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Ecos de llantos y de risas

Araceli cuelga una luz nueva en el firmamento de nuestros seres queridos. Desde lo alto, para siempre, contemplando los destellos de la vida...hoy es Carnaval.

Ecos de llantos y de risas

El drama y la comedia, el llanto y la risa, el dolor y la alegría, como si de representaciones teatrales se trataran, así es como asisto a las últimas noticias que me han llegado de Turón.

El dolor y la pena de quien la muerte ha decidido llevarse súbitamente y cuando todavía tenía demasiado tiempo, muchas ilusiones y sueños por cumplir. La muerte, esa palabra tan dura que esconde una realidad con la que no nos queda más remedio que convivir, y que en los pueblos se hace más grandes, más visible, más difícil de olvidar, porque la presencia diaria nos hace inconcebible percibir los mismos escenarios ahora vacíos pero paradójicamente tan llenos de ausencias. Aprender a vivir y seguir viviendo hasta que seamos capaces de asumir que todo sigue su curso, que la función ha de continuar y que aunque las sombra siempre permanezcan en su lugar, serán otros los que participen de la representación. Una noticia triste por el contacto que en su día tuve tanto con él como con su familia, a la que ya tuve ocasión de expresar mi pesar en su día, pero a la que desde aquí quiero reiterar otra vez mi cariño.

Y como si de una función se tratara, de repente se bajó el telón, y a la vuelta, casi sin pensarlo se abren las puertas de nuevo a la luz, al color, a la alegría, y sentada en mi butaca asisto esta vez a la celebración del Carnaval, en el que también seguramente tras algunas máscaras se esconderán muchas penas que quizás busquen esas caretas para ocultarse tras ellas y expresarlas sin ser vistas, para llorar sabiendo con certeza que nadie vendrá a secar sus lágrimas, esas que quieres conseguir que nadie vea.máscaras-1.jpg

Lo que percibo es la alegría de los mayores, de los más pequeños, de un pueblo que una vez más se rinde a los placeres previos a un tiempo de Cuaresma con el que nos llegarán momentos, se supone, de recogimiento.
Nunca he sido demasiado “carnavalera”, lo reconozco, aunque en su día también un año me dejé llevar por el aire del carnaval, y disfrazada de payaso disfruté sin lugar a dudas de los primeros y quizás por ello más divertidos de toda mi vida. Me gustó ver sin ser vista, sembrar la duda, entrar el juego de quién es quién.

Tal fue así que al año siguiente repetí experiencia, aquel año de pingüina, con un disfraz en el que la asfixia era nuestro más terrible enemigo, además de la dificultad para caminar, pero con el MAGRITTE.jpgque reconocernos, tanto a mí como a cualquiera de mis amigas, era prácticamente imposible, a no ser que fuera por las diferencias de nuestra estatura.
Y con el último disfraz que recuerdo, éste de mexicana, nos fuimos de correrías a Mieres, a disfrutar de una noche loca como la fiesta, bailarina como los volantes de mi vestido y bulliciosa, lo cual me era muy fácil apreciar dado el gran tamaño de mi sombrero y las dificultades para controlar semejante cubrecabezas.

El telón se ha vuelto a bajar y la vida sigue con sus días gozosos, gloriosos y dolorosos como siempre dice mi madre, cada uno de nosotros viviendo el suyo propio, quizás esperando con ansia el siguiente o aferrándonos con fuerza al que tenemos, sea como fuere, sin que ninguno sepamos lo que nos deparará el próximo.



Araceli Zapico, Oviedo, marzo 2011