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El Día del Restallón

Restallones de la memoria estas líneas evocadoras de Carlos Vega. Quizás algunos aún oigan el alboroto infantil que poblaba la madrugada del 6 de enero, el de cada uno, en cualquier rincón del valle y aquel vaivén de niños exhibiendo, comparando y dando cuerda a los juguetes... Hoy son otros tiempos.

Entre Polio y Cutrifera...

El Día del Restallón

 

Ruido por dos riales

 


Desde hace años, vengo llamando a la fiesta del 6 de enero -Epifanía del Señor- y conocida popularmente como Los Reyes Magos, “Día del Restallón”, en recuerdo de aquellos años infantiles en que sus “Majestades”, nos traían la clásica pistola, del oeste -dignas del mismísimo Marcial Lafuente Estefanía- al que conocíamos por ver en “la Casa de Todos” aquellas viejas novelas como “Senderos de sangre”, “Expertos en plomo” o “Territorio minero” con las que enseguida nos identificábamos. Con un rollo de aquellos ruidosos restallones queRevolver-1.jpg atronaban la casa los primeros cinco minutos puesto que “la munición” no daba para más y que con el paso del tiempo fueron derivando hacia el “equipo de agente federal”, también de la marca Redondo y que tantos recuerdos nos trae a los de mi generación. El poco dinero del que podíamos disponer lo gastábamos en aquellos rollos de restallones que al precio de “dos riales” nos hacían sentir verdaderos forajidos del lejano Oeste. Luego, vino el mecano con el que agudizábamos el ingenio al mismo ritmo que íbamos perdiendo las piezas del mismo…
Una carta laboriosa y esperanzadora

La tradición ya se iniciaba con el ritual de escribir la carta “a los Reyes”. Había que hacerlo “con buena caligrafía” -nos decían- para que pudieran entenderla, por lo que hacíamos uno, dos y hasta tres borradores para que todo saliese bien y no hubiese la menor disculpa para no recibir lo que pedíamos. Luego, llegaba la cabalgata. Sus “Majestades” encima de aquellos caballos propiedad de la Guardia Civil y también de “la empresa” -todo Teléfono-1.jpgera de la empresa en aquellos tiempos- que, a nosotros, los niños, nos parecían enormes, siempre acompañados de un gran cortejo de pajes que teníamos la impresión de ser interminable. Nunca faltaba la “banda de cornetas y tambores” y aquella recepción en que los pequeños padecíamos verdadero martirio acercándonos a aquellos personajes a los que solamente veíamos una vez al año pero nos resultaban imprescindibles para nuestras aspiraciones infantiles.
Al habla...Baltasar

Mi rey favorito era “el negro”, Baltasar, y, aún recuerdo cuando una buena noche del día 5 en mi casa de La Crucina sonó el teléfono. Después de unas palabras de mi padre con quien estaba al otro lado de la línea, me dijo. “es para ti”. Me quedé de piedra. Era el mismísimo Baltasar quien me llamaba para interrogarme sobre el comportamiento que había tenido a lo largo del año. Por si esto fuera poco, había leído mi carta y sabía todo cuanto había pedido. Es más, me comentó que algunas cosas no podrían traérmelas porque no habían llegado de oriente, “quizás el año que viene”, me dijo.

La sorpresa vino cuando un buen día me encuentro, revolviendo un viejo armario, con la carta que había escrito años anteriores y mis sospechas se convierten en desilusión. ConBaltasar-1.jpg posterioridad llegué a saber que aquel “viejo Baltasar” con el que había llegado a hablar, no era otro que Mauricio Fraile -amigo de mi padre- y lógico conocedor de mis infantiles deseos. Esos acontecimientos supusieron un enorme cambio. Aquella noche mágica que daba paso a un día de verdadera ilusión nunca volvió a repetirse. Incluso, cuando con el paso del tiempo, uno se vio envuelto en la organización de este tipo de acto y el sentimiento infantil al ver a los niños disfrutar te llenan de alegría, afloran a la mente aquellos recuerdos infantiles que revives cada vez que se acerca la festividad.
¿Dónde están los niños?

Pero, la vida ha cambiado y mucho. Cuando en la mañana del día 6 de este año recorría Vistalegre y La Veguina no me encontré con ningún niño cargado de juguetes deseoso de mostrarlos a sus familiares y vecinos. Fue cercano a las tres de la tarde cuando en el parque, aquel lugar de inenarrables batallas infantiles, Pelayo, un niño con orígenes turoneses daba “escape libre” a un coche teledirigido en unas calles desiertas. No muy lejos de allí, dosNiño con coche-1.jpgniñas eran incapaces de levantar su vista de unas videoconsolas en las que se empeñaban en “matar marciano”. Hoy, entre los juguetes bélicos, sexistas y no adaptados, los niños han perdido la buena costumbre social de simplemente, jugar.

Uno recuerda, con cariño, aquellos viejos balones de duro cuero cosido a mano en tiempos del “Calmante vitaminado” en que la ropa se decía se lavaba con “Persil” aunque nosotros seguíamos viendo a nuestras madres lavar en las ennegrecidas y frías aguas del río. Nos sabíamos de memoria la letra y música del “Colacao”, las consecuencias del buen lavado con jabón “Lagarto” y distinguíamos a ojos cerrados el olor de aquel indiscutible “genuino Floid” que nuestros padres se echaban a la cara después de un buen rasurado con la “acanalada hoja de afeitar MSA” o “Palmera”. Eran tiempos, aquellos, del “Rayas”, la enciclopedia “Álvarez”, de los cuadernos de escritura vertical “Rubio” y de la tinta “Pelikán” que tanto nos hizo sufrir.

Ahora, son tiempos de “Educación para la ciudadanía”, “Tecnología aplicada” y/o “Cambio social y de género” y ya nos podemos encontrar con Aliatara, Melchora, Gaspara y Baltasara sin que podamos decir nada por aquello de la “igualdad de género”. ¡Qué se le va a hacer!. Bien pensé que lo de la “Memoria Histórica” sería para todo.






Carlos Vega Zapico, Turón, 6 de enero (Día del Restallón) de 2012