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El protagonismo empresarial

Los lazos empresariales belgas y mucho más tarde la colaboración técnica con la minería asturiana y nuestro valle forman parte de nuestra historia industrial. A finales del siglo XIX se constituyen tres de las más importantes sociedades y en ellas participan la saga familiar de los Bertrand, el españolizado Carlos José su hijo Alfredo Bertrand y Renard. Nace la “Crabbé, Kebers y Compañía”, con concesiones mineras en el valle del río Turón: las históricas minas conocidas como Carlier segundo, Eduardo primero, Próspero primero, Crabbé primero y Gustavo primero. Un poder económico que se extenderá también por el valle del Nalón. Ese es el protagonismo empresarial que Rolando Díez y Félix Martín detallan en esta tercera entrega.

La aventura industrial  

de Hulleras del Turón S.A.

 

 

 

3- El protagonismo empresarial

Dejando a un lado la obra de la familia Fernández en Figaredo y en el resto del municipio, pasamos a señalar ahora el destacado protagonismo empresarial atribuible a otra serie de emprendedores mineros, fundamentalmente ovetenses y mierenses, que dirigen su actividad al acaparamiento de los criaderos de carbón más rentables de este territorio turonés. Y cuando decimos “acaparamiento” nos referimos a que el principal objetivo de sus negocios no estaba orientado precisamente a la extracción, beneficio y comercialización de las riquezas minerales que estaban ocultas en su subsuelo, sino que consistía, preferentemente, en la reunificación de las concesiones mineras que conseguían por medio de cesiones de sus titulares, quienes las habían descubierto o las poseían en calidad de herederos legítimos de sus predecesores, para luego ofrecerlas en el mercado minero al amparo de la nueva legislación de 1868 y siguientes. Y no sólo eso, sino que, en la letra de la escritura de fundación de las sociedades que constituyen, se insiste en priorizar las decisiones que se tomen para la venta, cesión, etc. de todas o parte de estas minas.

El número de estos empresarios, algunos de reconocida trayectoria, no es tampoco muy elevado, ni mucho menos, dado que, como tendremos ocasión de comprobar a continuación, en las relaciones de socios de estas compañías algunos aparecen simultáneamente en distintas escrituras. Prueba de ello es que varios de ellos, como Salvador Pujó, tenía intereses en casi todas, llegando a convertirse en el principal partícipe de las diferentes operaciones llevadas a cabo, tanto desde el punto de vista de protagonizar la conciliación de los distintos intereses de las compañías implicadas como desde el de constituirse en el interlocutor entre los vendedores y el futuro comprador de las minas, para lo cual había sido envestido de las facultades necesarias. La interconexión societaria de algunos de estos individuos a través de dicha coparticipación en estas sociedades mineras tiene también su referente en el hecho de que las tres más importantes se constituyen a lo largo del año 1873 y a testimonio del mismo notario de Oviedo, motivo por el que su redacción estatutaria es bastante semejante, por no calificarla como idéntica.

Por lo demás, a las iniciativas promovidas por Carlos José Bertrand enla década anterior, hay que señalar ahora las que protagoniza también a comienzos de los años setenta en este territorio, alentadas, a su vez, por las de varios de sus hijos. Con todo, lo verdaderamente destacable en los primeros casos es que, tanto Carlos como su hijo Alfredo Bertrand y Renard, comparecen ante varios notarios provinciales en calidad de representantes oficiales en Asturias de la sociedad belga “Crabbé, Kebers y Compañía”, en cuyo nombre registran ciertas concesiones mineras en este valle del río Turón. En concreto, el día 8 de mayo de 1873, Carlos Bertrand declara ante José A. Rodríguez que  las minas turonesas conocidas como Carlier segundo, Eduardo primero y Próspero primero pertenecen “… en toda propiedad con todos sus derechos a las mismas, a la repetida Sociedad “Crabbé, Kebers y Compañía…”, aunque las hubiese solicitado a su nombre, dado que había intervenido en representación y con los caudales de dicha Sociedad. Ese mismo día, y a testimonio del mismo escribano público de Oviedo, su hijo Alfredo reconoce la misma titularidad en otras dos minas turonesas, Crabbé primero y Gustavo primero, junto con otras del valle del Nalón, por iguales motivos.

Como consecuencia del poder económico y empresarial de la primera Sociedad belga “Las Carboneras y Minas de Lada, Villar, Santa Bárbara y Turón” en estos territorios, varios miembros de la familia Bertrand consiguen erigirse en destacados protagonistas del sector minero asturiano, incluso tras la extinción de “Crabbé, Kebers y Compañía”. Y esto fue así, entre otras causas, porque logran conservar las facultades conferidas por los dirigentes de esta primigenia Sociedad en sus sucesoras, también de nacionalidad belga, las cuales pasan a convertirse en las nuevas propietarias de su patrimonio industrial y minero, tanto en este valle mierense como en el del Nalón. Como venía siendo habitual, las directrices generales y de mayor relevancia para el funcionamiento de estas compañías europeas con intereses en Asturias se decidían en la sede central de las mismas, en este caso concreto en Bruselas, pero sus representantes y dirigentes asturianos tenían la propia delegación en Langreo, desde donde emanaban las normas para el buen gobierno de sus grupos mineros de Lada, Ciaño, Langreo, Santa Bárbara y Turón, pero siempre supeditadas, evidentemente, a los dictados belgas. (23)

Como se dijo, estas compañías europeas dedicadas a la explotación, beneficio y exportación del carbón de piedra asturiano no solían producir las utilidades previstas por su accionariado, dados, entre otros motivos, la dualidad administrativa que tenían que llevar a cabo, las dificultades propias de la distancia entre los centros de poder empresarial y los continuos obstáculos inherentes a las diferencias culturales, sociales, legislativas, etc. entre países distintos. Por eso, no era nada extraño el cambio de titularidad de estas sociedades mineras en cortos periodos de tiempo, bien por fracaso de los balances económicos o bien por la irrupción en escena de nuevos intereses societarios y empresariales. Sea como fuere, lo cierto es que resulta bastante confusa la trayectoria en este territorio de la mentada sociedad de origen belga “Crabbé, Kebers y Compañía”, a pesar de que se hace referencia a su existencia en diversos documentos notariales. Y tanto fue así que, según expone también Próspero Crabbé en el documento del acto de venta que tiene lugar en Bruselas el día 27 de junio de 1873 a testimonio de Carlos María Van Halteren, en España era habitual el uso indistinto de esta última denominación (se refiere, como sabemos, a la titulada “Sociedad civil de las Carboneras y Minas deLada, Santa Bárbara y Turón”) y la de “Crabbé, Kebers y Compañía”, a pesar del buen hacer de su Director y Administrador, el citado Carlos Bertrand. (24)

Sentado esto, debemos manifestar que el punto de partida de este proceso societario belga tiene lugar en Madrid el día 26 de febrero de 1857, cuando Carlos Thivolet, por sí y en representación de Juan Gutiérrez, y Eugène Duclerc, antiguo Ministro de finanzas en París y hoy residente en Madrid, comparecen ante Ildefonso Solaya para formalizar la venta de la mitad de los derechos que poseían los dos primeros en común de varias minas de carbón en Sama de Langreo en favor del tercero. Dadas la envergadura y las expectativas productivas del patrimonio enajenado, el nuevo propietario decide establecer contactos con varios posibles socios, al objeto de allegar nuevos recursos para poder explotar todas las concesiones de forma adecuada y eficiente. Fruto de ellos, Eugène Duclere logra el compromiso firme de Adolphe Lehardy de Beaulier, ingeniero de Bruselas; Edouard Carlier, propietario de Madrid; Jules Debue, director del gas de Madrid; y del mismo Carlos Thivolet para constituir la “Sociedad de las Carboneras y Minas de Sama de Langreo”, cuya acta de fundación tiene lugar en Madrid el día 24 de junio de 1860. (25) Entre las bases que conforman el documento notarial correspondiente figuran, entre otras, la que determina provisionalmente la sede social de la misma en Madrid y la que divide el capital inicial en 60 acciones de dos mil seiscientos veinticinco francos cada una (diez mil reales de vellón), de las cuales, 18 eran liberadas para adjudicarlas a Eugenio Duclere (ocho) y a Carlos Thivolet (diez) en recompensa por sus aportaciones y dedicación a la Sociedad. Las otras 42 acciones restantes serían emitidas contra el pago en efectivo señalado entre los socios fundadores, cuyo producto se dedicaría íntegramente a abonar a Juan Gutiérrez sus legítimos derechos como parte vendedora en el citado acto del día 26 de febrero de 1857, a adquirir nuevas concesiones mineras en Asturias y a llevar a efecto los trabajos de conservación de las concesiones previstos en la normativa de minas española. (26)

Desde la constitución de la “Sociedad de las Carboneras y Minas de Langreo” en junio de 1860 hasta la fundación de “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Villar, Santa Bárbara y Turón” en los días 14 de marzo y 15 de mayo de 1862, en Madrid y Bruselas, respectivamente, se produjeron diversos acontecimientos de enorme relevancia para la culminación de dicho proceso en dos asambleas generales. En la primera, la que tuvo lugar el día 27 de abril de 1861, se acordó, por un lado, revalidar el acuerdo alcanzado por la Sociedad con Juan Gutiérrez, en virtud del cual se había adquirido, y saldado, la parte del patrimonio enajenado en febrero de 1857 que le correspondía por la suma de catorce mil setecientos francos, y, por otro lado, nombrar al Comité Ejecutivo de la Sociedad. Y, en la segunda asamblea, llevada a efecto al día siguiente, esto es, el 28 de abril, se analiza y debate el ofrecimiento de un coto minero en Turón (Mieres) que había efectuado el mismo Carlos Thivolet a la Compañía. Como sabemos, se componía de sesenta pertenencias de carbón de piedra, todas ellas estaban situadas en ambas vertientes del valle del río del mismo nombre y cerca del trazado del camino de hierro que unirá Asturias con el centro de España. Como esta proposición habría sido aceptada sin mayores dificultades, debemos admitir, en consecuencia, que en esta ampliación patrimonial está el origen de la nueva Sociedad a que hacíamos referencia antes, cuya escritura notarial se llevará a término en Madrid y Bruselas.

Así pues, por medio de las citadas protocolizaciones notariales de los día 14 de marzo y 15 de mayo de 1862 se constituye la “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Villar, Santa Bárbara y Turón”. Como dijimos, el acto correspondiente a la segunda fecha tiene lugar en Bruselas y a testimonio del notario de esta ciudad, Luis Adolfo Lagasse. De este modo, Carlos Thivolet refuerza más aún su papel como socio fundador en el seno de la nueva Sociedad, no sólo por su dilatada trayectoria en este territorio asturiano como dirigente y responsable técnico y administrativo de un extenso patrimonio minero e industrial -atribuciones que va a conservar algunos años más-, sino también por su decisiva contribución a la implantación de la misma, al comprometerse formalmente con esta última transferencia de tan importante y productivo patrimonio minero de carbón de piedra, a cambio de la cual se le adjudican nuevos títulos de acciones. En concreto, el patrimonio minero que se logra reunir está formado por cincuenta y cuatro concesiones mineras, compuestas de una a sesenta pertenencias, y situadas en Ciaño (16), Lada-Riaño (19), Santa Bárbara (14), Santa Rosa (2) y Turón (3). Completan este capital minero los aumentos conseguidos a algunas de estas concesiones, el material, utillaje, inmuebles, terrenos, ferrocarriles, etc. que se hallan instalados o depositados en sus establecimientos. (27)

Con todo, Carlos Thivolet, al objeto de formalizar el compromiso adquirido con la Sociedad en la referida Asamblea general del día 28 de abril de 1861, comparece ante el escribano de Oviedo, José A. Rodríguez, el día 27 de febrero de 1863 para protocolizar un documento, en virtud del cual cede y transfiere a favor de esta “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Villar, Santa Bárbara y Turón”  las minas que posee en los concejos de Langreo y Mieres. (28) Bajo su dirección en Asturias, esta Sociedad belga va a mantener inalterable gran parte de sus tradicionales singularidades empresariales hasta septiembre de 1867, cuando experimenta una refundación bastante significativa a raíz de la reciente venta de las concesiones mineras ubicadas en Villar y de algunas operaciones de permuta de minas, como la que dejamos apuntada del día 25 de julio de 1866 con la sociedad “Hullera y Metalúrgica de Asturias”. Así las cosas, la nueva “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Santa Bárbara y Turón” también se constituye en Bruselas, ante el mismo notario Lagasse, el día 18 de septiembre de 1867. (29)

Más allá de lo anteriormente expuesto, debemos significar la relevancia que tuvieron estas sociedades belgas para el desarrollo de los valles mineros asturianos en los que fijaron sus raíces empresariales -como en el del Caudal, aunque aquí de manera casi tangencial-, tanto en lo concerniente a las elevadas sumas de capital que invierten en las explotaciones e instalaciones asturianas como en el impulso investigador y tecnológico que incorporan a las mismas desde sus países de origen. Por estas razones, pensamos que procede seguir analizando el proceso de su constitución, afianzamiento, desarrollo y enajenación, sobre todo desde el momento de la venta de la susodicha “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Santa Bárbara y Turón” a comienzos de la década de los setenta. En nuestra opinión, no resulta aventurado señalar estos años como la frontera que deslinda dos etapas bien diferenciadas en el desarrollo del patrimonio minero de este valle del Turón: una, la precedente, cuya singladura resulta bastante incierta e irregular, y, dos, la que comienza cuando tiene lugar la enajenación de dicha Sociedad, dando lugar a una segunda fase empresarial más expansiva que va a culminar, a su vez, en la fundación de “Hulleras del Turón, S.A.”

Tercera entrega © Rolando Díez para www.elvalledeturon.net


 

(23) AHPA. Protocolos del notario José Antonio Rodríguez del 8 de mayo de 1873.

(24) AHPA. Protocolos del notario de Oviedo, Fernando Álvarez del Manzano, del día 16 de junio de 1885, donde se hallan las declaraciones de dos colaboradores directos de Carlos Bertrand en la administración de estas sociedades belgas antes de dimitir en el cargo. El objeto de las mismas era dar testimonio de su buen hacer al frente de las mismas y poner de manifiesto la existencia de ciertas irregularidades posteriores a su cese en el uso y manejo de los documentos aportados por él.

(25) Téngase presente que esta iniciativa sería el acicate inmediato que lleve a Carlos Thivolet a solicitar el primer registro del coto minero de Turón en agosto de ese año.

(26) AEB. Protocolos de Luis Adolphe Lagasse del día 15 de mayo de 1862. En este documento se relatan losprincipales hechos que tuvieron lugar desde la constitución de la “Sociedad de las Carboneras y Minas de Langreo” hasta la fundación de una nueva sociedad minera en este mismo acto con el nombre de “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Villar, Santa Bárbara y Turón”.

(27) AEB. Protocolos del notario Lagasse del día 15 de mayo de 1862.

(28) AHPA. Protocolos del notario de Oviedo, José Antonio Rodríguez, del día 27 de febrero de 1863. Consiste en una escritura de cesión y traspaso de la titularidad de las 24 concesiones mineras que Carlos Thivolet había adquirido a lo largo de los últimos años en estos concejos, según sabemos. Dicha cesión se hace a favor de la joven “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Villar, Santa Bárbara y Turón”, de la que formaba parte como destacado dirigente. Las minas objeto de este traspaso son las conocidas como Amalia (4 p.), en Langreo-Mieres; Antonia (4 p.), en Santa Rosa de Mieres; Amistad (4 p.), en Rioturbio, Mieres; Dos Amigos (Lada); Leonor (Lada); Casualidad (Lada); Lorenza (4 p.), en Camino Llano, Turón; Alfonsina (4 p.), en Turón; Intriga (Lada); Coto minero Valle del Turón (60 p.), en las parroquias de Figaredo y Turón; Felipa (Lada); Veterana (Lada); Dignarse (Lada); Lorenza (Santa Bárbara); Francisca (Santa Bárbara); Capitana (Santa Bárbara); Generala (Santa Bárbara); Fresnón (Lada); Morena (Lada); Abeyera (Lada); Descuidada (Lada); Ilustrísima (Lada); Escolástica (4 p.), en Misiego, Turón; y, finalmente, Bien encontrada, en La Llonga, Mieres, que tiene registrada el día 16 de diciembre de 1862.

(29) AEB. Protocolos notariales de Carlos María Van Halteren del día 27 de junio de 1873, donde se encuentra el acta de la venta de esta “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Santa Bárbara y Turón” en favor de la recientemente constituida “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga”. Entre los comparecientes a este acto figura Próspero Crabbé en representación de aquella, quien manifiesta que esta Sociedad civil se había “… consttituíe par acte devant Mª Lagasse, Notaire á Bruxelles, le dix huit septiembre mil huit cent soixante sept.”.

También en AHPA. Protocolos del notario de Laviana, José de la Torre, del día 4 de mayo de 1882, donde se puede confirmar que la “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Santa Bárbara y Turón” se constituyó en Bruselas el día 18 de septiembre de 1867 a testimonio del notario de esa capital, Luis Adolphe Lagasse. Carlos Thivolet también encabeza la operación de la venta de esta Sociedad a la “Metalúrgica y Carbonera Belga” el día 1 de mayo de 1873, en cuyo acto se eleva a escritura pública el convenio privado alcanzado en Gijón el día 26 de febrero de ese mismo año. La Sociedad vendedora está representada en este acto por Próspero Crabbé, según delegó el propio Thivolet, y la “Metalúrgica y Carbonera Belga”, por los tres socios más representativos de la misma, esto es, Félix Gendebien, Simón Philippart y Gustave Joris.