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Un corazón henchido de gozo.

Parte importante de la creencia y de la tradición turonesa, esta es la homilía por las Fiestas del Santísimo Cristo de la Paz pronunciada por el párroco turonés Rafael Menéndez Albuicet el 14 de septiembre de 2011.
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único,
para que no perezca ninguno de los que creen en él,
sino que tengan vida eterna”
 

En estas palabras del autor del Evangelio de San Juan, se resume el contenido de la fiesta de hoy: celebrar el gran Amor de Dios manifestado en la muerte en Cruz de su Hijo Jesucristo, de cuyo Amor se alimenta y vive su Iglesia.
 
Un mensaje de esperanza y de amor para todos
 

Muy queridos hermanos:

Con vuestra presencia hoy aquí y a lo largo de esta novena, el nombre de Cristo ha resonado y resonará en nuestro Valle de Turón. Hoy nos reunimos para honrarlo y junto a Él rezamos para que su mensaje de esperanza, paz y amor tenga eco también en los que no creen o se han alejado de la Iglesia.

Saludo especialmente a mis hermanos en el sacerdocio que han acogido gustosamente la invitación que esta parroquia les ha hecho para participar en la celebración en honor al Santo Asistencia 3.jpgCristo de la Paz, Señor de Turón. A la vez que agradezco a todos los que han hecho posible esta celebración, por su esmero, aportación y participación, desde los colaboradores directos de las Parroquias de Santa Bárbara y San Martín de Turón, que hacen suyo el amor al Santo Cristo, como a la Sociedad de Festejos de Turón, al Coro Minero, la Plataforma Juvenil o, la presencia de la reina y damas de honor de estas fiestas. A todos, mi saludo más afectuoso, pidiéndole al Santo Cristo de la Paz que la llama de su Amor, que un día fue puesto en vuestros corazones a través del bautismo, no se apague nunca, más bien se inflame. 
Compartir lo esencial
 
¿A qué habéis venido hoy a este templo semi-ruinoso de Turón? ¿A contemplar una pieza de madera? Sería esto muy pobre y, justificaría la crítica por parte de los iconoclastas. Aunque la respuesta deberíais darla cada uno de vosotros, se puede atisbar la contestación: Venís a encontraros con Cristo, vivo y presente en el Sacramento de la Eucaristía y, a quien esta bendita imagen representa, mostrándonos lo extremo de su amor hacia el género humano.
Todos vosotros habéis oído en alguna ocasión la voz de Dios, unos la escucháis y ponéis en práctica diariamente; otros, hace años que la escuchasteis y de vez en cuando, en días como Procesión.jpghoy, resuena de nuevo en vuestro corazón y os llena de alegría. Otros, hace tiempo que no oyen esa voz y ven nuestros actos como un gesto folklórico más entre un programa de actos. Lo cierto es que todos, por unos u otros motivos, nos hemos encaminado hacia aquí para compartir desde la oración y la fraternidad, características del cristiano, las experiencias y vivencias de cada día.

La experiencia de Dios abre nuestros ojos a los desafíos que el mundo nos presenta, con sus posibilidades y limitaciones y, nos abre a la experiencia de reconocer en el otro, no un adversario al que liquidar, sino a un hermano al que amar y respetar. Bien sabemos que estos objetivos, desde las puras fuerzas humanas no son realizables. Por eso, nuestro acercamiento a Dios nuestro Padre, a través de Cristo, Cristo de la Paz, para serenar nuestra vida haciéndola más pacífica, reconociendo como decía el beato Juan Pablo II que “la paz del corazón, es el corazón de la paz”. Porque no podemos transmitir paz en los ambientes en los que nos movemos, si nosotros, nuestro interior no está en paz.
 
Crisis e intereses egoistas
 
Ciertamente, no faltan dificultades. La grave crisis económica hace meya especialmente entre los más pobres, a los que de manera discreta y no sin dificultad, tratan de atender nuestras parroquias en su Caritas interparroquial. Subsisten tensiones y choques abiertos en muchos lugares, incluso en nuestras propias familias o comunidades. La justicia y el alto valor de la persona humana se doblega fácilmente a intereses egoístas, materialistas e ideológicos. Muchos de nuestros jóvenes miran su futuro con incertidumbre, por no decir con desesperación, al haber perdido su puesto de trabajo o tenerlo muy precario o inseguro o, Asistencia 2.jpgsimplemente, por no haber siquiera conseguido su primer trabajo. Otros, por manifestarse como creyentes, sienten las burlas, mofas y desprecios de sus vecinos o compañeros de trabajo, sin ser respetados en su dignidad… Pero hoy, mirando a este Santo Cristo de la Paz os digo: que nada ni nadie os quite la paz. Esa Paz que El ha adquirido con un alto coste, su propia vida entregada en la Cruz. Su sangre, como nos dice el autor del texto a los Hebreos, derriba el muro que separa los pueblos: el odio. Su sangre es medicina que cura todo rencor, toda angustia, todo sufrimiento porque es manantial de paz. Quien quiera ver en la Cruz de Cristo otro simbolismo que no sea este de reconciliación y paz, no ha entendido nada del mensaje cristiano. 
Un pueblo con identidad
 
Una Cruz que aquí en el Valle, a través de esta imagen del Santo Cristo de la Paz, es signo de identidad de nuestro pueblo. Así como la Cruz de la Victoria, que protege la Cruz que enarboló Pelayo en la batalla de Covadonga, es signo de identidad de nuestro querido pueblo asturiano, la Cruz que se custodia en la Crucina, lo es de nuestro pueblo de Turón. Pueblo trabajador y tenaz, pueblo constante y luchador, pueblo militante y creyente… Pueblo recio, como el carbón, al igual que cálido como la energía que éste desprende y, profundo y noble como las minas que lo albergan. Pueblo con una arraigada tradición cristiana. Así les Asistencia.jpgdescribía a los jóvenes de Rusia, Rumanía y Hungría, que con motivo de la JMJ fueron acogidos en nuestras parroquias, vuestra idiosincrasia, aunque fuera de forma tan reduccionista. Pero así os veo yo: cálidos y tenaces y, orgullosos de lo que sois y de dónde sois. Un pueblo que habéis custodiado esta Cruz con sumo mimo; una Cruz que habéis venerado con devoción; una Cruz que habéis recibido de vuestros padres y, que a su vez fue otorgada por sus mayores, como gran herencia y don; una Cruz que debéis transmitir a vuestros hijos y nietos como signo del Amor del Dios encarnado, por todos y cada uno de los hombres, de todos los tiempos y de todo lugar y, que nos hace reconciliarnos entre nosotros como hermanos. Esta es la identidad de este querido pueblo de Turón. Una identidad que no se debe perder ni desfigurar, porque de lo contrario hará de este noble valle lo que nunca fue.

Mirad, bien lo sabemos por poco que hayamos estudiado de historia, los regímenes (republicanos, imperiales, feudales, absolutistas, autoritarios o totalitarios), las ideologías, se caen. Lo único que permanece son las señas de identidad de los pueblos. Y, la nuestra, es la Cruz. Fijaos pues, bien en ella. Fijaos en El que pende de ella, que es quien le da su verdadero y genuino sentido. El muere por nosotros para que nuestra vida tenga otra perspectiva, que no es la que nos proporciona el mundo. El entrega su Vida, para ofrecérnosla a nosotros, viviendo la nuestra junto a la suya, junto a El. Para así, poder también ofrecer nuestra vida por el hermano, en gesto de Amor, al estilo de Dios. 
La herencia de nuestra fe
 
Ayer, hizo un año que me comunicaban el nombramiento como párroco de Santa Bárbara y San Martín de Turón, cuando como vosotros aquí, me preparaba a celebrar la fiesta de otro Cristo, el de la Vera-Cruz, en el pueblo sevillano donde nació mi madre, que, curiosamente, también empieza por “T”: Tocina. Y, en mi toma de posesión, hará Dios mediante el próximo 3 de octubre un año, os decía que venía entre vosotros, para vivir juntos la fe en Cristo Crucificado y Resucitado. Una fe que hemos recibido de la Iglesia a la cual hemos de Cristo.jpgsentirnos agradecidos y, que debemos vivir y transmitir a las nuevas generaciones. Celebraciones como la de hoy y, gestos como los que hoy viviremos hacen animar y fortalecer nuestra fe. Quiera Dios que nuestros jóvenes puedan descubrir, con nuestro frágil testimonio y la acción del Espíritu Santo, la presencia en sus vidas de este Cristo al que hoy con tanta devoción veneramos. Que conozcan a Jesús, como Hijo de Dios, para que puedan vivir su vida con mayor autenticidad. Queridos: Acercaos a El desde su misma Palabra, presente en los Santos Evangelios y, vividlo desde la comunión con El en la Iglesia, como comunidad de los creyentes en El, miembros de una misma familia, los hijos de Dios, que nos fortalece en los sacramentos.
 Crucina 2-1.jpg
Una Iglesia por rehacer
 
Hoy nos acoge este templo con grave deterioro físico, que puede ser una hermosa imagen de la misma Iglesia, sobre la que pesan los pecados de cada uno de nosotros, sus hijos y, que dan su imagen decadente y ruinosa. Pero una Iglesia, que como nuestro templo alberga su más valioso tesoro: Cristo. Una Iglesia, la de aquí de Turón, tanto la material como la espiritual, que entre todos debemos rehacer. Lo material, sabemos a costa de qué, de rascarnos el bolsillo (que tanto nos cuesta) y de pedir (a todo tipo de instituciones, que puedan y quieran ayudarnos). Lo espiritual, sabemos también cómo podemos reconstituirlo: acercándonos más a Jesús, el Cristo, a través de la oración (en ese diálogo íntimo e intenso con El), los sacramentos (donde experimentamos una y otra vez el gran amor de Dios hacia cada uno de nosotros a pesar de nuestras flaquezas y miserias), de la caridad (donde hacemos efectivo el amor de Dios, sin esperar nada a cambio). Y esto, queridos hermanos, porque sólo lo encontramos, vivimos y experimentamos en la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo.

Que al salir por esa puerta, salgamos con el corazón henchido de gozo al haber experimentado, una vez más la presencia sanadora y pacificadora de Cristo y, así lo comuniquemos a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que están pasando un trago amargo en sus vidas.

Santo Cristo de la Paz. Vela por este tu querido pueblo de Turón. Santina de Covadonga. Ruega por nosotros. Amén.


Rafael Menéndez Albuicet, párroco, Homilía por las Fiestas del Santísimo Cristo de la Paz, Turón, 14 de septiembre de 2011