Herramientas Personales

Cambiar a contenido. | Saltar a navegación

Navegación

Navegación
Menu de navigation
Usted está aquí: Inicio / Historia / Autores / Rolando Díez / 1890 Nace Hulleras del Turón S.A.
Acciones de Documento

1890 Nace Hulleras del Turón S.A.

Después de un largo y complicado reagrupamiento de las concesiones mineras del valle, el 20 de abril de1890 se constituye ante notario la Sociedad anónima bilbaína “Hulleras del Turón”. Entre los socios fundadores figuran grandes nombres de la industria vasca, encabezados por Víctor de Chávarri; Todos forman parte destacada del accionariado de la sociedad “La Vizcaya”. Entre los nombres vocales también estarán José Tartiere y Lenegre y Eugenio Marlier y Dessaint, industrial de Bruselas que se convertirá en el primer gerente de la empresa minera. Con las instalaciones en el valle y la sede en Bilbao, Gran Vía 6, el monocultivo de la explotación y el beneficio del carbón de piedra tendrá como destino casi exclusivo, a partir de los puertos marítimos de Gijón y de San Esteban de Pravia, las industrias metalúrgicas del País Vasco.

La aventura industrial  de Hulleras 

del Turón S.A.

 

 

7-  NACE HULLERAS DEL TURÓN S.A. - 1890

Como quedó expuesto, una práctica bastante frecuente entonces por algunas asociaciones de empresarios mineros, propietarios de todo tipo o comerciantes del lugar sólo tenía como objetivo principal establecer acuerdos entre ellos para conseguir el reagrupamiento de sus concesiones mineras, al objeto de incrementar su revalorización lo más rápidamente posible, ofrecerlas a la venta en este mercado minero y obtener sustanciosos beneficios. Y estas compañías establecidas en la parte alta del valle del Turón no iban a ser una excepción, pues, nada más constituirse en Oviedo las sociedades “José Menéndez y Cía.” y “Dionisio Pinedo y Cía.”, ya se formaliza el primer acuerdo de compromiso de compra-venta de estas concesiones entre sus principales socios, José María Pinedo y Álvarez, de Oviedo, y José Menéndez y García, de Mieres, por una parte, y Remigio de Goyoaga, vecino de Bilbao y representante en este acto del londinense Luis Levisón, por otra parte. (57) Sin embargo, los mismos representantes, ese día 17 de marzo de 1874, acuerdan prorrogar este contrato provisional hasta el 31 de agosto del corriente año a testimonio del notario José A. Rodríguez, fecha concertada para materializar la transacción definitivamente, hecho que no se llevará a efecto ante la ausencia de noticias acreditativas y de las circunstancias posteriores.

A día de hoy desconocemos las causas que abocaron al fracaso este primer intento de compra-venta de las minas de carbón que estas Compañías tenían en el coto minero de Turón, aunque nos decantamos por atribuirles, entre otras, a los crecidos costes de inversión inicial y a la posible debilidad de la sociedad aspirante a su adquisición. Sea como fuere, lo que está fuera de toda duda es que esta operación de compromiso de venta resulta fallida, razón por la cual los criaderos menos rentables permanecen improductivos y casi abandonados hasta que variasen las condiciones de la nueva realidad general del país, y de la minería y el comercio en particular. Así las cosas, esta situación de inacción comercial y desocupación laboral permanecerá inalterable hasta que se produzcan nuevos contactos y acuerdos, cuyo influjo incidirá en la constitución de la Sociedad anónima bilbaína “Hulleras del Turón”. Aunque la operación pueda resultar aparentemente sencilla, no debemos caer en la simplificación de la cuestión, ni mucho menos, máxime sabiendo que su complejidad concitará graves problemas a lo largo de su proceso. Y tanto ha sido así que, en ocasiones, las conversaciones se asoman al borde de su ruptura definitiva, sobre manera cuando Víctor de Chávarri y Salazar decide rescindir el contrato celebrado el 19 de noviembre de 1889. (58)

El hecho es que la sociedad “Hulleras del Turón, S.A.” se constituye en la ciudad de Bilbao el día 20 de abril de 1890 ante el notario de este distrito, Francisco Hurtado de Saracho. (59) Al acto comparece la mayor parte de los socios fundadores de la misma, encabezados por Víctor de Chávarri y Salazar, ingeniero de la villa de Portugalete; a quien acompañan Pedro Pascual de  Gandarias, comerciante de Bilbao; Remigio de Chávarri y Salazar, propietario de Bilbao; Leonardo de Chávarri y Salazar, propietario de Portugalete; Tomás Zubiría e Ibarra, comerciante de Bilbao; Francisco Martínez Rodas, militar residente en Portugalete; y Eugenio Marlier y Dessaint, industrial de Bruselas. Todos forman parte destacada del accionariado de la sociedad “La Vizcaya” (60) e intervienen en este acto en nombre propio, excepto Víctor Chávarri y Eugenio Marlier que lo hacen, asimismo, como representantes, el primero, de Romualdo de Chávarri, comerciante de Madrid, y de José Tartiere y Lenegre, vecino de Oviedo, y, el segundo, de su socio y copropietario Eduardo Pécher, residente también en Bruselas, quienes, como sabemos, habían formado parte de la “Sociedad de las Minas de Hierro y Hulla de Asturias”. (61)

En este mismo acto tiene lugar el nombramiento de los cargos del primer Consejo de Administración de “Hulleras del Turón, S.A,”, cuya renovación total no tendría lugar hasta dentro de doce años, pues sólo serían sustituidos por mitades del mismo y cada seis años en Junta general. Pese a lo cual, estas condiciones no surtirán efecto para los miembros designados en este momento, pues la primera sustitución tendría lugar dentro de doce años, a contar desde el día de hoy. La distribución de los cargos del Consejo fundacional se lleva a cabo del modo siguiente:

• Víctor de Chávarri y Salazar, Presidente.

• Pedro Pascual de Gandarias, Vicepresidente.

• Tomás Zubiría e Ibarra, Secretario.

• Eugenio Marlier y Dessaint, Romualdo de Chávarri y Salazar, Francisco Martínez Rodas, José Tartiere y Lenegre y Benigno de Chávarri y Salazar, Vocales.

• El nombramiento del puesto de Gerente de la Compañía es atribución exclusiva del propio Consejo, del que puede formar parte en calidad de informador de la marcha de la misma, pero sin voto. Tiene también facultad para asistir a las Juntas generales, en las que puede hacer uso del número de votos proporcional al de las acciones que tiene suscritas, como otro socio más. En concreto, el cargo del primer Gerente de “Hulleras del Turón, S.A.” recae en el ingeniero Eugenio Bertrand y Renard, cuya designación se hace en este mismo acto fundacional, dejando claro que esta excepcionalidad procedimental no debe ser considerada como una merma de las facultades propias del Consejo al respecto.

En la figura del Gerente recae la representación de la Sociedad en todos los asuntos que se produzcan y la afecten en cualquier ámbito, bien geográfico o bien administrativo y técnico. El aval exigido en los Estatutos para poder desempeñar este cargo consiste en efectuar el depósito de, al menos, cincuenta acciones de la Compañía en su Caja social, que, a su vez, le convierten en socio acreditado para participar en sus Juntas de accionistas con voz y voto. También tiene que encargarse de confeccionar y hacer públicos los balances mensuales y anuales de la Empresa. En estos deben quedar reflejadas con total rigor, firmeza y justificación documental las partidas de gastos y las utilidades obtenidas por el rendimiento de la Compañía. Su diferencia, o sea, el remate líquido constituye la cantidad a repartir entre las ocho mil acciones, hasta completar el 6% del valor del capital desembolsado por las acciones ordinarias. El 2% del resto del remate lo percibe el Gerente, el 20% el Consejo, otro 10% debe añadirse al fondo de reserva establecido y, finalmente, lo sobrante revierte también a beneficio del accionariado.

Así pues, Eugenio Bertrand y Renard logra la prerrogativa de convertirse en el primer Gerente de la Sociedad y, a su vez, contrae el arduo compromiso llevar a cabo con éxito las primeras iniciativas empresariales en este territorio.Tras su dimisión a finales de 1892, pasan a ocupar este cargo Eugenio Olavarrieta, quien asume este cargo provisionalmente, motivo por el cual es sustituido por Pedro García Burgos, en calidad de técnico, y Marcelo de Torróntegui Jáuregui, como máximo responsable de las gestiones administrativas. El primero, de origen francés, venía avalado por su prestigiosa carrera de ingeniero de minas y Marcelino de Torróntegui, natural de Vizcaya, ejercía de administrativo en la Sociedad. Ambos son designados por acuerdo alcanzado en la Junta directiva que tiene lugar el día 28 de abril de 1894, aunque no sería aventurado pensar que ya viniesen ejerciendo estos cargos interinamente desde varios meses antes. Prueba de ello es que, las cédulas personales que exhiben en el acto notarial que se lleva a cabo el día 23 de agosto de 1894 en el despacho de José García Bobia, habían sido expedidas en Mieres el día primero de año. (62)

Según señalan sus estatutos, la cúpula dirigente de esta Sociedad queda constituida por dos órganos administrativos: el Consejo de Administración y la Junta general de Accionistas. Como dejamos indicado, para tener derecho a participar en esta es preciso haber depositado en la Caja social de la Compañía cincuenta acciones como mínimo, correspondiendo un voto a cada paquete de dicho número. El derecho al voto puede ejercerse directamente por cada socio acreditado o bien a través de otro que represente al ausente. Una de las principales funciones de la Junta de Accionistas es el nombramiento de los ocho miembros que deben conformar el Consejo de Administración, excepción hecha para la composición del primero, que queda constituido en este acto de fundación de la Sociedad. Al igual que para participar en las Juntas, los Consejeros están también obligados a avalar su correcto proceder en la gestión de la Compañía con el depósito de doscientas acciones cada uno. El número mínimo de Consejeros necesario para alcanzar acuerdos vinculantes es de cuatro, tanto presentes como debidamente representados. En vista de que la sede de “Hulleras del Turón, S.A.” radica en Bilbao, Gran Vía 6, el Consejo debía nombrar dos delegados del mismo de forma rotatoria y por un periodo de seis meses para intervenir, conjuntamente con el Gerente, en aquellos asuntos de menor importancia que surjan en Turón entre dos Juntas consecutivas, pero que demandan una resolución inmediata.

Por lo demás, el capital social inicial de “Hulleras del Turón, S.A.” queda fijado en cuatro millones de pesetas y representado por ocho mil acciones de quinientas pesetas cada una. De ellas, siete mil trescientas son nominativas, de cuyo desembolso total se constituye el capital efectivo de la Sociedad, pues las setecientas acciones restantes no tienen implícito ningún desembolso, pues son liberadas. Con ellas se había efectuado el pago de las minas de carbón vendidas por Eugenio Marlier y Eduardo Pécher en el momento de protocolizar la escritura de venta de sus minas a “Hulleras del Turón, S.A.”. También se contempla la posibilidad de disminuir o incrementar este capital, y, en consecuencia, la de emitir partidas de obligaciones, pero sólo en caso de necesidad y cuando se hubiese desembolsado íntegramente el valor de todas y cada una de las acciones ordinarias. En concreto, el capital social se distribuye del modo siguiente: Eugenio Marlier, noventa mil pesetas; Pedro Pascual Gandarias, trescientas cincuenta mil; Francisco Martínez Rodas, quinientas mil; Tomás Zubiría e Ibarra, seiscientas mil; Leonardo de Chávarri, trescientas mil; Benigno de Chávarri, seiscientas mil; y Víctor de Chávarri, un millón doscientas diez mil pesetas. Esta adjudicación supone un valor de tres millones seiscientas cincuenta mil pesetas que, unido a las trescientas cincuenta mil pesetas que representan las setecientas acciones liberadas, completan los citados cuatro millones iniciales. (63)

Todo ello pone de manifiesto el enorme peso específico que tiene en la configuración accionarial de esta Empresa la familia Chávarri, y no sólo en tanto al número de miembros que forman parte de la misma, sino también en cuanto al volumen del capital social que desembolsan y a los cargos del Consejo de Administración que acaparan. Estas circunstancias, y el hecho de ser el impulsor de la Sociedad “Hulleras del Turón, S.A.” convierten a Víctor de Chávarri en la figura más relevante de la nueva Compañía bilbaína. Y tanto es así que, en el acta de constitución de la misma, queda envestido de los más amplios poderes, no sólo por ser confirmado como Presidente del Consejo de Administración, sino también por suscribir un número de acciones suficientes como para poder influir holgadamente en las decisiones que puedan tomarse en los órganos de gobierno de la Sociedad en el futuro.

En esta escritura de constitución de “Hulleras del Turón, S.A.” se aprueban también los Estatutos por los que debía regirse la Sociedad, cuyo objetivo fundamental viene dictaminado en su artículo tercero en los siguientes términos: “… la adjudicación y explotación de minas de carbón en la provincia de Oviedo, Asturias, y en otra u otras provincias del Reino, así como también la construcción de hornos de cok, fábricas de aglomerados y todo lo concerniente a la industria carbonera, caminos de hierro ordinarios, tranvías y demás obras indispensables para el transporte y la mejor explotación de aquellas y arrastre de sus productos, para lo cual podrá también adquirir los buques y vapores necesarios.” (64) Como habrá observado el lector, de la relevancia de su literalidad podemos extraer ciertas reflexiones que, sin duda, contribuirán a interpretar con mayor presteza y rigor algunas características de la trayectoria de la empresa “Hulleras del Turón, S.A.”. En este sentido, debemos tener presente, sobre manera, la incidencia de su actividad sobre el entorno inmediato y la reversibilidad de los beneficios extraídos de este territorio en favor del mismo y, fundamentalmente, de sus habitantes. En concreto, cabe poner el acento en, por un lado, el evidente interés por el monocultivo de la explotación y el beneficio del carbón de piedra para emplearlo en industrias transformadoras ajenas a nuestra región y, por otro lado, en las severas consecuencias paisajísticas que tendría -como así sucedió- la densa y diversificada red de vías férreas que fue necesario instalar a lo largo de casi todo el valle para arrastrar los productos extraídos hasta los apartaderos del ferrocarril del Norte, en Reicastro, y del Vasco Asturiano, en Figaredo. Con todo, debemos insistir en que el destino de la casi totalidad de los productos carboníferos extraídos en el valle del río Turón no estaba en Asturias, dado que en los puertos marítimos de Gijón y de San Esteban de Pravia eran trasvasados en buques hasta el País Vasco. (65) De este modo, la explotación de los criaderos de carbón turoneses no sólo reportaba escasos beneficios a los lugares donde se dejaban sentir directa y contundentemente los efectos perniciosos y contaminantes de su extracción, arrastre y beneficio, sino todo lo contrario. Por lo que respecta a los máximos responsables de esta operación empresarial, sobre todo a Víctor de Chávarri, cabe añadir que venían planeando sus líneas básicas desde hacía algunos años, dado lo oneroso y complejo del proyecto que pretendían ejecutar, habida cuenta de la amplitud superficial del asentamiento, la necesidad de numerosos y costosos equipamientos, la fragmentación y dispersión de la propiedad de las concesiones mineras en vigor, etc. En realidad, y atendiendo a esta última circunstancia, reiteramos que las minas con que contaba “Hulleras del Turón, S.A.” en el momento de su constitución eran fruto de la concentración de las que tenían las compañías mineras tituladas “Dionisio Pinedo y Cía.”, “J. Menéndez y Fontanieres y Cía.” y “José Menéndez y Cía.” (66) Recuérdese que a estas concesiones se añadían también las que poseían individualmente Salvador Pujó Destribats, Justo Mata Espiniella y los citados anteriormente, Eugenio Marlier y Eduardo Pécher. Este conjunto de explotaciones mineras se ubicaban a lo largo y ancho del valle del río Turón, algunas en las zonas limítrofes a los concejos de Aller y Laviana o Aller y Lena, y se conocían con los nombres que aparecen en el cuadro siguiente.

Séptima entrega © Rolando Díez para www.elvalledeturon.net


NOTAS

(57) AHPA. Protocolos del notario de Oviedo, José A. Rodríguez, de los días 23 de septiembre y 31 de octubre de 1873. En esta última fecha, los representantes de ambas partes acuerdan, entre otras, las condiciones siguientes: por cada hectárea demarcada, Levissón pagará en metálico doscientas cincuenta pesetas (1.000 reales de vellón), cuyo abono se hará en siete plazos iguales, devengando un interés del 4% anual. Así las cosas, previamente a la ratificación del acuerdo definitivo, Remigio de Goyoaga debía enviar a LuisLevissón una copia de estas escrituras para su estudio y, si le conviniera la operación, tenía que dar confirmación de ello antes del día 28 de febrero de 1874. Esta fecha es la que, por otra parte, queda fijada para otorgar las escrituras definitivas y en la que, además, José Menéndez y José Mª Pinedo deben presentarse con toda la documentación en regla de las minas. Una vez rebasado este día, se entenderá que este contrato provisional quedará sin vigor a todos los efectos.

(58) AHPA. Protocolos de Secundino de la Torre del día 31 de julio de 1890, donde no se manifiesta ninguna causa de esta postura del Presidente de la Compañía, máxime si tenemos en cuenta que en la redacción de la escritura correspondiente se dice que, a partir de hoy, ambas partes quedan en libertad para disponer de las minas negociadas como mejor convenga a sus intereses. En cualquier caso, pocos días después, en concreto el 9 de septiembre, el mismo Víctor de Chávarri se desplaza a Oviedo para renovar el poder a José Tartiere para llevar a efecto la compra objeto del convenio del citado 19 de noviembre de 1889.

(59) Archivo Histórico Provincial de Vizcaya (AHPV). Sig. 7763. Protocolos notariales de Francisco Hurtado de Saracho. Acta de constitución de la compañía minera “Hulleras del Turón, S.A.”.

(60) ESCUDERO, Antonio; Minería e industrialización de Vizcaya”, pp. 81-83; Ed. Crítica; Universidad de Alicante, 1998. Esta empresa se constituye en Vizcaya a caballo entre las décadas de 1870 y 1880. Su capital social se compone de 25.000 acciones, de las cuales Chávarri adquiere 6.000, Gandarias, 2.000 y Durañona, 3.000. El resto, 14.000, se suscriben por comerciantes vizcaínos y por una sociedad inglesa consede en Liverpool.

(61) AHPV. Se incorpora a esta acta notarial el poder original otorgado por Eduardo Pécher en favor de Eugenio Marlier. Vid. también Revista Minera, número 43, de 1890.

(62) AHPA. Protocolos del notario de Mieres, José García Bobia, del día 23 de agosto de 1894, en virtud del cual se formaliza la venta de varias fincas para “Hulleras del Turón, S.A.”.

Igualmente, en protocolos del notario Secundino de la Torre del día 29 de octubre de 1894, en los que aparece la transcripción literal de la certificación del nombramiento de ambos Gerentes, que ya venían ejerciendo como tales desde el día 28 de abril de ese mismo año 1894, según acuerdo del Consejo de Dirección que tuvo lugar ese día en Bilbao. El mismo escribano público da fe de este documento en otra escritura del día 6 de mayo de 1895 a petición de Inocencio Sela. En virtud de estas facultades, Pedro García y Burgos y Marcelo de Torróntegui conceden un poder especial en favor de Inocencio Sela Sampil para que adquiera en nombre de “Hulleras del Turón, S.A.” diversas fincas en este valle minero.

(63) AHPV. Protocolos notariales de Francisco Hurtado de Saracho. El capital social comprometido por Víctor de Chávarri debía repartirse entre él y sus dos representados del modo siguiente: para José Tartiere, cien mil pesetas, para Romualdo de Chávarri, doscientas cincuenta mil pesetas y para el propio compareciente, el resto. Esta distribución sólo sufriría variación en el caso de que alguno de los dos ausentes no manifestase notarialmente su aceptación, en cuyo caso, las acciones reservadas para él pasarían a poder de Víctor de Chávarri.

En lo referente al ovetense José Tartiere, podemos decir que, por escritura testimoniada por Secundino de la Torre el día 3 de julio de 1890, acepta el cargo de vocal de esta Compañía y asume todo lo realizado a su nombre en la misma.

(64) AHPV. Ibíd.

(65) En la Memoria de 1891 de esta Sociedad, publicada en la Revista Minera, se destaca una referencia al estado de construcción de la red férrea de vía estrecha proyectada para enlazar los tres grupos que se estaban preparando para su explotación (San Víctor, San Pedro y Santo Tomás, este último estaba destinado a convertirse en el grupo central) con las instalaciones de clasificación y lavado de los carbones en La Cuadriella. En la amplia explanada de este lugar se hallaban también los almacenes, varios talleres, un funcional y elegante edificio para oficinas, la vivienda del Director, cinco casas para empleados, zonas ajardinadas, dos barriadas de casas para obreros, que en breve se elevarían a cuatro, otro edificio destinado albergue de los obreros solteros y, finalmente, estaba a punto de concluir un inmueble para destinarlo a la Guardia civil, cuyo puesto sería aprobado por una R.O. del día 12 de febrero de 1893. La importancia de este punto neurálgico queda fuera de toda duda con solo enumerar dichas instalaciones, pero todavía lo será más cuando se inaugure el ramal de vía normal de 3.500 metros el día 9 de febrero de 1894, dado que, desde este punto, se acarreará el mineral hasta el enlace con la línea general del ferrocarril de León-Gijón en Reicastro, donde pasará a circular hasta Gijón. Este punto de destino había sido elegido inicialmente para construir otro ramal que enlazase con el muelle-embarcadero que se tenía proyectado construir en el Musel, pero, debido a las duras condiciones dictadas por la Administración para la concesión de dicha autorización (R.O. publicada en la Gaceta del día 25 de julio de 1891), la Sociedad optó por su descarte y decidió ubicarlo en la dársena de San Juan de Nieva, en la ría de Avilés. Más allá de las nuevas dificultades surgidas para materializar este nuevo proyecto para completar la salida de los carbones del valle del río Turón, los gestores de la Sociedad minera no ahorraron esfuerzos para imbricarlo en sus planes generales a corto y medio plazo. Y tanto fue así que, en 1894 se tenía elaborado un proyecto para construir un ferrocarril desde Turón hasta la Concha de Artedo, que se presentó a las Cortes en forma de tres proyectos de Ley.

Ese mismo año, año de la inauguración del ramal de la Cuadriella a Reicastro, se aprueban dos de las tres líneas férreas de un metro de ancho que se habían proyectado, dado que sólo se admiten los proyectos de los tramos de Ujo a Trubia y de aquí a la Concha de Artedo. Pese a lo cual, su materialización no se llevará a lugar, aunque la idea general permanecería en los planes de sus responsables, habida cuenta de que, en 1899, el propio Víctor de Chávarri abandera la iniciativa para comunicar el puerto de San Juan de Nieva con la localidad mierense de Ujo por medio de un ferrocarril económico. El proyecto consistía en instalar una nueva vía férrea por el valle del Caudal hasta el Nalón, para continuar hasta Grado y de aquí construir ramales para finalizar en la costa, tanto en San Estaban como en el puerto del Musel en construcción. Obsérvese la similitud del mismo, en líneas generales, con el proyecto elaborado, en primer lugar, por los técnicos de la “Anglo Asturiana” hacía casi sesenta años y el defendido, en segundo lugar, por el mierense David Sampil tres décadas antes.

(66)AHPA. Protocolos del notario de Oviedo, Secundino de la Torre y Orviz, del día 19 de noviembre de 1889. En esta escritura se hace referencia a la constitución de estas tres Sociedades accidentales o de cuentas en participación ante el notario José Antonio Rodríguez del 11 de octubre de 1873, que ya hemos expuesto. También, escritura del mismo notario del día 4 de agosto de 1891, en la que se formalizan los acuerdos alcanzados en Juntas generales de esta fecha, en las que estas sociedades decidieron “… proceder a la enajenación de todas las minas, demasías y registros que poseen concediendo amplios poderes a Jesús de Alvaré y a Salvador Pujó para llevar a efecto la venta.”. Para lo cual, acordaron, además, que dicha venta debía hacerse“… bajo las condiciones contenidas en la escritura de promesa de venta otorgada ante mi testimonio el veinticinco de noviembre de 1890.”.

En este acto estaban presentes, además de Jesús de Alvaré y Salvador Pujó, Evaristo Fernández Miranda, Justo Mata Espiniella, Florentina Zuazua Angúlez -viuda y heredera legal de José Menéndez García-, Francisco Martínez Noval -en nombre propio y en el de sus hijos menores como herederos de la parte correspondiente a su difunta esposa- y Salustiana Isabel Martínez, hija de Francisco Martínez, quien estaba acompañada de su marido. A la presencia directa de los socios de las tres compañías citadas, bien como tales o bien como sucesores de los titulares fallecidos, hay que añadir la asistencia de Dionisio Pinedo y de Juan Alejandro Fontanieres, ambos hijos y herederos de la participación de sus dos progenitores en ambos negocios, José María Pinedo y Fabián Fontanieres, respectivamente.