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El Turón de anteguerra

Una vida de lo más tradicional, entre agricultura y ganadería, una población estable en un valle tranquilo hasta el descubrimiento de Schultz: el carbón. El "oro de Turón" reventará su subsuelo, atraerá a gente de todas partes y llevará al valle a la cima de la producción carbonífera y a un protagonismo inédito. Olvido, desarrollo y abundancia, este es el Turón de anteguerra que describe con acierto el historiador Manuel Jesús López "Lito".

EL TURON DE ANTEGUERRA

 

Sabido es que el valle de Turón albergaba en ese tiempo, objeto de nuestro estudio, tres parroquias. San Martín de Turón, Santa María de Urbiés y parte de Santa María de Figaredo. Aquí vamos a referirnos a la primera de elIas que comprendía, por entonces la franja del valle situado entre La Cuadriella y El Lléu, donde estaban asentadas las minas correspondientes a tres concesiones (Hulleras de Turón, Mina Clavelina y Mina Fortuna).

En 1880, Turón tenía una población estimada en 2000 habitantes, que dedicaban su vida a las labores del campo y al apacentamiento del ganado. Su alimentación era tradicional, compuesta de patatas, castañas, leche,”berzas”, “fabes”, preparaciones de harina de maíz (“fariñes”, “borona”) y pan de escanda. Sólamente los más acomodados añadían como condimentos, a las patatas y “fabes”, sustancias animales procedentes de la salazón de carne de cerdo y algo de vaca.El valle esde Urbiés.jpg
 

 

Manantiales por doquier

Desde el punto de vista geológico, dado lo accidentado del terreno, la poca profundidad de las aguas subterráneas, la alta frecuencia de las lluvias y la impermeabilidad de las rocas que constituyen el subsuelo, éstas eran las causas fundamentales para que brotasen manantiales por doquier, siendo tan abundantes en número que prácticamente había una fuente en cada aldea. Fuentes que, a veces, tenían propiedades terapéuticas en las anemias y clorosis, como las ferruginosas de Villabazal y El Caburnu. Consecuentemente, surgía un arroyo en cada una de las numerosas vallinas, cinceladas sobre las laderas del territorio, que vertían sus aguas al río que da nombre al Valle, por lo que éste disponía de una rica cuenca hidrográfica, constatada por los innumerables molinos harineros que hubo en la antigüedad y que aparecen convenientemente relacionados en el Catastro del Marqués de la Ensenada.

Turón, integrado en otro tiempo en el antiguo concejo de Lena, tuvo a lo largo de los siglos un escaso protagonismo, salvo en contadas ocasiones cuando alguno de sus habitantes accedió a las más altas instancias municipales (1). Y, en 1937, cuando pasa a formar parte del concejo de Mieres, seguía siendo un lugar de economía agraria, de subsistencia, donde se trabajaba todo el año sin prisas pero sin pausa y cuyas gentes apenas tenían días de asueto en algunas fiestas y romerías en las que, eso sí, disfrutaban de lo lindo bailando la danza-prima que aquí se conservaba en su pureza primigenia como en pocos lugares de Asturias, y donde no faltaban nunca las imprescindibles partidas de bolos en las que se ventilaban rivalidades de todo el año en noble disputa.
El oro del valle

Pero el gran protagonismo que pronto va a ejercer esta tierra se debe a la riqueza carbonífera almacenada en el subsuelo y que habían corroborado los estudios realizados por el ingeniero alemán Schultz a la mitad de la centuria. Pronto se abren algunas minas particulares, aunque de forma esporádica ya se venía extrayendo carbón desde comienzos de siglo.

Primeros mineros.jpgEl minero de estos tiempos es un obrero mixto, es decir, un hombre que no abandona del todo su tarea campesina. Está muy mal remunerado y realiza un trabajo de alto riesgo, siempre expuesto a quedar sepultado a causa de un derrabe, o a volar por les aires carbonizado debido a una explosión del temido y todavía mal conocido “gas de las minas".

Y al fin llegamos a 1890 cuando se funda Hulleras de Turón que va a explotar a escala industrial la concesión minera que abarca desde La Cuadriella hasta Urbiés, convirtiéndose el Valle en pocos años en un inmenso taller donde laboran unos 2000 obreros con actividad febril. La Compañía, como pronto se la empieza a denominar, se adueñó para su misión de una superficie próxima a las 5000 Ha.

Gentes venidas de lejos irrumpen en el territorio, en nombre del progreso, y muy pronto comenzaron a llenar de cicatrices la faz del Valle. Muchos de los moradores que habían ejercido durante toda su vida la función de labradores al igual que sus antepasados, se veían ahora desposeídos de sus mejores tierras por un capricho del destino, bien a través de una venta a precios de miseria o como consecuencia del atropello que significaba la expropiación forzosa.

Nadie mejor que nuestro poeta Luis Aurelio supo describir aquel dramático momento:

 
Xente forastera
allegó un mal día per estos llugares,
mira los terrenos
vio que yeren bonos, que yeren muy ricos
que non teníen peru.
Y sin más que dayos a los aldeanos
unes cuantes onces. ¡Mas que fueren cientos!
fixiéronse amos de tola quintana,
de todu el conceyu.
¡Como si Ia tierra pudiese pagase!
¡Como si la tierra tuviese algún preciu!
 
Bienvenidos a Turón

Pero la compañía no entendía de nostalgias ni sentimentalismos y venía dispuesta a extraer hasta el último átomo de carbono del colosal yacimiento, y en 1893 obtuvo la primera producción evaluada en 78.743 Tn. de hulla bruta, procedentes de los grupos de San Pedro, Santo Tomás y San Víctor.

Con la apertura de estas minas comenzaron a afluir al Valle trabajadores originarios de los más diversos lugares (Galicia, Castilla, Vascongadas, Andalucía, Portugal) y la población comenzó a crecer de forma espectacular, en 1917 ya se sobrepasaban los 6000 habitantes. Ello fue causa para que la Empresa (2) iniciase en 1915 la construcción deBarrio San Francisco.jpg viviendas sociales con el ánimo de asentar a una buena parte de sus obreros. Así se creó el Barrio de San Francisco constituido por 45 portales de cuatro viviendas cada uno. Los "cuarteles nuevos", como familiarmente fueron conocidos, eran unas viviendas perfectamente equipadas para la época, dotadas de agua doméstica, servicios higiénicos y suelo pavimentado, que contribuyeron a mejorar sensiblemente el habitat de Turón.

Sin embargo, en 1920, el resto de las casas del Valle, eran en su mayoría verdaderos cuchitriles, sin el mínimo de comodidad, propio de las antiguas moradas del labrador autóctono y totalmente incapacitadas para acoger aquella avalancha de trabajadores. Las que bordeaban la carretera, no obstante ser de reciente construcción, sólo disponían de alcantarillado; el resto de los pueblos padecía un abandono total hasta tal punto que la salud pública brillaba por su ausencia. Un ejemplo lo tenemos en la pensión de Villabazal que daba cobijo a unos 25 huéspedes, los cuales no se lavaban más que una vez a la semana, los domingos; detrás de la casa y a unos 30 metros de distancia, estaba Ia bahorrina donde se depositaba el contenido de las letrinas. En horas nocturnas ese sitio era el retrete público y, con el tiempo, aquel cúmulo de inmundicias iba creciendo como una plaga de langostas.

Entre el olvido y la abundancia

En cuanto a la carretera, que se desarrollaba paralela al río y al igual que éste había dividido a Turón en dos partes desde su construcción a principios del siglo XX, se encontraba en 1923 convertida ya en un mal camino por el intenso tráfico que soportaba y los casi nulos gastos de mantenimiento. Así es que durante el mal tiempo resultaba intransitable por la gran cantidad de barro que generaba su cauce, mientras que en la época estival, cualquier vehículo que por ella circulase levantaba una tremolina de polvo capaz de asfixiar a un caballo. Todo ello prueba la escasa capacidad de respuesta que el Ayuntamiento manifestaba hacia el Valle después de 30años de minería.

Cuestión aparte era la radiografía que podía hacerse de Turón desde el punto de vista económico. En este sentido, se respiraba un ambiente de abundancia que era extensible a toda la colectividad. O, al menos, se podría decir que no se Puente nuevo y fiestas.jpgpadecían carencias, pues un 20% de la población tenía unos excedentes de unos 30 duros mensuales sobre los gastos normales de una familia, mientras que otro 20 %, aunque en menor cuantía, también los sobrepasaba. El resto con unos ingresos suficientes podía defenderse sin grandes apuros, ya que los artículos de primera necesidad se adquirían a precios asequibles para un jornal medio de 15 ptas.

La Compañía no olvidó el aspecto docente y en 1918 había concluido el Colegio La Salle, regentado por Hermanos de las Escuelas Cristianas, que tenía capacidad para 350 alumnos e iba dirigido especialmente a la educación de los hijos de sus obreros y empleados.

Fiestas y cultura

En lo que a las fiestas del Cristo se refiere, debemos reseñar que en este tiempo habían sufrido una importante evolución y contaban con la duración y el rumbo de capital de provincia. Efectivamente, se celebraban ahora por todo lo alto durante ocho días como podía ocurrir con las de San Mateo en Oviedo. Para la ocasión se engalanaba la capilla de la Crucina con farolillos de papel. Era el lugar de partida de la procesión con la imagen del Crucificado camino de la iglesia parroquial. Y había monumentales verbenas, tanto en el “prau de la Comisión" como en el Casino. En estas fiestas se gastaban miles de duros, en los que había que incluir por una parte, los realizados por el público, y por otra, los correspondientes a los organizadores que solían ser la Empresa y el comercio local.


Paralelamente a estas romerías tradicionales, comenzaron a aparecer nuevas formas de esparcimiento, propias del carácter urbano que iba adquiriendo Turón al compás de su desarrollo industrial. Como el cine de Froilán el de Villapendi, construido en La Veguina a base de tablas sin cantear, con sus sesiones dominicales para mayores e infantiles, éstas “a dos perronas la entrada”. El caso es que la novedad del cinematógrafo había calado hondo y siempre tenía una demanda de localidades que doblaba su aforo, lo que ocasionaba entre los espectadores los consiguientes forcejeos, apretones e incomodidades, en suma. También los casinos sus Sociedades Recreativas, que hacen su aparición a poco de iniciado el siglo, inspirados por la clase dirigente de la Empresa y, por lo tanto, de carácter restringido. Pero a éstos pronto les acompañarán otros auténticamente populares por dirigir su mensaje a la sociedad en general, ofertando a sus asociados una sala de lectura y con cierta periodicidad, actividades deportivas, actos literarios y veladas teatrales.

Y es que un aleteo de esperanza, de afanes culturales, se dejaba sentir en el ánimo de los turoneses, como lo certificaBanda de música.jpg la fundación del Ateneo Obrero en 1925, cuyos artífices fueron hombres del talante de César Llaneza, Dámaso García y Sandalio Suárez . Esta institución, verdadero templo del saber, fue la más importante en su género, que jamás se halla creado en el Valle, y por su tribuna desfilaron célebres personajes de la época como Rosa de Luna, Valle Inclán, Marcelino Domingo, etc. Luego nacerían la Banda de Música (1927), que dirigió Aurelio Pardo, y el Orfeón (1929), formado por 90 veces, agrupaciones musicales ambas, que tuvieron vida gracias al mecenazgo de la Empresa y que muy pronto iban a escribir páginas inolvidables para la historia del Valle.
 
Desarrollo y nuevas necesidades

Entretanto, la explosión demográfica continuaba, y en 1930 se habían alcanzado las 12.000 almas. La Compañía, causa principal del desarrollo, se había convertido en la cuarta empresa de la región al alcanzar una producción de 723.571 Tn. de hulla bruta para ese ejercicio económico, lo que equivalía a decir, la cuarta empresa nacional en lo que a minería se refiere.

Y el Consistorio mierense continuaba haciendo oídos sordos a las justas peticiones del pueblo turonés, tal como refleja el diario “Región” en una crónica del mes de octubre en la que se seguía exigiendo que “a Turón se le dé algo de lo mucho que le corresponde”. Y no eran aquellos deseos otra cosa que lavaderos públicos en los pueblos, alumbrado eléctrico y obras de saneamiento para algunos barrios tan densamente poblados como Villabazal y Villapendi, amén de un nuevo camposanto que sustituyera al cementerio viejo, demasiado inmerso en el corazón de Turón. Todo ello suponía un serio intento por mejorar la salubridad de la población.

Solamente nos queda decir, para concluir este breve estudio, que la mayor parte de aquellas reivindicaciones se fueron haciendo realidad a partir de 1932, una vez establecida la democracia parlamentaria, lo que permitió acceder al Ayuntamiento a los concejales representativos de los partidos obreros.

Turón caminaba imparable hacia el progreso y la modernidad en 1936. Pero en esto llegó la sangrienta guerra civil y todas las ilusiones alimentadas durante años fueron arrojadas por la borda.

© Manuel Jesús López “Lito”   Véase también el blog: http://historiadeturon.wordpress.com
 

(1) López González, Manuel Jesús, Informaciones del Turón antiguo, Oviedo, 1995, págs. 113-117, 379.

(2) Otro nombre con el que los turoneses conocieron a Hulleras de Turón familiarmente.