Miguel el del Mesón
Miguel Legarreta Muín, Miguel el del Mesón… toda una personalidad de la hostelería turonesa. La gente habla unánimamente bien de él, cosa rara en cualquier pueblo donde la proximidad tantas veces nos hace ser más críticos, ver con exagerada clarividencia los defectos de los demás. Su tono es sosegado, claro, caluroso y te hace sentir bien desde el primer contacto. Se le nota mesurado y evitando en todo momento el entrar en conflictos y en antagonismos. Acoge a los clientes como si fueran de su familia, conoce sus nombres y anticipa sus gustos. Detrás de la barra ejerce con tacto una autoridad moral a la hora de imponer respeto en algunas conversaciones acaloradas. El negocio lo lleva como una pasión, como la misión de su carrera. Porque le gusta lo que hace, porque siente y ejerce un profundo respeto por los demás, porque ha aprendido a oír, ver y callar, Miguel es hoy un testigo ineludible de la historia reciente de nuestro valle. De no haber recalado definitivamente en Turón, seguramente hubiera seguido varando, como dice, por un mundo del que chapurrea, admite humildemente, varias lenguas. Se nos antoja que para este turonista, con el corazón (com)partido entre sus montañas navarras y los cordales turoneses, el mesón, su Mesón ha sido la mejor atalaya para la observación de la vida de nuestro pueblo. Llegó con el último cotillón del valle pero cuando aún había sitio para emprender negocio. Hoy a punto de poner un cierre irreprochable a su trayectoria profesional echa una mirada objetiva a nuestra historia y se dispone a seguir fiel a su mayor compromiso humanista, el que tiene con sus seres queridos, con sus amigos y con sus dos pueblos. Gracias Miguel por haber venido a Turón.
Navarra, Suiza y Turón
Soy navarro y aunque nací en Pamplona soy de un pueblo, a 60 km, en el valle de Aézcoa al que mis padres, nativos de

Esto aún ofrecía buenas posibilidades de hacer negocio y de vivir de él, aunque se empezaban a notar detalles de decadencia industrial. Ya se habían cerrado varios grupos pequeños y algunos negocios históricos empezaban a cerrar sus puertas. Recuerdo perfectamente que justo a los quince días de instalados aquí se celebró el último cotillón en la emblemática pista la Cubana, la famosa Pista María Luisa. Llegué el quince de diciembre de 1977 y ese treinta y uno dediciembre fue el último cotillón. Hoy echando la vista atrás era ya como algo premonitorio, aunque también correspondía a un cambio de sociedad.
El último cotillón

Cuando yo llegué, lo que mejor funcionaba era la zona de Urbiés, casa Nando, en pleno apogeo, se abrió Casa Migio elmismo año. Hoy con su mujer e hijo al frente del negocio, sigue siendo un punto de referencia de la hostelería y de la gastronomía del valle. Seguramente casa Nando y casa Migio sean hoy lo que mejor sigue funcionando en el valle y, sobre todo, con gran capacidad de espacio.
En aquellos tiempos, la carencia que tenía Turón en hostelería especialmente en gastronomía era obvia. No había prácticamente nada. Los que llevaban la emblemática casa Blanca se jubilaron y pensé que era el momento de coger este local. Me hubiera gustado hacer un restaurante aquí en el piso de arriba que quedó libre pero mi mujer no quiso y no se lo puedo reprochar. Pero igual no fui suficientemente valiente. Gloria es una cocinera excelente, de las mejores

Ver, oír y callar
En este negocio hay que tener paciencia, responsabilidad, no mirar el horario, cerrar cuando el tiempo te lo permite y ver, oír y callar. No nos fue mal porque cogimos unos años buenos en los que pudimos asegurar un poco nuestra vejez, pero la dedicación a esto fue tremenda con la particularidad que a mí me gustaba, a mi mujer mucho menos…pero era la única manera para que yo me quedara por aquí.
Aunque no conocía el valle, sí que sabía lo que era la hostelería, un mundo que siempre me gustó. Hubiera querido hacer algo más, un restaurante. Ése era mi proyecto inicial. Pero me acomodé y al final de esta aventura, terminamos como empezamos. Empezamos juntos mi señora y yo y terminamos los dos. Satisfechos con lo que hemos hecho pero encantados de llegar a ese final de la vida laboral. Mi hija ya se situó, como se suele decir. Acabó los estudios de geología en la Universidad de Oviedo, fue becaria en Extremadura y después de haber estado por Madrid y Galicia se asentó definitivamente junto a su compañero en la capital de España, ambos trabajan en la misma empresa y acaban de hacernos aún más felices con el nacimiento de un nieto.

Con el negocio pues estamos en la recta final. Nos quedan siete meses. Gloria y yo nos jubilamos juntos poniendo así fin a nuestra vida laboral. Tenemos mucha ilusión por la jubilación pero sabemos que son malos momentos a la hora de poder traspasar el negocio. Hay poco interés por coger esto pero se entiende perfectamente porque no son tiempos muy halagüeños y las perspectivas futuras tampoco son muy positivas. Es obvio que esto está muy difícil.
Nosotros seguiremos viviendo aquí, mi mujer es de aquí, mi hijo nació aquí y es aquí donde se siente bien. Le encanta viajar, ir a mi pueblo, pero dice que “de vacaciones siempre pero para vivir nunca”. ¡Lógico! Miguel tiene su mundillo aquí, un mundo que le quiere y que le aprecia. Y eso es fundamental en la vida.
Echando la vista atrás
Hoy cuando miro atrás veo la película del valle, el sentir de su gente, su evolución, el declive. No se apostó por Turón lo que había que haber apostado. No hubo reconversión. Y eso es un drama que se veía venir. Yo notaba de manera concreta que el mundo de la minería tocaba su fin, tanto aquí como en el resto de Europa. Pero es verdad que en Europa se apostó principalmente por la reconversión mientras que aquí se apostó por la inmediatez de las prejubilaciones. Se proponía una situación muy cómoda pero con ninguna previsión futura. Una comodidad inmediata, fácil. A una edad aún temprana, cuarenta o cuarenta y dos años, quedar con una nómina al cien por cien… ¡una bicoca!

Creo que la apuesta fue mala o insuficiente por parte de los políticos y de los sindicatos. Quizás fuese algo difícil, bien me sé y vi la reticencia de los mineros a la reconversión, convencidos que estaban de que no podían hacer otra cosa fuera de la minería. La reconversión siempre es posible pero la dinámica y la visión a largo plazo tienen que venir de arriba. En Pamplona concretamente, un contexto que conozco bien, había minas de potasa. Los mineros tuvieron sus conflictos pero al final, llegado el momento, se hizo la factoría de Volkswagen y se colocaron todos en ella. Seguramente no se podría haber hecho aquí lo que se hizo allí pero habría otros proyectos posibles supongo. Es mi humilde opinión y hoy sigo creyendo que el fracaso es la ausencia de proyecto de reconversión. Se mantuvo la minería con subvenciones hasta donde se pudo, en un clima social tranquilo sí, pero sin ver más allá, sin entrever el nuevo Turón una vez terminada su etapa minera. La subvención, aunque suene mal, compró la paz social, el silencio, pero el valle está sumido en su propio silencio. Faltó dramáticamente una visión a largo plazo.
Esas nóminas aseguradas hasta la jubilación traen comodidad pero no garantizan de ninguna manera un futuro para el valle, un futuro para los hijos. Debo añadir que además, con las subvenciones de salida, algunos se fueron a casa con el promedio que tenían 600.000 pesetas, los más jóvenes se marcharon de aquí, se compraron una casa, lo que

Cuando yo llegué ya no había más que un cine, el Copeval, que se cerró al poco tiempo, en 1980, y en el antiguo cine Río estaban edificando pisos en uno de los cuales vivimos hasta hace seis años. Todavía estaban San José, Santa Bárbara, Figaredo al cien cien.
De Santa Hunosa al éxodo
De aquella, los mineros, descansaban un sábado al mes, le llamaban Santa Hunosa. Después ya fueron dos. Ese día de descanso que ya empezaba el viernes era bárbaro para los negocios. Se llenaban los locales, había alegría, ganaban dinero. Eran los exaltantes primeros tiempos de la joven democracia y en la minería se había luchado mucho para conseguir buenos salarios, una buena paga como se exigía. Había mucho dinero y se habían logrado unos objetivos increíbles. Desgraciadamente en el valle no se apostó por hacer viviendas en un contexto en el que había más demandas que ofertas. Se logró a última hora la construcción del nuevo barrio San Francisco a base de mucha lucha y en un momento en que el pueblo ya entraba en decadencia. Como a muchos de aquí no les correspondía la vivienda por el baremo determinado, tuvieron que marchar fuera y vinieron otros que no se integraron y que ya no eran mineros. Hoy el núcleo más importante de viviendas, San Francisco, está con una mayoría de gente mayor. Los de aquí marcharon para Ujo, Figaredo. Hubo alguna edificación posterior pero no se tuvo una buena política de la vivienda, en el momento correcto. Si se hubieran edificado casas nuevas, deshaciéndose de todo lo viejo y falto de condiciones que había, seguramente hoy la población sería más alta, aunque muchos tuvieran que trabajar fuera. Estoy convencido de que esa política hubiera frenado el éxodo de la gente. No sería la solución a la situación que tenemos hoy pero hubiéramos conservado una población necesaria para el buen relevo generacional.

Los noventa en declive
Yo percibo el declive, en los negocios, en los años noventa, noventa y uno. Cuando empiezan las primeras prejubilaciones ya se nota el proceso en el que entramos. Sin embargo este ambiente de declive aún no tenía tanta lógica porque los habitantes seguían habitando aquí. Creo sin embargo que esto afectó sicológicamente. Hoy, hablando de lo mío, de lo que conozco, se estabilizó la cosa pero seguimos funcionando al ralentí no al cien por cien como en esos años, del 77 al 95. Eso queda para el recuerdo.
Es cierto que hay gente admirable que viene de fuera y que apuesta por implantar o desarrollar sus proyectos aquí en el valle: casa rural el Sumiciu en San Andrés, el ecohuerto, el albergue de Urbiés… Admiro a esa gente, aunque al mismo tiempo me sorprende porque la situación no es boyante. Quizás eso es lo que puede dar cierto dinamismo al valle, no lo sé. ¿La apuesta rural? Quizás. Creo que sigue siendo difícil y que, en parte, esto del turismo rural parece haber palidecido un poco. Por lo demás para los negocios hay que tener en cuenta que la gente mayor sale ya poco a los bares y que los jóvenes buscan lógicamente otros derroteros. Ya incluso ni se conforman con Mieres y buscan para sus salidas, facilitadas por la red de carreteras y los coches, otros destinos, Oviedo, Avilés, Gijón, cuando no León, etc.

Altos y bajos en nuestra representación
Entre los eventos memorables del valle tenemos altos y bajos. Mejoras del Valle, fue un hito, y en un momento clave, momento de las grandes reivindicaciones, consiguió unos logros emblemáticos, la piscina, la reforma importante de la cuesta Aniana, etc…. Pero esos pioneros, que ponían manos a la obra, ya no están. El final de todo eso fue la politización de los propios miembros, la recuperación por parte de los políticos. No sé si eso era algo inevitable. Hace poco se reformó el comité pero el tiempo ya no es el mismo. Reconozco sin embargo que siempre tiene mérito el recoger el relevo con una nueva agrupación. Todo lo que sea intentar sacar el valle de la situación en la que está me parece bueno y digno de apoyar.
Las renombradas fiestas del Cristo quedaron obsoletas. Aquellas importantes fiestas, primero se apartaron del núcleo

Turón estuvo presente en los ámbitos de decisión. Tuvimos hasta cinco representantes del pueblo en el Ayuntamiento de Mieres, de todos los partidos políticos, mayoritariamente del que gobernaba, casi siempre el PSOE desde la democracia. Pensábamos que esto ayudaría a sacar el pueblo adelante, a apostar por el pueblo, pues nada. Se movió poquísimo…ni con los representantes que hubo en el Parlamento del Principado. Poco o nada.
Navarro y asturiano
Corazón (com)partido

El rincón de uno siempre cuenta mucho. De navarro me queda el corazón, aunque pasen los años. Los orígenes no los renegaré nunca por eso solemos pasar las vacaciones cerca de la otras montañas, las mi pueblo Garralda con unos ciento noventa habitantes. Aunque siempre fueron cortas por razones obvias…siempre en el pueblo y muy felices. Aunque a mí me pasa como a todos los emigrantes, en Navarra soy el asturiano y aquí el navarro. Llevo aquí 35 años y todavía no hablo bable, ni tengo el deje de aquí pero he perdido el acento navarro. No me afecta demasiado, somos de acá y de allá. Llevo las dos cosas muy dentro por razones diferentes evidentemente. Soy el resultado de mi nacimiento y de mis circunstancias. En realidad siempre entre montañas. Soy de pueblo y me encantan los pueblos. Estuve dos años en Barcelona y nunca me integré. En Basilea sí, pero era como Oviedo … en Oviedo sí podría vivir, quizás también por la proximidad de Turón.
Turón es una parte muy importante de mi vida, el lugar de todas las vivencias familiares hoy para el que no lo conozca es un pueblo dormitorio. Nunca hubiera imaginado que terminaría así. No quiero imaginarme que no tenga salida.
Entrevista realizada por Jorge Varela para www.elvalledeturon.net
Turón, diciembre de 2012