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Hulleras nace en Bélgica

La historia tiene sus ciclos, sus repeticiones y sus puntos de encuentro. Los vínculos de Bélgica con Asturias, sus minas y nuestro valle han marcado de manera duradera nuestra vida industrial. De esa emigración española de los años 60, del pasado siglo, aún quedan casi 62.000, en gran parte asturianos de la segunda y tercera generación. La comunidad turonesa fue una de las más activas por tierras belgas con su conocidísimo Bar Turón y su club de fútbol. Hoy los lazos naturales siguen tan estrechos con el reciente hermanamiento de Mieres con la ciudad de Herstal, en la antigua zona minera e industrial de Lieja. No es de extrañar pues que, en esta cuarta entrega, Rolando Díez y Félix Martín detallen el nacimiento de la Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga que llegará, mediante compras, ventas y refundaciones, a convertirse en Hulleras del Turón, nuestra familiarmente llamada Empresa.

La aventura industrial  de Hulleras

del Turón S.A.

 

 

 

 

4 -  LA SOCIEDAD METALÚRGICA Y CARBONERA BELGA NACE EN 1873

 

En realidad, para este término regional, la meta de este fructífero periodo podemos fijarla a principios de 1873, dado que es cuando se producen los primeros movimientos para la constitución en Bruselas de una Sociedad anónima bajo la denominación de “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga”. La materialización de dichos contactos y los consiguientes acuerdos alcanzados a este fin tienen lugar en el despacho notarial del varias veces citado Van Halteren el día 1 de mayo de 1873, momento, además, en el que avanzaban a buen ritmo hacia su finalización las obras del ferrocarril del NO español, en su tramo Pola de Lena-Gijón. La concurrencia de ambos hechos no es, a nuestro juicio, en absoluto baladí, pues, atendiendo a la redacción de su escritura fundacional, las sociedades belgas que la constituyen demandan elevadas cantidades de carbón para el abastecimiento de las locomotoras y otras instalaciones de sus empresas nacionales. De hecho, con su creación se pretendía, prioritariamente, el establecimiento y la explotación de carboneras, hornos de cok, altos hornos, forjas, laminación, etc.; la extracción, el tratamiento y la fabricación de las materias primas que demandase su industria belga; la confección de máquinas y útiles, de material fijo y móvil de caminos de hierro (…) y el comercio de los productos que en ella se fabricasen. (30)

El capital social inicial de esta “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga” queda constituido por las aportaciones patrimoniales de las diferentes compañías y particulares comparecientes al citado acto notarial, cuya cuantía queda representada por quince mil acciones sin mención de valor ni de capital. Los diferentes bienes y propiedades industriales arribados por las entidades e individuos fundadores a la nueva Sociedad son, principalmente, los siguientes: la Fábrica de Chatelineau, los Talleres de Nivelles, los Talleres de Tubize, los Talleres de la Sambre, las Carboneras de Viernoy y todos los terrenos y edificios que los componen, de los cuales, Gustavo Sabatier cede a la nueva sociedad un inmueble en Bruselas, situado en la calle Real, n.º 62, y la plaza de Louvain, n.º 1, en el que se establece la sede social de la “Sociedad Unión Metalúrgica y Carbonera Belga”. (31) Cabe añadir ahora que, por lo dispuesto en el artículo dieciséis de sus Estatutos, el Consejo de Administración, de acuerdo con el de Comisarios, tiene la posibilidad de poder emitir otras quince mil acciones más, al objeto de constituir un fondo con el que poder adquirir otros bienes, entre los que formarán parte las futuras concesiones mineras de carbón de Langreo y Mieres.

En realidad, la redacción estatutaria al respecto se había hecho en función del compromiso previo para esta cesión, el cual había tenido lugar el día 26 de febrero de 1873 entre Simón Philippart, que actuaba en nombre de la prevista “Sociedad Unión Metalúrgica y Carbonera Belga”, y Próspero Crabbé, quien, formando parte del accionariado de ambas Sociedades, en este caso representaba los intereses de la “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Santa Bárbara y Turón”. En esencia, en dicho convenio privado sólo se había determinado el patrimonio minero que se enajenaría, el precio del mismo y, sobre todo, la modalidad de pago, que en este caso respondía al tipo conocido como cesión por vía de capital aportado. La materialización de este tipo de abono debía llevarse a cabo con la entrega de tres mil acciones liberadas de la nueva Sociedad y, precisan, en un plazo no superior a un mes, tras la ratificación de lo estipulado ahora. Por consiguiente, la confirmación de este acuerdo provisional requería su validación en Asamblea general extraordinaria de ambas Sociedades, que, en lo tocante a la “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Santa Bárbara y Turón”, se lleva a efecto en la que tiene lugar en Bruselas el día 15 de marzo de 1873. En ella, además de aprobar dicho convenio por unanimidad, aunque con algunas matizaciones, se acuerda ratificar el poder concedido a Próspero Crabbé para que eleve este acuerdo a definitivo ante escribano público a favor de la “Sociedad Unión Metalúrgica y Carbonera Belga”. (32)

Como era demasiado frecuente en estos casos, la denominación empleada hasta ahora para referirnos a la Sociedad anterior como “Sociedad Unión Metalúrgica y Carbonera Belga” pude provocar alguna confusión a los lectores más aventajados en este tema, razón por la cual debemos precisar que se explica porque así se titulaba en los primeros documentos consultados. Sin embargo, en la Real Orden del día 18 de mayo de 1873, publicada en el Monitor Belga del día 22, por la que aprueban definitivamente sus Estatutos, se dispone una serie de modificaciones a la redacción originaria, entre las cuales figura la relativa al nuevo nombre de su razón social, que pasa a convertirse en el de “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga”. (33)

Por lo demás, la gestión de esta Sociedad recaía en la Asamblea general de socios y en dos Consejos, el de Administración, constituido por cinco Unidades empresariales miembros, y el de Comisarios, compuesto también por cinco socios. Las funciones del primero no presentan novedades destacables respecto a las asignadas en otros casos, aunque sí debemos reseñar que el papel fundamental del Consejo de Comisarios era el relativo al ejercicio del control ilimitado de todas las operaciones sociales de la Compañía. Con todo, en este acto constituyente se nombran también los primeros miembros de ambos Consejos, cuyos cargos se distribuyen de la manera siguiente:

• El Consejo de Administración se compone con Félix Gendebien, en quien recae el honor de ostentar la Presidencia del mismo, Simón Philippart, Próspero Crabbé, Alberto Gendebien y Gustavo Joris.

• El de Comisarios, por Alfonso Hubert, Carlos Mourlon y Augusto Vandevin, acordándose que los otros dos cargos serán nombrados en la siguiente asamblea.

De esta manera queda constituida esta Sociedad belga, cuya estructura empresarial expande su acción hasta los ricos criaderos del núcleo de la Cuenca Carbonífera asturiana en un momento bastante incierto para el devenir de sus intereses, habida cuenta de que en nuestro país no se ofrecían demasiadas expectativas a quienes se decidiesen a invertir en él en actividades industriales.Esta situación perjudicaba profundamente los intereses asturianos en momentos cruciales para relanzar la minería simultáneamente a como se estaba produciendo en los países europeos más desarrollados en este sector, a pesar de que se estaban ejecutando las últimas obras del tramo asturiano del ferrocarril del NO; de que se reavivaba el debate sobre la necesidad imperante de potenciar el uso comercial de los puertos marítimos asturianos, bien reformándolos o bien construyendo de nueva planta los que reuniesen las mejores condiciones naturales; de que se había aprobado el Decreto-Ley de 29 de diciembre de 1868 o Ley de Bases generales para la nueva legislación de minas, en la que, entre otras cuestiones relevantes, se dispone la perdurabilidad de la propiedad de las concesiones mineras con sólo hacer frente a las tasas y tributos establecidos; de que se habían llevado a cabo varias reformas de bastante calado, tanto de carácter monetarista como del sistema de pesas y medidas; de que se habían implantado las tres primeras sociedades de crédito con capital europeo, cuyos recursos se destinan, no sólo a préstamos al Tesoro, sino también a inversiones en proyectos ferroviarios que fuesen capaces de surtir la creciente demanda de minerales, bien en nuestro país o en los de su propio origen; etc. (34)

Más allá de estos factores encaminados a incentivar el desarrollismo industrial en España, se estaban reproduciendo y realimentando, por el contrario, ciertos hechos y vicios tradicionales españoles que sólo podían contribuir al desánimo y retraimiento del posible empresario inversor industrial. Al respecto, podemos referirnos, entre otros casos, al resurgimiento del conflicto de la Tercera Guerra Carlista, o a la sempiterna inestabilidad política que imbuía todo el espectro socio-económico español del momento, o a la escasez y carestía de los recursos numerarios para estos fines, o, en fin, al cierre de la Bolsa de Madrid en 1868. Así y todo, la “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga” estaba necesitada y comprometida en asegurar el suministro de combustible al cosmos fabril y ferroviario que regentaba en diferentes regiones europeas, ya que, a pesar de las disponibilidades carboníferas propias, se sentía cada vez con más fuerza el fundado temor a las consecuencias del creciente, estructurado y enfervorizado movimiento obrero, cuyas justificadas reivindicaciones laborales y sociales podían poner en entredicho las expectativas del futuro industrial y, consiguientemente, la fractura del desarrollismo centro europeo.

Sea como fuere, lo incuestionable es la pervivencia en Asturias de esta Compañía hasta los primeros meses de 1880, momento en el que sus órganos gestores acuerdan enajenar todo el patrimonio minero asturiano y leonés a favor de la “Banque Europeénne pour favoriser les Travaux Publis, l´Industrie, le Commerce et l’Agriculture”. La protocolización de estas decisiones tiene lugar ante el mismo escribano público belga a quien venimos haciendo referencia el día 22 de marzo de 1880. En este acto, los representantes de la sociedad “Metallurgique et Charboniere Belga” ceden a la “Banque Européenne” las carboneras y minas que aquella poseía en Asturias y León por 300.000 francos. La mayor parte de este patrimonio industrial aún estaba inscrita a nombre de su apoderado, Carlos Bertrand, y procedía casi totalmente de la cesión hecha por la “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Santa Bárbara y Turón”, según se confirma en el acta pasada por Van Halteren el día 27 de junio de 1873. (35)

Así las cosas, en el acto del día 22 de marzo de 1880 se formaliza la cesión de todas las concesiones mineras asturianas, bien adjudicadas definitivamente o bien en proceso de tramitación administrativa, de todos los trabajos ejecutados, tanto en la superficie como en el subsuelo de las mismas, de todos los bienes inmuebles, material para las explotaciones, vías de comunicación y, especialmente, los derechos sobre el camino de hierro construido para el servicio de las propias explotaciones y de las de Antonio Riera, y, finalmente, del embarcadero o cargadero ubicado en la estación del ferrocarril en Sama. Dicho lo cual, debemos subrayar el hecho de la presencia física en este acto de Carlos Bertrand y todo lo que ello supone en cuanto a la indiscutible confianza que proyecta, y venía proyectando, en los distintos gestores de estas empresas belgas, más allá de sus aportaciones testimoniales en todo lo referente a la confirmación de los diferentes pormenores que encierran algunos bienes y derechos.(36)

Y aún más, la “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga” hace constar cinco observaciones que tienen o pueden tener alguna incidencia en el resultado definitivo de la relación patrimonial que se transfiere y en la administración del mismo por los nuevos responsables de su gestión en tierras españolas. En concreto, y más allá de la problemática judicial por la titularidad de la demasía a la mina Imperial, debemos poner el acento en el compromiso adquirido por Carlos Bertrand, Gerente de la “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga”, para inscribir a nombre del “Banco Europeo” todos los bienes y concesiones asturianos transferidos en este acto y, además, las minas de hierro y carbón leonesas que había inscrito a su nombre pero para la Sociedad cedente.

Para nuestro caso, esta operación empresarial franco-belga del día 22 de marzo de 1880 había iniciado ya su singladura con el acto llevado a cabo el día 17 próximo pasado en el despacho del notario parisino Jean Dufour. En él comparecen cuatro miembros del Consejo de Administración del “Banco Europeo, S.A.”, con sedes sociales en Bruselas y París, quienes manifiestan que dicho Consejo les había otorgado un poder notarial, en el que les autorizaba suficientemente para proceder a la adquisición a su nombre de la Sociedad anónima “Metallurgique et Charbonniere Belge”, establecida también en Bruselas, por el precio de trescientos mil francos. De igual modo, tenían decidido sustituir este poder en favor de Jules Vander Shueren para que, en nombre de sus poderdantes, entablase negociaciones encaminadas al logro de dicha encomienda y para que constituyese en mandatario del Banco Europeo a Carlos José Bertrand, industrial domiciliado en Oviedo. (37) Respecto a la segunda atribución concedida a Vander Schueren, que viene también a confirmar lo señalado anteriormente respecto a Carlos Bertrand, debemos manifestar que la representación que se le otorga en esta ocasión lo faculta para intervenir, en nombre de dicho Banco, en todo lo concerniente a la dirección y explotación de las carboneras y minas de Langreo y Mieres y León y, entre otras cuestiones más, para llevar “… las negociaciones y diligencias necesarias para lograr la regularización y delimitación de los derechos del Banco Europeo, y especialmente para dar en España plena fuerza y vigor al acta auténtica que constatará la venta de los derechos de la “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga” al “Banco Europeo”…”. De este modo, Carlos Bertrand renueva sus funciones como Director y Administrador de todos los bienes que iba a poseer en Asturias la nueva Sociedad que debía constituirse a partir de la mencionada operación de compra-venta llevada a cabo en Bruselas el día 22 de marzo.

Cuarta entrega © Rolando Díez para www.elvalledeturon.net


NOTAS:

(30) AEB. Protocolos notariales de Carlos María Van Halteren del día 1 de mayo de 1873, donde se encuentra el acta del contrato de constitución de esta Sociedad y los Estatutos de la misma.

(31) EB. Ibíd. A cuyo acto comparecen Simón Philippart y Gustavo Joris en representación de la “Sociedad anónima de los Caminos de Hierro de las Cuencas Hulleras de Hainaut”, con su domicilio social en Bruselas; Félix Gendebien, como apoderado de la “Sociedad General de los Caminos de Hierro, Correos y Telégrafos del Estado”, asentada en Yxelles; Jules Goddyn, en calidad de Administrador Delegado de “Sociedad anónima de Explotación de Caminos de Hierro”, también de Bruselas; el precitado Simón Philippart, Gustavo Sabatier, Charlier Mourlon y Albert Gendebien, como Administradores de la “Sociedad anónima de las Carboneras de Concant de Charleron”, igualmente en Bruselas; y otros presentes más, como Próspero Crabbé, al objeto de ratificar y formalizar la escritura de los Estatutos de la citada Compañía.

(32) AEB. Protocolos del notario de Bruselas, Charles P. María Van Halteren, del día 27 de junio de ese mismo año, donde se conserva el acta por la que se formaliza la aportación del patrimonio minero de la “Sociedad civil de las Carboneras y Minas de Lada, Santa Bárbara y Turón”, representada en este acto por Próspero Crabbé, agente de cambio residente en Bruselas, a la “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga”. Al acto concurren también su Presidente, Félix Gendebien, y Simón Philippart y Gustave Yoris, estos en calidad de miembros del Consejo de Administración. En general, esta transmisión patrimonial consiste, por una parte, en la cesión de los tres grupos principales de concesiones mineras asturianas, a saber: el de Turón, que contiene 1.189 hectáreas de superficie; el de Santa Bárbara, con 715 hectáreas; y el del valle de Lada, con 886 hectáreas, y, por otra parte, en la de todos los inmuebles, material, productos extraídos, trabajos efectuados para la instalación de las diferentes vías de comunicación y, particularmente, de los derechos adquiridos en el ferrocarril construido para el acarreo de los productos y materiales de los grupos de Lada y el perteneciente a Manuel Antuña Riera. Como se observará, en esta operación se excluyen las 18 pertenencias mineras que esta sociedad tenía el valle de Villar, pues, como sabemos, habían sido cedidas anteriormente.

(33) AEB. Ibíd. En anexo del día 1 de julio de 1873 se citan los Estatutos provisionales de esta Sociedad y las variaciones introducidas en su redacción, las cuales se refieren, uno, al título de la Compañía, pasando a nominarse definitivamente “Sociedad Metalúrgica y Carbonera Belga”; dos, a la duración de su existencia, que se fija en 30 años; tres, a los bienes aportados, que se incrementan con el inmueble cedido por Gustavo Sabatier, tal como quedó expuesto; cuatro, al capital social, que pasa de estar representado por 14.000 acciones a 15.000; y, cinco, al incremento del porcentaje destinado a establecer un fondo de reserva.

(34) NADAL, Jordi; El fracaso de la Revolución industrial en España, 1814-1913, pp. 36,37 y 49,50; Op. cit. Señala este autor que las tres primeras sociedades de crédito asentadas en España entre 1856 y 1868 eran la “Sociedad General de Crédito Mobiliario Español”, propiedad de los hermanos Péreire; la “Compañía General de Crédito en España”, encabezada por Prost y Guilhou; y la “Sociedad Española Mercantil e Industrial”, cuyo titular era la familia de los Rothschild. Estas tres sociedades francesas estaban llamadas a participar decisivamente en la construcción de las principales redes ferroviarias españolas, de las cuales merece una atención especial la inversión de esta última Sociedad en los “Ferrocarriles del Norte”, entre otras razones, por la existencia de abundantes y provechosos yacimientos de combustibles minerales, cuya obtención era “… necesaria para fundir los minerales, movilizarlos por medio de los caminos de hierro, todo con vistas al objetivo final consistente en hacerse con la riqueza metalífera.”.

(35) AEB. Protocolos del notario Charles-Paul-Marie Van Halteren de ese día, en cuya acta se formaliza, como sabemos, la venta de todos los bienes de la “Sociedad de las Carboneras de Lada,...” en favor de la “Metallurgique et Charbonieres Belga”. También se puede confirmar que la primera de estas sociedades se había constituido el día 18 de septiembre de 1867, mientras que en otra del día 9 de agosto de 1880 del mismo notario se crea la “Metallurgique”, cuya fundación había sido acordada en una asamblea de la “Metallurgique et Charbonieres Belga” del día 12 de julio de ese mismo año. Por este acto del día 9 de agosto, además de constituirse la sociedad la “Metallurgique”, se aportan los bienes que poseía la sociedad vendedora, excepto el patrimonio asturiano, que pasará a formar parte de la “Sociedad de Minas de Hierro y Carbón de Asturias”.

(36) AEB. Ibíd. Protocolos del día 22 de marzo de 1880. Otorgan este instrumento, por una parte, cinco administradores de la “Metalúrgica y Carbonera Belga”, encabezados por su Presidente, Félix Gendebien; y, por otra parte, Jules Vander Schueren, en calidad de mandatario del “Banco Europeo”. En esta escritura se formaliza el acuerdo de dicha venta, en el cual se hace referencia, entre otras cuestiones, a los bienes que se ceden y a las condiciones específicas de algunas concesiones mineras, como la relativa al conflicto aún abierto por la propiedad de la demasía a la mina Imperial o la subsistencia del nombre del registrador primitivo en el título de algunas minas. En concreto, en el valle del río Turón se venden las minas de carbón tituladas Alfonsina (60 hect.), Lorenza (60 hect.), aumento a Alfonsina (60 hect.), Crabbé primero (285 hect.), Gustavo primero (270 hect.), Eduardo primero (245 hect.), Carlier primero (180 hect.) y Próspero primero (69 hect.). Se incluyen, asimismo, las minas del mismo mineral conocidas por Pepina (50 hect.), Buena fe (25 hect.), Veterana (12 hect.), Intriga (12 hect.), Amistad (60 hect.), Arrible (45 hect.), Felicipaz (113 hect.) y Antonia (50 hect.), todas en la parroquia de Santa Rosa, en el mismo concejo de Mieres, formando parte del grupo de Lada. A este conjunto de explotaciones mineras hay que añadir también la demasía a Felicipaz, cuyo expediente se hallaba en tramitación, y las minas Túnel (37 hect.) y Amalia (50 hect.), que pertenecen al mismo grupo minero de Lada, pero en terrenos pertenecientes a ambos concejos de Mieres y Langreo.

(37) AEB. Ibíd. En un documento anexo al cuerpo principal de este instrumento notarial se halla la transcripción del poder otorgado en favor de Jules Vand Schueren el día 17 de marzo de 1880, a testimonio del escribano de París, Jean Dufour.