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Los entresijos de un reportaje

No es que el artículo de Carlos Vega prentenda ser la continuación o el complemento de la publicación de Vivas, solo propone ser la mirada local de un mismo recorrido que siempre pudo y puede ser más abundante. Es la parte de atrás de un decorado cuyos detalles no escapan a una percepción acostumbrada a la realidad del valle. Nuestro cronista y colaborador plasma los entresijos de un reportaje, esboza la segunda parte de un díptico cuyo título bien podría ser en este caso: “Esto es lo que hay”.

Recuerdos a media tarde

 

Carlos Vega Zapico

 

LOS ENTRESIJOS DE UN REPORTAJE

 

El domingo 7 de febrero, el diario la Nueva España dedicaba dos hojas de su suplemento dominical “Siglo XXI” a Turón. Hubiese sido necesario todas las páginas especiales para exponer cuanto se dijo y/o se puede decir de esta tierra primero agrícola, luego minera, en nuestros días sin definición y con un futuro que la inmensa mayoría de sus pobladores no acertamos a vislumbrar. Su lectura, de una manera reposada y tranquila me traen a la memoria mis deseos afrontar el reto de un incierto futuro del que vengo escribiendo desde hace años. Nada queda ya de aquel “Valle de Valhundido” que el escritor Carlos María Ydígoras dejó reflejado en su obra “Los hombres crecen bajo la tierra” que escribiese a mediados de los años sesenta del siglo pasado, documentándose para ello como trabajador del Pozu San José. Poco a poco, las abundantes escombreras esparcidas por el valle han ido cambiando su color hacia un verde claro-oscuro producto natural de una vegetación que las va cubriendo. Por donde antaño circulaban aquellas enormes máquinas de vapor hoy lo hacen, algunas veces a demasiada velocidad, automóviles. Ha desaparecido aquel sonido del “turullu” que marcaba nuestras horas, aquel característico olor de los “bombachos” secando sobre las viejas cocinas de carbón, el negro humo que salía de las chimeneas y daba un aspecto un tanto fantasmagórico a la parte baja del valle… tantas y tantas cosas que hacen que ese Turón ya no sea el mismo. Como en dos hojas de periódico no ha cabido el trabajo de dos mañanas -espacio manda- quede aquí la narración los entresijos del reportaje publicado.

A media tarde del miércoles día 3, cuando me encontraba paseando, frente a las cada vez más destartaladas instalaciones de Minas de Figaredo, recibo una llamada en la que me invitan a participar en un reportaje que el diario la Nueva España publicará en su suplemento dominical. Acepto y como la cosa parece de publicación inminente, quedamos en vernos en la mañana del día siguiente, frente al Ateneo turonés. Solo supe que un periodista del diario se desplazaría desde Gijón, que un fotógrafo vendría desde Oviedo y que estaríamos acompañados por el historiador y amigo Ernesto Burgos. Por ese motivo y, ante lo que pudiese surgir, dediqué la tarde a releer algunos escritos y preparar algunos datos que escribí en unas sencillas hojas de notas adhesivas a las que nos empeñamos en llamar “post” a modo de chuleta estudiantil.

Al día siguiente y a la hora convenida llegaron Ernesto Burgos, historiador, y Julio Vivas, redactor del periódico y encargado de confeccionar el mencionado reportaje. Se trataba, me comentó, de dar una visión del pasado, presente y futuro del valle de Turón. Unos minutos más tarde apareció Irma Collín, “de los Collín de toda la vida, vamos”, fotógrafa venida desde la capital y que al ser la primera vez que visitaba el lugar y no encontrar el letrero de “Turón” tuvo que hacer algunas llamadas telefónicas para acercarse al punto de encuentro. Este “incidente” dio pie a que se platease uno de los pilares fundamentales -a mi personal juicio- que, desde hace mucho tiempo debería haberse solucionado y que aún hoy nadie quiere afrontar ni “poner el cascabel al gato”. ¿Qué es Turón?, ¿una parroquia?, ¿un valle?, ¿un lugar geográfico?...Lo cierto es que al día de hoy, por incomprensible que pueda parecer no estamos encajados en ningún sitio determinado. Luego nos extraña que en enero de 1994 desapareciésemos de la guía telefónica, que con posterioridad tuviésemos problema con nuestra identificación en el D.N.I. y que en la actualidad haya que “sudar tinta” para cubrir ciertos “papeles” cuando de la propia administración te solicitan el lugar de residencia, porque, simplemente, Turón no aparece. La solución no es fácil, pero peor será si nunca se afronta con decisión lo que más nos interese a los turoneses.

Como había que comenzar la visita por algún lado, iniciamos ésta en el Pozo Rincón, perteneciente, en su día, al Grupo Fortuna de Hulleras del Turón, convertido en una de las numerosas fosas comunes de la guerra incivil y donde, desde el año 2005, un monolito diseñado por el fallecido artista turonés Juan Luis Varela recuerda a los hombres y mujeres que pagaron con su vida por el delito de haber defendido unos ideales. El propio autor la denominó “La España fragmentada” “en recuerdo de aquellos momentos de guerra y posguerra de un país dividido y con el deseo de que aquellos tristes acontecimientos no vuelvan a suceder”. En la actualidad en “El Rincón” se celebra la entrega de galardones “Pozu Fortuna”, otorgado por la Asociación del mismo nombre en colaboración con el Ayuntamiento de Mieres y “tiene por objeto el reconocimiento a aquellas personas, organismos o entidades que se hayan distinguido en la realización de acciones u obras que realcen los valores de humanidad, libertad, solidaridad, paz y defensa de los derechos humanos”. Las explicaciones dadas por Ernesto y que no aparecen publicadas, acertadas en todo momento

La siguiente parada fue otra instalación minera, el “Pozu Espinos”, del que se dice ser el castillete de extracción de carbón más antiguo de España. Inaugurada en la primera mitad del siglo XX por Hulleras de Turón, se mantuvo activa durante unos 30 años y cerró en 1967. La floración de las mimosas daba un encanto especial al castillete desde el que observar sus hermanos de Santa Bárbara. Espinos es y debe ser uno de los emblemas turísticos de nuestro pasado del que debemos ir olvidándonos sin que en ningún momento reneguemos de él. Junto a su hermano y cercano “Santa Bárbara” inaugurado en 1913 por Hulleras del Turón y clausurado por Hunosa en 1994, fue declarado Bien de Interés Cultural en 2009, convirtiéndose en el primer pozo minero asturiano al que le fue aplicada la máxima categoría de protección patrimonial. Dado su lamentable estado de conservación, en 2015 fue parcialmente rehabilitado con un presupuesto que rondaba los 700.000euros a cargo del Ministerio de Cultura. El caramelo es muy goloso aunque la mitad de las instalaciones estén en estado de auténtica ruina y el dinero para su total restauración no llega y de momento, ni se le espera. Con todo, parece ser que abundan las propuestas por parte del Ayuntamiento de Mieres, nuestro Ayuntamiento, y que existen planes para convertir Santa Bárbara en un icono de la cultura. Lástima, una vez más, que los turoneses seamos los últimos en enterarnos y tengamos que hacerlo por los medios de comunicación de lo que se quiere hacer en nuestra propia casa. Mientras tanto, la “broza” vuelve a cubrir parte de las instalaciones y su entorno. Llegados a este punto se me vuelve a ocurrir, otra vez, una inocente pregunta: ¿tanto hubiese costado unir bajo tierra Espinos con Santa Bárbara?. Supongo, que saldría más económico el Mumi y por eso se decidió esa opción.

Descendimos por esa carretera-calle y única vía de comunicación del valle con el exterior, que en 2019 iba a “ser objeto de una actuación urgente” y que los turoneses creemos será de tal envergadura que dificulta la confección del proyecto. Digo yo que ese será el motivo de que las obras no hayan dado comienzo en la conocida como “senda del bache”. Por cierto, impresiona ver el titular y la enorme foto aparecida en prensa el día 29 de enero: “la presión vecinal logra el arreglo de la carretera de Turón, dañada  por los camiones”. Simplemente me merece una palabra: ¡vergonzoso!, claro que no faltarán quienes opinen: “mira que bien trata a los turoneses el gobierno del principado”, Quedan invitados a realizar una visita cuando las condiciones sanitarias lo permitan. Volviendo al tema, llegamos hasta la Cuadriella, antaño punto neurálgico de toda la industria minera del valle y hoy, sin duda, el mejor ejemplo del absoluto fracaso de la tan cacareada reindustrialización de las comarcas mineras. A la derecha, todo un polígono industrial preparado a la medida de la farmacéutica Diasa. Llegó en 2007, cobró la subvención, cerró en 2011 y aquí nos dejó la “mierda” en forma de pastillas. Frente a ella la “nave verde” de Construcciones Mecánicas Urueña, “el inicio de la reconversión industrial de Turón”, merecedora en su día del Pote de Oro. Abierta en 2001 y cerrada en 2012, sede durante un tiempo de alguna que otra “tribu” y de la que se llevaron hasta los escalones de madera. Como contemplando la escena, las antiguas oficinas centrales, sin ventanas, ni cables, ni nada. Tan solo apostaron por quedarse dos pequeñas empresas: Alistonados Turón y Zitrón, empresa esta última vinculada a nuestro valle desde hace muchos, muchos años y a quienes deberíamos, de alguna manera, agradecerles el detalle de haberse quedado. Toda La Cuadriella es una auténtica ruina que, o mucho me equivoco o así permanecerá hasta que todo se venga abajo. Ahora, ya todo está bajo el rótulo de “Se Vende”. Pero, la pregunta ¿quién lo compra?, queda sin respuesta.

El final del recorrido, a punto de cumplirse las dos de la tarde, no podía ser otro que el escenario donde, para el triste recuerdo, constan los nombres de los fallecidos en accidente de mina ocurridos en las distintas instalaciones mineras del Valle del río Turón, en el Primero de San José, aún con los restos de los ramos allí depositados el pasado 4 de diciembre y la porquería de quienes no tienen otro lugar de reunión y diversión. ¡Que pena!. Desde aquel 1992 en que se produjo el cierre de San Victor hasta 2007 en que cerró Minas de Figaredo tan solo quince años que suponen un “del todo a la nada” en cuanto a puestos de trabajo originados por la minería en todo el valle. En cuanto a población se refiere, en tan solo  20 años del nuevo siglo hemos perdido algo más de 2.000 habitantes mientras seguimos viviendo del recuerdo y contemplando el paulatino declive en espera de que algún día aquellos a quienes a los que cada cuatro años elegimos decidan aunar esfuerzos y elaborar un “Plan Estratégico para el Valle del Turón” que pueda llevarse a efecto de manera constante, no como aquel “Turón Patrimonio Histórico de la Minería” de 1996 con el que algunos soñamos y que las luchas políticas se encargaron de dinamitar hasta su total olvido. De seguir a este ritmo de los últimos años, muchos ya no lo veremos. Una pena.

Tras el recorrido-vista nos despedimos con la insistente aclaración, por mi parte, de que cuanto expresaba en las distintas preguntas que se me hicieron, y quedaron grabadas, eran siempre a título personal pues, somos los turoneses muy dados a adjetivar y deducir lo que no está en los escritos.

El mismo día por la noche, Julio Vivas me comunica, vía WhatsApp mira tú si no habrá otra palabra más sencilla en castellano- en el que me dice que necesita “hablar con algún tendero, dueño de bar, algún vecino más”, cosa que veo muy positiva puesto que tan solo dos personas habíamos dado nuestra opinión y no cabe duda que más opiniones sirven para sacar mejores conclusiones. “No sé si me podrás orientar, mi intención es volver mañana por la mañana a Turón”, me dice. Quedamos en vernos a la mañana siguiente. Cuando nos vimos, un día lluvioso, con niebla y sin gente por la calle, le expliqué el plan que había pensado. Elegí media docena de personas de distintas edades y profesiones con las que estuvo totalmente de acuerdo.  Guillermo Fernández “Mito Galán”, había trabajado en Hulleras del Turón, hostelero durante años y después dueño de una ferretería-museo que ha visto pasar por delante de ella muchas de las experiencias vividas a lo largo de sus años; una mujer joven y que durante años mantuvo vivas las tradiciones, fiestas y la asociación vecinal  de un barrio como Villabazal: Mari Nieves Castedo, hoy convertida en comerciante con su negocio de mercería al apostar por quedarse en el valle. Nieves nos dejaba, al despedirnos, un posible titular: “Turón, un juguete roto”; Javier Besteiro, minero jubilado, incondicional trabajador en el asociacionismo local y siempre en primera línea reivindicativa; Ignacio González Carbajal  industrial en el ramo de la informática y expresidente de Sotufe; Víctor Álvarez presidente de la Comunidad de Vecinos de Santa Bárbara, extrabajador de Hunosa y conocedor de los fracasos de reindustrialización de La Cuadriella; David Álvarez reciente empresario del ramo de la hostelería local. Podrían haber sido otros, podrías haber sido más. Todo puede entrar dentro de lo posible. Las premuras de tiempo y la necesidad de dar voz a una representación del vecindario local fue la que fue y cada uno de ellos tuvo tiempo y libertad para expresar su opinión sobre el pasado, el presente y el futuro del valle. Personalmente me hubiera gustado un cambio de impresiones todos juntos, a modo de debate de ideas y posibles soluciones, pero las circunstancias sanitarias lo hicieron totalmente imposible.

Al final, creo que todos los participantes quedamos de acuerdo en un pasado rebosante de gente y carbón, en un presente desolador en el que los viejos problemas, léase río, carretera, reindustrialización, derribo de edificios en mal estado… se van acumulando e incrementando sin que lleguen soluciones “en tiempo y forma” y en un futuro que no acertamos a divisar con nada de optimismo. Pese a todo, se coincidió en que es necesario seguir luchando por lo que consideramos justo. Por dar a nuestros mayores unos últimos años en su entorno y dar a nuestros jóvenes un trabajo que les dignifique como personas. Nada se conseguirá sin la unión de todos y la confección de ese Plan Estratégico para Turón en el que de manera activa participen los propios vecinos, verdaderos conocedores de sus propias necesidades y recursos. La letra, la sabemos todos, para la música necesitamos con premura un buen compositor y para hacerlo realidad una buena orquesta que sepa interpretar nuestros deseos.

Mientras tanto, ajena a los problemas humanos y a 30 días de su entrada “oficial” cuando esto escribo, la primavera comienza a despertar a lo largo y ancho de nuestro valle poniendo esa nota de variado color que ya puede observase como tratando de alegrar nuestras vidas y darnos ánimo para superar “la que nos está cayendo” en los últimos tiempos.

© Carlos Vega Zapico,  Valle del Turón, febrero de 2021