscientes de que la enseñanza tiene que combinar la creación de escuelas con planes de futuro para los alumnos, el mutualismo asocia a conservadores y progresistas. Como recuerda Ernesto Burgos, en Turón nace la Mutualidad Aniceto Sela, se crea la libreta infantil de Previsión y se empiezan a levantar escuelas en Urbiés, Armiello, Villandio y Requejo …

El mundo de la enseñanza tampoco fue ajeno a esta idea combinando  la creación de escuelas con planes de previsión para el futuro de los alumnos

Uno de los cambios que se produjeron al finalizar el siglo XIX fue la idea de que para progresar era mejor asociarse que fomentar el individualismo, al contrario de lo que se había defendido hasta entonces. De manera que los sindicatos y los partidos, hasta entonces minoritarios, empezaron a engordar su militancia siguiendo un lema que se repetía por todas partes: “La unión hace la fuerza”.

El mundo de la enseñanza tampoco fue ajeno a esta idea combinando  la creación de escuelas con planes de previsión para el futuro de los alumnos y el mutualismo se convirtió en uno de los pocos asuntos que defendieron en común desde los sectores más conservadores hasta los más progresistas, de forma que el Gobierno español, viendo que podía ahorrarse muchos duros si los ayuntamientos se decidían a impulsar este movimiento, tomó cartas en el asunto y empezó a promulgar leyes para animar a los indecisos.

El 7 de julio de 1911 se dictó la normativa que regulaba las Mutualidades Escolares señalando una amplia batería de objetivos: el fomento del ahorro a interés compuesto, las dotes infantiles, los seguros de enfermedad y la formación de pensiones de retiro para la vejez; también obras sociales como las colonias para los niños o los centros para combatir el alcoholismo.

El 11 de mayo de 1912 se aprobó un reglamento que concretaba estos puntos y por fin el 15 de noviembre de 1916 la Dirección General de Primera Enseñanza envió una Circular que fue seguida en muchos pueblos de España. Entre ellos Turón, donde no tardó en crearse una Mutualidad que llevaba el nombre del enseñante más popular de la historia de Mieres, el catedrático Aniceto Sela, quien en aquel momento desempeñaba el cargo de rector de la Universidad de Oviedo.

Un año más tarde se organizó su Junta Directiva teniendo como presidente efectivo a José Álvarez de La Losa, pero con tres presidentes de honor que eran el mejor escaparate para saber quien estaba detrás del proyecto: Inocencio Fernández Martínez, Francisco Fontanals y Manuel Fernández, respectivamente propietario, director y subdirector de la sociedad Anónima “Hulleras del Turón”.

También fue Inocencio Fernández quien adelantó el pagó para pagar la impresión de la primera memoria, aunque luego se repartió por el valle solicitando la voluntad de los compradores como ayuda a la Institución. Hubo casi doscientas aportaciones y con lo que se obtuvo, siguiendo la costumbre, la primera inversión fue encargar una bandera.

La bordaron las Hermanas Dominicas de Mieres en raso de seda con el escudo real rodeado del nombre de la Mutualidad y en eso se marchó casi todo el dinero, aunque las monjas hicieron patente que la mano de obra era gratis y solo habían cobrado el valor de las telas.

En enero de 1918 se editó la segunda memoria, cuando aún se vivían con intensidad las consecuencias de la huelga revolucionaria que había sacudido toda España. Esta vez se pudo financiar con la publicidad de los comerciantes y de los mayoristas que vendían sus mercancías a las tiendas locales. En sus páginas, el maestro y secretario de la Mutualidad Aurelio Alonso Botas presentó las cuentas manifestando su alegría porque el proyecto parecía ya consolidado a pesar de la desconfianza que inicialmente se había notado en algunos sectores de la población.

En las páginas de este anuario se explicaba como funcionaba la libreta infantil de Previsión, que consistía en imposiciones anuales con las que se formaba una dote que se cobraba al cumplir los 25 años de edad, de tal forma que cada peseta impuesta a los 15 años crecía 46 céntimos al término del plazo, pero si se iniciaba la inversión a los 3 años se convertía en 2 pesetas con 32 céntimos.

En el librillo se hacía también un amplio resumen de lo sucedido el día de la Fiesta de la Previsión, 10 de junio de 1917, cuando en medio de los discursos de las autoridades una intervención espontánea acabó suscitando un inesperado y fructífero debate que les resumo por su interés.

Para aquella jornada se había dispuesto un acto que debía ejemplificar como el proyecto turonés estaba por encima de las ideologías. En la misma tribuna se sentaron junto a representantes de la Mutualidad y del mundo del Magisterio el progresista Aniceto Sela, el alcalde Manuel Fernández, quien militaba entonces en el Partido Reformista, y con ellos uno de los socialistas más conocidos del momento, Manuel Vigil Montoto, que entonces representaba al Instituto de Previsión en Asturias.

Con ese abanico de oradores se fueron escuchando diferentes opiniones hasta llegar al director de la Escuela Normal de maestros de Oviedo Valentín Pastor, quien  sorprendió a los congregados describiendo la fiesta de los toros, el cine y otros espectáculos públicos como inmorales porque “vilezas, corrupciones e ignominias muestran dichos centros a vuestros hijos; si queréis que no aprendan el robo, el pillaje, el matonismo y el libertinaje no permitáis que vayan a ellos, tal vez los librareis de la cárcel y de que os maldigan en el día de mañana”.

Su postura era discutible, pero más aún lo fue su afirmación de que los padres debían cuidar más de sus hijos y mandarlos a la escuela en vez de dejarlos andar tirando piedras por los caminos.

Por eso, cuando concluyó y antes de que hablase el rector, un vecino indignado llamado Marcelino Hevia pidió la palabra  para aclarar que las familias no tenían la culpa de que sus hijos perdiesen el tiempo lastimosamente por las calles; que se daba el caso de que el maestro no quería admitirlos mañana y tarde por la falta de capacidad de la escuela y que si era poco un maestro la solución estaba en “que pongan dos, tres, cuatro o los que hagan falta” y cerró con un contundente: “Ahora ya puede hablar el señor Sela”.

Y don Aniceto habló. Comenzó por lo que traía preparado: las virtudes de la higiene, la previsión, el ahorro y la Mutualidad y el recuerdo a la Escuela Moderna,  pero no rehuyó contestar a Marcelino Hevia aclarando que el maestro a que se refería, que no era otro que Aurelio Alonso Botas, no hacía más que cumplir la ley que no permitía que los niños acudiesen en un mismo día a dos sesiones de estudio.

Luego dio la razón al vecino diciendo que era cierto que el local ya era insuficiente para una población que con cerca de 6.000 almas crecía incesantemente y concluyó entre aplausos pidiendo que se graduase la enseñanza en el Valle, para lo que invitó al Sr. Alcalde a pronunciarse sobre la creación de un grupo escolar de Turón.

Manuel Fernández era también un hombre de progreso, que había pasado por el socialismo e iba a volver a él años más tarde y además no negaba su origen turonés. Su intervención estuvo llena de buenas noticias: en aquel momento se estaban levantando escuelas en Urbiés, Armiello, San Tirso y Ablaña; la Corporación acababa de aprobar la construcción de escuelas municipales en Villandio y Requejo  y estudiaba otra más para el pueblo de Misiego.

En este punto, ante los aplausos de los congregados, el señor Alcalde se fue creciendo afirmando que le cabía la satisfacción de haber inaugurado las obras del Grupo Escolar de Mieres, orgullo del concejo, que a la vez había multiplicado los caminos y las fuentes cerca de las escuelas y que si volvía a renovar su cargo era más que probable que se cumpliese la aspiración de construir un Grupo Escolar en Turón.

Todos sabían que aquella declaración era sincera y que don Manuel había llegado hasta el enfrentamiento con la empresa “Ortiz Hermanos” por defender precisamente la escuela de Misiego, por ello recibió una estruendosa salva de aplausos. Finalmente, para rematar la tarde los mutualistas fueron agasajados con una empanada rellena de jamón y chorizo y un dulce y a los músicos de la Banda Municipal de Mieres, que amenizaron el día, se les obsequió con mantecadas y cerveza…

 

                         Ernesto Burgos, junio 2015

(artículo publicado en LNE, 31-03-2015)