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Diciembre, para terminar el año

 

Recuerdos al atardecer

 

Carlos Vega Zapico

 

 

Diciembre, para terminar el año

El último mes del año dio comienzo, como ya viene siendo tradicional en nuestro Valle, con la festividad de Santa Bárbara y las Jornadas  Gastronómicas del Pote. Volvió a sonar “el turullu”, aquella sirena que marcaba las entradas de los distintos “relevos” de la mina  y que marcaba parte de nuestras horas de niñez. No está de más recordar que fue en 1890 cuando Hulleras del Turón, después de agrupar distintas concesiones mineras esparcidas por el Valle, se constituye por parte de importantes empresarios vascos, si bien la extracción de carbón había comenzado con anterioridad en el conocido como “Coto Paz” perteneciente a Vicente Fernández Blanco en lo que conocimos como “Minas de Figaredo”. Toda producción de carbón finalizó en 2007 y en el recuerdo quedan nombres como Espinos, San José, Santa Bárbara, Santo Tomás, San Victor…

Atrás quedaron los años de sufrimiento y bonanza que las nuevas generaciones desconocen. Poco a poco todo va desapareciendo, hasta el punto que cada año acude menos gente a esa ofrenda floral en memoria de quienes dejaron su vida en el duro trabajo de nuestras minas y que debería ser el acto central de ese día. Por cierto, en la presente edición contamos, por primera vez, con la presencia del Presidente del Principado que, llegó, saludó, deposito un ramo, escuchó al Coro Minero y marchó. Las agendas, al segundo, se amplían y reducen en función de la importancia que le demos a las cosas. Recuerdo su llegada “triunfal” a Santo Tomás un 14 de agosto, en plena campaña para liderar al socialismo asturiano. ¡Qué diferente.  Así es la vida!

Paralelamente a la festividad minera, vienen celebrándose en el Valle, desde 1991, las “Jornadas Gastronómicas del Pote” declaradas en 2017 como Fiesta de Interés Turístico. Sobre este tema he de comenzar diciendo que no me gusta el cartel anunciador de las Jornadas y en mi opinión debía haberse mantenido el inicial como se hizo durante muchos años. No entiendo de diseño ni de modernidad y nada tengo contra los que adoptaron la decisión del cambio, pero soy amante de mantener la tradición de aquellas cosas que nos pueden definir de una manera propia. Dicho lo cual, creo que las “Jornadas” no solamente no han mejorado sino que permanecen en un estancamiento típico de nuestro Valle. Desconozco si los días son demasiados, dependiendo del calendario, si habría que innovar, si habría que sumar actos… pero creo que algo debería hacerse, siempre manteniendo “El Pote” como centro de las Jornadas.

Coincidiendo con la ya citada festividad minera, la antigua sala de compresores del Pozo Santa Bárbara volvió a convertirse en un espacio artístico. Esta vez de la mano del australiano Andy Thomas  y su obra “Visual Bird Sounds”, donde las imágenes y los sonidos se suceden en constante cambio a través de tres enormes pantallas. En la inauguración, impresionó a los asistentes al acto que pasaron un buen rato observando y escuchando en silencio esta obra que resulta hasta relajante. Sin duda un acierto de la nueva concejala de cultura que tuvo palabras de agradecimiento y recuerdo emocionado para Anibal Vázquez recientemente fallecido.

En principio estará visitable hasta finales del enero por lo que creo merece la pena pasar por Santa Bárbara que, conociendo el número de personas que por allí pasaron en los primeros días, va camino de romper moldes en cuanto a visitas. ¡Quién nos lo iba a decir hace no muchos años! Preciosa fue la muestra expuesta en la sala de exposiciones del Ateneo turonés de Gema Llaneza. Verdaderas obras de arte construidas con material reciclado bajo el título “Con alma de Cartón”. Lo cierto es que la gente quedó con ganas, lo cual es bueno a la espera de poder repetir la experiencia.

Volvió al antiguo salón de La Salle el Mercadillo Navideño, al menos con éxito de público. Desconozco si las ventas, en esta época de crisis, se ajustaron a lo previsto por los participantes y agradable la actuación musical de Doble Pletina con la participación de un turonés “descubierto” en las recordadas jornadas musicales del Cristo. Por otra parte y como complemento, ambiente sorpresa por La Veguina al paso de los miembros del Motoclub MotoAsturias todos con su traje de Papá Noel y sus ya clásicos colores blanco y rojo. Y así entramos en la semana que nos condujo directamente a la Navidad, en la que se produjo el cambio de estación oficial del otoño al invierno que tuvo lugar el viernes 22, seguro que estábamos más pendiente del sorteo de la lotería,  a las 4 horas y 27 minutos. Ya se sabe, si no toca nada: ¡“Haiga salud”!. Ahora ya no hay que esperar la llegada de aquellas interminables listas de números premiados que acompañaban al diario del día siguiente. Un simple ¡click! en el móvil y te enteras de que nada te ha tocado.

No sé si será el paso de los años, pero la llegada de las fiestas navideñas se va convirtiendo, cada año más, en un tiempo de recuerdos que parecen sacados de épocas prehistóricas y que sin embargo hemos vivido muchos de los que aún permanecemos en el Valle. Recuerdo aquella cocina de carbón sobre cuya chapa “al rojo” comprobábamos como las almejas se abrían y que tratábamos de devorar antes de que nuestras madres nos riñeran. ¡Si sigues así no van a quedar para la merluza!, me decía mi madre refiriéndose a aquel plato que suponía la “merluza a la cazuela” y que se repetía año tras año para “desgracia” de los que no éramos muy pescaderos. Pero, si había un ritual en cuanto a la comida era la preparación de “les casadielles”. Abrir les nueces, limpiar en interior que se almacenaba en una pota, se molía en uno de aquellos pequeños molinillos que se sujetaban a la mesa y se cargaban por la parte superior sobre la que hacíamos presión. Por cada taza de nuez molida, una taza de azúcar y luego un poco de anís de lo que conocíamos como “corriente”. Revolver y dejar macerar hasta el día siguiente. Ahí llegaba el peligro. La pasta estaba tan rica que tratábamos, por todos los medios, de ir “aruñando” pequeños trozos que metíamos a la boca y saboreábamos como el mejor de los manjares. Al día siguiente se concluía el ceremonial. Se extendía la pasta, se cortaba con cierta maestría y se freía. Era curioso que aquella tarea que solíamos hacer en familia contase con el visto bueno de nuestros padres y sobre todo de las madres para que saliésemos a jugar a la calle. Con el tiempo, uno se fue dando cuenta que la economía materna estaba milimetrada porque eran auténticas artistas de la economía doméstica que no siempre reconocíamos.

Los güajes salíamos a la calle a cantar villancicos y a ganar el “aguinaldo” por las casas vecinas donde nunca faltaban los caramelos, uvas pasas, “figos pasos” y otras chucherías que luego repartíamos a partes iguales, aunque luego nos costase una “bronca” por no querer cenar. ¡Qué recuerdos! Otro de ellos, que año a año se repetía, era la llegada de Benito “el cartero” que, en aquella enorme cartera de cuero que llevaba colgada al hombre donde portaba el correo y que en estas fechas dejaba en cada casa su peculiar felicitación con aquella frase de “El Cartero des desea Felices Fiestas” y que le suponía una pequeña “propinilla” en días tan señalados. No sé si de ahí venía aquello que los güajes comentábamos con cierta musiquilla: ¡A perrina y a perrina, hizo Benito la su casina!”. El día 28 Luis “el carpinteru”, en Vistalegre siempre clavaba una moneda de dos reales en la carretera y todos “picábamos” al agacharnos, con todo disimulo, para cogerla con el consabido: “Inocente que te cayó la frente” de quienes eran conocedores del truco. Para rematar el año, aquellos “cotillones” en La Cubana donde los llenazos eran impresionantes y alguna vez entramos en mangas de camisa y salimos con La Veguina llena de nieve.

La cosa ha cambiado tanto que ahora parecemos no vivir sin tener en nuestra mano el teléfono móvil y escuchar constantemente esa musiquilla que nos anuncia, mediante unos impersonales dibujos a los que se les llama “multiconos” a los que, con velocidad endiablada, contestamos usando tan solamente un dedo de cada mano, no vayamos a desgastarlos todos a la vez. Eso sí, enviamos sin parar nuestra localización mediante instantáneas fotográficas que repetimos a unos y otros como certificación de nuestra existencia. Ya lo decía Don Hilarión, uno de los protagonistas de la conocida zarzuela “La verbena de la Paloma” cuando decía aquello de “los tiempos cambian que es una barbaridad”. Aún a sabiendas de lo que supone económicamente y sin querer ser ni aparentar lo que no somos, creo que al menos La Veguina merecería en algunas fechas un poco más de iluminación y el problema no es de Sotufe, es de todos que deberíamos arrimar un poco más el hombro.

Tan sólo me resta un sincero recuerdo a todos los turoneses y turoneses que, a lo largo de estos últimos 365 días nos han dejado para siempre en eses paulatino descenso poblacional que nos llevará a no sé dónde y todos mis mejores deseos para cuantos habitan, a diario, este Valle para el que no parece encontrarse una solución de mejora definitiva. Aunque la alegría en este último año, ha venido de los pies de Diego López Noguerol, aquel “nenu” al que conocimos dando patadas sin parar a un balón en la “rampa de Villabazal” y que este año que hemos dado por finalizado, ha triunfado en el Valencia Club de Fútbol, equipo en el que le precedieron los también turoneses Carrete y Pablo.

Año importante para él con su llegada también a la Selección Española Sub 21 que sirvió para alegrarnos a lo turoneses. No fue el único “güaje futbolero” que triunfó fuera del Valle puesto que Sergio Neira se fue a principio de temporada al Valladolid promesas y allí está triunfando en Pucela hasta el punto de conseguir el Balón de Oro 2023 de la División de Honor Juvenil. ¡De casta le viene al galgo!. ¡Mucha suerte, chavales!

A todos, a los que viven en el Valle, a los que están fuera de él, a los que recuerdan con nostalgia sus años pasados entre nosotros y ¡por qué no? a los del “mi turonín del alma”:  Que este Año Nuevo 2024 nos sea feliz.

© Carlos Vega Zapico,   Turón diciembre de 2023